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Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (44 page)

BOOK: La búsqueda del dragón
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—¿Cómo estuviste segura de que la Canción Pregunta podía ser contestada... por ti?

—¿Y tienes una nueva Canción Pregunta para mí?

—Preguntas, sí —Robinton sonrió mientras cubría cariñosamente la mano de Lessa con la suya—. ¿Respuesta? —Agitó la cabeza y retrocedió unos pasos, mientras Ramoth se posaba junto a ellos.

Pero sus preguntas eran tan difíciles de olvidar como la Canción Pregunta que había conducido a Lessa al intertiempo. Cuando Lessa llegó a Benden, descubrió que la piel de F'lar ardía; su sueño era intranquilo. Y aunque Lessa quiso dormir a su lado en el espacioso lecho, no logró conciliar el sueño. Agobiada por sus temores —por F'lar, por el intangible y desconocido futuro—, se deslizó fuera del lecho y se dirigió al Weyr. Ramoth, soñoliento, extendió sus patas delanteras de modo que Lessa pudiera tenderse encima de ellas. Y allí, arrullada por el suave canturreo de su reina, Lessa se quedó finalmente dormida.

Por la mañana, el estado de F'lar no había mejorado, quejumbroso con su fiebre y preocupado por el informe de Lessa.

—No puedo imaginar lo que esperabas que viera —dijo Lessa con cierta exasperación, después de haber descrito pacientemente por cuarta vez lo que había visto a través del aparato de mirar a distancia.

—Esperaba —y F'lar hizo una pausa significativa— encontrar algún... alguna característica por la cual los dragones pudieran volar a través del inter. —Removió las pieles del lecho y luego apartó de sus ojos el recalcitrante mechón—. Tenemos que cumplir esa promesa a los Señores de los Fuertes.

—¿Por qué? ¿Para demostrar que Meron está equivocado?

—No. Para demostrar si es posible o no librarnos definitivamente de las Hebras —Y F'lar miró a Lessa con el ceño fruncido, como si ella hubiese tenido que saber la respuesta.

—Creo que alguien tiene que haber intentado descubrir eso en alguna ocasión —dijo Lessa—. Y seguimos teniendo Hebras.

—Eso no significa nada —replicó F'lar, en un tono tan salvaje que empezó a toser, un ejercicio que contrajo dolorosamente los músculos lastimados a través de su cintura.

Inmediatamente Lessa estuvo junto a él, ofreciéndole vino destilado, endulzado con zumo de frutos de fellis.

—Necesito a F'nor —dijo F'lar petulantemente.

Lessa le observó con atención, ya que el espasmo de tos le había dejado muy débil.

—Si podemos apartarle del lado de Brekke...

F'lar apretó fuertemente los labios.

—¿Quieres decir que únicamente tú, F'lar, caudillo del Weyr de Benden, puedes mofarte de la tradición? —preguntó Lessa.

—Eso no es...

—Si lo que te preocupa es tu proyecto favorito, hice que N'ton nos procurase Hebras...

—¿N'ton? —la interrumpió F'lar, sorprendido.

—Sí. Es un buen muchacho y, por lo que oí anoche en el Weyr de Fort, muy hábil para estar exactamente donde es necesario sin llamar la atención.

—¿Y...?

—¿Y? Bueno, cuando remonte el vuelo la próxima reina en el Weyr de Fort, N'ton asumirá indudablemente el Caudillaje. Que es lo que tú pretendías, ¿no es cierto?

—No me refería a eso. Me refería a las Hebras.

Lessa notó que se le revolvía el estómago al recordarlo.

—Tal como tú creías, las lombrices asomaron a la superficie en cuanto depositamos las Hebras en ella. Al cabo de unos instantes no quedaba ninguna Hebra.

Los ojos de F'lar brillaron, y entreabrió sus labios en una sonrisa de triunfo.

—¿Por qué no me lo has dicho antes?

Lessa apretó sus dos puños contra su cintura y dirigió a F'lar una de sus más severas miradas.

—Porque tenía unas cuantas cosas con las que ocupar mi mente y mi tiempo. Esto no es algo de lo que podamos hablar delante de todo el mundo, a fin de cuentas. Si incluso caballeros tan leales como...

—¿Qué dijo N'ton? ¿Comprende bien lo que intento hacer?

Lessa miró a su compañero de Weyr pensativamente.

—Sí, lo comprende, y por eso le escogí para sustituir a F'nor.

Aquello pareció aliviar a F'lar, ya que se reclinó contra las almohadas con un profundo suspiro y cerró los ojos.

—N'ton es una buena elección. Para algo más que para el caudillaje del Weyr de Fort. Tiene iniciativa. Eso es lo que más necesitamos, Lessa. Hombres que piensen, que tengan iniciativa. Eso es lo que ocurrió antes —F'lar abrió los ojos, ensombrecidos por un vago temor y una preocupación concreta—. ¿Qué hora es en el Weyr de Fort en este momento?

Lessa calculó rápidamente.

—Faltan unas cuatro horas para el amanecer.

—Oh. Quiero a N'ton aquí lo antes posible.

—Un momento, F'lar, N'ton es un caballero de Fort...

F'lar agarró la mano de Lessa, atrayéndola hacia él.

—¿No te das cuenta? —inquirió con voz ronca, apremiante—. Tiene que saberlo. Tiene que saber todo lo que planeo. De ese modo, si ocurre algo...

Lessa le miró sin comprender. Luego se enfureció con él por asustarla, al mismo tiempo que se sentía aterrada por la posibilidad de que estuviera realmente tan enfermo como daba a entender.

—Vamos, F'lar, no exageres —dijo, sin demasiada convicción en su reproche; en realidad, F'lar estaba ardiendo.

F'lar suspiró y movió la cabeza de un lado a otro.

—Esto es lo que ocurrió antes. Lo sé. No importa lo que él diga; trae a F'nor aquí.

Están llegando Lioth y un verde de Telgar
, anunció Mnementh.

Lessa experimentó cierto alivio por el hecho de que Mnementh no parecía estar preocupado por la salud de F'lar.

El caudillo del Weyr se sobresaltó visiblemente y miró a Lessa con aire acusador.

—No me mires así. Yo no he enviado a buscar a N'ton. Allí ni siquiera ha amanecido aún.

Él verde es un mensajero, y el hombre que transporta está muy excitado
, informó Mnementh, y parecía levemente curioso

Ramoth, que se había marchado a la Sala de Eclosión después de que Lessa se despertó, trompeteó un reto al bronce Lioth.

N'ton se presentó acompañado de Wansor, la última persona a la que Lessa esperaba ver. El rostro del hombrecillo estaba enrojecido por la excitación, que se reflejaba también en sus ojos.

—¡Oh, Dama del Weyr, esta es la noticia mas excitante imaginable! ¡Realmente excitante! —exclamó Wansor agitando la amplia hoja debajo de la nariz de Lessa, la cual captó algo que le parecieron círculos. Luego, Wansor vio a F'lar. Toda la excitación se borró de su rostro al darse cuenta de que el caudillo del Weyr era un hombre muy enfermo—. Señor, no tenía la menor idea... no suponía...

—¡Déjate de tonterías! —dijo F'lar bruscamente—. ¿A qué has venido? ¿Qué tienes ahí? Déjame ver. ¿Has encontrado una coordenada para los dragones?

Wansor pareció tan inseguro acerca de lo que tenía que hacer que Lessa tomó la iniciativa, guiando al hombre hasta el lecho.

—¿Qué significa esta hoja? Ah, esto es Pern, y esa es la Estrella Roja, pero, ¿qué son esos otros círculos que has señalado?

—No estoy seguro de saberlo mi dama pero los descubrí mientras exploraba los cielos, anoche... ó esta mañana. La Estrella Roja no es el único globo encima de nosotros. Hay este también, que se hizo visible poco antes del alba, ¿no es cierto, N'ton? —El joven caballero bronce asintió solemnemente, pero en sus ojos azules se reflejaba lo mucho que le divertía la manera de explicarse de Wansor—. Y muy débilmente, pero visible como una esfera, es encuentra este tercer vecino celeste, al nordeste de Pern, muy bajo en el horizonte. Luego, directamente al sur —fue idea de N'ton hacer girar el aparato—, descubrimos este globo de mayor tamaño con una cantidad fabulosa de objetos moviéndose con visible velocidad a su alrededor. ¡Increíble, los cielos en torno a Pern están atestados! —El desaliento de Wansor resultaba tan cómico que Lessa tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar la carcajada.

F'lar tomó la hoja de manos del óptico y empezó a estudiarla, mientras Lessa empujaba a Wansor hasta el asiento junto al lecho del enfermo. F'lar palpó los círculos pensativamente, como si aquel contacto dactilar los hiciera más reales.

—¿Y hay cuatro estrellas en los cielos?

—En realidad hay muchas más, caudillo del Weyr —respondió Wansor—. Pero únicamente ésas —y su manchado dedo índice señaló los tres vecinos recientemente descubiertos— aparecen como globos en el aparato de mirar a distancia. Las otras son meros puntos brillantes de luz como siempre han sido las estrellas. Hay que suponer, en consecuencia, que esas tres son controladas también por nuestro sol, y giran a su alrededor, lo mismo que nosotros. Ya que no veo cómo podrían escapar a la fuerza que nos mantiene (a la Estrella Roja y a nosotros) unidos al sol... una fuerza que sabemos ha de ser enorme...

F'lar alzó la mirada del rudimentario boceto, con una terrible expresión en el rostro.

—Si esas están tan cerca, ¿proceden realmente las Hebras de la Estrella Roja?

—¡Pobre de mí, pobre de mí! —gimió Wansor en voz baja, y empezó a acariciar las yemas de sus dedos con sus pulgares con visible nerviosismo.

—Tonterías —dijo Lessa, con tanta seguridad en su voz que los tres hombres la miraron, sorprendidos—. No creemos más complicaciones de las que ya tenemos. Los Antiguos, que sabían lo suficiente para construir el aparato de mirar a distancia, señalaron concretamente a la Estrella Roja como origen de las Hebras. Si fuera una de esas otras, ellos lo hubieran dicho. Y tenemos Hebras cuando la Estrella Roja se acerca a Pern.

—En aquellos dibujos de la Sala del Consejo del Weyr de Fort hay un diagrama de globos en trayectorias circulares —dijo N'ton pensativamente—. Sólo hay seis círculos y... —enarcó las cejas súbitamente y se inclinó a mirar la hoja que Wansor sostenía en su mano— ...uno de ellos, el penúltimo, tiene una multitud de satélites más pequeños.

—Bueno, en tal caso, salvo que lo vemos con nuestros propios ojos, ¿cuál es el problema? —preguntó Lessa, yendo en busca del cántaro de klah y de copas para servir a los recién llegados—. Nos hemos limitado a descubrir por nosotros mismos lo que los Antiguos sabían e inscribieron en aquella pared.

—Con la diferencia —dijo N'ton suavemente— de que ahora sabemos lo que significa aquel dibujo.

Lessa le miró fijamente... y estuvo a punto de derramar el klah que vertía en la copa de Wansor.

—Desde luego. La experiencia real es el conocimiento, N'ton.

—Deduzco que los dos habéis pasado la noche junto al aparato para mirar a distancia... —dijo F'lar. Los dos hombres asintieron, y F'lar preguntó—: ¿Qué hay de la Estrella Roja? ¿Habéis visto algo que pueda servirnos de orientación?

—Respecto a eso, señor —respondió N'ton tras consultar con la mirada a Wansor—, hay una protuberancia de forma muy rara que me recordó la cúspide de Nerat, sólo que apuntando al este en vez de al oeste...—y se encogió de hombros tímidamente.

F'lar suspiró y se reclinó de nuevo hacia atrás, visiblemente decepcionado.

—Un detalle insuficiente, ¿eh?

—Anoche —añadió N'ton, en apresurada atenuación.

—Dudo que las noches siguientes modifiquen la perspectiva.

—Al contrario, caudillo del Weyr —dijo Wansor con los ojos muy abiertos—. La Estrella Roja gira sobre su propio eje lo mismo que Pern.

—Pero se encuentra aún demasiado lejos para que pueda distinguirse algún detalle —declaró Lessa.

F'lar la miró, malhumorado.

—Si pudiera verlo por mí mismo... —murmuró

Wansor pareció animarse.

—Bueno, creo que he descubierto cómo pueden utilizarse las lentes de aumento. Desde luego no tendremos la facilidad de maniobra del aparato antiguó, pero la ventaja estriba en que puedo instalar esas lentes en tu propia Roca de la Estrella. Resultará interesante también, porque si coloco una lente en el Ojo de Roca y la otra en el Dedo de Roca, verás... oh, pero entonces no lo verás, ¿verdad? —y el hombrecillo pareció deshincharse.

—¿Qué es lo que no veré?

—Bueno, esas rocas están situadas para percibir la Estrella Roja solamente en el solsticio de invierno, de manera que los ángulos son erróneos para cualquier otra época del año. Sin embargo, podría... no. —El rostro de Wansor estaba profundamente contraído. Sólo se movían sus ojos, inquietos, al reflejar fugazmente la miríada de pensamientos que cruzaban por su cerebro—. Pensaré en ello. Pero estoy seguro de que puedo conseguir que veas la Estrella Roja, caudillo del Weyr, sin moverte de Benden.

—Tienes que estar agotado, Wansor —dijo Lessa, frunciendo los ojos con visible esfuerzo.

—Oh, no tiene importancia —respondió Wansor, frunciendo los ojos con visible esfuerzo.

—La tiene, y mucha —dijo Lessa en tono firme, tomando la copa de manos del óptico y agarrándole por el brazo para obligarle a levantarse—. Creo, Maestro Wansor, que lo mejor será que duermas unas horas aquí en Benden.

—Oh, ¿puedo hacerlo? Tenía un miedo horrible a caerme del dragón en el inter. Pero eso no podía ocurrir, ¿verdad? Oh, no puedo quedarme. Tengo el dragón del Artesanado. En realidad, tal vez sería preferible...

Su voz se apagó mientras Lessa le acompañaba a lo largo del pasadizo.

—Ha estado en pie toda la noche también —dijo N'ton, sonriendo afectuosamente mientras veía alejarse a Wansor.

—¿No hay manera de ir por el inter hasta la Estrella Roja?

N'ton agitó lentamente la cabeza.

—No, por lo que hemos podido ver este noche... anoche. Las mismas masas oscuras y rojizas permanecieron vueltas hacia nosotros la mayor parte del tiempo que duró nuestra observación. Poco antes de que decidiéramos que tú debías saber lo de los otros planetas, eché una mirada final y aquel promontorio semejante al de Nerat había desaparecido, dejando únicamente el opaco colorido gris—rojizo.

—Tiene que haber alguna manera de llegar a la Estrella Roja.

—Estoy seguro de que la encontrarás, Señor, cuando te repongas del todo.

F'lar hizo una mueca, pensando que Lessa había sabido elegir, indiscutiblemente. Ahora mismo, el joven había expresado hábilmente su confianza en su superior, que sólo su mal estado de salud le impedía una acción inmediata, y que el mal estado de salud era una cosa pasajera.

—Dado que las cosas están así en esa dirección, sigamos otra. Lessa dijo que nos habías procurado Hebras. ¿Viste lo que hacían las lombrices con las Hebras?

N'ton asintió lentamente, con los ojos brillantes.

—Si no hubiésemos tenido que ceder el continente a los disidentes, hubiera emprendido una Búsqueda exhaustiva para descubrir los límites de las tierras meridionales. No conocemos aún su extensión. La exploración fue interrumpida al oeste por los desiertos, y al este por el mar. Pero no es posible que sólo la región pantanosa esté infestada de lombrices de ese tipo. —F'lar agitó la cabeza. Su voz sonaba quejumbrosa a sus propios oídos. Se tomó un respiro, obligándose a sí mismo a hablar con más lentitud y, en consecuencia de un modo menos emocional—. En el Weyr Meridional se han producido Caídas de Hebras durante siete Revoluciones, y no se ha localizado una sola madriguera. Los equipos de tierra nunca han tenido que quemar nada. Ahora bien, incluso con los caballeros más cuidadosos, más expertos y más eficaces, algunas Hebras alcanzan el suelo. T'bor insiste en que nunca pudo encontrarse una madriguera en ninguna parte después de una caída. —F'lar se encogió de hombros—. Sus escuadrones son eficaces, y las Caídas de Hebras son más bien ligeras en el sur, pero me gustaría comprobarlo.

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