La gran caza del tiburón (24 page)

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Authors: Hunter S. Thompson

Tags: #Comunicación

BOOK: La gran caza del tiburón
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Así que el fracaso desolador de este país en la península indochina
no
se debe a nuestra tecnología bélica, sino a un
fallo de la voluntad.
Sí. Nuestros soldados están condenados a fracasar en Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia, Birmania, etc., por la misma absurda razón por la que están condenados a fracasar nuestros agentes de la ley en Los Angeles, Nueva York y Chicago. Llevan años
encadenados
por maricas cobardes y espías. No todos fueron traidores conscientes; algunos eran débiles morales, otros eran víctimas de las drogas, y muchos estaban simplemente locos…

Afrontémoslo. La mayoría de los habitantes de este país están mentalmente enfermos… y esta enfermedad se extiende, por desgracia, a todos los sectores de la vida, incluido el de la ley. La enfermedad es patente en nuestra Actitud Nacional desde Bangkok a Bangor, por acunar una frase, pero para los que aún agonizamos de pie en el seco pudridero de la Norteamérica normal no existe cosa más dolorosa (ni más odiosa prueba de la plaga que nos aflige a todos) que lo sucedido con
El jefe de policía,
una revista que llegamos a querer mucho porque era
grande.

Pero echémosle un vistazo ahora. El director jefe es un desertor del FBI que se llama Quinn Tamm, un poli de carrera, de mediana edad, que destrozó su vida un día que metió la pata en un caso que le importaba mucho a J. Edgar Hoover
[7]
. Tamm es legalmente sano (según los criterios «liberales»), pero en los círculos policiales de base se le conoce fundamentalmente como el modelo de la famosa canción de Mitch Greenhill
El cerdo escondido.
El director real de la revista es una mujer llamada Pítcher. La conocí en los viejos tiempos. Pero quien hace la mayor parte del trabajo, de todos modos, es el hijo de Tamm…

Una de las cosas más aterradoras de
El jefe de policía
es que se proclama «portavoz de los funcionarios de Orden Público». Pero, en realidad, no es más que el órgano privado de una pandilla de maricas bien pagados que se llaman a sí mismos «Asociación Internacional de Jefes de Policía, Inc.».

¿Qué decir a eso? Una pandilla de lameculos que sacan esta revista que se dice portavoz de los polis. Cosa falsa. Basta echar un vistazo a esa mierda para darse cuenta de lo que es. Veamos la publicidad; ¡Cosas para maricas! Instrumentos para la prueba del alcohol, «paralizadores», máscaras de gas, sirenas, lindos aparatitos de radio para el coche con desmoduladores de voz para que la basura no nos pueda oír… pero ni una sola ¡¡¡ARMA DE ATAQUE!!! ¡Ni una! La última arma realmente eficaz que llegó a mencionar
El jefe de policía
fue el «bastón cascanueces», una combinación de bastón y pinzas como de un metro de largo que puede inmovilizar a quien sea. Funciona como unos inmensos alicates. Primero, el agente puede atizarle en forma al tipo… y luego, cuando el sospechoso cae, puede aplicarle rápidamente la acción «cascanueces», que le inmoviliza el cuello a la víctima, o las extremidades, o los genitales, con las potentes pinzas del extremo «prensor» del aparato. Luego, puede ir apretando hasta que cese toda resistencia.

Creedme, las calles de nuestras ciudades serían muchísimo más seguras si todos los policías del país llevasen un «bastón cascanueces»… ¿por qué no se anuncia entonces esta magnífica arma en
El jefe de policía
? Yo os diré por qué: por la misma razón que no anuncian ya el Magnum 44 ni el rifle Stoner, que es un arma fantásticamente eficaz que puede atravesar paredes de ladrillo y hacer fosfatina a los mierdas de dentro. Sí… y por la misma que no anunciarán El Aullador, una unidad móvil de sonido que emite unos gritos y unos alaridos tan infernales que todo ser humano que se encuentre en un radio de acción de diez manzanas queda paralizado por un dolor insoportable: los tipos caen redondos al suelo y se retuercen como gusanos; pierden el control de las tripas, les sangran los oídos.

Tenía que haber un Aullador en todas las comisarías de policía del país, pero
El jefe de policía
no lo anuncia porque tienen miedo a
dañar su imagen.
Quieren que les
AMEN.
En este momento crítico, no necesitamos amor, necesitamos ARMAS… las más nuevas, las mejores, las más eficaces que haya. Estamos en un momento de extremo
peligro.
Está a punto de cubrirnos la marea… pero leyendo
El jefe de policía
jamás lo pensarías. Veamos, por ejemplo, el número de junio de 1970:

Lo primero que tenemos es una colección de memeces escritas por el jefe de policía de Miami, Florida, que dice que «El sistema de administración de la justicia de los Estados Unidos está condenado al fracaso». Al lado hay un anuncio a toda plana del «Limpia-calles» de Smith & Wesson, que se describe como un «generador de gases lacrimógenos en forma de Niebla Picante… cargado con un nuevo gas CS superpotente recién creado por Gen. Ordnance». El «Limpiacalles» con super CS «no sólo hace huir a los alborotadores más peligrosos. Les convence de que no vuelvan… Es posible lanzar con él desde una pequeña bocanada de un segundo a un diluvio de diez minutos… ¿Aún no tiene
usted
un limpiacalles?».

Hemos de decir, en justicia, que el aparato no está mal, aunque, desde luego, no es un arma. Puede convencer a los alborotadores de que es mejor que no vuelvan en diez minutos, pero si esperas unas cuantas
horas
vuelve a aparecerte esa chusma delante como ratas salvajes. La solución evidente a este problema es abandonar nuestra obsesión con los gases lacrimógenos y cargar el limpiacalles con un agente más seguro. El CS no hace más que abofetear al problema: el gas nervioso lo resolvería.

Pero la mayoría de los anuncios de
El jefe de policía
son de armas de gases lacrimógenos: los Laboratorios Federales ofrecen el 201-Z, junto con el Equipo de Emergencia Federal 233, que incluye granadas «Speedheat» y proyectiles de gas garantizados que «atraviesan barricadas». La AAI Corporation ofrece una «granada para usos múltiples que una vez arrojada no pueden devolvértela». Y Lake Erie Chemical nos ofrece un nuevo tipo de máscara antigás que «protege contra el CS». (Esta diferencia es básica; el anuncio explica que las máscaras antigás que tiene el ejército son eficaces contra el gas CN, anticuado ya, pero que son prácticamente inútiles para el CS… «el poderoso agente irritante al que recurren cada vez más departamentos de policía y que es ya "norma" en la Guardia Nacional»).

Por desgracia, esto es todo lo que nos da
El jefe de policía
en cuanto a armas (o instrumentos). Uno de los pocos artículos interesantes dentro de la categoría de «no armas» es un «desmodulador» para radios de coche «de la frecuencia de la policía» para que «el enemigo» no pueda escuchar. Con ese «desmodulador», suena todo como si hablase el pato Donald.

La única función de
El jefe de policía
que aún sigue siendo útil es la antigua y fiel sección «Plazas disponibles»: Por ejemplo, en Charlotte, Carolina del Norte, se necesita un «especialista en identificación de armas de fuego» para el nuevo laboratorio de criminología del condado y de la ciudad. En Ellenville, Nueva York, se busca nuevo jefe de policía, «sueldo 10.500 dólares con abundantes beneficios suplementarios». Muy bien. Y el departamento de justicia está «contratando ahora agentes especiales para el departamento de narcóticos y drogas peligrosas». El anuncio dice que necesitan «un número considerable» de nuevos agentes, que cobrarán, en principio, 8.098 dólares al año, «con posibilidades de hacer extras y llegar hasta los 10.000».

(En mi opinión, sólo un lunático o un drogadicto trabajaría de estupa por ese dinero. El horario es brutal y los riesgos mayores: yo tenía un amigo que fue a trabajar como agente antidroga para los federales y perdió las dos piernas. Una chica en la que confiaba le echó LSD en la cerveza, y luego le llevó a una fiesta en la que una pandilla de locos diabólicos le cortaron los fémures con un hacha de carnicero).

Afrontémoslo: vivimos en una época salvaje. A los «polis» no sólo se les llama cerdos, se les trata como a puercos y comen peor que los marranos. Pero
El jefe de policía
aún anuncia los alfileres de corbata «PIG»…
[8]
¿Quién es el comemierda que puede ponerse una cosa así?

¿POR QUE NOS ENVILECEMOS? ¡Esta es la cuestión básica! ¿Por qué una publicación que era magnífica traicionó a sus seguidores? ¿Somos unos
primos
? ¿Quieren
destruirnos
esos maricas rojos? ¿Por qué se burlan si no de todo aquello en que creemos?

Por eso no debería ser ninguna sorpresa (para los que se proclaman cerdos y sacan
El jefe de policía
) que la mayoría no recurramos ya a ese plomo rojillo de revista cuando buscamos información seria. Yo personalmente prefiero
Shoofing Times
o
Guns & Ammo.
Sus editoriales sobre «control de armas» son puras balas de cañón, y sus anuncios clasificados ofrecen todos los tipos imaginables de armas brutales, desde manoplas y cerbatanas hasta cañones de veinte milímetros.

Otra magnífica fuente de información sobre armas (sobre todo para el ciudadano particular) es un libro muy poco conocido que se titula
Cómo defenderse usted y defender a su familia y su hogar: Una guía completa de autodefensa.
¡Ese sí es un libro con clase! Explica, en 307 páginas, con todo detalle, cómo puedes montar trampas explosivas en casa para que los «intrusos nocturnos» se maten ellos solos al entrar; explica qué tipo de arma es la mejor para un caso de fuego rápido en un pasillo estrecho (una dos cañones del doce, recortada; en un cañón un proyectil de gases lacrimógenos grandes y en el otro postas Doble Cero). Este libro es un verdadero tesoro para quienes teman que puedan invadirles la casa, en cualquier momento, terroristas, violadores, saqueadores, drogadictos, negros, rojos o cualquier otro grupo. Todo está detallado: perros, sistema de alarma, alambradas, rejas, venenos, cuchillos, armas de fuego… Oh, sí, es un libro maravilloso, y calurosamente recomendado por la Asociación Nacional de Oficiales de Policía de Norteamérica. Que es un grupo muy distinto que el de jefes de policía. Muy distinto.

Pero, no quiero abordar ahora un libro de tanta envergadura. Necesito tiempo para digerirlo y para ensayar las diversas armas e instrumentos que aparecen en el texto. Un profesional no puede abordar a la ligera un libro así. Es una extraña combinación de sociología y estólida locura, aderezado con tecnología armamentista a un nivel difícil de encontrar.

Desearán ustedes
poseer
ya este libro. Pero yo quiero
estudiarlo
antes. Y para eso necesito
tiempo…
para tratar como es debido con esos maricones en sus propios términos. Ningún profesional se conformaría con menos.

R
AOUL
D
UKE
[9]
(Experto en Armamento)

Scanlan's Mounihly,
vol. I, núm. 7, junio 1970

PODER FREAK
[10]
EN LAS ROCOSAS

Informe y análisis divagatorio (con rudas consignas) del Poder Freak en las Montañas Rocosas… sobre la extraña técnica de un intento de lograr el control de un pueblo pequeño… y una sencilla defensa de la toma del poder político y de su uso como un arma arrebatada a un poli… con comentarios diversos sobre el incierto papel del
head
y el terrible Factor Estupor… y otras notas dispersas sobre «cómo castigar a los cerdos», cómo asegurar que el cerdo de hoy sea el embutido de mañana… y por qué sólo se puede tratar con este nuevo mundo enloquecido con… ¡Una Actitud Nueva!

«¿Hasta cuándo soportarás lo extraño, hermano, sin que tu amor se desmorone?»

Mike Lydon en
Ramparts,
marzo 1970

Dos horas antes de cerrar las urnas, advertimos que no teníamos un cuartel general: no disponíamos de ningún lugar donde se pudieran reunir los fieles para la terrible guardia de la noche de las elecciones. Ni para celebrar la Gran Victoria, que, de pronto, parecía posible.

Habíamos llevado toda la campaña desde una gran mesa de roble de Jerome Tavern, en la Calle Mayor, trabajando a la vista del público, para que todos pudieran ver la cosa y hasta echar una mano si les apetecía… y ahora, queríamos un poco de intimidad para las últimas horas; queríamos un sitio limpio y bien iluminado, donde acomodarnos y esperar…

Necesitábamos también grandes cantidades de hielo y de ron… y un talego de drogas machacacerebros para quienes querían terminar la campaña al nivel más alto posible, independientemente del resultado. Pero lo que más falta nos hacía, ahora que empezaba a oscurecer, y teniendo en cuenta que había que cerrar las urnas a las siete, era una oficina con varias líneas telefónicas, para un buen chaparrón de llamadas de última hora a los que aún no habían votado. Habíamos reunido las listas de votantes justo antes de las cinco (procedían de nuestros equipos de control de urnas, que llevaban en pie desde el amanecer) y era evidente, en un recuento apresurado, que el electorado básico del Poder Freak había acudido en gran número.

En las menguantes horas del día de las elecciones, en aquel noviembre de 1969, Joe Edwards, un
freak
de veintinueve años, abogado y corredor de motos, natural de Texas, parecía destinado a convertirse en el próximo alcalde de Aspen, Colorado.

El alcalde saliente, el doctor Robert «Buggsy» Barnard, había estado emitiendo malignas advertencias durante las cuarenta y ocho horas anteriores, amenazando con graves penas de cárcel por fraude electoral y con la intimidación violenta de «falanges de controladores electorales», a la basura
freak
que se atreviera a presentarse a votar. Revisamos las leyes y descubrimos que los mensajes radiofónicos de Barnard violaban las normas de «intimidación del votante», así que llamé al fiscal del distrito para que detuviera inmediatamente al alcalde… pero el fiscal del distrito dijo: «A mí no me metan en esto; controlen ustedes sus urnas».

Y así lo hicimos, con equipos magníficamente organizados de controladores electorales: dos en guardia permanente en cada lugar de votación, dentro, y otros seis fuera en camionetas y rancheras bien repletas de carne, café, propaganda, listas de comprobación y fotocopias encuadernadas de todas las leyes electorales del Estado.

La idea era que los hombres que teníamos dentro de los puntos oficiales de votación, tuvieran siempre a mano suficiente ayuda. Y la razón en que se apoyaba esta medida pública un poco exagerada (que asustaba a muchos que, en realidad, no habrían votado a Edwards) era que nos preocupaba que el alcalde y sus hombres montasen una escena desagradable antes, que llenasen la red de información y de chismorreo
underground
con rumores para asustar a muchos de nuestro votantes. La mayoría de los nuestros temían
cualquier
tipo de acoso legal en las urnas, fuesen cuales fuesen sus derechos. Así que parecía importante dejar bien sentado desde un principio que conocíamos las leyes y que no toleraríamos que nadie intimidase a nuestros electores. Nadie. Así que entregamos a todos los controladores electorales del turno del amanecer una grabadora portátil con un micrófono, con instrucciones de plantar dicho micrófono en las narices de cualquier controlador electoral de la oposición que preguntase algo más de lo estipulado por las leyes respecto a nombre, edad y residencia. No podía preguntarse nada más, sin incurrir en las penas indicadas en una oscura ley electoral que trataba de la «intimidación frívola», especie de hermana menor de otro delito mucho más grave: la «intimidación electoral».

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