—Münchhausen aquí base, correcto. Quedamos en conexión durante el regreso. Buen viaje. ¡
Heil Hitler
!
Segunda mitad de 1944
Los datos aportados por la misión Münchhausen a finales de junio de 1944, permitió un avance extraordinario en la preparación de todo lo necesario para la implantación definitiva de una base alemana estable en la Luna. Los datos habían sido exhaustivos y confirmaban parte de lo calculado previamente desde la Tierra. Por ejemplo, en todo el asunto del agua, los científicos alemanes lograron determinar la presencia de agua en la superficie lunar. No se podía hablar de lagos, mares o incluso charcos. La presencia de agua en la Luna significaba moléculas de agua y oxilidro que interactuaban con moléculas de las rocas y el polvo situado en los últimos milímetros de la superficie. Aunque no se podía determinar con precisión, en el suelo lunar había alrededor de mil partes por millón de moléculas de agua. Schutz ponía el ejemplo práctico para su comprensión, de que si se lograse mover una tonelada superficial de tierra lunar, se podrían obtener aproximadamente novecientos gramos de agua. Sin embargo, los últimos datos indicaban que en los polos lunares sí podrían haber más acuiferos, con cantidades importantes para una colonia terrestre. Una misión ya había sido enviada al polo norte lunar para corroborar los datos.
Los viajes a la Luna con los discos eran ya moneda común e incluso Helmut tuvo la oportunidad de viajar hasta nuestro satélite en uno de los viajes de carga. Se habían totalizado casi doscientos ochenta vuelos desde el de junio y sin ninguna incidencia. Los motores antigravitacionales eran la solución ideal. Todo iba bien excepto la situación en los frentes de batalla de Europa y el Pacífico. Alemania iba siendo acorralada entre dos frentes y la pinza se iba cerrando. Las comunicaciones con el Kammlerstab seguían su curso, pero había mucho peligro en la continuación de los trabajos científicos allí. Sólo la zona de los sudetes seguía casi intacta. El proyecto La Campana había avanzado mucho y tendría que ser la próxima generación de naves espaciales antigravitacionales. También se habían efectuado viajes en el tiempo con diferentes resultados, con el ánimo de cambiar el curso de los acontecimientos pasados. Alemania se debatía como una fiera herida, en la que la calidad de las investigaciones había llegado a unos niveles altísimos. ¿Llegarían a tiempo para detener una posible derrota? Helmut y sus hombres tenían una buena parte de esa respuesta en sus manos.
En cuanto a la posible atmósfera lunar, los datos aportados por los análisis de Schutz, indicaban que efectivamente había una atmósfera, pero con algunas diferencias con respecto a la terrestre. Lo que sería la troposfera lunar es decir, la capa de aire que en la Tierra usamos para respirar, los valores eran 64,43 por ciento nitrógeno (en la Tierra 78,08 por ciento), 31,03 por ciento de oxígeno (en la Tierra 20,94 por ciento), el resto 4,54 por ciento era una mezcla variada de diferentes elementos como dióxido de carbono y gases inertes como el argón y el neón. Eran los componentes de la atmósfera terrestre, pero en porcentajes diferentes. Era evidente, que por el momento habría que utilizar trajes espaciales hasta que aprovechando esa base atmosférica, fuese utilizada y modificada técnicamente para su aprovechamiento en toda la instalación una vez acabada. Esta circunstancia ayudaba y facilitaba mucho la posibilidad de una base fija.
Todo el trabajo de subsuelo ya estaba hecho y se comenzaban a instalar ya los cimientos de los paneles para las paredes modulares que deberían configurar la base en el exterior. Era un trabajo relativamente fácil y rápido. Todo había sido calculado y preparado en la Tierra, con lo que se trataba de seguir el patrón-guía. Las tuneladoras eléctricas descansaban sobre la superficie, cerca de los trabajos de la unidad central de la base, tras haber efectuado túneles en una distancia total de casi veinte kilómetros. El edificio central de la base era cilíndrico, de unos cinco pisos y rematado por una cúpula transparente. De este edificio salían cuatro brazos encarados hacia los cuatro puntos cardinales de la Luna. Cada uno de estos brazos contenía diferentes laboratorios que se dedicaban a distintas áreas de investigación. Uno de ellos, el encarado hacia el norte, era un inmensa granja climatizada en la cual se cultivaba todo tipo de alimento vegetal y animales de granja, perfectamente cuidados.
Toda la fuente de energía estaba situada en la zona subterránea y estaba basada en las investigaciones sobre La Campana, que permitía una fuente inagotable. Toda la población estimada de la base entre militares, científicos, técnicos y personal de administración y mantenimiento estaba ya en plena operación de acomodación y aclimatación. Sin duda había sido un trabajo titánico Tierra-Luna-Tierra. Los discos habían sido la solución y sus tripulaciones estaban realizando un esfuerzo formidable, al límite de la extenuación.
Uno de los pilotos destacados era Noemí Nadel, la viuda de August Stukenbrok, que se había convertido en una excelente comandante de disco. Se había presentado voluntaria tras el desmantelamiento de la Kolonie Waldner 555 y a Helmut le pareció una propuesta excelente. Había sido admitida sin problemas y cumplimentando todas las pruebas. La tristeza por la muerte de su marido la estaba superando con una entrega fanática en la consecución del proyecto lunar. Era el piloto con más viajes de ida y vuelta con carga diversa y su experiencia iba aumentando día a día. No se cansaba jamás y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus compañeros en los trabajos más duros y en horas de vuelo. Berger, su superior directo, confiaba en ella plenamente. Había recibido del general Kammler en persona la cruz de hierro con hojas de roble y su
Totenkopfring
en Praga que, emocionada, se puso en presencia de Helmut y Schutz. Era una mujer extraordinaria. Llevaba con orgullo su distintivo de las tripulaciones de los discos. Por ahora era la única mujer, pero ya había otras candidatas para ser pilotos también.
El viaje iba a ser difícil y con más carga que nunca.
—Nunca lo hemos probado con tanta carga, Noemí. No vale la pena, podemos hacerlo en tres viajes como máximo, y tú lo sabes —dijo Berger con firmeza.
—Sí lo sé —contestó Noemí—. Pero tú también sabes igual que yo que podemos ganar casi una semana. Y eso ahora es mucho tiempo… —Berger sabía que Noemí no cedería fácilmente.
—Bien, de acuerdo —concedió Berger—. Pero quiero que descanses cuando llegues allí, Noemí. Llevas ya varios viajes en muy poco tiempo y puede afectarte. Necesitas descansar, lo veo. Pásale el mando a tu segundo, Michael Greis, y que él vuelva con el disco. Ya bajarás en otro viaje. Si quieres, puedes descansar con tu tripulación en la base y bajar un día después. Tú misma. No hay problema. —Noemí aceptó a regañadientes la orden de Berger.
El disco de Noemí, llamado August, estaba preparado para el vuelo. Su tripulación ya se hallaba en los controles y a punto. También habían tenido varios vuelos seguidos, con poco descanso, pero su juventud y sus energías sobrepasaban el agotamiento. La nave se puso en marcha con todo el cargamento de paneles que faltaba. De hecho era el último vuelo con las mismas. En la base terrestre había todavía paneles, pero eran de recambio y no habían hecho falta. En el futuro se llevarían para almacenarlos en la Luna. Berger se hallaba en la torre de mando, observando el despegue de Noemí. El disco ya flotaba e iniciaba la salida hacia el exterior.
—Aquí August, todo en orden e iniciando vuelo.
—Bien August. Proceda a salir. Buen viaje. —El disco salió sobre el precipicio sin problemas como tantas otras veces. El motor no mostraba ningún signo de desfallecimiento o esfuerzo por el sobrepeso y fácilmente inició el ascenso con energía. El viaje transcurrió sin nada reseñable, hasta que se situó en la órbita lunar.
Noemí había descansado unas horas y se sentía fresca de nuevo. Quiso saber las últimas incidencias durante el vuelo.
—Nada en especial, Noemí —le dijo Michael Greis, mientras le entregaba el parte. Noemí miró los datos. Su figura se recortaba sobre las pantallas, teniendo de fondo la superficie lunar. Era una imagen muy sugerente. Se sentó y se ajustó el cinturón de seguridad. Quedaban ya pocos minutos para el alunizaje y se iniciaba la aproximación.
—El radar detecta un meteorito que viene en nuestra dirección. ¡Colisión en veintisiete segundos! —dijo de repente uno de los navegantes, mirando su pantalla con ansiedad.
—Maniobra de evasión a estribor Michael. ¡Rápido! —ordenó Noemí con determinación.
—¡Estamos muy cerca de la superficie, Noemí! —dijo con voz entrecortada Michael.
—¡¡No tenemos otra opción!! —gritó Noemí—. ¡Ahora! —El disco viró bruscamente evitando el choque pero la carga, rompiendo sus anclajes de fijación por la brusca maniobra, se desplazó totalmente hacia atrás, modificando brutalmente el giróscopo de la nave y por lo tanto su equilibrio. Los pilotos no pudieron controlar la estabilidad del disco por el cambio brusco de pesos, que hicieron que la nave perdiera altura totalmente fuera de control y a gran velocidad. Noemí fue consciente de la insalvable situación. Tomó con fuerza el colgante con la foto de August que siempre llevaba con ella, lo besó y lo apretó contra su pecho. El disco se estrelló con violencia en los Montes Haemus al norte del mar de la Tranquilidad y al sur del mar de la Serenidad, muriendo toda la tripulación.
Fueron enterrados en el primer cementerio lunar junto a la base Alpha, en una ceremonia muy emotiva. El
Totenkopfring
de Noemí fue recuperado y enviado al castillo de Wewelsburg para ser guardado junto a los de otros SS caídos en acción.
La base Alpha fue puesta en marcha el cuatro de enero de 1945. A partir de ese momento, su nombre para todos fue base Noemí.
Helmut Langert murió en 1957, tras ver que su proyecto había sido un éxito y está enterrado en Brasil por decisión propia.
Wilhelm Schutz, murió en 1966 poco antes de ver como los Estados Unidos ponían en marcha su proyecto Apolo y el primer alunizaje. Está enterrado en el cementerio lunar por decisión propia.
Segunda mitad de 1969
—Houston: ¿Qué es, diablos, qué es? ¡Es lo único que quiero saber!
—Apolo 11: ¡Oh, Dios, nadie lo va a creer! —Un agitado
Buzz
Aldrin trataba de explicar a Houston lo que tenían frente a ellos en la Luna—:¡Señor, estas cosas son enormes! ¡Enormes! ¡Dios mío, usted no lo creería! Le digo que hay otras naves espaciales allá afuera, ¡enfiladas en el lado opuesto del cráter! ¡Están en la Luna, vigilándonos!
—Houston: ¿Qué… qué… qué diablos está ocurriendo allí? ¿Qué os pasa, chicos?
—Apolo 11: Están allí, bajo la superficie.
—Houston: ¿Qué hay allí? (Interferencias, ruido) Control llamando a Apolo 11.
—Apolo 11: Roger, estamos aquí los tres, pero vimos unos visitantes. Estuvieron aquí un rato, observando los instrumentos.
—Apolo 11: Roger… Roger… —con la voz más calmada—. Estamos aquí bien, pero hemos descubierto algunos visitantes. Sí, han estado aquí durante cierto tiempo, a juzgar por sus instalaciones.
—Houston: Orden de control: ¡Repetid el último informe!
—Apolo 11: Digo que había visitantes y otras astronaves. Están alineadas en el otro borde del cráter.
—Houston: ¡Repetid, repetid!
—Apolo 11: Dejadnos sondear esta órbita y a casa… De seiscientos veinticinco al cinco… Relé automático conectado… Mis manos tiemblan tan fuertemente que no puedo hacer nada. ¿Filmar? Cielos, sí, esas malditas cámaras han filmado.
—Houston: ¿Habéis captado algo?
—Apolo 11: No tenía ninguna película a mano (ruidos), tres disparos de los platillos o de lo que fuera pueden haber estropeado la película.
—Houston: Control de mando, aquí, control de mando. ¿Estáis ya en camino? ¿Qué hay con ese jaleo de los ovnis? Cambio.
—Apolo 11: Han aterrizado ahí. Están en la Luna y nos observan.
—Houston: Los espejos, los espejos. ¿Los habéis colocado?
—Apolo 11: Sí los espejos están en su sitio. Pero quien haya fabricado semejantes astronaves puede seguramente venir y quitarlos mañana mismo del suelo. Cambio y fuera.
El físico y profesor de matemáticas ruso, el doctor Vladimir Azhazha, dijo que este extraordinario encuentro ocurrió poco después de que alunizara el módulo lunar, pero que el público nunca pudo escuchar el informe de los astronautas porque la NASA lo prohibió. Según el mismo doctor Vladimir Azhazha:
«Neil Armstrong transmitió al Centro de Control un mensaje de que dos objetos grandes y misteriosos los observaban cuando alunizaron. Pero este mensaje nunca fue oído por el público, ya que la NASA lo censuró».
El doctor Aleksandr Kasantsev afirma que Aldrin hizo una grabación en color de los OVNIS desde el interior del módulo.
Maurice Chatelain, un especialista en comunicaciones de la NASA, comentó que «el encuentro con ovnis era perfectamente conocido en la NASA» y que «todas las misiones Apolo habían sido seguidas por ovnis». De hecho y confirmando las palabras de este investigador francés, no se sabe si fue precisamente aquel objeto no identificado, que vieron y fotografiaron los astronautas cerca de la Tierra, el que «escoltó» al Apolo 11 hasta las proximidades del satélite. A través de «fuentes no oficiales» de la NASA se supo poco después del histórico vuelo que un ovni había seguido a los tres astronautas norteamericanos hasta la «mitad del camino» entre la Tierra y la Luna. Es decir, hasta unos ciento cincuenta mil kilómetros de nuestro mundo. Cuando la nave Apolo llegó a las proximidades de nuestro satélite natural, otros objetos no identificados parecían «esperarles». En un principio, los tripulantes pensaron que se trataba de los restos de un cohete Saturno y lo consultaron con Houston. Pero no…
Houston informó que el sobrealimentador del Saturno
IV
en cuestión estaba a unas seis mil millas de distancia. A la vista aparentaba una forma de L, «como una maleta abierta». Así lo describió Neil Armstrong. Quedaron impresionados por el tamaño y su distancia tan cercana a su propia nave espacial. La tripulación miró nuevamente. Con él pero ahora el objeto presentaba una imagen diferente: a veces parecía cilíndrico o, según Armstrong, «como dos cilindros huecos». Cuando se dio la vuelta, se podía ver a través del interior. De nuevo el objeto tomó otra vez la imagen de un «libro abierto». Collins resumió el incidente: «Era realmente extraño». El hecho se mantiene sin explicación.