La caverna (11 page)

Read La caverna Online

Authors: José Saramago

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La caverna
7.21Mb size Format: txt, pdf, ePub

Durante la cena se conversó mucho sobre cómo se le había ocurrido a Marta la idea de hacer las figuras, también sobre las dudas, los temores y las esperanzas que ocuparon la casa y la alfarería en aquellos últimos días y, pasando a cuestiones prácticas, se calcularon los tiempos necesarios para cada fase de la producción y los respectivos factores de seguridad, diferentes unos y otros de las fabricaciones a que estaban habituados, Todo depende de la cantidad que se nos encargue, nos convendría que no fuera ni de más ni de menos, algo así como pretender sol para la era y lluvia para la huerta, que se decía en los tiempos en que no existían los invernaderos de plástico, comentó Cipriano Algor. Después de retirar el mantel de la mesa, Marta enseñó al marido los esbozos que había hecho, las tentativas, los experimentos de color, la vieja enciclopedia de donde había copiado los modelos, a primera vista parecía poquísimo trabajo para tan grandes ansiedades, pero es necesario comprender que en las circunnavegaciones de la vida un viraje ameno para unos puede ser para otros una tempestad mortal, todo depende del calado del barco y del estado de las velas. En el dormitorio, con la puerta cerrada, Marcial pensó que no valía la pena pedir explicaciones a Marta por no haberle informado de la idea de los muñecos, en primer lugar porque esas aguas hacía horas que habían pasado bajo el puente y por tanto arrastrado en su curso el despecho y el mal humor, en segundo lugar porque le apocaban preocupaciones mucho más serias que las de sentirse o imaginarse desconsiderado. Preocupaciones más serias y no menos urgentes. Cuando un hombre regresa a casa y a la mujer después de una privación de diez días, siendo joven como es este Marcial, o, en caso de ser mayor, si todavía no pudo la edad abatirle el ánimo amatorio, lo natural es que quiera dar satisfacción inmediata al temblor de los sentidos, dejando la conversación para después. En general, las mujeres no están de acuerdo. Si el tiempo no urge especialmente, si, al contrario, La noche es nuestra, y quien dice la noche, dice la tarde o la mañana, lo más seguro es que la mujer prefiera que el acto amoroso se inicie con una charla pausada, sin prisas, y mientras sea posible ajena a esa idea fija que, semejante a un trompo zumbador, gira en la cabeza del hombre. Como un cántaro profundo que lentamente se llena, la mujer se va aproximando al hombre poco a poco, o, tal vez con más exactitud, lo va aproximando, hasta que la urgencia de uno y la ansiedad del otro, ya declaradas, ya coincidentes, ya inaplazables, hagan subir cantando el agua unánime. Hay excepciones, sin embargo, como es este caso de Marcial que, por mucho que quisiese empujar a Marta hacia la cama, no podría hacerlo mientras no vaciara el pesado saco de las preocupaciones que carga, no desde el Centro, no desde la conversación que había mantenido con el suegro durante el camino, sino desde la casa de los padres. También esta vez la primera palabra iba a ser dicha por Marta, Es posible que los perros no te conozcan, Marcial, pero tu mujer te conoce, No quiero hablar de eso, Debemos hablar de lo que duele, Fui estúpido e injusto, Vamos a dejar a un lado lo de estúpido, porque no lo eres, quedémonos con lo de injusto, Ya lo he reconocido, Tampoco fuiste injusto, No compliquemos las cosas, Marta, por favor, lo pasado, pasado está, Las cosas que parecen haber pasado son las únicas que nunca acaban de pasar, los injustos hemos sido nosotros, Nosotros, quiénes, Mi padre y yo, sobre todo yo, mi padre tiene una hija casada y miedo de perderla, no necesita otra justificación, Y tú, Yo soy quien no tiene disculpa, Por qué, Porque te quiero, y a veces, demasiadas veces, doy la impresión de olvidar, o incluso se me olvida, que eres una persona concreta, completa en el ser que eres, que debo este amor no a alguien que tenga que contentarse con un sentimiento medio difuso que poco a poco se irá resignando, como si de un inapelable destino se tratase, a su propia y mortal carencia, El matrimonio es eso, las personas viven así, fíjate en mis padres, Todavía tengo otra culpa, No sigas, por favor, Vamos hasta el final, Marcial, ahora ya vamos hasta el final, Por favor, Marta, No quieres que siga porque adivinas lo que tengo que decirte, Por favor, Cuando dijiste que a ti ni los perros te conocen, estabas diciéndole a tu mujer que ella no sólo no te conoce, sino que no ha hecho nada para conocerte, bueno, digamos casi nada, No es verdad, tú me conoces, nadie me conoce mejor que tú, Sólo lo suficiente para comprender el sentido de tus palabras, pero no fui más inteligente que mi padre, que las comprendió tan rápido como yo, De entre nosotros dos, la persona adulta eres tú, yo todavía no paso de ser un niño, Quizá tengas razón, por lo menos estás dándome la razón a mí, pero ni esta maravillosa adulta que soy, ni esta sensatísima mujer de Marcial Gacho fueron capaces de entender, cuando debían, lo que representa una persona capaz de tener la sencillez y la honestidad de decir de sí mismo que es un niño, No siempre seré así, No serás así siempre, por eso, mientras llegue la hora, tendré que hacer todo cuanto esté a mi alcance para comprenderte como eres, y probablemente llegar a la conclusión de que, en ti, ser un niño es, a fin de cuentas, una forma diferente de ser adulto, Si seguimos así dejaré de saber quién soy, Mi padre te diría que ésa es una de las cosas que nos suceden muchas veces en la vida, Me parece que comienzo a entenderme con tu padre, No te imaginas, o sí te lo imaginas, qué feliz me hace eso. Marta tomó las manos de Marcial y las besó, después las apretó contra su pecho, A veces, dijo, deberíamos regresar a ciertos gestos de ternura antiguos, Qué sabes tú de eso, no viviste en los tiempos de la reverencia y el besamanos, Leo lo que cuentan los libros, es lo mismo que haber estado allí, de todos modos no era en besamanos y reverencias en lo que pensaba, Eran costumbres diferentes, modos de sentir y de comunicar que ya no son los nuestros, Aunque te pueda parecer extraña la comparación, los gestos, para mí, más que gestos son dibujos hechos por el cuerpo de uno en el cuerpo de otro. La invitación era explícita, pero Marcial hizo como que no había entendido, aunque comprendiese que había llegado el momento de atraer a Marta hacia sí, de acariciarle el pelo, de besarle despacio la cara, los párpados, suavemente, como si no sintiese deseo, como si estuviese sólo distraído, gran equivocación será pensar así, lo que en estas ocasiones sucede es que el deseo ha tomado posesión absoluta del cuerpo para servirse de él, perdónese el materialista y utilitario símil, como si de una herramienta de uso múltiple se tratara, tan habilitada para pulir como para labrar, tan potente para emitir como para recibir, tan minuciosa para contar como para medir, tan activa para subir como para bajar. Qué te pasa, preguntó Marta, súbitamente paralizada, Nada importante, sólo unos pequeños contratiempos, Cuestiones de trabajo, No, Entonces, qué, Es tan poco el tiempo que ya tenemos para estar juntos, y para colmo vienen a meterse en nuestra vida, No vivimos en una redoma, He pasado por casa de mis padres, Algún accidente, alguna complicación. Marcial movió la cabeza negativamente y prosiguió, Empezaron mostrándose muy interesados en saber si tengo noticias de cuándo voy a ser ascendido a guarda residente, y yo respondí que no, que ni siquiera hay razones seguras para afirmar que eso vaya a ocurrir, Es casi seguro, Sí, casi seguro, pero hasta no tener el pájaro en la mano, Está volando, y luego, Dieron unos cuantos rodeos, y yo sin saber adonde querían llegar, hasta que finalmente me anunciaron su gran idea, Y cuál es esa gran idea, Están pensando nada más y nada menos en vender la casa y venirse a vivir con nosotros, Con nosotros, dónde, En el Centro, Estoy oyendo bien, tus padres se quieren ir a vivir al Centro, con nosotros, Eso mismo, Y tú, qué les dijiste, Empecé haciéndoles notar que todavía era pronto para pensar en eso, pero me respondieron que vender una casa tampoco es cosa que se haga de hoy para mañana, que no iba a ser después de que estemos instalados, tú y yo, cuando se pusieran a buscar comprador, Y tú qué les dijiste, Pensando que liquidaba el asunto, les dije que teníamos intención de llevarnos a tu padre cuando nos mudásemos, para que no se quedara aquí solo, sobre todo ahora que la alfarería está pasando un momento de crisis, Les comentaste eso, Sí, pero no atendieron a razones, poco faltó para que se pusieran a dar voces, llorando, hablo de mi madre, claro, mi padre no es de sentimentalismos, lo que hizo fue protestar y echar pestes, qué clase de hijo soy yo que pongo las conveniencias de personas que no son de mi sangre por encima de las necesidades de mis propios progenitores, dijeron eso mismo, progenitores, no sé de dónde sacaron la palabra, que nunca podrían imaginar que algún día oirían de mi boca que reniego de aquellos a quienes debo la vida, aquellos que me criaron y educaron, que es bien cierto que casamiento alejamiento, pero que desprecios no estaban dispuestos a admitir, y que desde luego no me molestase, que por ahora todavía no necesitaban andar por las calles pidiendo limosna, pero que no me olvidase de que el remordimiento siempre acaba llegando, que si no viene durante la vida, vendrá después de la muerte, y ése es todavía peor, y que ojalá no tenga yo hijos que me castiguen por la inhumanidad con que he tratado hoy a mis padres, Fue la frase final, No sé si fue la frase final, se me olvidarán algunas, cortadas por el mismo patrón, Deberías haberles explicado que no merecía la pena que se preocuparan, sabes bien que mi padre no quiere vivir en el Centro, Sí, pero preferí no hacerlo, Por qué, Sería darles pie a pensar que son los únicos en el terreno, Si insisten, no tendrás otro remedio, Será suficiente con que no acepte el ascenso, sólo necesitaría encontrar una razón que consiguiera convencer al Centro, Dudo de que la encuentres. Estaban sentados en la cama, podían tocarse, pero el momento de las caricias había pasado, aparentemente andaba tan lejos de allí como el tiempo del besamanos y la reverencia, o incluso de aquel otro momento en que dos manos de hombre fueron besadas, y luego cobijadas en el seno de la mujer. Marcial dijo, Sé que no está bien que un hijo haga una declaración de éstas, pero la verdad es que no quiero vivir con mis padres, Por qué, Nunca nos entendimos, ni yo a ellos, ni ellos a mí, Son tus padres, Sí, son mis padres, aquella noche se fueron a la cama y les apeteció, de ahí nací, cuando era pequeño recuerdo haberles oído comentar, como quien se divierte contando un buen chiste, que él, en esa ocasión, estaba borracho, Con vino o sin vino, de eso nacemos todos, Reconozco que es una exageración, pero me repugna pensar que mi padre estaba borracho cuando me engendró, es como si yo fuese hijo de otro hombre, es como si aquel que realmente debería haber sido mi padre no hubiese podido serlo, como si su lugar hubiese sido ocupado por otro hombre, este a quien hoy le he oído decir que ojalá me castiguen mis hijos, No fue exactamente así como él se expresó, Pero fue exactamente como lo pensó. Marta sostuvo la mano izquierda de Marcial, la apretó entre las suyas, y murmuró, Todos los padres fueron hijos, muchos hijos acaban siendo padres, pero unos se olvidan de que lo fueron, y a los otros no hay nadie que pueda explicarles lo que serán, No es fácil de entender, Ni yo misma lo entiendo, me ha salido así, no hagas caso, Vamos a acostarnos, Vamos. Se desnudaron y se metieron en la cama. El momento de las caricias volvió a entrar en el dormitorio, pidió disculpas por haberse demorado tanto ahí fuera, no encontraba el camino, se justificó, y, de repente, como les sucede algunas veces a los momentos, se hizo eterno. Un cuarto de hora después, todavía enlazados los cuerpos, Marta murmuró, Marcial, Qué, preguntó él soñoliento, Tengo dos días de retraso.

8

En el resguardado silencio del dormitorio, entre las sábanas revueltas por la amorosa agitación de todavía hace poco, el hombre oyó a su mujer comunicarle que tiene atrasada la menstruación dos días, y la noticia se le apareció como algo inaudito y definitivamente asombroso, especie de segundo fíat lux en una época en que el latín ha dejado de ser usado y practicado, un surge et ambula vernáculo que no tiene idea de adonde va y por eso mismo asusta. Marcial Gacho, que apenas una hora antes, o ni tanto, en lance de conmovedor abandono raramente acontecible en el sexo masculino, se había confesado niño, era, al final, sin imaginarlo, padre embrionario desde hace unas semanas, lo que demuestra una vez más que nunca nos deberíamos sentir seguros de aquello que pensamos ser porque, en ese momento, pudiera muy bien ocurrir que ya estemos siendo cosa diferente. Casi todo lo que Marta y Marcial se dijeron el uno al otro según avanzaba la noche, antes de dormirse de puro cansancio, está descrito en mil y una historias de parejas con hijos, pero el análisis concreto de la situación concreta en que este matrimonio se encuentra no deja pasar sin examen ciertas cuestiones que le son particulares, como la disminuida posibilidad de Marta para seguir soportando la dureza del trabajo en la alfarería y, sin solución de momento porque depende del esperado ascenso, la duda acerca de si el niño nacerá antes o después del traslado al Centro. Alegó Marta, sobre la primera de estas cuestiones, que no creía que su madre, la fallecida Justa Isasca, que había trabajado sin descanso hasta su último día, decidiese disfrutar de los regalos de una ociosidad total sólo por el hecho de estar embarazada, Yo misma podría dar testimonio de eso si recuperase la memoria de los nueve meses que viví dentro de ella, Es imposible que una criatura que está en la barriga de la madre pueda saber lo que sucede fuera, respondió Marcial bostezando, Supongo que será así, pero por lo menos tienes que reconocer que sería perfectamente natural que el niño conociese íntimamente lo que va sucediendo en el cuerpo de la madre, el problema, en mi opinión, está en la memoria, Si ni siquiera nos acordamos de lo que sufrimos en el tránsito del nacimiento, Es ahí, probablemente, donde perdemos la primera de todas las memorias, Estás fantaseando, dame un beso. Antes de esta delicada conversación y de este beso, Marcial había expresado vehementes votos para que el traslado al Centro se realizase antes del nacimiento, Tendrás la mejor asistencia médica y de enfermería que alguna vez pudieras imaginar, no existe nada que se le parezca, ni de lejos ni de cerca, y tanto en medicina como en cirugía, Cómo sabes todo eso, si nunca has estado en el hospital del Centro, ni probablemente hayas entrado, Conozco a alguien que ha estado internado, un superior mío que entró casi muriéndose y salió como nuevo, hasta hay gente de fuera que se busca enchufes para que la admitan, pero las normas son inflexibles, Quien te oiga creerá que en el Centro no muere nadie, Se muere, claro, pero la muerte se nota menos, Es una ventaja, no hay duda, Verás cuando estemos allí, Veré qué, que la muerte se nota menos, eso es lo que quieres decir, No estaba hablando de la muerte, Sí que estabas, La muerte no me interesa para nada, estaba hablando de ti y de nuestro hijo, del hospital donde lo vas a tener, Si tu nombramiento no se retrasa demasiado, Si no me ascienden en nueve meses, no me ascenderán nunca, Dame un beso, guarda interno, y vamos a dormir, Toma el beso, pero hay una cuestión de la que todavía necesitamos hablar, Cuál, Que a partir de hoy trabajarás menos en la alfarería y dentro de dos o tres meses lo dejas definitivamente, Crees que mi padre podrá hacer el trabajo solo, sobre todo si el Centro nos encarga el pedido de las figuras, Se contrata a alguien para que lo ayude, Bien sabes que ésos serían pasos perdidos, nadie quiere trabajar en alfarerías, Tu estado, Mi estado, qué, mi madre trabajó siempre mientras estuvo embarazada de mí, Cómo lo sabes, Me acuerdo. Se rieron ambos, después Marta propuso, Por ahora no hablaremos de esto a mi padre, él se pondría contentísimo, pero es preferible que no se lo digamos, Por qué, No sé, andan demasiadas cosas rondando en esa cabeza, La alfarería, La alfarería es sólo una de ellas, El Centro, El Centro también, el encargo que harán o no harán, la loza que es necesario retirar, pero hay otras cuestiones, la historia de un cántaro al que se le soltó el asa, por ejemplo, ya te lo contaré. Marta fue la primera en dormirse. Marcial ya no estaba tan asustado, más o menos sabía por qué camino tendría que ir después del nacimiento, y cuando, pasada casi media hora, el sueño le tocó con sus dedos de humo, se dejó llevar ya con el espíritu en paz, sin resistencia. Su último pensamiento consciente fue para preguntarse si Marta le habría hablado realmente del asa de un cántaro, Qué disparate, debo de estar soñando, pensó. Fue el que menos durmió, pero fue el primero en despertarse. La luz del amanecer se filtraba por los resquicios de las contraventanas. Vas a tener un hijo, se dijo a sí mismo, y repitió, un hijo, un hijo, un hijo. Luego movido por una curiosidad sin deseo, casi inocente, si es que todavía hay inocencia en ese lugar del mundo al que llamamos cama, levantó las mantas para mirar el cuerpo de Marta. Estaba vuelta hacia él, con las rodillas un poco dobladas. La parte inferior del camisón se le enrollaba en la cintura, la blancura del vientre apenas se distinguía en la penumbra y desaparecía completamente en la zona oscura del pubis. Marcial dejó caer las mantas y comprendió que el momento de las caricias no se había retirado, había permanecido a pie firme en el dormitorio durante toda la noche, y allí continuaba, a la espera. Probablemente tocada por el aire frío que se desplazó con el movimiento de la ropa de cama, Marta suspiró y cambió de posición. Como un pájaro tanteando suavemente el sitio para su primer nido, la mano izquierda de Marcial, leve, apenas le rozaba el vientre. Marta abrió los ojos y suspiró, después dijo juguetona, Buenos días, señor padre, pero su expresión cambió de repente, acababa de darse cuenta de que no estaban solos en el dormitorio. El momento de las caricias se insinuaba entre ellos, se metía entre las sábanas, no sabía decir explícitamente lo que quería, mas le satisficieron la voluntad.

Other books

Blue Thunder by Spangaloo Publishing
Nightingales at War by Donna Douglas
Vipero the Snake Man by Adam Blade
The Odds of Lightning by Jocelyn Davies
Blessed Assurance by Lyn Cote
Chloe’s New Beginning by Alicia White
Impossibly Love by Shane Morgan
James Bond and Moonraker by Christopher Wood
Some Great Thing by Colin McAdam