La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento (36 page)

BOOK: La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento
7.4Mb size Format: txt, pdf, ePub

Des Périers escribió asimismo un poema de este tipo que tituló
Prophétie - A. Cuynet Thibault. Lyonnoies
y que describe la suerte de tres camaradas en forma profética; los tres camaradas no son en definitiva más que tres huesecillos.

En la época de Rabelais, esos enigmas proféticos estaban tan difundidos que Tlhomas Sébillet les consagra un capítulo especial en su
Art poétique
206
(cap. XI, «De l'enigme»). Estos «enigmas» son muy característicos del pensamiento artístico e ideológico de la época. Los problemas arduos y temibles, serios e importantes son transferidos al plano, alegre y ligero, de los tonos menores. Tienen un desenlace que produce alegría y alivio. Los misterios y enigmas del mundo y del futuro no son sombríos y temibles, sino alegres y ligeros. No se trata evidentemente de afirmaciones filosóficas, sino de la dirección tomada por el pensamiento artístico e ideológico, que trata de comprender el mundo desde un punto de vista nuevo, abordándolo no como un misterio sombrío, sino como un alegre drama satírico.

El otro aspecto de este género literario es la profecía paródica, muy difundida también en la época de Rabelais. En aquel tiempo, las predicciones serias eran muy apreciadas. La lucha que enfrentó a Carlos V con Francisco I produjo una serie astronómica de predicciones históricas y políticas diversas. Muchas de ellas se referían a los movimientos religiosos y a las guerras. En la mayoría de los casos, tenían un carácter sombrío y escatológico. Había además numerosas predicciones astrológicas ordinarias. Se vendían periódicamente «pronósticos» y calendarios (como los
Prognostications des Laboureurs,
207
colección de predicciones sobre el tiempo y la agricultura, a precios económicos. Los más conocidos eran
La Grande Pronostication
208
La Pronostication Frére Tybaut
209
La Pronostication Nou-velle,
210
etc.

Estas obras, típicamente recreativas y populares, no iban dirigidas principalmente contra la credulidad y la ingenua confianza de la gente que cree en predicciones y profecías serias, sino contra su tono, su manera de ver y de interpretar la vida, la historia y el tiempo. Las bromas y la alegría se oponen a las ideas sombrías y serias; lo ordinario y cotidiano a lo imprevisto y extraño; las cosas materiales y corporales a las ideas abstractas y elevadas. El objetivo esencial de los autores anónimos que componían esos pronósticos era transformar el tiempo y el porvenir poniendo el énfasis en los elementos materiales y corporales de la vida. Estos escritores utilizaban frecuentemente las imágenes de la fiesta popular para caracterizar el tiempo y los cambios históricos.

Fue dentro del mismo espíritu carnavalesco donde se escribió la
Pantagrueline Prognostication.
Encontramos imágenes materiales y corporales: «En Cuaresma, el tocino se apartará de los guisantes; el vientre irá delante; el traste se sentará primero; no se podrá encontrar el haba en la torta de Reyes»; e imágenes de juego: «El dado no hablará aunque se le elogie, y no vendrá a menudo la suerte que se pide».
211

En el capítulo V, Rabelais, que parodia las predicciones astrológicas, comienza por democratizarlas. Considera que es descabellado pensar que los astros influyen en los reyes, papas y grandes señores, y en los grandes acontecimientos de este mundo. Según él, se debería leer en los astros la suerte de las personas de condición pobre. Es una especie de derrocamiento de las estrellas, a las que quita las vestimentas reales.

El
Pronóstico pantagruelino
contiene una descripción especialmente «carnavalesca» del carnaval:

«Una parte del mundo se disfrazará para engañar a la otra, y correrán como locos por las calles; nunca se habrá visto un desorden tal en la Naturaleza.»
212

Aquí tenemos una versión reducida del «Enigma de la profecía» de
Gargantúa.
La catástrofe social histórica, y el cataclismo natural, son simplemente el carnaval con sus disfraces y desórdenes callejeros.

El género de las profecías paródicas es puramente carnavalesco, y se halla vinculado esencialmente al tiempo, al año nuevo, a las predicciones y al desciframiento de los enigmas, al matrimonio, al nacimiento y la virilidad. Por eso la bebida, la comida, la vida material y corporal y las imágenes de juego cumplen allí un papel tan importante.

El juego está estrechamente vinculado al tiempo y al futuro. No es una casualidad que los instrumentos del juego, es decir, las cartas y los dados, sirvan al mismo tiempo para predecir la suerte, o sea, para conocer el futuro. No hace falta extenderse demasiado sobre las viejas raíces genéticas de las imágenes festivas y lúdicas: lo importante no es su antiguo parentesco, sino el
sentido directo
que tienen estas imágenes y cómo eran interpretadas y percibidas en la época de Rabelais. Los contemporáneos tenían una conciencia aguda del universalismo de las imágenes de juego, de su relación con el tiempo y el porvenir, el destino y el poder estatal, y su valor como cosmovisión. Así eran interpretadas las piezas de ajedrez, las figuras y colores de las cartas y de los dados. Los reyes y reinas de una fiesta se elegían a menudo con los dados, y la mejor suerte era denominada «basilicus» o real. Las imágenes de los juegos eran consideradas como una fórmula concentrada y universalista de la vida y el proceso histórico, felicidad-desgracia, ascenso-caída, ganancia-pérdida, coronación-derrocamiento. Una especie de vida en miniatura latía en los juegos (traducida al lenguaje de los símbolos convencionales) de modo muy simple. Además, el juego permitía al hombre salir de los moldes convencionales, lo liberaba de las leyes y reglas, le permitía reemplazar las convenciones corrientes por otras más numerosas, alegres y ligeras. Esto se aplica no sólo a los juegos de cartas, dados y ajedrez, sino también a los demás juegos, incluidos los juegos deportivos (bolos y pelota) e infantiles. Estos no estaban entonces separados entre sí como lo están ahora. Ya hemos visto que las imágenes de los juegos de cartas comentaban acontecimientos de importancia mundial (en Saint-Gelais la lucha por la conquista de Italia); las imágenes del juego de bolos cumplían funciones análogas (véase antología de Longy y Certain), y también del juego de taba (en Des Périers); en el «Enigma de la profecía» esta función es cumplida por el juego de la pelota. En el
Sueño de Polifilio,
Francesco Colonna describe una partida de ajedrez; las piezas son personajes reales que han adoptado la vestimenta ajedrecística. Por una parte, el juego de ajedrez se convierte en una mascarada carnavalesca, y por otra es una imagen no tan carnavalesca de acontecimientos militares y políticos. Esta partida de ajedrez es mencionada en el
Libro Quinto, y
figuraba probablemente en el borrador del autor, que conocía el
Sueño de Polifilio
(al que también hay alusiones en
Gargantúa).

Esta concepción particular del juego que existía en la época de Rabelais debe ser rigurosamente tornada en consideración. El juego no se había convertido aún en un simple hecho de la vida cotidiana, cargado de matices peyorativos. Conservaba todavía su valor de concepción del mundo. Es preciso advertir que, al igual que los humanistas de su tiempo, Rabelais conocía muy bien las ideas de la Antigüedad acerca del juego, que era situado por encima de un pasatiempo banal. Esta es la razón por la que Pornócrates no deja de nombrarlo entre las ocupaciones del joven Gargantúa. Cuando llovía:

«...estudiaba el arte de la pintura y de la escultura, o revisaba el uso del antiguo juego de las tabas tal como lo ha descrito Leonicus
213
y como lo juega nuestro buen amigo Lascaris. Repasaba los pasajes de los autores antiguos en los que se hacía mención o se daba alguna metáfora de aquel juego.»
214

El juego de las tabas o huesecillos, nombrado después de la pintura y la escultura, acompaña la lectura de los autores antiguos. Esto nos revela otro aspecto, el aspecto humanista, de esta concepción de los juegos en la época de Rabelais.

Es más, cuando consideramos las imágenes del juego en el contexto rabelesiano, no debemos apreciarlas nunca desde el punto de vista de las concepciones más recientes surgidas en los siglos posteriores. El destino de las imágenes del juego recuerda particularmente al de las groserías y obscenidades. Al ingresar a la vida privada o cotidiana, perdieron sus lazos universalistas y degeneraron, dejando de ser lo que habían sido en el siglo
XVI
. Los románticos estuvieron tentados de recuperarlos para la literatura (como las imágenes del carnaval) pero en razón de sus concepciones subjetivistas limitadas al destino individual,
215
su tonalidad es totalmente diferente: las imágenes del juego resuenan habitualmente en tonos menores.

Lo que hemos expuesto explicará por qué las imágenes del juego, de la profecía (paródica), de los enigmas y de las imágenes de la fiesta popular, se estructuran formando un todo orgánico único por su sentido y estilo. Su denominador común es el
tiempo festivo.
Contribuyen a transformar el sombrío escatologismo de la Edad Media en un «alegre espantajo». Humanizan, además, el proceso histórico, preparando un conocimiento lúcido y osado. En el «Enigma en la profecía» los sucesos históricos son, gracias a todas estas formas (juegos, profecías, enigmas), descritos bajo su aspecto carnavalesco. Detengámonos un poco sobre este fragmento.

Si las predicciones con los cuerpos celestes o la divina potestad son posibles, dice el autor, él se compromete a predecir los acontecimientos del próximo invierno.

Aparecerá una clase de hombres

Cansados del reposo y hartos de la paz

los cuales sembrarán problemas y discordia entre amigos y parientes, dividirán a las gentes en partidos, enfrentarán a los hijos contra sus padres; el orden será destruido, las diferencias sociales desaparecerán y los inferiores perderán todo respeto por sus superiores.

«Ninguna historia, sobre las grandes maravillas,
ha relatado emociones parecidas.»
216

Señalemos en este cuadro de catástrofes humanas inminentes el naufragio de la jerarquía establecida, tanto social como política y familiar. La impresión que tiene es la de un verdadero cataclismo social, político y moral.

La catástrofe histórica se dobla en una catástrofe cósmica. El autor describe el diluvio que ahogará a los hombres y un espantoso temblor de tierra. Luego de que se elevan llamas prodigiosas, sobreviene finalmente la paz y la alegría. En estas imágenes extremadamente ligeras, Rabelais traza el cuadro del trastorno cósmico y el incendio que reduce el mundo antiguo a cenizas, seguido luego de la renovación: los «tiempos mejores» advertirán después de la catástrofe y de la renovación del mundo. Esta imagen está muy próxima a la imagen de que hemos hablado más arriba: la transformación de la pira funeraria que ha quemado el viejo mundo en hogar, en fuego de banquete.

Gargantúa y el hermano Juan discuten el sentido del «Enigma de la profecía». El primero la toma muy en serio y la aplica a la realidad histórica de su tiempo; prevé no sin dolor las persecuciones de que serán víctimas los evangelistas. El hermano Juan, por el contrario, se niega a acordarle un sentido serio y lúgubre:

«Por San Goderan (dijo el fraile), ésa no es mi explicación; el estilo es del Profeta Merlín (se trata de Mellin de Saint-Gelais.
M. B.)
Dadle alegorías e interpretaciones tan graves como queráis y fallaréis del todo. Por mi parte, yo no pienso en otro sentido oculto que no sea una descripción del juego de la pelota bajo esas oscuras palabras.»
217

Luego, él explica a su manera las imágenes siguientes: la decadencia social y los problemas son la repartición de los jugadores en equipos, el diluvio es el sudor que gotea en olas de su frente, el incendio universal es la llama de un buen fuego junto al cual se reposa después del partido, al que sigue un banquete donde se divierten todos los jugadores, sobre todos los que han ganado. Con las palabras «y una gran comida» termina la explicación del hermano Juan y también
Gargantúa.
218

El segundo gran episodio tramado sobre las imágenes del juego es el del viejo juez Bridoye, que pronunciaba la sentencia de los procesos lanzando los dados. Bridoye utiliza en un sentido propio la expresión jurídica
alea judiciorum
(los azares del juicio) dando al primer sustantivo su sentido latino de «dados». Sobre la base de esta metáfora, él está persuadido de obrar en conformidad con las reglas jurídicas en vigor. También comprende la sentencia
Semper in obscuris minimum est sequimur:
«Siempre ante un caso obscuro, nos inclinarnos por el mínimo» (es decir, las decisiones más prudentes). Así, para resolver los asuntos oscuros, Bridoye utiliza los dados pequeños, de aspecto «mínimo». Para todos los asuntos que ha de resolver, se inspira en estas metáforas. Así, para confrontar las palabras de los testigos, dispone sobre una mesa la bolsa del demandado y en el otro extremo la bolsa del demandante, y en seguida lanza los dados. Finalmente, entre las manos de Bridoye, el conjunto del proceso se convierte en un simulacro alegre y paródico, en cuyo centro figura el juego de dados.
219

Acabamos de ver ciertos episodios (que no son por cierto los únicos) relacionados con las predicciones y los juegos. El objetivo artístico esencial de los pastiches de predicciones, profecías y adivinaciones es el de derrocar el sombrío tiempo escatológico de las concepciones medievales del mundo, de renovarlo desde el plano material y corporal, de hacerlo concreto, materializándolo y transformándolo en un
tiempo benigno y alegre.
Las imágenes del juego cumplen muy a menudo esta misión. En el episodio del juez Bridoye tienen una verdadera función suplementaria: la de parodiar alegremente los métodos judiciales para establecer la verdad, así como los prólogos y muchos episodios de la novela parodian los métodos eclesiásticos y escolásticos para establecer y propagar la verdad religiosa.

Debemos ahora detenernos especialmente en las adivinaciones del
Libro Tercero.

Other books

Rage Factor by Chris Rogers
Up In Flames by Lori Foster
Kitchen Chinese by Ann Mah
Almost Dead by T.R. Ragan
Night Driving by Lori Wilde
Fire in the Woods by Jennifer M. Eaton
The Memory Trap by Anthony Price
Flesh & Bone by Jonathan Maberry
Will to Love by Miranda P. Charles