Read La caverna Online

Authors: José Saramago

Tags: #Ciencia Ficción

La caverna (24 page)

BOOK: La caverna
12.88Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Salió del subterráneo, dio la vuelta al Centro y estacionó la furgoneta ante la puerta del Servicio de Seguridad. Marcial tardó más de lo que era habitual, parecía nervioso al entrar en el coche, Buenas tardes, padre, dijo, y Cipriano Algor dijo, Buenas tardes, qué tal te ha ido el trabajo esta semana, Como de costumbre, respondió Marcial, y Cipriano Algor dijo, Acabamos la primera serie de muñecos, ya he establecido la entrega con el departamento de compras, Cómo está Marta, Cansada, pero bien. No volvieron a hablar hasta la salida de la ciudad. Sólo cuando iban a la altura de las chabolas Marcial dijo, Padre, me acaban de informar que he sido ascendido, soy guarda residente del Centro a partir de hoy. Cipriano Algor giró la cabeza hacia el yerno, lo miró como si lo estuviese viendo por primera vez, hoy, no pasado mañana, ni mañana, hoy, tenía razón el presentimiento. Hoy, qué, se preguntó, la amenaza que se esconde en las preguntas del sondeo, o ésta de ahora, finalmente consumada después de haberse prometido durante tiempo. Se ha visto, es verdad que menos en la vida real que en los libros donde se cuentan historias, que una sorpresa súbita puede dejar sin voz en un momento a la persona sorprendida, pero una media sorpresa que se queda en silencio, quizá fingiendo, quizá queriendo que la tomen por sorpresa completa, no deberá, en principio, ser tomada en consideración. Atención, sólo en principio. Desde siempre sabemos que este hombre que va conduciendo la furgoneta no tenía ninguna duda de que la temida noticia acabaría llegando un día, pero es comprensible que hoy, colocado como lo pusieron entre dos fuegos, se haya visto de repente sin fuerzas para decidir a cuál de ellos acudiría en primer lugar. Revelemos, desde ya, aunque sabiendo que perjudicaremos la regularidad del orden a que los acontecimientos deben someterse, que Cipriano Algor no comunicará en estos próximos días, ya sea al yerno, ya sea a la hija, una sola palabra acerca de la inquietante conversación que tuvo con el subjefe del departamento de compras. Acabará hablando del asunto, sí, pero más adelante, cuando todo esté perdido. Ahora sólo le dice al yerno, Felicidades, supongo que estarás satisfecho, palabras banales y casi indiferentes que no deberían haber necesitado tanto tiempo para manifestarse, y Marcial no las agradecerá, tampoco confirmará si está satisfecho como el suegro supone, o un poco menos, o un poco más, lo que él dice es tan serio como una mano extendida, Para usted no es una buena noticia. Cipriano Algor comprendió el propósito, lo miró de lado con un esbozo de sonrisa que parecía burlarse de su propia resignación, y dijo, Ni siquiera las mejores noticias son buenas para todo el mundo, Verá cómo todo se resuelve de la mejor manera, dijo Marcial, No te preocupes, quedó resuelto el día en que os dije que me iría a vivir con vosotros al Centro, la palabra está dada, fue dicha y no tiene vuelta atrás, Vivir en el Centro no es ningún destierro, dijo Marcial, No sé cómo será vivir en el Centro, lo sabré cuando esté allí, pero tú, sí, tú ya lo sabes, y de tu boca nunca se ha oído una explicación, un relato, una descripción que me hiciese comprender, lo que se llama realmente comprender, eso que, tan seguro de ti mismo, afirmaste que no es un destierro, Usted ya ha estado en el Centro, Pocas veces, y siempre de paso, tan sólo como un comprador que sabe lo que quiere, Creo que la mejor explicación del Centro será considerarlo como una ciudad dentro de otra ciudad, No sé si será la mejor explicación, de todos modos no es suficiente para que me haga una idea de lo que hay dentro del Centro, Allí se encuentra lo que en cualquier ciudad, tiendas, personas que pasan, que compran, que conversan, que comen, que se distraen, que trabajan, O sea, exactamente como en el pueblo atrasado donde vivimos, Más o menos, en el fondo se trata de una cuestión de tamaño, La verdad no puede ser tan simple, Supongo que hay algunas verdades simples, Es posible, pero no creo que las podamos reconocer dentro del Centro. Hubo una pausa, después Cipriano Algor dijo, Y ya que estamos hablando de tamaños, es curioso que cada vez que miro al Centro desde fuera tengo la impresión de que es mayor que la propia ciudad, es decir, el Centro está dentro de la ciudad, pero es mayor que la ciudad, siendo una parte es mayor que el todo, probablemente será porque es más alto que los edificios que lo cercan, más alto que cualquier edificio de la ciudad, probablemente porque desde el principio ha estado engullendo calles, plazas, barrios enteros. Marcial no respondió en seguida, el suegro acababa de dar expresión casi visual a la confusa sensación de perdimiento que se apoderaba de él cada vez que regresaba al Centro después del descanso, sobre todo durante las rondas nocturnas con la iluminación reducida, recorriendo las galerías desiertas, bajando y subiendo en los ascensores, como si vigilase la nada para que continuase siendo nada. En el interior de una gran catedral vacía, si levantamos los ojos hacia las bóvedas, hacia las obras superiores, tenemos la impresión de que su altura es mayor que la altura a que vemos el cielo en campo abierto. Al cabo de un silencio, Marcial dijo, Creo que comprendo su idea, y se quedó ahí, no quería alimentar en el espíritu del suegro una corriente de pensamientos que lo podría inducir a cerrarse tras una nueva línea de resistencia desesperada. Pero las preocupaciones de Cipriano Algor se encaminaban en otra dirección, Cuándo hacéis la mudanza, Lo más pronto posible, ya he visto el apartamento que me han adjudicado, es más pequeño que nuestra casa, pero eso es lógico, por muy grande que sea el Centro, el espacio no es infinito, tiene que ser racionalizado, Crees que cabremos todos, preguntó el alfarero deseando que el yerno no se percatase del tono de melancólica ironía que en el último momento se entrometió en las palabras, Cabemos, esté tranquilo, para una familia como la nuestra el apartamento basta y sobra, respondió Marcial, no necesitaremos dormir todos juntos. Cipriano Algor pensó, Lo he molestado, hubiera sido preferible que no le hiciera la pregunta. Hasta llegar a casa no volvieron a hablar. Marta recibió la noticia sin manifestar ningún sentimiento. Lo que se sabe que va a ocurrir en cierta manera es como si ya hubiese ocurrido, las expectativas hacen algo más que anular las sorpresas, embotan las emociones, las banalizan, todo lo que se deseaba o temía ya había sido vivido mientras se deseó o temió. Durante la cena Marcial dio una importante información de la que se había olvidado, y ésta desagradó francamente a Marta, Quieres decir que no podremos llevarnos nuestras cosas, Algunas sí, las de decoración de la casa, por ejemplo, pero no los muebles, ni la vajilla, ni la cristalería, ni los cubiertos, ni los manteles, ni las cortinas, ni la ropa de cama, el apartamento ya tiene todo lo que se necesita, O sea que mudanza, mudanza, eso que llamamos mudanza, no habrá, dijo Cipriano Algor, Se mudan las personas, ésa es la mudanza, Vamos a dejar esta casa con todo lo que tiene dentro, dijo Marta, Ya ves que no hay otro remedio. Marta pensó un poco, después tuvo que aceptar lo inevitable, Vendré por aquí de vez en cuando, para abrir las ventanas, airear las habitaciones, una casa cerrada es como una planta que se olvidan de regar, muere, se seca, se marchita. Cuando acabaron de comer, y antes de que Marta se levantase para retirar los platos, Cipriano Algor dijo, He estado pensando. La hija y el yerno entrecruzaron las miradas, como si se transmitiesen uno a otro palabras de alarma, Nunca se sabe por dónde puede salir cuando se pone a pensar. La primera idea, continuó el alfarero, fue que Marcial me ayudase mañana en el trabajo del horno, Pido licencia para recordarle que quedó claro que tendríamos tres días de descanso, puntualizó Marta, Los tuyos comienzan mañana, Y los suyos, Los míos tampoco van a tardar, sólo tendrán que esperar un poco, Bien, ésa es la primera idea, y la segunda, cuál es, o la tercera, preguntó Marta, Disponemos en el horno, por la mañana, los muñecos que están listos para cocer, pero no lo encendemos, luego me ocuparé yo de eso, a continuación me ayudáis a cargar en la furgoneta las figuras que ya están acabadas, y mientras las llevo al Centro y vuelvo, os quedáis tranquilos aquí, sin un padre y un suegro metiéndose donde no lo llaman, Ese es el acuerdo que hizo con el departamento de compras, entregar los muñecos mañana, preguntó Marcial, no fue ésa la impresión que saqué, pensé que los llevaríamos después, cuando vayamos los tres, Así es mejor, respondió Cipriano Algor, se gana tiempo, Se gana por un lado y se pierde por otro, las otras figuras van a retrasarse, No se retrasarán mucho, enciendo el horno así que llegue a casa después de que regresemos del Centro, quién sabe si no será la última vez, Vaya idea la suya, todavía tenemos seiscientos muñecos por hacer, dijo Marta, No estoy tan seguro de eso, Por qué, En primer lugar, la mudanza, el Centro no es persona que se quede a la espera de que el suegro del guarda residente Marcial Gacho termine un pedido, aunque haya que decir que, con tiempo, suponiendo que lo hubiese, yo podría acabarlo solo, y en segundo lugar, En segundo lugar, qué, preguntó Marcial, En la vida hay siempre alguna cosa que viene detrás de lo que aparece en primer lugar, a veces tenemos la impresión de saber lo que es, pero querríamos ignorarlo, otras veces ni siquiera imaginamos lo que puede ser, pero sabemos que está ahí, Deje de hablar como un oráculo, por favor, dijo Marta, Muy bien, se calla el oráculo, quedémonos entonces con aquello que venía en primer lugar, lo que pretendía decir es que si la mudanza tiene que ser hecha en breve no habrá tiempo para resolver el problema de los seiscientos muñecos que faltan, Será cuestión de hablar con el Centro, dijo Marta dirigiéndose al marido, tres o cuatro semanas más no deben suponerle nada, habla con ellos, si tardaron tanto tiempo en decidir tu ascenso, bien pueden ahora ayudarnos en esto, además se ayudarían a ellos mismos porque se quedarían con el pedido completo, No hablo, no merece la pena, dijo Marcial, tenemos diez días exactos para hacer la mudanza, ni una hora más, es el reglamento, el próximo día de descanso ya tendré que pasarlo en el apartamento, También podrías venir a pasarlo aquí, dijo Cipriano Algor, a tu casa de campo, No estaría bien visto que ascendiera a guarda residente y me ausentara del Centro en el primer descanso, Diez días es poco tiempo, dijo Marta, Tal vez fuese poco tiempo si tuviésemos que llevarnos los muebles y el resto, pero las únicas cosas que realmente tendremos que mudar son los cuerpos con las ropas que vestimos, y ésos estarían entrando en el apartamento en menos de una hora si fuera necesario, Siendo así, qué haremos con lo que quede del pedido, preguntó Marta, El Centro lo sabe, el Centro lo anunciará cuando lo crea oportuno, dijo el alfarero. Auxiliada por el marido, Marta quitó la mesa, después fue a la puerta para sacudir el mantel, se entretuvo un poco mirando hacia fuera, y cuando volvió dijo, Todavía hay una cuestión que resolver y no puede ser dejada para última hora, Qué cuestión es ésa, preguntó Marcial, El perro, respondió ella, Encontrado, rectificó Cipriano Algor, y Marta continuó, Puesto que no somos personas para matarlo o para dejarlo abandonado, hay que darle un destino, confiarlo a alguien, Es que en el Centro no se aceptan animales, aclaró Marcial con intención al suegro, Ni una tortuga familiar, ni siquiera un canario, ni al menos una tierna tortolita, quiso saber Cipriano Algor, Parece que de repente ha dejado de interesarle la suerte del perro, dijo Marta, De Encontrado, Del perro, de Encontrado, es lo mismo, lo importante es decidir qué vamos a hacer con él, yo por mi parte digo que ya tengo una idea, Yo también, cortó Cipriano Algor, y acto seguido se levantó y se fue a su habitación. Reapareció pasados algunos minutos, atravesó la cocina sin pronunciar palabra y salió. Llamó al perro, Anda, vamos a dar una vuelta, dijo. Bajó con él la cuesta, al llegar a la carretera giró hacia la izquierda, en dirección opuesta al pueblo, y se adentró en el campo. Encontrado no se apartaba de los tobillos del dueño, debía de estar recordando sus tiempos de infeliz vagabundeo cuando lo expulsaban violentamente de los huertos y hasta un trago de agua le negaban. Aunque no tenga nada de miedoso, aunque no le asusten las sombras de la noche, preferiría estar ahora tumbado en la caseta, o, mejor todavía, enroscado en la cocina, a los pies de uno de ellos, no dice uno de ellos por indiferencia, como si le diese igual, porque a los otros dos también los mantendría al alcance de la vista y del olfato, y porque podría mudar de sitio cuando le apeteciese sin que la armonía y la felicidad del momento sufriesen con el cambio. No fue muy largo el paseo. La piedra en que Cipriano Algor acaba de sentarse va a hacer las veces de banco de las meditaciones, para eso salió de casa, si se hubiese acogido al auténtico la hija lo vería desde la puerta de la cocina y no tardaría en acercarse preguntándole si estaba bien, son cuidados que evidentemente se agradecen, pero la naturaleza humana está hecha de tan extraña manera que hasta los más sinceros y espontáneos movimientos del corazón pueden ser inoportunos en ciertas circunstancias. De lo que Cipriano Algor pensó no merece la pena hablar porque ya lo había pensado en otras ocasiones y de ese pensar se dejó información más que suficiente. Y lo nuevo aquí aconteció fue que él dejó resbalar por la cara unas cuantas costosas lágrimas, hace mucho tiempo que andaban ahí represadas, siempre a punto de derramarse, finalmente estaban prometidas para esta hora triste, para esta noche sin luna, para esta soledad que no se resigna. No tuvo novedad alguna, porque ya había sucedido otra vez en la historia de las fábulas y de los prodigios de la gente canina, que se acercara Encontrado a Cipriano Algor para lamerle las lágrimas, gesto de consolación suprema que, en todo caso, por muy conmovedor que nos parezca, capaz incluso de tocar los corazones menos propensos a manifestaciones de sensibilidad, no nos debería hacer olvidar la cruda realidad de que el sabor a sal que en ellas está tan presente es apreciado en grado sumo por la generalidad de los perros. Una cosa, sin embargo, no quita la otra, si preguntamos a Encontrado si es la sal la causa de que lamiera la cara de Cipriano Algor, probablemente nos respondería que no merecemos el pan que comemos, que somos incapaces de ver más allá de la punta de nuestra nariz. Así se quedaron más de dos horas el perro y su dueño, cada cual con sus pensamientos, ya sin lágrimas que uno llorase y otro secase, quién sabe si a la espera de que la rotación del mundo volviera a poner todas las cosas en sus lugares, sin olvidar algunas que todavía no han conseguido encontrar sitio.

17

A la mañana siguiente, como habían decidido, Cipriano Algor llevó las figurillas acabadas al Centro. Las otras ya se encontraban en el horno, a la espera de su turno. Cipriano Algor se levantó temprano, todavía la hija y el yerno dormían, y cuando finalmente Marcial y Marta, soñolientos, se mostraron en la puerta de la cocina, la mitad del trabajo estaba hecho. Tomaron el desayuno juntos intercambiando frases de circunstancia, quiere más café, pásame el pan, queda mermelada, después Marcial ayudó al suegro en lo que faltaba, luego se ocupó del delicado trabajo de acomodar las trescientas figuras acabadas en las cajas que antes se usaban para el transporte de la cacharrería. Marta le dijo al padre que iría con Marcial a casa de sus suegros, era necesario informarles de la próxima mudanza, vamos a ver cómo recibirán la noticia, de cualquier modo no se quedarían a comer, Probablemente ya estaremos aquí cuando vuelva del Centro, concluyó. Cipriano Algor dijo que se llevaría a Encontrado, y Marta le preguntó si era en alguien de la ciudad en quien estaba pensando cuando ayer noche dijo que también tenía una idea para resolver el problema del perro, y él respondió que no, pero el asunto podría estudiarse, de esa manera Encontrado estaría cerca de ellos, lo verían siempre que quisiesen. Marta observó que no constaba en sus conocimientos que el padre tuviera amigos cercanos en la ciudad, personas de tanta confianza que mereciesen, dijo con intención la palabra mereciesen, quedarse con un animal a quien en aquella casa se estimaba como a una persona. Cipriano Algor respondió que no recordaba haber dicho alguna vez que tuviese amigos cercanos en la ciudad, y que si se llevaba al perro era para distraerse de pensamientos que no quería tener. Marta dijo que si él tenía pensamientos de ésos debería compartirlos con su hija, a lo que Cipriano Algor respondió que hablarle de sus pensamientos sería como si lloviera sobre mojado, porque ella los conocía tan bien o mejor que él mismo, no palabra por palabra, claro está, como el registro de una grabadora, sino en lo más profundo y esencial, y entonces ella dijo que, en su humilde opinión, la realidad era precisamente al contrario, que de lo esencial y profundo nada sabía y que muchas de las palabras que le oía no pasaban de cortinas de humo, circunstancia por otro lado nada extraña porque las palabras, muchas veces, sólo sirven para eso, pero hay algo todavía peor, que es cuando se callan del todo y se convierten en un muro de silencio compacto, ante ese muro no sabe una persona lo que ha de hacer, Ayer noche me quedé aquí a su espera, al cabo de una hora Marcial se fue a la cama y yo esperando, esperando, mientras mi señor padre estaba de paseo con el perro a saber por dónde, Por ahí, por el campo, Claro, por el campo, realmente no hay nada más agradable que andar por el campo de noche, sin ver dónde ponemos los pies, Deberías haberte acostado, Es lo que acabé haciendo, por supuesto, antes de transformarme en estatua de sal, Entonces está todo en orden, no se habla más del asunto, No está todo en orden, no señor, Por qué, Porque me robó lo que yo más deseaba en ese momento, Y qué era, Verlo volver, sólo eso, verlo volver, Un día comprenderás, Espero que sí, pero no con palabras, por favor, estoy harta de palabras. Los ojos de Marta brillaban rasos de agua, No me haga caso, dijo, según parece, nosotras, las frágiles mujeres, no sabemos comportarnos de otra manera cuando estamos embarazadas, lo vivimos todo de manera exagerada. Marcial gritó desde la explanada que la carga
ya
estaba lista, que podía partir cuando quisiese. Cipriano Algor salió, subió a la furgoneta y llamó a Encontrado. El perro, a quien no le había pasado por la cabeza la posibilidad de semejante fortuna, saltó como un rayo al lado del dueño y allí se quedó, sentado, sonriente, con la boca abierta y la lengua fuera, feliz por el viaje que comenzaba, en esto, como en tantas otras cosas, son los seres humanos como los perros, ponen todas sus esperanzas en lo que vendrá al doblar la esquina, y luego dicen que ya veremos. Cuando la furgoneta desapareció tras las primeras casas de la población, Marcial preguntó, Has discutido con él, Es el mismo problema de siempre, si no hablamos somos infelices, y si hablamos discrepamos, Hay que tener paciencia, no es necesaria una excepcional agudeza de visión para percibir que tu padre se está viendo a sí mismo como si viviese en una isla que se va haciendo más pequeña cada día que pasa, un trozo, otro trozo, date cuenta de que acaba de llevar los muñecos al Centro, después regresará a casa para encender el horno, pero estas cosas las está haciendo como si dudara de la razón de ser que alguna vez han tenido, como si desease que le apareciera un obstáculo imposible de trasponer para poder decir en fin se acabó, Creo que tienes razón, No sé si tengo razón, pero intento ponerme en su lugar, dentro de una semana todo lo que estamos viendo aquí perderá gran parte del significado que tiene, la casa seguirá siendo nuestra, pero no viviremos en ella, el horno no mantendrá su nombre de horno si no hubiere quien se lo dé todos los días, el moral persistirá en criar sus moras, pero no tendrá a nadie que venga a recogerlas, si ni a mí, que no he nacido ni me he criado bajo este techo, me va a resultar fácil separarme, qué no será para tu padre, Vendremos aquí muchas veces, Sí, a la casa de campo, como él la llamó, Existirá otra solución, preguntó Marta, desistes de ser guarda y te vienes a trabajar en la alfarería con nosotros, para hacer loza que nadie quiere, o muñecos que nadie va a querer durante mucho tiempo, Tal como están las cosas, para mí también existe sólo una solución, la de ser guarda residente del Centro, Tienes lo que querías tener, Cuando pensaba que era eso lo que quería, Y ahora, En los últimos tiempos he aprendido con tu padre algo que me faltaba conocer, quizá no te hayas dado cuenta, pero es mi deber avisarte de que el hombre con quien estás casada es mucho más viejo de lo que parece, No me das ninguna novedad, he tenido el privilegio de asistir al envejecimiento, dijo Marta, sonriendo. Pero después su rostro se tornó grave, Es verdad que se nos oprime el corazón pensando que va a ser necesario dejar todo esto, dijo. Estaban bajo el moral, sentados, juntos, en una de las tablas de secado, miraban la casa que tenían enfrente, la alfarería paredaña, si volvieran un poco la cabeza verían entre las hojas la puerta del horno abierta, la mañana es bonita, con sol, pero fresca, tal vez el tiempo vaya a cambiar. Se sentían bien, a pesar de la tristeza, se sentían casi felices, de esa melancólica manera que la felicidad, a veces, escoge para manifestarse, pero de súbito Marcial se levantó de la tabla de secado y exclamó, Se me habían olvidado mis padres, tenemos que ir a hablar con mis padres, apuesto doble contra sencillo que van a insistir en la idea de que son ellos quienes deberían vivir en el Centro y no tu padre, Estando yo presente, lo más probable es que no hablen de eso, es una cuestión de delicadeza, de buen gusto, Espero que sí, espero que tengas razón.

BOOK: La caverna
12.88Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Mangrove Coast by Randy Wayne White
Any Way You Want Me by Yuwanda Black
Marie Antoinette by Antonia Fraser
Your Scandalous Ways by Loretta Chase
Too Near the Edge by Lynn Osterkamp
The Substitute Wife by Kennedy, Keegan
The Wild Hunt by Elizabeth Chadwick