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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (43 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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Han estaba hirviendo de ira, pero se limitó a emitir un gruñido inarticulado al que se le podía dar el sentido que se deseara. Las palabras de Qwi sonaban a ensayadas, como si se las hubieran metido en la cabeza a base de repeticiones. Ni siquiera parecía pensar en lo que estaba diciendo.

Qwi fue rápidamente hacia su panel tridimensional y empezó a pulsar las teclas musicales y a canturrear para perfilar y retocar la larga silueta llena de ángulos que había estado construyendo cuando Han abrió los ojos.

—¿Te gustaría ver en qué estoy trabajando ahora? —preguntó Qwi, evitando cuidadosamente hacer cualquier mención a su discusión anterior.

—Claro —afirmó Han, temiendo que Qwi le enviaría de regreso a su celda de retención cuando ya no necesitara seguir hablando con él.

Qwi movió una mano señalando la imagen de lo que sus últimos retoques habían dejado claro era una nave muy pequeña. Tenía cuatro lados y forma alargada, y hacía pensar en un fragmento de una joya facetas-de-fuego. Han estudió el diagrama y pudo distinguir un compartimento de pilotaje con espacio para seis personas. Pequeños cañones láser sobresalían de las zonas estratégicas, y al final de la punta había una extraña antena transmisora de forma toroidal.

—En estos momentos estamos trabajando en la mejora del blindaje —dijo Qwi—. La nave no es mucho más grande que un caza monopersonal, pero necesitamos que sea completamente invulnerable a cualquier clase de ataque. Utilizamos una armadura cristalina cuántica en la que sólo hay unas cuantas capas de átomos formando una acumulación todo lo densa que permiten las leyes de la física, y que es colocada en forma de lámina sobre otra delgada película igual de dura pero sometida a un cambio de fase previo, y eso nos permite confiar en que no habrá nada capaz de dañar la nave. No se le podrá hacer ni una pequeña abolladura.

Han movió la cabeza señalando los emplazamientos de los cañones láser. Estar encadenado a la columna le impedía verlos bien.

—Bueno, ¿y por qué añadir todo ese armamento si la nave es indestructible? —preguntó.

Su mente se estaba llenando con visiones de una armada entera de aquellos artefactos sustituyendo a los cazas TIE. Una pequeña fuerza de esas naves de asalto indestructibles podría lanzarse sobre cualquier flota de la Nueva República y destrozar a placer a sus naves.

—Este aparato es altamente maniobrable y lo suficientemente pequeño como para no ser detectado en un barrido del sistema, pero aun así todavía puede encontrarse con una cierta resistencia. Recuerda que la
Estrella de la Muerte
tenía las dimensiones de una pequeña luna... Esta invención consigue mediante la delicadeza y la precisión aquello que la
Estrella de la Muerte
conseguía a través de la fuerza bruta.

Han podía sentir cómo un temor helado se iba extendiendo por todo su ser, y se dijo que en realidad no quería conocer la respuesta a su próxima pregunta. ¿Cómo podía comparar aquella nave tan pequeña con la
Estrella de la Muerte
? Pero no pudo evitar el preguntárselo.

—¿Y qué es? ¿Qué hace?

Qwi contempló la imagen con una mezcla de orgullo impresionado y temor.

—Bueno, todavía no la hemos puesto a prueba, pero el primer modelo a escala real ya está prácticamente completado. Hemos puesto por nombre a este concepto «Triturador de Soles»... Es diminuto, pero también es inmensamente poderoso. Una pequeña nave invulnerable lanza un proyectil de resonancia modulada al centro de una estrella, lo cual pone en marcha una reacción en cadena dentro del núcleo y acaba provocando la ignición de una supernova incluso en estrellas de poca masa. Es un proceso de lo más lógico y sencillo.

Han estaba tan horrorizado que no se le ocurrió nada que decir. La
Estrella de la Muerte
destruía planetas, pero el Triturador de Soles podía destruir sistemas estelares enteros.

22

Luke y Lando estaban dentro de una de las chimeneas atmosféricas de Kessel con Moruth Doole. Se habían agarrado a la oxidada barandilla de seguridad de una pasarela, y contemplaban el vertiginoso abismo que se extendía bajo ellos. Si metían la cabeza en el hueco podían respirar el aire manufacturado que subía hirviendo hacia el cielo, y Luke se acordó del gran conducto de aire de la Ciudad de las Nubes.

Doole estaba gritando para que pudieran oírle a pesar del continuo rugido de fondo.

—Según un antiguo estudio imperial, la corteza de Kessel sólo contiene materias primas suficientes para mantener la atmósfera en equilibrio durante uno o dos siglos más si no varía el ritmo con que están siendo consumidas actualmente. —El ribetiano se encogió de hombros, y toda su espalda llena de bultos tembló como si estuviera sufriendo un ataque de espasmos—. Hace unos años se producía más aire para que los esclavos pudieran ir de un lado a otro y respirarlo, pero yo no le veo ningún objeto a eso.

Lando asintió poniendo cara de estar muy interesado, y Luke no dijo nada. Doole llevaba un día entero siendo su guía, y hablaba todavía más que los prolijos senadores de Coruscant. Doole quería hacerse con el medio millón de créditos de Lando, y se estaba dedicando a proclamar las virtudes de Kessel con tanto entusiasmo como si fuese un representante de la cámara de comercio planetaria.

Fuera cual fuese el sitio al que les llevaba Doole. Luke siempre aguzaba al máximo sus sentidos Jedi y sondeaba en todas direcciones intentando hallar algún rastro de Han o Chewbacca. Pero hasta el momento no había podido captar ninguna agitación en la Fuerza y no había detectado ninguna ondulación indicadora de la presencia de su amigo. Quizá estaban muertos después de todo.

Lando seguía hablando con Doole, gritando para hacerse oír por encima del vendaval que ascendía a toda velocidad chimenea arriba.

—Bueno, para cuando se acabe el aire pueden haberse producido muchos cambios... —dijo—. Lo que importa es lo que uno consigue durante su vida.

La risa sibilante de Doole fue engullida por el ruido de fondo.

—Pensamos igual, señor Tymmo —dijo extendiendo el brazo para poner la mano sobre el hombro de Lando—. ¿A quién le importa lo que ocurra después de que nos hayamos convertido en polvo espacial? Yo prefiero exprimir Kessel hasta dejarlo bien seco ahora que lo tengo sujeto en mi puño.

—Esta explotación parece realmente enorme —dijo Lando—. ¿Por qué sigue dirigiéndola usted... solo?

Doole se encogió levemente sobre sí mismo ante el énfasis con que había sido pronunciada la palabra «solo», y Luke comprendió que Lando había actuado deliberadamente. Los dos captaron la reacción del ribetiano.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Doole.

—Bueno, teniendo en cuenta que la confiscación imperial de la especia ya es cosa del pasado... En fin, me parecería más lógico que hubiera abierto todos sus mercados y que se hubiera buscado un millar de representantes para que le ayudaran a expandir la comercialización del producto, Jabba el Hutt ha muerto. ¿Por qué no establece una conexión comercial con los contrabandistas que se han unificado bajo la dirección de Talon Karrde y Mara Jade? Esa unificación debe de haber tenido un efecto bastante perjudicial sobre sus beneficios, ¿no?

Doole apuntó a Lando con la punta húmeda y gomosa de uno de sus dedos.

—Nuestros beneficios están creciendo de una manera enorme ahora que por fin conseguimos quedarnos con todo el brillestim, en vez de sólo con lo que podíamos robar delante de las narices de los imperiales —replicó—. Y después de haber pasado tanto tiempo bajo el yugo del Imperio, la verdad es que no quería encontrarme nuevamente en la misma posición con la Nueva República. Todo el mundo sabe que Jade y Karrde no son más que marionetas.

Doole captó la mueca de escepticismo de Lando, y movió las manos.

—Oh, pero estamos pensando en ello, naturalmente... De hecho, ya he hablado con una ministra de la Nueva República y he abierto una línea de comunicación que puede acabar dando como resultado una alianza.

—Eso parece una buena noticia —dijo Lando en un tono cautelosamente neutral.

Doole les llevó por la pasarela hasta la entrada de acceso, donde les estaba esperando Erredós. Después cerró la gruesa puerta a su espalda y esperó unos momentos para que sus oídos se adaptaran al repentino silencio que había caído sobre ellos.

—Como pueden ver, muchas cosas están cambiando por aquí... Ha escogido un buen momento para participar en esta empresa, amigo mío.

—Si decido invertir en ella —dijo Lando con firmeza.

—Claro, claro. Si decide invertir... La verdad es que esto podría ser incluso más importante, señor Tymmo. Skynxnex ha muerto, y eso significa que voy a necesitar un nuevo..., eh... ayudante para explotar las minas de especia.

Lando movió la capa a su espalda dándose aires de importancia.

—Si voy a invertir medio millón de créditos Doole, la verdad es que espero ser un socio y no un ayudante.

Doole prácticamente le hizo una reverencia.

—Por supuesto. Ya habrá tiempo para ocuparse de estos detalles tan triviales... También necesitaré un nuevo jefe de turnos. Quizá a su acompañante le interesaría el trabajo...

Miró a Luke, entrecerrando su ojo de blancura lechosa.

La mirada de Luke se encontró con la del ojo mecánico del ribetiano y clavó sus pupilas en las lentes que iban cambiando el enfoque, intentando arrancar algún secreto al cerebro de Doole.

—Tendré que pensar en ello —dijo.

Doole le ignoró y volvió a concentrar su atención en Lando.

—Bien, pues ahora ya lo han visto prácticamente todo... ¿Hay algo más que pueda enseñarles?

Lando miró a Luke, y éste reflexionó en silencio durante unos momentos. No lograba dejar de pensar en la luna rocosa y en su base de seguridad, y eso podía significar algo. Si Han no se encontraba en Kessel, quizá estuviera prisionero en la base lunar.

—¿Y no le preocupa la posibilidad de que los restos del Imperio lancen un ataque contra ustedes? —preguntó Luke—. O las fuerzas de consolidación de la Nueva República, quizá...

Doole movió una mano en un gesto desdeñoso.

—Tenemos nuestras defensas. No se preocupen por eso.

Pero Luke insistió, intentando crear la impresión de que sus preguntas eran debidas a la cautela lógica en alguien que pretendía convertirse en socio comercial de las minas de especia.

—Si vamos a invertir en Kessel, creo que deberíamos ver esas supuestas defensas. Ya estamos enterados de la existencia del escudo de energía instalado por la Institución Penitenciaria Imperial, pero aparte de eso... Bueno, ¿tiene alguna clase de flota?

Doole empezó a balbucear, pero Lando se apresuró a intervenir.

—En fin, Moruth, si hay algo que no quiere que veamos...

—No, no. No hay ningún problema, por supuesto... Es sólo que tendré que hacer los arreglos para que una lanzadera nos lleve hasta la base lunar. ¡No quiero que piensen que tengo nada que ocultar!

Doole se fue a toda prisa para ocuparse de la lanzadera, y al quedarse solos Luke y Lando intercambiaron miradas llenas de escepticismo.

A Lando no le hacía mucha gracia tener que dejar la
Dama Afortunada
en la pista de la Institución Penitenciaria Imperial, pero Doole estaba decidido a seguir interpretando el papel de amable anfitrión. Luke intentó consolarle en silencio mientras despegaban en la lanzadera de corto alcance, pero Lando no paraba de mirar por la ventanilla como si no fuera a ver su nave nunca más.

La luna de Kessel se fue aproximando. Parecía una esfera hueca de la que se hubiera sacado la mayor parte de la roca para alojar un gran hangar interno y los enormes generadores y transmisores que creaban el escudo protector de energía alrededor del planeta.

Moruth Doole salió de la lanzadera después de que se hubiera posado y movió una mano indicándoles que le siguieran con una impaciencia que despertó la curiosidad de Luke. Doole les esperó mientras Erredós bajaba por la rampa, y entraron en la gigantesca gruta. Luke se volvió hacia el muro transparente que retenía la atmósfera, y pudo ver las estrellas y las hilachas de gases que se enroscaban alrededor del cúmulo de agujeros negros al otro lado.

Doole parecía sentirse más orgulloso de su flota defensiva que de cualquier otro aspecto de las explotaciones mineras de Kessel.

—Síganme.

Avanzó con su paso contoneante sobre el suelo de roca del gran hangar, precediéndoles a lo largo de hileras y más hileras de cazas colocados en lo que parecía un desorden absoluto. Pasaron junto a naves que Luke encontró muy familiares y otras tan exóticas que ni siquiera fue capaz de identificarlas. Recurrió a sus conocimientos de piloto de caza para hacer una evaluación de la flota: cazas X, cazas Y, Potentes Corbetas de Corellia, un solitario caza B, cazas TIE, interceptores TIE, cuatro bombarderos TIE, varias cañoneras espaciales, lanzaderas de asalto de la clase Gamma... En el espacio, como trofeos suspendidos alrededor del orificio abierto en la luna, flotaban naves de ataque de mayores dimensiones: tres cruceros Carraca, dos grandes fragatas Lancero y un crucero de ataque Loronar.

—Después de que expulsáramos al Imperio, concedí máxima prioridad a la creación de una flota defensiva —explicó Doole—, Compré todos los cazas que pude encontrar sin importarme cuál fuera su estado, y contraté a mecánicos experimentados del sector coreIliano de Nar Shaddaa.

El ribetiano sonrió con sus labios de anfibio.

—Sólo hace dos días que conseguimos volver a poner en funcionamiento el escudo de energía. Ahora ya puedo lanzar un gran suspiro de alivio... Con los escudos levantados por fin y nuestra nueva flota como apoyo defensivo, Kessel está a salvo y puede ser independiente. Podremos fijar los precios del brillestim en toda la galaxia sin tener que temer interferencias de ninguna clase.

—Hay un montón de naves, desde luego —dijo Lando—. Estoy impresionado.

Luke se acordó de los graves problemas que había padecido la Nueva República para conseguir un número suficiente de cazas durante las campañas de guerrilla del almirante Thrawn. Si Moruth Doole había estado tirando de todos los hilos a su alcance para quedarse con todas las naves en condiciones de volar que había en el sector, entonces no tenía nada de sorprendente que se hubiera producido tal escasez de aparatos.

—Bueno, esta flota debería bastar para poder defendernos de cualquier grupo de piratas que quieran robarnos la especia, ¿no les parece? —preguntó Doole.

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