La prueba del Jedi (13 page)

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Authors: David Sherman & Dan Cragg

BOOK: La prueba del Jedi
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—¿Dónde se han metido? —susurró, girando la cabeza, escuchando cuidadosamente, buscando el rugido de las demás motojets. No oyó ninguno. Ni tampoco disparos. El único sonido era el del aire entrando y saliendo de sus pulmones.

—Buen tiro el de antes —musitó L'Loxx, refiriéndose al disparo con el que Odie había eliminado al primer soldado enemigo—. No puedo captar a mi compañero. Debe de haber caído.

Odie se echó el casco hacia atrás, tras las orejas, para poder escuchar mejor. Entonces sintió una ligera brisa acariciar su rostro. Miró hacia arriba. A través de la nube de arena, el sol parecía una pequeña pelota dorada, pero, poco a poco, a medida que el polvo se posaba, fue haciéndose más y más brillante. Los dos estaban tensos como bestias salvajes, sin saber si era mejor atacar o huir.

El viento sopló con más fuerza y el polvo se disipó rápidamente. Como un telón que se estuviera alzando desde el escenario donde se representaba una tragedia, la nube de polvo se dispersó en el viento para revelar a un soldado enemigo montado en su motojet, a menos de diez metros de donde ellos se encontraban. No miraba en su dirección.

Antes de que Odie pudiera girar para disparar, L'Loxx aceleró la motojet, se lanzó a través del espacio que los separaba y embistió la máquina enemiga. Odie oyó claramente el crujido, antes de que los dos se vieran lanzados contra la arena. El soldado enemigo era enorme, y no era humano. Él y L'Loxx gruñeron y maldijeron en distintos idiomas mientras rodaban por la arena, pero la ventaja fue del enemigo, que no había quedado tan atontado como L'Loxx creía.

Odie se levantó del suelo y lo apuntó con su pistola láser.

—¡Ríndete o disparo! —gritó.

Malo. Si disparaba, se arriesgaba a alcanzar a L'Loxx. Enfundó el arma y se metió en la refriega.

El soldado enemigo gruñó al sentir encima el peso de Odie, pero tenía entre sus manos la garganta de L'Loxx y no la soltó. Se puso en pie lentamente, sujetando al sargento por el cuello con una sola mano. Pasó la otra por encima de su propio hombro, cogió a Odie por la cabeza y la arrancó de su espalda, lanzándola por los aires como si fuera una muñeca. Odie cayó al suelo y rodó por la arena, atontada. El enemigo soltó a L'Loxx, le colocó un pesado pie en el pecho para mantenerlo contra el suelo y extrajo de su cinturón un arma similar a una maza. El sargento estaba semiinconsciente por los golpes y la falta de aire. El soldado enemigo, un gamorreano, hizo girar varias veces la maza por encima de su cabeza, gruñendo victoriosamente en su propio idioma. L'Loxx buscó a tientas su pistola, pero la había perdido en la lucha. Le sujetó el pie con ambas manos e intentó retorcérselo hacia un costado, pero el gamorreano era demasiado fuerte para moverlo.

Una descarga láser impactó en el pecho del gamorreano, que gruñó de dolor y soltó la maza. Con la mano izquierda desenfundó su propia arma. Odie, por fin, pudo disparar, y lo alcanzó entre los hombros. Un parásito morrt sujeto mediante una correa al hombro izquierdo del gamorreano se desprendió y cayó a la arena, mientras su huésped vacilaba, giraba y devolvía el fuego, pero sin puntería, alcanzando a la motojet de L'Loxx. Otro disparo láser alcanzó al gamorreano en la base de la columna vertebral, obligándolo a caer de rodillas. Incapaz de girarse y de devolver el fuego, disparó de nuevo en dirección a Odie, pero L'Loxx había logrado encontrar su pistola y disparó rápidamente tres descargas al gamorreano que, finalmente, cayó al suelo, donde permaneció inmóvil.

Erk se acercó a ellos caminando, sin dejar de cubrir con su pistola la figura del gamorreano.

—Elegisteis al tipo equivocado para meteros con él —dijo. Ayudó con un brazo a L'Loxx a ponerse en pie. —¿Cuántos disparos recibió ese tipo antes de caer?

—Cinco por lo menos —dijo Odie, casi incrédula—. Y creo que todavía respira. ¿Estás bien?

Ella sonrió ampliamente, como si sólo en ese momento reconociera al piloto que tenía al lado.

—¿Dónde está mi compañero? —preguntó L'Loxx antes de que Erk pudiera responder a la chica.

—Lo siento, sargento, pero el malo lo alcanzó con su láser. Yo lo derribé de un disparo. Lo siento por su amigo, de verdad.

L'Loxx asintió en silencio.

—Mi motojet está destrozada, pero ahora tenemos dos 74-Z útiles. Voy a buscar el cadáver de mi compañero. Ven conmigo, Odie, y tráete la otra 74-Z. Tú,
Pajarito
, quédate aquí. No sabemos si informaron de nosotros antes de atacarnos —señaló con la cabeza al gamorreano. Nuestras transmisiones a larga distancia están bloqueadas, así que puede que las suyas también lo estén. Pero será mejor tomar precauciones, por si acaso. ¿Dónde dejaste a Jamur?

—Por allí —respondió el piloto, señalando con la mano—. A medio kilómetro, más o menos.

—Bien. Espéranos aquí.


—Necesito esos refuerzos, mi señor —dijo Pors Tonith a la imagen del Conde Dooku, que flotaba frente a él.

Los sombríos rasgos del Conde se retorcieron de irritación.

—Creí haberte dicho que te mantuvieras en contacto con la comandante Ventress para cualquier asunto concerniente a esta operación.

—Esta operación no terminará con éxito sin esos refuerzos —continuó Tonith, ignorado el descontento de Dooku.

—Tienes que aprender a cumplir mis órdenes.

Tonith palideció todavía más ante la significativa mirada de Dooku. Recordó otros tiempos en los que Dooku le había enseñado una lección. Había sentido de pronto una repentina falta de aire, como si le hubieran puesto un gran peso encima del pecho. Luchó por aspirar aire, sin lograrlo. Aquella sensación terminó tan rápidamente como había empezado. Ahora Dooku no estaba lo bastante cerca como para utilizar la Fuerza contra él, pero Tonith sabía que, si persistía, el futuro sólo le traería sufrimiento.

—Estoy siguiendo vuestras órdenes, señor: capturar el planeta y asegurarlo —añadió rápidamente—. El plan que usted diseñó para esta campaña, y que yo he seguido al pie de la letra, implicaba refuerzos inmediatos una vez hubiéramos terminado la primera fase. Lo repito, señor, ¿dónde están los refuerzos? Ese ejército nuevo me está causando problemas, y perderemos Praesitlyn si obtiene refuerzos antes que yo.

—Están en camino —replicó el Conde. Su imagen flotó silenciosamente ante Tonith por un largo período antes de volver a hablar—. ¿Por qué no previste esa intervención?

Tonith contuvo el aliento. ¿Ahora le culpaba por no anticipar lo que había pasado? ¡Era monstruoso! Maldito sea el Conde.

—Fue uno de los imponderables de la guerra, mi señor —respondió calmadamente—. Todavía controlamos el Centro de Comunicaciones Intergalácticas, pero he perdido muchos androides y sólo puedo reemplazar unos cuantos en mis talleres de reparaciones. Por cada enemigo que matamos, ellos destruyen cinco a seis de mis androides.

—Tienes un millón de androides de combate. Lanza todos al ataque y arrasa ese maldito ejército.

—Ya no me quedan un millón de androides, mi señor —respondió Tonith con paciencia—. Los ataques masivos son antieconómicos y son mala táctica. Si atacase ahora de esa manera, me encontraría con un ejército altamente reducido y sin reservas. El comandante enemigo es muy astuto. Mantiene sus líneas muy cerca de las mías, y no puedo utilizar armamento pesado para atacarlas sin sacrificar mis propias fuerzas y debilitar nuestras propias defensas.

—Todos debemos realizar sacrificios —apuntó Dooku secamente.

Tonith hizo una pausa para reunir toda su paciencia. La necesitaba.

—Señor, las naves del enemigo mantienen en jaque a las mías en órbita, así que mi ejército no puede esperar refuerzos de sus tripulaciones. Y nuestras naves tampoco pueden bombardear a las fuerzas terrestres enemigas con sus armas de a bordo debido a su proximidad con las nuestras. Repito, si la República envía refuerzos antes de que...

—Él tampoco puede reemplazar sus pérdidas, ¿verdad? —sonrió Dooku.

—No, mi señor —reconoció Tonith—. Pero si han avisado a la República y envían un nuevo ejército contra nosotros...

—...así que tu enemigo está sufriendo el mismo desgaste que tú.

—...y llega aquí antes de que lo hagan mis refuerzos...

—No llegarán. Mantén a tu enemigo ocupado y aguanta tu posición. La ayuda ya está en camino. Tengo confianza en ti.

La transmisión se cortó.

Muy, muy lejos, el Conde Dooku sonrió. Pors Tonith era codicioso, pero un poco demasiado precavido...
Es como un banquero
, reflexionó. Pero era el adecuado para el trabajo. Las cosas estaban yendo exactamente según el plan. Sólo que no era el plan que Tonith creía estar siguiendo.

Capítulo 12

—Debo decirle que un ejército depende de su estómago —señaló el intendente Mess Boulanger con un relámpago en sus brillantes ojos azules. Nadie antes le había pedido detalles sobre su papel como oficial de intendencia, y dado que este joven comandante (Skywalker, se llamaba) hacía preguntas, el viejo Mess no pensaba dejarlo ir sin darle una lección de lo que él llamaba: "los músculos de la guerra".

Mess se acarició con cuidado el largo y caído mostacho castaño y contempló siniestramente a Anakin. Levantó un huesudo dedo índice.

—Muchos piensan que es el valor, el planteamiento y el espíritu ofensivo los que ganan las batallas, señor, pero a eso yo digo: "¡Bah!". Yo le diré lo que hace ganar las batallas, señor. ¡La logística! "Los músculos de la guerra", la llamo yo, señor. ¡La logística! Ése es el meollo y estoy aquí para decírselo. Eso es lo que hace funcionar a los ejércitos. Bueno, siempre que no se trate de ejércitos de androides —hizo un gesto despreciativo con la mano, escupiendo la palabra "androide"—. ¡Con ellos sólo se necesita lubricante y piezas de repuesto! —Volvió a levantar el índice—. ¡Y eso también es logística! ¡Sí, señor, incluso cuando se cuenta con un ejército de máquinas, hay que saber cuánto lubricante, piezas y componentes electrónicos debe almacenar uno en sus naves! Pero cuando se trata con seres vivos, el asunto es más, mucho más complicado. Estoy aquí para decírselo. Esta vez tenemos suerte, señor. Todos los clones comen la misma comida. Pero cuando se tiene a otro tipo de criaturas en tus filas, bueno, hay que diseñar dietas especiales para cada una de ellas. Es muy complicado, señor. Pero hay que hacerlo, conozco las fórmulas...

Su voz se perdió como si pensara en esas fórmulas.

—Recuerda esto —Boulanger volvió a subir el tono, aunque miró de reojo a Grudo, no muy seguro de si debía hablar de temas delicados ante alguien del que no estaba muy convencido de que no desempañara realmente una misión de cazarrecompensas—. ¡Cometas-Q! Sí, señor, los cometas-Q son lo que te hace llegar al campo de batalla, lo que te mantiene una vez se está en él y luego te devuelve a casa. Éstas son las bases del combate moderno: química, munición, médicos, ingenieros, transporte, señalización e intendencia.

Anakin iba a hacerle una pregunta cuando Mess añadió repentinamente:

—Y eso no es todo. ¡No, señor! ¿Sabe lo que consume todo un ejército en un solo día de combates violentos? ¿Sabe cuántas calorías quema un soldado de infantería en un solo día de batalla? ¿Eh? Bueno, pues yo sí. ¡Y estoy aquí para decírselo, señor! Tiene que saber si piensa aprovisionar o no a su ejército en el campo de batalla. Y hacer una estimación de las bajas, señor; es muy importante. Igual piensa que eso es hacer un cálculo imposible, que la naturaleza de una batalla es sumamente impredecible, pero no lo es, no, señor. —Asintió con tanta fuerza que su mostacho se agitó—. Antes de partir de Coruscant hablé con su personal de operaciones y estimamos que al tercer día de combate, habrá perdido el diez por ciento de sus fuerzas. Así que almacenamos suficientes pertrechos médicos para acomodar tales pérdidas. ¡Recuerde que por cada soldado muerto en combate, hay tres heridos! —Volvió a alzar el índice, como si aquello fuera una ley inmutable de la naturaleza que no admitía discusión.

—Pregúntale —dijo Boulanger señalando a Grudo, que había permanecido silencioso durante toda la conferencia—. Si ha combatido, tanto como dice, lo sabrá.

—Todo eso es cierto —asintió Grudo.

Boulanger inclinó la cabeza con satisfacción.

—Intendente, quizá debamos enviar suministros a las tropas del general Slayke cuando lleguemos a Praesitlyn. ¿Lo ha tenido en cuenta? —preguntó Anakin.

—Sí, señor, claro que sí. ¡Por supuesto! Por supuesto, ya sabrá usted que Praesitlyn es un mundo inhabitable. No hay recursos para alimentar a un ejército, ninguno, a menos que quiera envenenarse con esas plantas horribles e insectos. Es la pesadilla de un intendente. ¡Y yo estoy aquí para decírselo! Y sí, tengo entendido que el mando del capitán Slayke es una mezcla de humanos y de otras razas, todos seres vivos, que respiran, devoran y deben ser alimentados, vestidos y acuartelados. Así que, antes de zarpar, me preocupé de almacenar raciones que pudieran ser consumidas por gran cantidad de especies, alimento que podamos consumir todos.

Y otra cosa. ¿Qué hace un ejército con sus desechos? ¡Aja! Sí, lo que un ejército consume se transforma en desechos, ¡y eso hay que tenerlo en cuenta de cara a la guarnición, los campamentos y los almacenes, ¿Ha pensado en eso? No, no creo.

Boulanger volvió a callar un instante, antes de continuar:

—He estado en todas las reuniones de personal, ¿sabe?

—¿Sí? —preguntó Anakin, con la atención centrada en el despliegue de mapas, listas e inventarios que abarrotaban las pantallas del compartimiento del intendente—. ¿Qué?

—Que he estado en todas las reuniones de personal —repitió Boulanger—. ¿Qué piensa del anexo de logística que escribí para su plan de operaciones? —se echó hacia atrás, cruzó las manos sobre su vientre y contempló desafiante a Anakin, retándolo a que dijera algo despreciativo acerca de su trabajo.

—¡Muy bien, intendente, un trabajo excelente! —respondió Anakin rápidamente.

Se riñó mentalmente por no haber previsto estudiar los anexos a la logística antes de aquella visita. Sólo le había echado un vistazo curioso cuando se los presentó su jefe de sección. Y nunca se había fijado en Boulanger durante las reuniones informativas.

—Nadie me hace nunca ninguna pregunta sobre mi trabajo. Y eso es porque no tienen por qué hacerla. Todo está previsto. Soy bueno en mi trabajo.

—Sí, intendente Boulanger, es muy bueno y le agradezco su excelente trabajo.

Anakin asintió con la cabeza en dirección a Grudo, y ambos se pusieron en pie, estrechando la mano al intendente. Luego se dirigieron a su lanzadera. Anakin decidió que tan pronto como volviera a su camarote en la
Ranger
, leería el anexo de logística y lo estudiaría como había hecho con las demás partes del plan. Una vez lo hiciera, llamaría a Boulanger, se sentaría con el logista y repasaría cada detalle con él hasta grabárselo a fuego en su mente. Memorizaría cuántas toneladas métricas, más o menos, de suministros, fuel y munición necesitaba un ejército de ese tamaño para sostenerse en combate, y cuántas naves necesitaría para transportar esas mercancías hasta el campo de batalla. También tenía que saber qué había en cada nave, por si se perdía alguna en el aterrizaje o quedaba rezagada de la flota por algún problema mecánico. Ese tema había aparecido con frecuencia en sus muchas conversaciones con Alción sobre táctica, estrategia y liderazgo, y el anciano Jedi había enfatizado su importancia, pero no lo habían discutido con detalle. Anakin lo haría ahora. Se juró hablar de logística con Alción en cuanto estuviera preparado.

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