Aparte de la forma en que se quiera expresar esta especulación, Debus es interesante porque acaba como administrador principal en uno de los centros de vuelo de la NASA durante el proyecto Apolo, ¡y especialidad no tenía que ver en absoluto con cohetes!
Sugiero en este libro que esto se debe a que pudo haber existido una tecnología oculta o alternativa en el Módulo de Excursión Lunar, que nos ayudó a despegar de la superficie lunar. No puedo ver señas de que dicho despegue se haya realizado mediante cohetes en esas películas que muestran el despegue del LEM, y la aceleración no parece lo suficientemente geométrica como para ser un cohete. El artefacto sencillamente «salta» y sale volando a una velocidad más o menos uniforme, así que dada la ausencia de la «firma geométrica» de la aceleración de un cohete, podemos estar enfrentando una tecnología alternativa, una tecnología de propulsión de campo, que nos ayudó a despegar de la Luna.
¿Una tecnología que contribuyó al despegue del LEM en cada misión desde 1969 a 1972, que posiblemente también era utilizada por la civilización disidente desde mucho antes? No nos queda más remedio que seguir haciendo conjeturas…
Algunas preguntas interesantes:
1942 y 1952 respectivamente
La Batalla de los Ángeles
La llamada Batalla de Los Ángeles fue un avistamiento y batalla nocturna entre la noche del veinticuatro de febrero y el alba del veinticinco, de 1942, en el que los miles de testigos presentes dijeron haber visto varios objetos voladores discoidales sobre la ciudad y su extraradio. Este avistamiento provocó una masiva barrera de artillería antiaérea, para defender la ciudad de un posible ataque de esas naves desconocidas.
Este incidente ocurrió tres meses después de la entrada de los EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial.
Antes de este combate antiaéreo, el veintitres de febrero de ese mismo año, a las 19:15 exactamente, un submarino japonés disparó con su cañón de a bordo contra la refinería de Ellwood, a unos dieciocho kilómetros de Santa Bárbara, California. Según los testigos, el submarino disparó entre dieciséis y veinte proyectiles y tres alcanzaron su objetivo. Afortunadamente para los americanos el ataque no tuvo consecuencias serias para la instalación. Menos de treinta y dos horas después y de improviso apareció un enorme objeto volador discoidal que, desde el océano Pacífico, seguía una trayectoria que iba del sur al este, marcando una curva pronunciada y volando a ras del mar. El objeto a muy alta velocidad iba rozando la superficie.
Seguramente captando los rudimentarios sistemas de radar costeros, el objeto redujo su velocidad hasta los ochenta kilómetros por hora y viró hacia tierra adentro en algún punto cerca de Point Dume. Los atribulados testigos de la extraña aeronave vieron como enfilaba una zona poco poblada en la parte norte de Santa Mónica con dirección este. Luego viró hacia el sur en el espacio entre las montañas alrededor de Sepúlveda Boulevard y Mullholland Drive, viniendo desde atrás de las posiciones de las baterías antiaéreas y cualquier sistema de radar o localización, orientados hacia el océano Pacífico.
En un vuelo sobre las montañas de Santa Mónica, el objeto viró ligeramente hacia el este, sobre la vertical de Baldwin Hills. Parecía querer evitar los antiaéreos y armamento de la base de Mines Field. El objeto viró hacia el oeste en dirección al océano y pasando sobre la fábrica de aviones situada cerca de El Segundo, perdiendo altitud en dirección sur a lo largo de la costa. Poco antes, mientras la nave desconocida continuaba en su aparente aproximación a la ciudad de Los Ángeles para desaparecer tras las montañas, el sistema de defensa aérea se puso en marcha teniendo en mente el reciente ataque japonés a la refinería. Se ordenó que las baterías pasasen a alerta verde, es decir, listas para disparar. A las 2:15 de la madrugada y con la posición del objeto volador no muy clara, el controlador de fuego ordenó disparar en un área a oscuras totalmente que cubría la región de Los Ángeles hasta la frontera mexicana y tierra adentro hasta el valle de San Joaquín.
A las 3:06 y por motivos no aclarados, al menos cuatro de las baterías del área de Santa Mónica giraron sus cañones hacia tierra adentro y comenzaron a disparar sobre la ciudad de Los Ángeles y Baldwin Hills. De repente, según los testigos e informes, «el cielo de Los Ángeles parecía un volcán en erupción». Durante las siguientes tres horas todo fue confusión, con informes de diferentes tipos de naves a diferentes alturas y a diferentes altas velocidades… De todas maneras, fuese lo que fuese o donde estuviese, el objeto u objetos no dejaron caer ninguna bomba, ni nadie resultó herido por ellas. También, a pesar del hecho de que se dispararon 1.440 proyectiles antiaéreos contra los que «había allí arriba», parece que al extraño visitante no le afectó, logrando desaparecer sin problemas.
Mientras las baterías y focos antiaéreos continuaban su búsqueda en la noche oscura, los vecinos de los casi sesenta kilómetros de costa desde Malibú a Palos Verdes no podían hacer otra cosa que contemplar el espectáculo. Un testigo que había visto el Graf Zeppelín aterrizar en la base de Mines Field en 1929 e incluso acercarse a él, dijo que el objeto que pasó por allí esa noche era igual o incluso más grande que el zeppelín.
The Galveston Daily News
, 26 de febrero de 1942
Oleada sobre Washington
Parece que la aparición de ovnis o naves discoidales siempre se limita a zonas desérticas o poco habitadas. Eso no es cierto y así lo prueban las dos oleadas sobre Washington DC y concretamente sobre el Capitolio, la Casa Blanca y el Pentágono. Estas oleadas fueron el diecinueve y veinte de julio (fecha del atentado contra Hitler y de varias misiones lunares), y la segunda el veintiséis y veintisiete del mismo mes del año 1952. Los avistamientos fueron confirmados por radares en tierra y en aviones e informes visuales de los pilotos y también por gran cantidad de fotografías que se realizaron. Los datos irrefutables de los radares confirmaron que las naves discoidales también sobrevolaron el aeropuerto nacional de Washington y la base aérea de Andrews.
Los militares se vieron en serios apuros para explicar qué estaba sucediendo sobre su propio espacio aéreo. Los puntos en los radares pasaban de los casi doscientos kilómetros por hora a ¡casi doce mil! La capacidad de vuelo de las naves discoidales sobre Washington estaba más allá de las capacidades técnicas de los aviones de la época.
El Mando Aéreo de Defensa de la Fuerza Aérea recibió la primera notificación de lo que ocurría desde la base de Andrews. Inmediatamente, varios cazas nocturnos F-94 recibieron la orden de salir al encuentro de los intrusos, con la orden de alcanzar y verificar de qué se trataba lo que mostraban los rádares militares. Pero la pista estaba siendo reparada y eso retrasó la salida de los aviones. Cuando pudieron despegar, las naves intrusas habían desaparecido, pero cuando regresaban a la base las naves volvieron como queriendo probar los sistemas de defensa. Durante horas los cazas trataron de alcanzar a las evasivas naves sin éxito. Los pilotos podían ver las luces cerca, pero cuando trataban de aproximarse estas se desvanecían. Incluso en las persecuciones aéreas que algún piloto consiguió, los aviones eran superados sin problemas por las extrañas naves.
Tras esta primera oleada, la semana pasó de forma tranquila y sin incidentes, pero el veintiséis de julio regresaron. De nuevo hubo multiples confirmaciones de avistamientos por radar y de nuevo los F-94 fueron enviados a ver de qué se trataba. Pero los pilotos se volvieron a frustrar ante su incapacidad frente a las naves intrusas. Esta frutración quedó reflejada en el comentario por radio de uno de los pilotos con la base: «Han rodeado mi avión, ¿Qué debo hacer?».
La importancia de lo que pasó queda reflejada en que la Fuerza Aérea tuvo que llevar a cabo una conferencia de prensa el día vientinueve de julio. El público tenía derecho a una explicación de por qué su fuerza aérea no pudo prevenir y manejar con éxito una situación así. El Mayor John A. Samford dio la rueda de prensa. La respuesta estuvo por debajo de lo esperado: fue una «inversión de la temperatura» por la cual las luces de tierra se reflejan en las nubes y creaban ilusiones ópticas. Los cazas, oficialmente, persiguieron espejismos. La opinión pública creyó más la versión no oficial que indicaba que habían sido seres de otros planetas.
Por descontado que los que sustentaban esta versión fueron ridiculizados por la versión racional de la Fuerza Aérea. Incluso en el proyecto oficial Blue Book sobre ovnis se apuntó más tarde diciendo que la explicación de la «inversión de la temperatura» había sido falsa y que los avistamientos sobre Washington DC y edificios importantes del gobierno de los Estados Unidos, seguían con el epígrafe de «inexplicables».