La Casa Corrino (65 page)

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Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La Casa Corrino
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Fenring frunció el ceño. No cabía duda de que el costoso proyecto era un miserable fracaso. Hasta los Sardaukar, que habían recibido dosis regulares de especia sintética, habían cambiado…, y no para mejor. El emperador ya no podía correr el peligro de continuar el programa.

Fenring miró con incredulidad la pantalla de comunicaciones. Fuerzas militares Atreides estaban aplastando a las defensas tleilaxu y los regimientos de enloquecidos Sardaukar. Fenring comprendió que todos los aspectos de su plan se venían abajo.

La única forma de salvar su futuro consistiría en tomar las medidas necesarias para que todas las culpas recayeran en el investigador jefe Hidar Fen Ajidica.

El hombre continuaba retorciéndose en la pasarela, maldecía a voz en grito, hasta que rodó y cayó por el borde, hasta estrellarse contra un tanque de axlotl…, sin más ayuda del conde Fenring que un levísimo empujón.

102

Todo el mundo es un enemigo en potencia, y todo lugar un campo de batalla en potencia.

Sabiduría zensunni

Llegó otro espasmo. Las contracciones se hicieron más dolorosas y potentes.

Jessica tuvo que hacer acopio de todo su adiestramiento Bene Gesserit para controlar su cuerpo, concentrarse en sus músculos y guiar al niño por el canal del parto. Ya no le importaba la decepción de Mohiam, ni que este niño inesperado arrojara al caos el programa de reproducción milenario de la Hermandad. Solo podía pensar en el proceso de dar a luz.

Junto a la cama de Jessica, lady Anirul estaba sentada en una silla ingrávida. Tenía el rostro pálido y demacrado, como si estuviera utilizando todas sus capacidades mentales para concentrarse y aferrarse a los últimos restos de cordura. Sujetaba en una mano de nuevo el escalpelo láser. Preparada. Vigilante, como un depredador.

Jessica se encerró en un capullo de meditación. Conservaría su secreto unos momentos más. El bebé nacería pronto. Un hijo, no una hija.

Tanto la reverenda madre Mohiam como lady Margot Fenring la habían acompañado durante las horas precedentes, y ahora estaban de pie al lado de Anirul, dispuestas a inmovilizarla si se ponía violenta. Aunque era la madre Kwisatz, no permitirían que hiciera daño al hijo de Jessica.

Jessica observó por el rabillo del ojo que Mohiam hacía un gesto casi imperceptible con la mano, una señal especial destinada a ella.
Dile a Anirul que quieres que sea yo quien corte el cordón umbilical. Deja que sea yo quien maneje el escalpelo.

Jessica fingió un veloz espasmo para ganar tiempo y reflexionar. Durante años, la censora superiora Mohiam había sido su instructora en Wallach IX. Mohiam le había enseñado los principios de la Hermandad, le había dado órdenes explícitas de concebir una hija de Leto Atreides. Recordó a Mohiam cuando había apoyado el gom jabbar contra su cuello, la aguja envenenada que la mataría con un solo roce. El castigo del fracaso.

Me habría matado si no me hubiera adherido al concepto de humanidad esotérico de la Hermandad. Ahora, podría matarme con igual facilidad.

Pero ¿no era en sí un acto demasiado humano? La Bene Gesserit prohibía el sentimiento del amor, pero ¿no era humano sentir amor y compasión? En la actual situación, ¿sería Mohiam menos peligrosa que Anirul?

No, lo más probable es que maten a mi bebé.

Jessica pensaba que el amor era algo que una máquina no podía experimentar, y los humanos habían derrotado a las máquinas pensantes en la Jihad Butleriana, milenios antes. Pero si los humanos eran los vencedores, ¿por qué este resto de inhumanidad, la salvajada del gom jabbar, perduraba en una de las Grandes Escuelas? El salvajismo era tan propio de la psique humana como el amor. Uno no podía existir sin el otro.

¿He de confiar en ella? La alternativa es demasiado horripilante. ¿Existe otra alternativa?

Entre empujones, Jessica alzó su cabeza sudada de la almohada y dijo en voz baja:

—Lady Anirul, me gustaría… que Margot Fenring cortara el cordón umbilical del bebé. —Mohiam retrocedió, sorprendida—. ¿Queréis entregarle el escalpelo, por favor? —Jessica fingió no observar la agitación y el disgusto de su antigua mentora—. Así lo he decidido.

Anirul parecía distraída, como si estuviera escuchando sus voces internas y tratando todavía de entenderlas. Contempló el escalpelo que aferraba en las manos.

—Sí, por supuesto. —Miró hacia atrás y entregó el arma en potencia a lady Fenring. La angustia que reflejaba su rostro se disipó un momento—. ¿Cuánto falta? Se inclinó hacia la cama.

Jessica intentó ajustar la química de su cuerpo para dominar un espasmo de dolor, pero no lo logró. —El bebé ya viene.

En lugar de mirar a las observadoras, estudió varias abejas domesticadas que se movían entre las macetas flotantes. Los insectos se deslizaban en el interior de los globos y polinizaban las flores.
Concéntrate… Concéntrate…

Al cabo de unos momentos, el dolor se calmó. Cuando su visión se aclaró, vio con sorpresa que era Mohiam quien sujetaba el escalpelo. Por un momento, sintió terror por su bebé. De todos modos, el arma era irrelevante.
Son Bene Gesserit. No necesitan instrumentos cortantes para matar a un niño indefenso.

Se acercaba el momento final. Unos dedos la tocaron, se deslizaron en el interior de su vagina. La rolliza hermana Galena asintió.

—Está dilatada por completo. Empuja —añadió, con un toque de Voz.

Jessica reaccionó instintivamente, pero su esfuerzo solo aumentó el dolor. Gritó. Sus músculos se tensaron. Oyó voces preocupadas como telón de fondo, y no entendió sus palabras.

—¡Sigue empujando!

Ahora era la segunda hermana Galena.

Algo en su interior luchaba contra Jessica, como si el bebé se estuviera haciendo con el control y se negara a salir. ¿Cómo era posible? ¿No desafiaba el orden natural de las cosas?

—¡Basta! Ahora, relájate.

No identificó a la mujer que había dado la orden, pero obedeció. El dolor se hizo insufrible, y reprimió un grito, utilizando todas las técnicas que Mohiam le había enseñado. Su cuerpo respondió con una programación biológica tan enraizada como su ADN.

—¡El bebé se está estrangulando con el cordón!

No, por favor, no.
Jessica mantuvo los ojos cerrados, concentrada en su interior, intentando guiar a su precioso niño hasta la salvación. Leto debía tener su hijo. Pero no podía localizar los músculos adecuados, no sentía ningún cambio. Solo percibía oscuridad, inmensa y agobiante.

Notó que la mano suave de la hermana Galena tanteaba en su interior para desenredar al bebé. Intentó controlar su cuerpo, enviar órdenes a sus músculos, controlar cada célula con su mente. Una vez más, Jessica experimentó la sensación peculiar de que el niño estaba oponiendo resistencia, de que no quería nacer.

Al menos aquí no, en presencia de estas mujeres peligrosas.

Jessica se sentía pequeña y débil. El amor que había querido compartir con su duque y su hijo parecía insignificante en comparación con el universo infinito y todo lo que abarcaba. El Kwisatz Haderach. ¿Sería capaz de verlo todo antes de nacer?

¿Es mi hijo el Elegido?

—Empuja otra vez. ¡Empuja!

Jessica obedeció, y esta vez notó un cambio, un movimiento fluido. Tensó todo su cuerpo y volvió a empujar, una y otra vez. El dolor se apaciguó, pero recordó el peligro que la rodeaba.

El bebé salió. Notó que unas manos se apoderaban de él…, y después, sus fuerzas flaquearon un momento.
He de recuperarme enseguida. He de protegerle.
Después de respirar tres veces seguidas, Jessica hizo un esfuerzo por incorporarse. Se sentía débil, muy cansada, con todo el cuerpo dolorido.

Las mujeres agrupadas al pie de la cama no decían nada, apenas se movían. El silencio se había hecho en la habitación iluminada por el sol, como si hubiera dado a luz una monstruosa deformidad.

—Mi bebé —dijo Jessica, y rompió el ominoso silencio—. ¿Dónde está mi bebé?

—¿Cómo es posible? —La voz de Anirul era aguda, al borde de la histeria. Lanzó un grito desgarrador—. ¡No!

—¿Qué has hecho? —dijo Mohiam—. Jessica, ¿qué has hecho?

La reverenda madre no mostraba la ira que tanto había temido Jessica, sino una expresión de derrota y decepción infinitas.

Jessica intentó ver a su hijo, y esta vez vio pelo negro mojado, una frente pequeña y unos ojos inteligentes, abiertos de par en par. Pensó en su amado duque Leto.
Mi bebé ha de vivir.

—Ahora comprendo la turbación de la Otra Memoria. —El rostro de Anirul se convirtió en una máscara de rabia desenfrenada cuando miró a Jessica—. Lo sabían, pero Lobia no me lo pudo decir a tiempo. ¡Soy la madre Kwisatz! Miles de hermanas han trabajado en nuestro programa durante milenios. ¿Por qué has atentado contra nuestro futuro?

—¡No lo matéis! Castigadme a mí por lo que he hecho, si es preciso, pero al hijo de Leto no.

Resbalaron lágrimas sobre sus mejillas.

Mohiam depositó al bebé en los brazos de Jessica, como si se desembarazara de una carga desagradable.

—Coge a tu hijo maldito —dijo con el más frío de los tonos—, y reza para que la Hermandad sobreviva a lo que has hecho.

103

La humanidad conoce su mortalidad y teme el estancamiento de su herencia, pero desconoce el camino de la salvación. Este es el propósito principal del programa de reproducción del Kwisatz Haderach, cambiar la dirección de la humanidad de una manera que carece de precedentes.

Lady A
NIRUL
C
ORRINO
, de sus diarios personales

Ante la puerta de la sala de partos imperial, el hombre disfrazado de guardia Sardaukar se había aplicado maquillaje para disimular sus labios manchados de safo. En la parte posterior de sus pantalones arrugados, justo debajo de la chaqueta del uniforme, podía verse una tenue mancha de sangre. Apenas perceptible…

Piter de Vries había clavado un cuchillo por debajo de la chaqueta en el riñon izquierdo del guardia, mientras se dirigía a su puesto. Después, había procedido con celeridad para que el uniforme no se manchara. Estaba orgulloso de su trabajo.

Al cabo de pocos minutos, De Vries había arrastrado el cadáver hasta una habitación vacía, se había puesto el uniforme gris y negro, y aplicado encimas químicas para eliminar los rastros de sangre. Se serenó, y después ocupó su puesto ante la sala de partos.

El compañero del guardia muerto le miró con curiosidad.

—¿Dónde está Dankers?

—¿Quién sabe? Yo estaba de guardia en las jaulas de los leones, cuando me ordenaron que viniera aquí, mientras una dama de compañía daba a luz —dijo De Vries, en tono desabrido—. Me dijeron que le sustituyera.

El otro guardia gruñó como si le fuera indiferente, echó un vistazo a su cuchillo ceremonial y ajustó la correa de una porra aturdidora sobre el hombro.

De Vries llevaba otro cuchillo escondido bajo la manga de la chaqueta. Notó que la camisa ensangrentada se pegaba contra su piel, una sensación bastante agradable.

De pronto, oyeron un grito, voces sorprendidas y angustiadas en la habitación. Después, el llanto de un niño. De Vries y el guardia se miraron, y el mentat experimentó la sensación de que corría más peligro. Tal vez la bonita madre, la hija secreta del barón, había muerto durante el parto. Oh, pero eso sería demasiado estupendo, demasiado sencillo… Oyó conversaciones en voz baja…, y el llanto continuado del niño.

El hijo del duque Leto ofrecía tantas posibilidades… El nieto secreto del barón. Tal vez De Vries podría tomar como rehén al niño, utilizarlo para convertir a Jessica en su esclava sexual…, para después matar a ambos, antes de que se cansara de ella. Podría juguetear durante una temporada con la mujer del duque…

O quizá el niño sería más valioso que Jessica. El recién nacido era Atreides y Harkonnen. Quizá lo más seguro sería llevar al niño a Giedi Prime para que creciera al lado de Feyd-Rautha. ¡Qué fabulosa venganza contra la Casa Atreides! Un heredero Harkonnen alternativo, si Feyd salía tan corto de entendederas como su hermano mayor, Rabban. En función de cómo manipulara la situación, De Vries podía colocarse en una situación de poder sobre la Hermandad, dos Grandes Casas y la propia Jessica. Todo a la vez.

Se le hizo la boca agua mientras reflexionaba sobre unas posibilidades tan deliciosas.

Las voces de las mujeres aumentaron de intensidad, y la puerta de la sala de partos se deslizó a un lado sin hacer ruido. Tres brujas salieron al pasillo, la repugnante Mohiam, la inestable esposa del emperador y Margot Fenring, todas vestidas con el hábito aba negro y enfrascadas en una furiosa discusión.

De Vries contuvo el aliento. Si Mohiam le miraba, quizá le reconocería, pese al maquillaje y el uniforme robado. Por suerte, las mujeres estaban tan preocupadas por algo que no se fijaron en nada, mientras se alejaban por el pasillo.

Dejando a madre e hijo sin protección.

Cuando las brujas doblaron una esquina, De Vries se volvió hacia su compañero.

—Voy a comprobar que todo va bien —dijo.

Antes de que el otro guardia tuviera tiempo de contestar, el mentat entró en la sala de partos.

Los sollozos de un bebé procedían de la zona iluminada, así como más voces femeninas. Oyó que el guardia corría tras él, con las botas resonando sobre el suelo. La puerta se cerró a su espalda.

Con un movimiento veloz y silencioso, De Vries giró en redondo y degolló al Sardaukar antes de que pudiera emitir un sonido. Gotas de sangre salpicaron la pared.

Después de acompañar al cuerpo hasta el suelo para que no hiciera ruido, el mentat se internó con sigilo en la sala de partos. Apoyó la porra aturdidora contra su muñeca y activó el campo.

Vio a dos hermanas Galenas que atendían al bebé ante una terminal de trabajo apoyada contra la pared. Tomaban muestras de pelo y células, y estudiaban la pantalla de la máquina de diagnósticos. Le daban la espalda. La mujer más alta miraba al bebé con el ceño fruncido, como si un experimento hubiera salido mal.

Al oír un zumbido, la mujer de menor estatura dio media vuelta, pero De Vries saltó hacia delante y utilizó la porra como un bastón. La alcanzó en la cara y le rompió la nariz.

Antes de que cayera al suelo, su compañera protegió al bebé con el cuerpo y alzó los brazos en una postura defensiva. De Vries la golpeó con la porra. La mujer paró el golpe, pero sus dos brazos quedaron paralizados. El golpe que el mentat le propinó en el cuello fue tan violento que oyó las vértebras al romperse.

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