La crisis financiera guia para entenderla y explicarla (3 page)

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Authors: Alberto Garzon Espinosa Juan Torres Lopez

BOOK: La crisis financiera guia para entenderla y explicarla
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Mientras la burbuja crece se puede ganar mucho dinero. Quien compre, enseguida podrá obtener beneficios cuando venda. Y eso es lo que llama a nuevos inversores que vuelan como moscas hacia la burbuja atraídos por la facilidad y rapidez con que se pueden obtener altos rendimientos.

Pero antes o después la burbuja estalla. Es imposible que se mantenga eternamente porque no hay nada real que mueva los precios al alza, sino solo la creencia de los inversores en que subirá constantemente.

Y cuando la burbuja estalla, todo se viene abajo y aparece la crisis. Los inversores se quedan sin beneficios y los que dependen de esos beneficios para llevar a cabo su actividad económica (como otros empresarios o los consumidores) caen entonces también junto a ellos.

Lo que viene ocurriendo desde hace unos decenios es que las finanzas prácticamente en su conjunto se han convertido en una auténtica y gran burbuja y eso ha tenido mucho que ver con la crisis que ahora estamos viviendo.

La transformación del dinero: las crisis financieras recientes
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Tradicionalmente, el dinero había servido para llevar a cabo las transacciones o, si acaso, para hacer frente a la incertidumbre del futuro.

Por eso decimos que el dinero es un medio de pago (si lo utilizamos para las transacciones) o un depósito de valor (si lo utilizamos para guardar nuestra riqueza para el futuro). La gente normal utiliza generalmente mayor o menor cantidad de dinero más o menos en proporción a las transacciones que va a realizar. Y a las empresas que se dedican a producir bienes y servicios les ocurre prácticamente lo mismo.

Por esa razón, la cantidad de dinero que ha circulado históricamente en la economía ha guardado una cierta proporción con el volumen de las transacciones, del comercio que se realizaba.

El dinero se comportaba como un instrumento al servicio de esas transacciones. Pero en los últimos años eso ha cambiado. Una serie de razones que veremos enseguida, han dado lugar a que crezca desmesuradamente la cantidad de dinero en circulación.

Podríamos decir que el dinero se ha divorciado del comercio. Dejó de circular en proporción a las transacciones para crecer autoalimentándose a sí mismo.

La razón de ese fenómeno es realmente curiosa: en lugar de que el dinero, los medios de pago, se utilizaran para comprar cosas, se comenzaron a utilizar para comprar.... ¡dinero!

Es decir, el dinero dejaba de ser un instrumento del intercambio para pasar a convertirse él mismo en un objeto del intercambio.

Se pasó a ganar mucho dinero no utilizándolo para comprar otras cosas sino para comprar y vender el propio dinero, medios de pago.

Veamos otro ejemplo sencillo.

Tradicionalmente, las monedas de otros países se utilizaban para ir de turismo, para realizar inversiones o para comprar mercancías de cada uno de ellos.

Pero hoy día los grandes inversores multimillonarios las compran para después venderlas, sin dedicarlas a ningún uso productivo especial. De esa manera obtienen rentabilidad simplemente aprovechando las variaciones en las cotizaciones, que en la mayor parte de las ocasiones provocan ellos mismos con sus actividades especulativas.

En definitiva, los medios de pago, el dinero, se utiliza hoy día para especular con el propio dinero, precisamente porque se crean constantemente burbujas financieras: es decir, expectativas de que van a subir los precios de los papeles financieros que se ofertan.

Si los inversores piensan que el precio de las divisas va a subir constantemente, o el del petróleo, o el de cualquier mercancía, se dedicarán, por ejemplo, a comprar los contratos que haya sobre ellas porque, así, con el paso del tiempo, si efectivamente van subiendo los precios, valdrán más y podrán venderlos a precios más altos.

Utilizan el dinero para comprar ese papel, los contratos en este caso, y ellos mismos alimentan el alza que justifica esas operaciones.

Por supuesto, cada vez que una de esas burbujas estalla se producen crisis, primero en las finanzas pero más tarde o más temprano en el conjunto de la economía.

Aunque en realidad eso ha sucedido siempre, como el propio Marx o más tarde Keynes analizaron, entre muchos otros, lo característico de nuestra época es que se trata de una actividad generalizada. La más importante, la que absorbe más cantidad de recursos. Por eso muchos economistas, como el Premio Nobel francés Maurice Allais, han llegado a decir que la economía capitalista se ha convertido en un gran casino.

Lógicamente, eso ha sido posible porque se ha multiplicado la cantidad de dinero circulante y, naturalmente, porque las autoridades han permitido que sus propietarios se vayan tranquilamente al casino con él, en lugar de obligar a que se utilice en la economía productiva.

La creciente creación del dinero: el dinero bancario

Las numerosas burbujas financieras de nuestro tiempo y la especulación constante han podido ser cada vez más habituales y grandes porque el dinero dedicado a alimentarlas ha crecido continuamente.

Pero mucha gente no entiende que la cantidad de dinero que circula en las economías haya podido crecer tanto y tan desproporcionadamente.

La confusión proviene de que creen que el dinero solo está formado por las monedas y los billetes y no entienden que los estados hayan podido ser tan poco cuidadosos.

Pero lo que sucede es que el dinero no está formado solamente por el llamado dinero legal (las monedas y los billetes) que es, efectivamente, el que crea el estado.

En realidad, estos últimos representan una pequeñísima parte del total de los medios de pagos que utilizamos: entre el 7% y el 10%.

Una parte mucho mayor (entre el 60% y el 70%) es el llamado dinero bancario, que es el que está formado por los depósitos que los sujetos económicos realizamos en los bancos.

Y resulta que el dinero bancario tiene una característica peculiar. A diferencia del dinero legal que lo crea el estado es creado por los propios bancos.

Veamos otro ejemplo.

Supongamos que una persona llamada de Harry es la única que tiene dinero: cinco billetes de 20 euros.

La cantidad de dinero que hay en la economía es, por tanto, de 100 euros.

Supongamos ahora que Potter otra le pide prestados 40 euros y que se los presta.

Después del préstamo, la cantidad de dinero que hay en la economía sigue siendo 100 euros, aunque ahora 60 euros estén en manos de Harry y 40 euros en las de Potter.

Pero supongamos ahora que Botines, una tercera persona, crea un banco y convence a Harry para que deposite sus 100 euros a cambio de un generoso interés del 5% anual.

Enseguida, Botines pensará que no es probable que Harry quiera disponer inmediatamente de todo su dinero, de modo que decidirá dejar una proporción en su caja (supongamos que 60 euros) por si Harry efectivamente le solicita retirar alguna cantidad, y prestar el resto a Potter.

Lo que ocurre cuando el banco presta entonces 40 euros a Potter parece milagroso.

Por un lado, Botines le dará los 40 euros a un interés mayor, de modo que ya así obtendrá una suculenta retribución. Pero eso no es todo.

Lo que parecerá un milagro es que cuando Botines presta los 40 euros crea dinero por esa cantidad.

Efectivamente: Harry sigue teniendo sus 100 euros. De hecho puede hacer pagos con sus cheques por ese valor. Y, por su parte, cuado Potter ha recibido el préstamo tiene 40 euros en su bolsillo. En total, pues, ahora hay 140 euros.

Botines no ha creado dinero legal, puesto que la cantidad de dinero en billetes no ha cambiado. Pero ha creado dinero bancario.

Los bancos, efectivamente, crean dinero a medida que utilizan una parte de los depósitos de sus clientes para conceder créditos.

En los años 70, los bancos tenían que reservar más del 30% de sus depósitos para hacer frente a las posibles retiradas de efectivo de sus clientes. Hoy día, el 2% (aunque otras imposiciones legales le hacen subir hasta más o menos un 10% el volumen de reservas que deben mantener sobre el total de depósitos que conceden). Eso indica que ahora crean mucho más dinero que entonces con los ahorros de sus clientes.

Los bancos no solo crean dinero: el dinero es poder

Los economistas convencionales suelen presentar al dinero como si fuera un mero instrumento, como algo neutro.

Eso les sirve para decir que los asuntos del dinero corresponde decidirlos a los técnicos y no a los políticos porque se trata de algo que responde a cuestiones científicas y que es independiente de las veleidades políticas.

Pero no es así.

Cualquier persona, por poco instruida que esté en materia económica, sabe perfectamente que el dinero es, sobre todo, poder.

Quien tiene dinero tiene poder. Poder de satisfacción y poder de decisión.

Valga otro ejemplo.

Según informaba la web EL CONFIDENCIAL el 21 de septiembre de 2006 “durante los años 1988 y 1989, el Santander manejó cerca de medio billón de pesetas de dinero negro, que provenía de fuentes financieras más o menos inconfesables (...) El banco entregó al Fisco información falsa sobre 9.566 operaciones formalizadas que representaban 145.120 millones de pesetas. (...) A tal efecto, no dudó en declarar como titulares de las cesiones a personas fallecidas, emigrantes no residentes en España, ancianos desvalidos, trabajadores en paro, familiares de empleados del banco, antiguos clientes que ya no mantenían relación alguna con la entidad, etcétera”.

Como consecuencia del descubrimiento de esa serie de irregularidades, la acusación solicitó para el presidente del Banco de Santander , Emilio Botín, “un total de 170 años de prisión y una multa de 46.242.233,92 euros (7.694.060.334 pesetas), además de una responsabilidad civil de 84.935.195,86 euros (14.132.027.499 pesetas), que es el perjuicio causado con su actuación a la Hacienda Pública”

Pues bien, el diario El País informaba el 27 de mayo de 2008 que para defenderse de la acusación de supuestos favores a ese banco, el ex ministro de economía Rodrigo Rato, presentó un escrito de la ex-Secretaria de Estado de Justicia y ahora Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, “en la que ésta pidió el 25 de abril de 1996 que se cursaran al Abogado del Estado “instrucciones” sobre su actuación en el caso de las cesiones de crédito”, concretamente, pidiendo que no se dirigiera “acción penal alguna por presunto delito contra la Hacienda Pública, contra la citada entidad bancaria o sus representantes”. Gracias a lo cual, su presidente ni siquiera fue juzgado por esas actuaciones.

¿Alguien puede pensar que el presidente del Banco de Santander se libró de dar cuenta de esas actividades por otra razón distinta a la de ser el banquero más rico y, precisamente, por ello, más poderoso de España?

E igual que a él le pasaría seguramente a las 1400 personas –un 0,035% de la población- que por sí solas controlan las organizaciones esenciales de la economía española y una capitalización equivalente al 80,5% del PIB
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La financierización de las economías.

Si los bancos hacen un negocio fácil muy rentable creando dinero y además al hacerlo aumentan constantemente su poder, es normal que estén permanentemente interesados en hacer crecer la cantidad de dinero (bancario a ser posible) que circula en la economía.

Y eso es lo que han tratado de hacer siempre.

Cuando una persona normal y corriente va a un banco a pedir un préstamo tiene generalmente la sensación de que el banco le va a hacer un gran favor. Pero en realidad es al revés. Al pedirle dinero al banco no solo le hará aumentar su rentabilidad sino que, además, gracias a ello el banco verá aumentar su poder económico, político y social.

La historia de la banca es la historia de un incremento constante en la oferta de medios de pago que hacía aumentar continuamente la cantidad de dinero circulante.

Eso hacía que los bancos ganaran mucho dinero y que tuvieran cada vez más poder, pero también es verdad que gracias a ello fue posible que el capitalismo se haya expandido enormemente, pues con esa actividad se financiaba la creación y puesta en marcha de nuevos negocios.

Los bancos eran auténticos “intermediarios financieros” porque se dedicaban a recoger, por un lado, el ahorro de los clientes y, por otra, a proporcionarles préstamos a los inversores que deseaban poner en marcha negocios, o a los consumidores que se gastaban el dinero en bienes y servicios que permitían que los negocios siguieran adelante.

Pero, como hemos adelantado, en los últimos decenios todo esto ha cambiado.

Después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos impuso el dólar como moneda de reserva internacional a los demás países. Tenía más del 80% del oro que había en el mundo, así que no tenía problema en asegurar la convertibilidad de su moneda y los demás no debían tener miedo a que careciera de valor.

Gracias a ello, Estados Unidos podía emitir sin miedo dólares: las demás economías los necesitaban y a sus empresas y consumidores les venía bien que circulara en abundancia.

Mientras que los demás países se recuperaban de las heridas de la guerra los dólares eran muy solicitados y eran incluso escasos, pero cuando empezaron a salir a flote ya no necesitaban tantos dólares. Estos empezaron a “sobrar” en los mercados internacionales y su oferta crecía desmesuradamente. Tanto, que fue perdiendo valor hasta el punto de que en 1971 Richard Nixon lo devaluó y declaró su no convertibilidad, es decir, su transformación en una moneda sin respaldo alguno.

En los años sesenta del siglo pasado las multinacionales empezaron a generar grandes cantidades de beneficios que igualmente suponían un añadido en forma de dólares a la oferta mundial de dólares. Y, para colmo, cuando los precios del petróleo tuvieron una impresionante subida en los setenta, los países productores se encontraron con billones de dólares que no sabían donde colocar, aumentando también con ellos la masa circulante de dólares.

Los bancos, que eran quienes principalmente manejaban esa oferta de dólares, fomentaron el recurso al crédito con tal de colocar los dólares que circulaban con extraordinaria abundancia. Obtener préstamos era fácil y barato y los bancos los daban sin ningún problema
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En aquellos años, sin embargo, la utilización de los medios de pago no era cómoda, ni barata ni ágil porque las comunicaciones eran lentas y costosas.

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