La prueba del Jedi (27 page)

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Authors: David Sherman & Dan Cragg

BOOK: La prueba del Jedi
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Los comandantes de Anakin llevaban el uniforme completo. Las tropas estaban concentradas para la batalla desde pocos minutos antes, y esperaban sus órdenes. Se volvió hacia el capitán ARC a cargo de los comandos clon.

—Usted irá el primero, capitán, y partirá de inmediato. Quiero que entre en las posiciones enemigas y provoque el caos. En cuanto esté allí, nosotros lo seguiremos. Recuerde, todo empezará diez minutos después de que el general Alción ataque el centro de las posiciones enemigas. Todo debe estar coordinado al milímetro. ¿Entendido?

El capitán ARC asintió con la cabeza.

—Bien, todos tienen asignado su sector y sus objetivos. Vuelvan con sus unidades e informen a sus subordinados. Salimos dentro de treinta minutos.

—Señor —intervino uno de los dos comandantes de su brigada—, ¿quién será nuestro comandante táctico en el campo de batalla?

—Yo mismo —replicó Anakin. Ante el sorprendido silencio provocado por sus palabras, el joven Jedi cuadró los hombros y se recordó en silencio que tenía que relajarse y recordar las lecciones de Grudo—. Primero, no creo en ordenar a otro que haga cosas que yo mismo no esté dispuesto a hacer. Segundo, si esta mañana se comete algún error, seré responsable esté o no esté a vuestro lado, así que bien puedo estar con vosotros. Y, finalmente, nadie puede liderar un grupo desde la retaguardia. Muy bien, adelante. Rompan filas.

—Señor, ¿puedo hablar un momento con usted? —era el capitán ARC.

—Apresúrese, capitán.

—Sí, señor. Perdimos a seis hombres de reconocimiento, así que no sabemos nada sobre las principales posiciones defensivas del enemigo.

—Bien, capitán, estoy seguro de que usted perdió a sus hombres porque esas posiciones del frente enemigo son impenetrables. Eso significa que la decisión del general Alción de tomar la colina es la correcta. Ya ha escuchado el informe del sargento L'Loxx.

—Sí, señor. Pero ¿por qué se ordenó la segunda descarga de artillería antes de que supiéramos si los hombres habían vuelto?

Anakin no esperaba aquella pregunta. ¿Estaba el clon cuestionando sus órdenes? Sabía que los ARC estaban varios peldaños por encima del soldado clon normal, pero ese tipo de pregunta rozaba la insubordinación.

—El general Alción tenía que tomar una decisión, capitán: dejar a L'Loxx ahí fuera hasta que sus hombres informasen de que estaban preparados para regresar y arriesgarse a perder a todas las unidades de reconocimiento, o recuperar al menos alguna para que entregase su informe. Visto lo visto, tomó la decisión correcta.

—Pero uno de mis comandos clon envió la señal de vuelta..., aunque demasiado tarde.

—Sí, sí, y lamento que no pudiera regresar —aceptó Anakin rápidamente—. Capitán, supongo que se da cuenta de que toda la batalla depende de usted y de sus tropas, ¿verdad? ¿Qué tal si empezamos a movernos?

El capitán saludó, dio media vuelta y abandonó el puesto de mando. Anakin quedó pensativo unos segundos. No esperaba que un clon, ni siquiera un ARC, cuestionase sus órdenes. Anakin no había pensado realmente en que tomar una decisión implicaba aceptar una responsabilidad: la de las vidas de los seres inteligentes individuales que podían morir a causa de sus órdenes, independientemente de que su lealtad hubiera sido comprada por la República, como el caso del ejército clon; o porque creyeran que su deber era oponerse a la tiranía, como los hombres de Khamar y de Slayke.

—Un crédito por tus pensamientos, Jedi.

Anakin dio media vuelta para encontrarse con Slayke, exhibiendo una enorme sonrisa en su rostro.

—Estaba pensando que...

—Pensar es peligroso para un comandante —rió Slayke—. Mira adónde me ha traído eso. Dicen que vas a liderar personalmente el ataque.

—Sí, señor. No puedo enviar a mis tropas a combatir y quedarme tranquilamente sentado en el cuartel general. Además, si algo sale mal, quiero estar en el campo de batalla para corregirlo.

Slayke asintió con la cabeza y le tendió la mano.

—Lo harás bien. Ojalá pudiera ir contigo, pero parece que me dejan aquí como reserva. He hablado con el comandante de tu Tercera Brigada y creo que nos hemos entendido. Durante el ataque estaré dando vueltas por aquí, vigilando a Alción. No te preocupes, no dejaré que meta la pata —añadió con una franca carcajada—. Bien, comandante, buena suerte.

Se estrecharon las manos, y Slayke dio dos pasos atrás antes de saludar marcialmente a Anakin.

Mientras Anakin salía de su puesto de mando, notó algo distinto en su paso y no pudo evitar sonreír. La breve conversación con Slayke le había dado ánimos. El viejo soldado, el rebelde, el iconoclasta, había encontrado tiempo para buscarlo, desearle éxito y expresarle confianza en su capacidad de liderazgo. Era un gran cumplido, y su espíritu se animó. Quizá, después de todo, Slayke no fuera tan mal tipo.

—Conductor, ponga en marcha este trasto —gritó Anakin mientras se introducía por la compuerta—. ¡Es hora de moverse!

Capítulo 23

El almirante Pors Tonith dio una patada al cadáver y dirigió una mirada recelosa a la armadura que le habían quitado antes de apilarla a un lado. Le ponía muy nervioso estar expuesto al aire libre, pero tuvo que salir del bunker para presenciar el horrible descubrimiento, y ahora comprendía su importancia. Todavía era de noche y aún faltaba una hora para el amanecer, pero se sentía ansioso por volver bajo techado.

—Es un comando clon —dijo.

—Hemos encontrado otro cuerpo completo y varias partes distintas de otros, puede que de cinco más —le informó el oficial—. Evidentemente, murieron a causa de sus propios disparos de artillería.

—Evidentemente —rubricó Tonith—. Evidentemente consiguieron infiltrarse en nuestras líneas sin ser detectados. Y evidentemente —su voz subió una octava—, saben mucho sobre la disposición táctica de nuestras fuerzas. Y los cadáveres que hemos encontrado no fueron los únicos hombres que enviaron, puedes estar seguro.

—Debemos reforzar nuestras líneas, señor —dijo el oficial.

—Esa colina es la clave de nuestras posiciones. ¿Trasladaste las tropas y los cañones tal como ordené anoche?

El oficial cambió su peso de pie, nervioso, antes de responder.

—Algunas. Hemos tenido dificultades mecánicas y...

—¿Estás diciendo que mis órdenes no se han cumplido? —preguntó el banquero, alzando de nuevo la voz y taladrando al oficial con la mirada.

—Lo estábamos haciendo, señor, pero...

—Sin peros. —Ya estaba más calmado—. Esto es lo que harás: quiero que refuerces esa colina. Ahora. Acorta la línea. Traslada tropas del flanco derecho al centro, y del centro a la cima de la colina. Si la toman, nuestras posiciones quedarán expuestas a su fuego directo y todo habrá terminado. Si el ataque amenaza nuestro flanco derecho, el ejército trazará una línea aquí mismo... —y señaló un punto situado a cierta distancia, cerca del Centro de Comunicaciones—. Así podremos disparar contra el enemigo mientras avanza por la llanura que tenemos debajo. Si consiguen llegar hasta la colina, el flanco derecho basculará como si fuera una puerta, cerrándose. Eso acortará el frente y consolidará nuestras fuerzas. Una vez en la colina, se verán obligados a avanzar por terreno abierto... y los despedazaremos.

Tonith sonrió, mostrando sus dientes tintados.

—Y tenemos una pequeña sorpresa para ellos en la llanura, ¿verdad? Trasladad varias piezas de artillería hasta esa colina y avisad a todos los comandantes para que esperen una infiltración de soldados ARC. Los han enviado aquí para penetrar nuestras defensas y debilitarlas con vistas a un asalto terrestre. Estoy seguro de que simularán atacar nuestra línea central con todas sus fuerzas, pero su verdadero objetivo será nuestro flanco derecho —hizo un gesto en la oscuridad, hacia las colinas—. Ahora, vete. Y cuando las órdenes se hayan cumplido vuelve a mi puesto de mando para informarme.

Giró sobre sus talones y entró en su bunker, donde se sentía a salvo y caliente. Allí le esperaba otra taza de té.
¿Dónde demonios están los refuerzos que me habían prometido?
, se preguntó.


Las tropas de asalto de Anakin habían llegado hasta la orilla opuesta del río seco, dispersándose a lo largo de casi medio kilómetro de la antigua corriente. Las primeras luces del amanecer aparecerían exactamente a las 0603, hora de Praesitlyn. Ahora eran las 0600. Se sentó ante la consola de comunicaciones de su transporte.

—Aquí Unidad Seis. Cuenta atrás: tres minutos y contando —advirtió a sus comandantes, aunque todos los ojos estaban pegados a los cronómetros. Dio media vuelta y sonrió al comandante del transporte, un sargento clon.

—¿Nervioso?

—No, señor —respondió el clon automáticamente.

—Bueno, pues yo sí. Y te autorizo a que tú también lo estés.

A juzgar por la nula reacción que obtuvo, bien podía haberse ahorrado el comentario.

—Tenemos dos minutos, sargento. En cuanto la columna de transportes empiece a desplegarse por la llanura, quiero que usted siga un poco más hacia el flanco derecho por el cauce del río, que trepe por la orilla y que aparque allí para poder supervisar los movimientos de mis unidades.

En la última hora habían practicado muchas veces esa simple maniobra, pero el mero hecho de verbalizarla tuvo un efecto balsámico en sus hombres. Y también en Anakin.

—Sí, señor —respondió el sargento.

Los cinco hombres que se apretujaban en el interior del vehículo permanecieron en silencio enfrascados en sus propios pensamientos, mirando constantemente sus crónos, esperando que transcurrieran los segundos.

—Lo peor está por venir —anunció Anakin—. Tendremos que esperar diez minutos desde que empiece el ataque del general Alción... ¡Ahí va! —susurró mientras oían cómo empezaba el fuego de artillería de Alción.

Segundos después, la conmoción de las docenas de cañones de todo tipo llegó hasta ellos a pesar del blindaje del tanque de transporte. La presión de los cañonazos se dejó sentir en sus tímpanos. El bombardeo nocturno para cubrir la misión de reconocimiento había sido un despliegue espectacular; pero, aquella mañana, los soldados se encontraban bajo la trayectoria de los disparos y el ruido era tremendo, sobre todo cuando la artillería del enemigo respondió, abriendo fuego contra las tropas de Alción.

—Ahí fuera se están empleando a fondo —comentó uno de los cañoneros. Su voz transmitía la misma emoción que el opaco casco que ocultaba sus facciones.

Por la red de comunicaciones escucharon, con creciente ansiedad, la cacofonía de las voces de los comandantes, mientras las tropas de Alción se afanaban a través de la llanura, bajo el devastador fuego enemigo. Alguien en el transporte gritó.

—Cambiad a la red táctica —ordenó Anakin. Ya habían escuchado demasiados gritos de sus propias tropas. No necesitaban oírlos en ese momento.

Y entonces comprendió algo importante. Estaba rodeado de soldados clon criados para la guerra, para la disciplina, para obedecer sin discusión las órdenes de aquellos que pagaban por sus servicios. Pero, aunque sus placas faciales no mostraban la menor expresión, mínimas perturbaciones en la Fuerza indicaban al joven Jedi que los cinco reaccionaban al ataque como si fueran soldados normales, soldados que sudaban, que tenían miedo, que imaginaban sus propias muertes. Ante esa actitud, se preguntó si no los habría juzgado mal. Allí, dentro del transporte que pronto podría convertirse en su pira funeraria, no se comportaban igual que cuando formaban en sus propias filas. Se preguntó si Jango Fett había tenido sentido del humor.

Los minutos pasaron lentamente. Exactamente a las 0613, el vehículo de Anakin se lanzó rugiendo hacia la pendiente que fue la ribera del río seco, seguido por los transportes republicanos.

—¡Subamos ahí arriba! —gritó Anakin. Y el tanque androide avanzó a toda máquina.

La primera docena de transportes logró encaramarse a la llanura, dejando profundos surcos en el terreno, y los siguientes los ahondaron todavía más. Aquello estaba planeado para proporcionar al resto de los transportes sendero fácil de seguir y cobertura suficiente mientras ascendían hasta la llanura.

Pero el vehículo de Anakin se hizo a un lado del baqueteado sendero, afectando intensamente a los clones del interior.

—¡Alto! —ordenó Anakin. Trepó hasta la cúpula del comandante.

—Señor, ahí está muy expuesto —protestó el sargento.

—Desde aquí puedo ver mejor el terreno —respondió el joven Jedi, ajustándose el micrófono a su garganta.

—Tenemos que seguir moviéndonos, señor. Aquí somos un blanco demasiado tentador.

—No te preocupes, la ley de probabilidades nos favorece. Éste es un escenario rico en blancos.

La visión que saltó a los ojos de Anakin nunca lo abandonaría: la llanura estaba atestada de vehículos en movimiento, enormes nubes de polvo y humo y ardientes fuegos. Mientras observaba, a apenas un kilómetro de su posición, un transporte se convirtió de repente en una bola de fuego. Había recibido el impacto directo de un cañón láser. Clones envueltos en llamas salían del vehículo y giraban sobre sí mismos, como antorchas vivientes, antes de caer al suelo y quedar inmóviles. El transporte estalló en medio de un enorme fogonazo y después, afortunadamente, el humo del campo de batalla tapó la escena.

Por delante de él, sus propios transportes avanzaban a buen ritmo. El comandante del batallón había situado varias de sus máquinas a lo largo de la ruta de ataque, y ya bombardeaban la distante colina con sus propios cañones. Los demás disparaban sin dejar de avanzar.

—Preparaos —dijo Anakin al comandante del transporte que esperaba pacientemente en el lecho del río la señal de avanzar. De repente, una docena de tanques enemigos con los cañones rugiendo surgió de una depresión del terreno. Dos de los vehículos de Anakin fueron alcanzados de inmediato. Uno era el del comandante del batallón, que empezó a arder. Nadie intentó salir.

—Aquí Unidad Seis, tomo el mando —anunció el joven Jedi por la red de mando—. ¡Concentrad el fuego en esos tanques androides!

Las ráfagas de los cañones láser surgían de los vehículos enemigos, surcando el terreno y el aire por encima de ellos y emitiendo un ruido chisporroteante. Anakin sonrió. Los separatistas habían lanzado su contraataque demasiado pronto.

—¡Apuntad hacia esa línea de tanques! —ordenó al conductor de su vehículo—. ¡Cañonero, abre fuego en cuanto estés preparado!

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