Read La pesadilla del lobo Online
Authors: Andrea Cremer
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
Entonces oímos un carraspeo y todas nos volvimos hacia la puerta.
—Hola. —Shay se pasó la mano por el pelo; la presencia de las otras muchachas parecía intimidarlo.
—Hola, Shay —contestó Bryn y no reprimió una risita mientras su mirada oscilaba entre él y yo.
Sabine lo saludó con la cabeza, pero después se centró en mis cabellos.
—¿Qué estáis haciendo? —Avanzó un par de pasos, pero aún vacilaba.
—Estamos tratando de arreglarle el pelo a Cala. Se lo acaba de cortar. —Bryn se enrolló un par de rizos en los dedos—. ¿Qué clase de instrumento utilizaste?
—Tijeras de podar. —Mantuve la vista clavada en el suelo. No debería haber dejado a Shay esta mañana sin hablar con él. Ahora todo resultaba incómodo y no sabía cómo arreglarlo.
—Con razón tiene un aspecto tan horrible —farfulló Sabine.
—A mí me gusta —protestó Shay, aproximándose.
—A ti te gustaría aunque tuviera lepra. —Sabine soltó una áspera carcajada.
Me ruboricé y Bryn rio.
Shay sonrió tímidamente y volvió a carraspear.
—Tenía la esperanza de que pudiéramos hablar, Cal.
—Claro, pero ahora mismo estoy un poco atareada —dije, mordiéndome el labio y desviando la mirada.
—Sí, desde luego. Bueno, estaré en mi habitación.
—Vale.
Shay se metió las manos en los bolsillos, pero al menos no echó a correr fuera de la habitación.
Bryn rio.
—Creo que lo asustamos.
—Quizá se sienta incómodo. —Sabine no alzó la vista y siguió cortando—. Y un tanto desconcertado.
Tuve que esforzarme por quedarme quieta en la silla.
—¿Desconcertado? ¿Por qué?
—Por ser nuestro nuevo alfa, ahora que Ren ha dejado de serlo. Es un poco difícil de aceptar. Shay sólo ha sido un lobo durante unas semanas; no está acostumbrado a ello como los demás.
—¿¡Qué!? —exclamamos al unísono Bryn y yo.
—No te muevas, Cala; o bien te clavaré las tijeras o estropearé el corte —dijo Sabine sin inmutarse.
Le cogí la muñeca, pero ella no dejó de contemplarme con mucha tranquilidad.
—¿De qué estás hablando, Sabine? —pregunté lentamente.
Sus labios se arquearon, como si ella fuera la única que comprendía un chiste íntimo y muy gracioso.
—No hablarás en serio, Cala, ¿verdad? ¿Es que no lo sabías?
Fruncí el ceño y miré a Bryn, cuya expresión desconcertada había dado paso a una atónita.
—¿Lo ves? —Sabine sonrió más ampliamente—. Bryn lo sabía.
—Tienes razón —dijo, asintiendo—. Claro que tienes razón. Me parece increíble que no me haya dado cuenta…
Me miró y la culpa le cubrió las mejillas de rubor.
—Sólo que siempre creí que sería Ren.
—Pero… ¿cómo? —Me parecía insólito tener que hacerle esa pregunta a Sabine.
—Muy sencillo. —Sabine desprendió mi mano de su muñeca y volvió a cortarme el pelo—. Todos sabemos que los alfas no pueden ser… ascendidos, a falta de una palabra mejor. Los alfas nacen. Shay siempre ha sido un alfa, pero no era un lobo. Cuando tú lo convertiste en lobo, se convirtió en un candidato.
Sabine tenía razón. Los alfas no podían ser ascendidos. Eso era una parte del motivo por el cual el medio utilizado por los Guardas para resolver sus problemas con los Vigilantes de Vail tendrían resultados tan desastrosos. Pero no comprendía qué relación guardaba el papel de Shay con todo esto.
Bryn se golpeó la frente con la mano.
—Soy una idiota.
—Pues yo también debo serlo —dije bruscamente—. Porque todavía no entiendo nada.
—No lo entiendes porque eres un alfa, Cal —dijo, y me lanzó una sonrisa comprensiva—. Shay siempre te pareció un igual, ¿verdad? Te habla como si lo fuera y nunca retrocede cuando tú lo desafías, ¿no?
Me mordí el labio inferior.
—Supongo que creí que se trataba de un rasgo humano. Que lo hacía porque no era uno de nosotros.
—No —dijo Sabine—. Es un rasgo alfa.
Bryn entrelazó los dedos con los míos.
—Ren siempre consideró a Shay como un rival. Incluso él debe de haberlo sabido.
—Y estaba en lo cierto —añadió Sabine, deslizando mechas de mi pelo entre los dedos para comprobar que el largo era el mismo—. Tú elegiste a Shay.
—¿Qué? —Esta vez las tijeras me arañaron la nuca—. ¡Ay!
—No sacudas la cabeza. —Sabine me inclinó la cabeza hacia delante—. No sangra. Seguiré cortando.
—No elegí a Shay —dije, tocándome el arañazo—. Le estaba salvando la vida.
—No me refería al sacrificio —repuso Sabine—. Me refiero a anoche.
Logré evitar otro pinchazo de las tijeras, pero me aferré al borde de la silla.
—¿Anoche? —susurré.
—Sabine. —Bryn le pegó una patada en la espinilla—. Cállate.
—No la juzgo —dijo Sabine—. Ella estaba en su derecho. Shay es un alfa y eso significa que es un aspirante. Además, he visto sus hombros. Dejaría que me llevara a dar una vuelta si me lo propusiera.
—¡Sabine! —chilló Bryn y me lanzó una mirada horrorizada. Pero yo estaba demasiado aturdida como para enfadarme.
—¿Cómo lo…? —Las mejillas me ardían.
—Hueles igual que él. —Sabine sonrió con suficiencia—. Ése es el otro asunto. A que él huele bien, ¿verdad? ¿A qué sabe?
Bryn me dio la espalda pero estaba bastante segura de que solo me ocultaba su sonrisa, porque la oí reír.
—Basta, Sabine, cállate.
—¡Pero si me he duchado! —Medio tanta vergüenza que quería que la tierra me tragara.
Sabine soltó otra risita.
—Da igual.
Miré a Bryn de soslayo. Procuraba borrar una sonrisa tonta.
—No es que apestes, Cal —dijo, tratando de consolarme—. Y Sabine tiene razón: Shay huele bien. Ya sabes: como un jardín.
—Dios mío. —Oculté el rostro entre las manos.
—No podré cortarte el pelo si no levantas la cabeza. —Sabine rio.
—Estupendo. —Enderecé los hombros e inspiré profundamente—. Acaba, y punto. Y basta de hablar de anoche.
—¿De veras? —Al oír el tono desencantado de Bryn, le mostré los dientes.
—Intento decirte que tal vez hayas hecho lo correcto, Cala —dijo Sabine y empezó a cortarme el flequillo—. Ren cometió un error. Si tanto te deseaba, debería haber venido aquí. Debería haber estado aquí para luchar por ti.
Clavé la vista en mis manos, avergonzada de las lágrimas que me ardían en los ojos.
—Cala. —Alcé la mirada y me crucé con la de Sabine en el espejo—. No te culpes por Ren. Todos sabemos que lo querías. Él eligió. Todos elegimos.
La miré fijamente, y después clavé la vista en mi imagen reflejada. Los cabellos de color rubio pálido enmarcaban mi rostro en suaves capas que descendían desde los pómulos y acababan por encima de los hombros. Me temblaban los labios.
—Has hecho que parezca hermosa.
—No hice nada. —Sabine dejó las tijeras y me quitó algunos cabellos cortados de los hombros—. Tú eres hermosa.
Abrí la boca, pero no pude pronunciar palabra, solo solté un sollozo ahogado.
—No lloriquees, Cala. Se supone que eres un alfa —refunfuñó Sabine. Pero después me apretó el hombro y abandonó la habitación en silencio. Bryn me abrazó y yo seguí llorando.
Después ella fue en busca de un pañuelo de papel.
—¿Es que Sabine se sometió a un trasplante de personalidad? —dije—. Hubiese jurado que sólo era simpática. Más o menos.
—Es simpática. —Bryn sonrió tristemente—. Cuando permaneces encerrada en una celda con alguien durante varios días, descubres muchas cosas acerca de esa persona. Sabine nunca fue la arpía que creíamos que era. Sólo estaba enfadada. Muy enfadada. Las cosa que tuvo que…
Bryn se estremeció.
—Tiene muchos motivos para estar enfadada.
Bryn tenía razón. La vida de todos los jóvenes Vigilantes era dura, pero la de Sabine había sido aún más dura, aunque la que lloraba era yo. Me soné la nariz y la miré sin dejar de gimotear.
—Debes considerar que soy patética.
—No precisamente —contestó—. Todos hemos sufrido mucho. Y en tu lugar, yo hubiese hecho lo mismo.
—Gracias —dije—. Pero no comprendo cómo puedes decir eso. No sabes lo que ocurrió.
—Connor nos contó los detalles —añadió—. Y Silas no dejaba de interrumpir y tratar de explicar la historia de todo aquello. A que es un tío extraño, ¿verdad?
—Sí, lo es. ¿Qué os dijo Connor?
—Bueno, supongo que no pudo decirnos los que tu sentías —repuso—. Pero resulta fácil de imaginar. Nos dijo quién es Shay y por qué es tan importante.
—¿Os habló de la alianza? —pregunté; la idea de que cualquier alianza entre los Vigilantes y los Buscadores se hubiera acabado me ponía nerviosa.
Ella asintió.
—Al parecer, podrán enseñarnos algunas cosas bastante asombrosas.
—¿Acerca de qué? —Esto era algo nuevo. Arrojé el pañuelo arrugado a la papelera.
—Acerca del combate, de la magia. Nuestra auténtica historia. —Bryn atravesó la habitación, sacudiendo la cabeza—. Todavía resulta difícil de creer. Todas esas mentiras.
—Lo sé.
—Aunque sean magos expertos, ojalá los Buscadores pudieran ayudar a Ansel. —Bryn estaba junto a la ventana, contemplando las olas del mar, que ahora resplandecía bajo el brillante sol matutino.
—Yo también.
—Lo tratan bien —dijo, deslizando los dedos por la tenue tela de las cortinas—. No está en una celda. Sólo es un dormitorio pequeño.
—¿Lo has visitados? —Ahora volvía a carcomerme la culpa. ¿Qué estaba esperando para visitarlo?
—Mason y yo nos hemos turnado para acompañarlo —dijo. Cuando se giró, era como si una sombra le atravesara el rostro—. Pero se niega a hablarme. Mason dice que tampoco le habla a él.
—¿Se niega a hablar?
Ella negó con la cabeza.
—A lo mejor sólo necesita tiempo —sugerí, aunque tenía un nudo en el estómago.
—Tal vez. —Bryn se estremeció—. Tengo miedo, Cala, creo que lo perderemos.
—Juro que no dejaré que los Buscadores le hagan daño —gruñí.
—No. —Bryn se frotó los brazos—. No son ellos los que me preocupan.
El doloroso nudo en el estómago se había convertido en una puñalada.
—Apenas lo reconozco —musitó—. Se ha vuelto completamente retraído. Creo que no tiene ganas de vivir. Se ha estado arañando los brazos hasta hacerse sangre.
—Le ayudaremos —aseguré y me tragué el nudo que se había formado en mi garganta—. Le ayudaremos a recuperarse.
Ella asintió y se secó las lágrimas.
—¿Quieres que vayamos a verlo ahora? —preguntó—. Es hora de que releve a Mason. Si no come algo cada dos horas, se pone de mal humor.
—Creo que todos los adolescentes siempre tienen hambre. —Sonreí y le cogí la mano—. Vamos a ver a Ansel.
—¿Así que de verdad no me contarás nada de lo sucedido anoche? —Una sonrisa pícara le atravesó los labios.
—No. —Pero yo también sonreí. Mi mundo había estado girando sin control. La presencia de Bryn suponía un gran alivio.
Un momento después de abandonar la habitación, Bryn se detuvo y me miró.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Nada —contestó, me cogió la mano y la apretó—. Sólo que… Sabine tiene razón.
—¿Respecto a qué? —Traté de descifrar la expresión de Bryn; no parecía trastornada, sólo curiosa.
—Respecto a Shay —dijo—. Es nuestro nuevo alfa y necesita formar parte de la manada.
—Oh. —Estaba inquieta. Aunque no me oponía a que Shay fuese mi compañero alfa, aún tenía que acostumbrarme a la idea.
—Deberías ir a buscarlo —dijo—. Deberíais acudir juntos: la pareja de alfas. Le demostrará a Ansel que las cosas están cambiando. Que él… que nosotros tenemos un futuro.
Asentí. ¿Acaso saber que el mundo que le había hecho tanto daño ya no era el que nos gobernaba le serviría de ayuda a mi hermano? É siempre creyó que lo primero era el amor. A lo mejor, vernos juntos a Shay y a mí lo haría cambiar de opinión.
—Vale —dije, y le solté la mano—. Iré a buscarlo.
—¡Estupendo! —Bryn me abrazó. Apoyé la mejilla contra sus rizos y recordé hasta qué punto su olor reflejaba su personalidad: dulce y especiado, como una mezcla de azúcar, mantequilla y canela. La clase de olor que hacía que te sintieras como en tu hogar, estuvieras donde estuvieses.
Bryn se alejó pasillo abajo y yo me dirigí a la habitación de Shay. Llamé a la puerta, pero nadie contestó.
Volví a llamar. Quizá se había dormido.
—No está en su habitación.
Me giré y vi a Adne aproximándose.
—¿Qué quieres decir?
—Anika lo ha encerrado con los Guías en la sala de tácticas de Haldis —dijo, señalando la sala de reuniones con la cabeza—. Están planeando la estrategia para la recuperación de Tordis.
—¿Por qué no me lo dijeron? —Fruncí el entrecejo.
—Eso forma parte de la discusión —dijo—. Dada la dudosa situación de tu hermano, algunos equipos han manifestado su preocupación con respecto a la participación de los Vigilantes en la recuperación.
No sabía si sentirme sorprendida, indignada o las dos cosas a la vez.
—¿Están planeando la misión sin contar con nuestra presencia?
—Están sopesando las opciones —repuso, sonriendo brevemente—. Pero eso es positivo para nosotras.
—¿Qué quieres decir con «para nosotras»? —pregunté y un destello en su mirada me hizo desconfiar.
—Necesito que me ayudes en otra misión —dijo, toqueteando los estiletes colgados de su cintura—. Una misión secreta.
—¿Qué misión? —Se me erizó el vello de la nuca.
—Iremos a buscar a mi hermano —dijo Adne, apretando los labios.
Durante un momento creí que caía, que el suelo se hundía bajo mis pies.
—¿Cala? —Adne me cogió el brazo y me tambaleé, mareada—. ¿Estás bien?
Sacudí la cabeza y procuré deshacerme del zumbido que me inundaba el cerebro.
—¿Has oído lo que dije? —preguntó, guiándome a lo largo del pasillo.
Hice un gesto afirmativo.
—¿Tu hermano?
—Sí.
—¿Te refieres a Ren? —Me costaba pronunciar su nombre—. No hablarás en serio, ¿verdad? ¡Eso significaría volver a Vail!
Adne me cubrió la boca con la mano.
—Aquí no.
Tuve que morderme la lengua para no hacer más preguntas. Adne me arrastró por el pasillo, más allá de mi habitación y algunas otras; por fin abrió una puerta y entró.
Aunque la disposición era idéntica a la de mi habitación, su aspecto no podría ser más diferente. La mía estaba decorada como la de cualquier habitación de huéspedes: inofensiva pero carente de carácter.