—Me refiero a que se lo envió a toda la empresa. En el vídeo sólo aparecían dos personas. —¡Ah!
—Pero lo importante es que es un sistema de alerta anticipada. Cuando pasó lo de Wendell no supe verlo…
—¿Crees que nos van a despedir?
Freddy se dirige a toda prisa a la mesa de Megan y coge el ratón.
—¿Y bien?
—Lo mismo —Freddy pasa de largo a toda prisa en dirección a Berlín Occidental. Después de un minuto se oye su voz por encima de los paneles divisorios:
—¡Los agentes comerciales también! ¡Nadie puede conectarse!
—De modo que es sólo un problema de red —dice Jones.
—No, no —responde Freddy asomando la cabeza por encima del Muro de Berlín con el rostro pálido como la luna.
—¡Ha sucedido! ¡Finalmente ha sucedido! ¡El departamento está siendo externalizado!
Ventas de Formación no va a ser externalizado. Los empleados de todo el edificio intentan en vano conectarse con la red. Clican con sus ratones. Aporrean los teclados. Al final levantan el teléfono y llaman a Informática. Sus llamadas recorren el cableado de Zephyr hasta la planta diecinueve. Allí hay una hilera de cubículos vacíos y en silencio. Las luces están apagadas. Las sillas desocupadas. Nada se mueve. Sobre las mesas vacías, tan limpias que parece que nadie las ha usado nunca, los teléfonos suenan sin cesar.
Elizabeth no está presente y nadie se atreve a molestar a Sydney, de modo que Roger se hace cargo de la situación. Envía a Freddy y a Jones en misión de exploración con el fin de averiguar si todo el edificio ha perdido la conexión a la red (lo cual sería una muy buena noticia) o sólo Ventas de Formación (lo cual sería una muy mala noticia). La primera parada es en la planta quince, Gestión de Infraestructuras y Mantenimiento de Infraestructuras, dos departamentos que consisten en panales de cubículos separados por paneles divisorios y rodeados de oficinas de verdad, al igual que todos los demás departamentos, naturalmente. Freddy y Jones se asoman por encima de los paneles. Hay mucha gente jugando al solitario en el ordenador. Uno les da un susto cuando ven que tiene abierto un navegador web, pero lo único que hace es presionar el botón de «recargar la página» y obtener un mensaje de error cada vez.
—Adicto —dice Freddy en voz baja, haciendo el gesto de darle al botón con el dedo.
De modo que Gestión de Infraestructuras no tiene conexión a la red. Bajan una planta; Logística tampoco. Visitan la planta diecisiete y… bueno, sea quien sea la gente que hay allí, no tienen red. De hecho, apenas tienen ordenadores.
—Indígenas amazónicos —murmura Freddy—. Una tribu perdida.
Los de la planta diecisiete van vestidos con ropa informal y miran a Freddy y a Jones como si jamás hubiesen visto a una persona trajeada. Freddy y Jones se escabullen otra vez hacia los ascensores. Cuando se sienten a salvo, Freddy exhala de alivio.
—¿Has visto esos monitores? Esa gente no ha pillado nada en mucho tiempo.
Freddy y Jones no son los únicos que están explorando el terreno, hay otros grupos recorriendo el edificio. Al mediodía, todos, salvo Dirección General, saben que no hay conexión a la red. Los de Dirección General siguen sin enterarse porque nadie en la segunda planta utiliza el ordenador excepto los asistentes y, si un asistente tiene problemas con el ordenador, bueno, digamos que a nadie le sorprende. Para ellos, la capacidad de los asistentes para verse envueltos en problemas informáticos es motivo constante de diversión. Si no es la impresora, es el ratón, y si no un problema con el software. Los de Dirección General saben muy poco de ordenadores, pero tienen la certeza de que la mayoría de los «problemas informáticos» se podrían describir más adecuadamente como «problemas de asistentes poco inteligentes». Los de Dirección General tal vez no utilicen ordenadores, pero sí usan tostadoras y microondas, y hasta han aprendido a programar el estéreo de su coche —bueno, se lo enseñó el vendedor— o sea que, en fin, ¿hasta qué punto puede ser más complicado un ordenador?
Los departamentos no informan del problema porque un buen director sabe que sólo se debe llamar a Dirección General para transmitir buenas noticias. Las personas que llaman a Dirección General con problemas no tienen mucho futuro en la Corporación Zephyr. Dirección General no está ahí para llevar de la mano a los departamentos, sino para repartir
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. De modo que la noticia no salta hasta las tres de la tarde.
La razón es que hay ocho directores de departamento reunidos en la planta diecinueve deambulando entre las mesas vacías. No hay ninguna mesa de ayuda. No hay personal informático de la cara pálida y pelo lacio. Hay muchos ordenadores y los directores miran las pantallas en busca de posibles problemas.
—¡Aquí! —dice el director de Gestión de Riesgos.
Todos corren hacia el pequeño monitor que hay encima de una mesa junto a la puerta de una habitación acristalada llena de enormes carcasas de ordenador de color beige y una red de cables de colores. El monitor está en negro, salvo una delgada línea de color verde: 04:04 ERROR DE RED 614.
Los directores se miran entre sí, preguntándose si alguien sabe por casualidad qué significa eso. Cuando queda claro que ninguno de ellos está muy seguro de qué son esas cosas de color beige que hay en la habitación acristalada (mucho menos de lo que hacen), deciden llamar a Dirección General. Es una opción viable porque informar de los problemas desde otro departamento no es tan malo como informar de los problemas desde el propio. Un asistente responde al teléfono y les promete que transmitirá el mensaje tan pronto como Dirección General termine su reunión. Los directores cuelgan y se dan por satisfechos. Durante unos minutos deambulan por la planta hablando de coches y de hándicaps de golf —no sucede con mucha frecuencia que los directores se reúnan—, y luego regresan de mala gana a sus horribles departamentos, a sus vagos e improductivos empleados concentrados en robar material de oficina y a sus inalcanzables metas de productividad.
Diecisiete plantas más arriba, Dirección General se pone en marcha. Se reúne en la sala de juntas. Al principio reina la confusión. ¿Puede tener todo eso algo que ver con la externalización de Informática? ¿Está el nuevo proveedor incumpliendo el contrato? Por cierto, ¿quién es el nuevo proveedor?
Nadie está seguro. Hay una escandalosa falta de documentación, debido, en parte, a la falta de iniciativa de los asistentes. Sin embargo, Dirección General sabe que no tiene sentido empezar a buscar responsables. Lo importante es buscar soluciones, no encontrar culpables. O mejor dicho, primero una cosa y luego la otra. Gradualmente se percatan de que, tras el apagón del mes pasado, se asignó mayor prioridad a la tarea de expulsar a los memos incompetentes de Informática que a la de organizar su sustitución. Zephyr no tiene a nadie encargado de Informática.
Se toma una decisión drástica: todos los que han sido despedidos deben ser inmediatamente vueltos a contratar y su primera obligación será hacer que la red funcione a la mayor urgencia. Luego, una vez que se haya desarrollado un buen plan de externalización, se les despedirá de nuevo.
Dirección General se relaja. ¡Crisis superada! Se transmite la orden a Recursos Humanos para su implementación. Sin embargo, se presenta un problema. Los archivos de Recursos Humanos se encuentran en la red y, sin ellos, no pueden contactar con los ex empleados. De hecho, no saben ni siquiera quiénes eran. Se corre la voz por todo el edificio. ¿Se acuerda alguien de quiénes trabajaban en Informática? Nadie lo sabe. Incluso en el mejor de los casos, los departamentos de Zephyr apenas tienen trato entre sí; en el caso de esos extraños tipos con camiseta de Informática, todo el mundo los evitaba activamente. Sólo hay una persona que puede suministrar esa información: Gretel, la recepcionista. Pero nadie se molesta en preguntarle.
En Berlín Oriental, Holly se arregla cuidadosamente las uñas. Se pregunta si podría ausentarse por un rato e ir al gimnasio, ya que no está haciendo nada útil. Se da la vuelta para mirar el reloj y se sorprende al ver a Megan de pie, justo detrás de ella. Holly se sienta de espaldas a Megan, por eso jamás la ve acercarse.
—Disculpa —dice Megan—. Sydney quiere que le resumas los informes de los agentes comerciales en una página. Lo necesita para las doce.
Holly se echa a un lado. El reloj de la pared marca las once y treinta y cinco. Holly apostaría un ojo de la cara a que Sydney sabía con varios días de antelación que había que realizar dicha tarea. Holly tiene la impresión de que la labor de Sydney consiste principalmente en convertir los trabajos rutinarios en urgentes ocultando su existencia hasta el último momento.
—De acuerdo, gracias.
Megan se aleja. Holly hojea los informes. Tiene ganas de quejarse y decir: «¿Por qué no piden que elaboren unos informes más cortos?». Pero se contiene. Es el tipo de pregunta que hubiera hecho hace tres años, cuando era tan novata como Jones. En aquel momento le parecía que comprender esa clase de cosas le permitiría ascender en la escala corporativa y así poderse comprar mejores trajes y zapatos. Después de tres años, Holly no ha subido de rango, ni comprende nada más de lo que comprendía antes. En lugar de eso tiene una arruga permanente en la frente, se ha creado la fama de antisocial y está desarrollando una creciente adicción al gimnasio. Le encantan las sencillas e inmutables leyes de la gimnasia: si corres, las nalgas se ponen más firmes. Si levantas pesas, se tonifican los músculos de los brazos. ¡Es todo tan diferente de su vida en el Departamento de Ventas de Formación!
Holly revisa cuidadosamente el informe y está a punto de presionar el botón de «imprimir» cuando Jones y Freddy regresan de su expedición. Holly se endereza en el asiento.
—¿Y bien?
Freddy sacude la cabeza.
—La red se ha ido en todos los departamentos. Gracias a Dios es sólo un problema de Informática. ¿Qué haces?
—Lo mismo de siempre. Desperdiciar mi vida.
Freddy se deja caer en la silla mientras Jones mira alrededor.
—Quizás ahora sea un buen momento para hablar con Sydney.
—¡Aghhh! —exclama Freddy, y luego le explica a Holly— Jones está obsesionado con averiguar el
verdadero propósito
de esta empresa.
—Eso ya lo he averiguado yo, Jones. Es un enorme experimento psicológico para averiguar cuánto dolor y sufrimiento pueden soportar los seres humanos antes de decir «basta» —luego se gira hacia Freddy—. Lo que me recuerda una cosa: ¿sabes que la gente se ha quejado a dirección por la conciliación de trabajo y vida personal? Pues bien, han decidido organizar una reunión con toda la plantilla el próximo lunes. A las siete y media de la mañana.
Freddy se ríe y luego se frota los ojos.
—¿Qué crees que sería peor: que lo hicieran de forma deliberada o que simplemente fuera incompetencia por su parte?
Holly sacude la cabeza.
—Creo que Wendell fue afortunado. ¿Te has enterado de que ha conseguido un trabajo en Assiduous?
Jones se sobresalta.
—¿Quién te lo ha dicho?
—Una de las chicas del gimnasio. ¿Por qué?
—¿No te parece un poco sospechoso que todos los que son despedidos de Zephyr obtengan un trabajo en Assiduous?
—Bueno, no
todos.
—Dime una persona que haya sido despedida y con la que estés en contacto.
—Umm…
—Creo —dice Jones— que no existe ninguna empresa llamada Assiduous. Es sólo una excusa. Una forma de impedir que os pongáis en contacto con alguien que se haya ido.
Holly parece sorprendida.
—¿Por qué iban a hacer tal cosa?
—Porque —dice Freddy en voz baja— en realidad
no se han ido a ninguna parte
—dice con una sonrisa—. No sé por qué, pero apuesto a que no me equivoco.
Freddy interrumpe:
—Y yo apuesto a que si no dejas de meter las narices en lo que no te importa, te despedirán —luego mira a Holly y añade—: Un día Jones no aparecerá por la oficina y luego nos dirán que ha dejado la empresa… para irse a Assiduous.
—No digas eso —replica Holly—. Me estás poniendo la piel de gallina.
—Lo siento —dice Penny dejándose caer en una silla.
Penny es la hermana de Jones. Deja el bolso negro de piel debajo de la mesa, se coloca bien las gafas de sol, pone las manos sobre la mesa con las palmas hacia abajo y suspira de forma dramática—. El juicio duró hasta la una y cuarto. Es insólito, pero la testigo estaba llorando, es acoso sexual… Si George no la hubiese cortado, no habría terminado de contarlo nunca —mira alrededor, buscando al camarero—. ¿Has pedido ya?
Penny trabaja de secretaria en los juzgados. Siempre viene con pequeñas historias como ésa que hacen que Jones se sienta ridículo y sin importancia. No es fácil ser el hermano pequeño de una futura estrella.
—Sí. Te he pedido lo de siempre.
Penny sonríe. Desde que ha empezado a trabajar de administrativa siempre lleva chaquetas elegantes y camisas de cuello ancho. Jones siempre tiene la impresión de que ha estado jugando a ponerse la ropa de mamá.
—Vaya, es como si no te hubiera visto en un año. ¿Qué tal el nuevo trabajo?
—Bien. Muy bien. He empezado desde abajo, pero es una gran empresa y con muchas probabilidades de ascender.
—¿A qué se dedica? —Penny comienza a sacar mechones de pelo negro y brillante de la coleta.
—Bueno, es un
holding.
—¿De qué?
Jones mira alrededor.
—Bueno, ya sabes… distintos grupos de interés. Tienen una cartera muy amplia.
—¿Por qué no quieres decírmelo? ¿A qué se dedica? ¿Al porno?
—¡Por supuesto que no!
Penny lo mira fijamente hasta que su hermano se viene abajo, una táctica que le ha funcionado desde que él tenía nueve años.
—Mira, la cuestión es que no lo sé. Pensé que se dedicaba a vender paquetes de formación, pero eso sólo lo hace mi departamento. A qué se dedica la empresa en conjunto… la verdad es que no lo sé.
—Vaya —responde Penny.
El camarero se acerca con los cafés.
—Ya sé, ya sé. Pero pienso averiguarlo. Lo que pasa es que… es una empresa muy grande. Allí las cosas se hacen de otra manera.
—¿A qué te refieres?
Jones duda por un instante.
—La semana pasada, por ejemplo, no teníamos conexión a la red y, sin eso, hay poco que hacer allí. Pues bien… hasta que no la arreglaron, nos pasamos el tiempo… en fin, charlando.