La prueba del Jedi (12 page)

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Authors: David Sherman & Dan Cragg

BOOK: La prueba del Jedi
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Los días siguientes fueron un torbellino de actividad. Los dos Jedi y su compañero rodiano no tardaron en funcionar como un equipo bien engranado. Grudo seguía a Anakin a todas partes, inyectando actividad allí donde creía que era necesario, pero sin intervenir mucho más. La infantería clon había sido distribuida en varios transportes para minimizar las pérdidas si alguno de ellos era alcanzado y destruido, así que el trío estuvo muy ocupado moviéndose entre las naves. Por la noche se encontraban en el camarote de Alción para repasar los detalles del día.

Una tarde, Alción preguntó a Anakin:

—¿Estás familiarizado con las capacidades de los soldados especializados? —se refería a los cincuenta comandos clon embarcados a bordo del crucero de combate
Teyr
.

Anakin asintió. Los comandos clon eran entrenados para ser utilizados en las misiones más peligrosas, por lo que poseían un grado de pensamiento independiente y de iniciativa personal muy superior al de los soldados clon ordinarios. Equipados con traje de combate y armas más avanzadas, eran capaces de combatir por su cuenta con éxito. Pero con un comandante Jedi al frente, su potencial como fuerza de choque era virtualmente ilimitada.

—Entonces, son tuyos —le dijo Alción—. Coge a Grudo e id a la
Teyr
para conocerlos mejor.

Sorprendido y complacido, Anakin no perdió tiempo en viajar hasta el crucero.

Antes de eso ya se había hecho cargo de su división, entrevistado con los distintos jefes de brigadas, batallones y compañías, presentado a sus hombres, pasado revista y hecho preguntas sobre blindajes, equipo y armas. Grudo le había asesorado en esos asuntos y le había leído los informes que habían enviado los comandantes de división.

—Eres su líder —le dijo el rodiano—. Los soldados no respetan a un comandante que no conozca sus armas, su equipo y sus tácticas mejor incluso que ellos. Pero, recuerda: aunque todos los clones son como hermanos, hermanos gemelos, cada uno de ellos cree que él es el mejor. Funcionan más si actúan con sus propios oficiales, nunca combatirían bajo mis órdenes. Bajo las tuyas sí, por supuesto, ya que eres un Jedi. Pero, aunque te respeten como Jedi, debes demostrarles que también deben respetarte como soldado. Tienes que demostrarles que sabes lo que estás haciendo, antes de entrar en combate.

Anakin puso su mayor empeño, y hasta Grudo quedó impresionado por la forma en que se relacionaba con las tropas. Ahora, mientras se dirigían a la
Teyr
, el joven Jedi se sentía más confiado, y muy ansioso por conocer a los comandos clon bajo su mando.

El capitán a cargo de los comandos los llamó al orden cuando Anakin entró en el hangar, antes de intercambiar saludos con él.

—¡Descansen! —ordenó.

Anakin abrió ligeramente las piernas y juntó las manos en la espalda, mientras miraba a los soldados que formaban frente a él. A juzgar por las marcas verdes en sus armaduras, había dos sargentos en el grupo.

—Soy el comandante Anakin Skywalker —empezó—. Habéis sido asignados a la Segunda División que yo dirijo. Serviréis como parte de mi batallón de choque, bajo mi dirección personal. Capitán, no informará a ningún otro oficial durante esta campaña ni recibirá órdenes de ninguno. Les asignaré diferentes misiones según sea la situación táctica de Praesitlyn. Pero no les pediré hacer nada que no pueda hacer yo mismo. ¿Está claro?

—¡Arrrrruuuhh! —gritaron los soldados al unísono, terminando con un pesado redoble de botas en la cubierta. Todo el compartimiento vibró con el eco de sus gritos.

El capitán se permitió una ligera sonrisa.

—¡Mis hombres están preparados, señor!

Anakin miró a Grudo, cuyo rostro exhibía su sonrisa rodiana.

—Capitán, que sus hombres ocupen las literas que les han sido asignadas. Más tarde querré inspeccionar su armadura de combate, sus armas y su equipo.

Anakin pasó el resto de la noche inspeccionando las tropas. No encontró polvo, grasa o armas sucias. El capitán siguió a Anakin durante toda la inspección con un datapad preparado, pero nunca recibió órdenes de escribir nada en él.

Durante el viaje de vuelta a la
Ranger
, Grudo se inclinó hacia Anakin.

—Has hecho un buen trabajo. Diste la impresión que debías dar y no fuiste mezquino, como lo habrían sido otros. Los soldados aprecian eso. Lucharán por ti, puedo asegurártelo.

Sintiendo su pecho henchido de orgullo y excitación, Anakin repasó el Código Jedi mentalmente:
No hay emoción, hay paz... Un Jedi no actúa por interés personal...
Estaba allí para hacer un trabajo; más todavía, un trabajo que podía costar la vida a sus hombres. Se dijo a sí mismo que haría bien en recordar su entrenamiento. Era un Jedi y haría que la Orden se sintiera orgullosa de él. Tomó aliento y se refugió en la Fuerza, buscando serenidad...

Capítulo 11

Alguien tiraba agua sobre la cara de Odie. El agua estaba más caliente que la temperatura corporal humana normal, pero le pareció tan dulce y fresca como la de cualquier manantial de montaña, un bálsamo para su cara quemada y sus labios cuarteados. La tragó como lo que realmente significaba: vida. Se deleitó en la fresca humedad e intentó reír, pero no pudo emitir ningún sonido. Abrió los ojos y vio una sombra inclinada sobre ella.

Intentó hablar y sólo consiguió emitir una única palabra con voz ronca:

—Erk.

—Sí —respondió la sombra que se erguía junto a ella.

—¿Erk? —volvió a preguntar, reuniendo toda su escasa fuerza para decir el nombre. Pero la voz que le respondió le resultó extraña—. ¿Quién eres...?

—Sargento Omin L'Loxx a tu servicio —replicó la sombra—. ¿A quién esperabas?

—Piloto... —musitó.

—¿El Pajarito? También lo estamos hidratando. Lo hemos puesto bajo otro refugio para que así tuvieras aquí más espacio. Mi compañero es el cabo Jamur Nath. Vamos, ¿puedes levantarte? Estamos corriendo un gran riesgo quedándonos aquí, todavía rondan muchas patrullas androides —aclaró antes de verter un poco más de líquido en la boca de Odie.

La chica se sintió menos aturdida y, con un poco de ayuda, logró sentarse. Miró a su alrededor, pero sólo vio a Erk y a los dos soldados de reconocimiento.

—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó.

—Explorando. Los separatistas envían patrullas por toda la región, buscando puntos débiles que atacar. Nuestro trabajo es encontrarlas y truncar sus planes si podemos; si no, informar de cualquier unidad que intente rodear nuestras posiciones —cambió de tema—. Por lo que queda de tu equipo, veo que también eres de reconocimiento. ¿Y tu motojet? —levantó su cabeza amablemente y le hizo beber más agua. Después agitó su cantimplora. Estaba casi vacía—. Os habéis bebido vuestros buenos dos litros. Esto os repondrá enseguida. Menos mal que no sois de otra especie, es especial para humanos: restaura fluidos, electrólitos, minerales y todo lo que hayáis perdido por culpa de la deshidratación. ¿Qué os ha pasado? Si no hubierais hecho ese disparo, nunca os habríamos descubierto, y a estas horas ya estaríais muertos.

Odie le explicó entrecortadamente lo ocurrido.

—N..., no recuerdo haber efectuado ningún disparo.

—Bueno, entonces debió de ser tu novio. O puede que no recuerdes haberlo hecho. Cuando se está a punto de morir por deshidratación se suelen sufrir alucinaciones... Pero bueno, supongo que ya lo sabes. En fin, resulta que vimos el fogonazo y vinimos a investigar. Quienquiera que disparase, lo hizo al aire. Supusimos que era una señal.

Odie quiso negar que Erk fuera su "novio", pero no le quedaba suficiente energía, así que pasó por alto el comentario. En vez de eso, preguntó:

—¿Qui..., quiénes sois?

—Somos de reconocimiento, como tú. ¿Formabas parte de la guarnición de Praesitlyn? Pobres diablos. Vamos, tienes que ponerte en pie y empezar a moverte. Puedes ir en la parte trasera de mi motojet. Esa arma tuya, ¿me la prestas?

—S..., sí, pero... ¿de dónde venís? No parecéis pertenecer al ejército del general Khamar.

—No, no lo somos. Ya te lo explicaremos luego. Ahora, la primera prioridad es sacaros de este desierto y devolveros a vuestras posiciones antes de que nos descubra alguna patrulla enemiga. Mientras os recuperabais, informé de nuestro descubrimiento y he recibido órdenes de llevaros inmediatamente. Ven, dame la mano, tenemos que marcharnos.

Odie se tambaleó un poco mientras salía de su improvisado refugio y alzó involuntariamente una mano para escudarse los ojos de la brillante luz del sol.

—Toma, póntelo —dijo L'Loxx, alargándole un casco—. Nos sobra.

Agradecida, Odie cogió el casco. Era una unidad multifuncional estándar de las tropas de reconocimiento. Se lo ajustó expertamente. Ya se sentía mucho mejor. Vio a Erk de pie, junto al otro soldado de reconocimiento y la segunda motojet. Fue como si volviera a encontrarse con unos viejos amigos; Erk y la motojet. Ésta era casi un duplicado de su propia máquina.

—Tú vendrás conmigo, soldado —ordenó L'Loxx.

—Vamos, tenemos que largamos de aquí —añadió el cabo Nath.

L'Loxx redistribuyó rápidamente parte de su equipo en la motojet para dejar sitio a Odie.

—Sujétate bien —le advirtió—. No podemos perder ni un segundo más en regresar a la base.

En el mismo instante en que el sargento montó en su máquina, Odie supo que era un experto. L'Loxx los llevó por un terreno extremadamente abrupto, hasta detenerse bajo la cresta de un largo risco.

—Justo debajo de nosotros se extiende el lecho seco de un río. Lo seguiremos casi todo el camino de vuelta. ¿Lo conoces?

—Sí. ¿Vuestra base está cerca del Centro de Comunicaciones Intergalácticas?

—Exacto. Ocupamos el Centro y el terreno situado inmediatamente bajo la llanura. Hemos excavado trincheras justo frente a ellos, de ese modo su flota no puede bombardearnos porque estamos demasiado cerca de sus propias tropas. El primer día tuvimos que enfrentarnos a varias oleadas de androides de combate, pero conservamos nuestras líneas. Ahora estamos clavados en nuestras posiciones, disparándonos mutuamente y enviando patrullas para encontrar puntos débiles en las respectivas líneas enemigas. Es un empate técnico. El primero que reciba refuerzos ganará.

—¿Han enviado refuerzos?

—¿La República? No lo sé. Nuestro comandante mandó un mensaje a Coruscant antes de atacar, antes de entrar en la zona donde el enemigo bloqueaba las transmisiones. ¿Los separatistas? Sí, probablemente planean recibir refuerzos antes de atacar. Bien, prepara el arma. Yo conduciré y tú dispararás.

—Preparada —dijo Odie con más firmeza de la que realmente sentía, mientras desenfundaba la pistola láser y le quitaba el seguro.

—Escuchadme —dijo L'Loxx por el canal de comunicaciones tácticas—. Nos espera un largo viaje por delante. Si nos encontramos con alguna patrulla enemiga, tendremos ventaja, llevamos una persona extra en cada motojet que podrá disparar mientras el piloto maniobra. Sabes disparar, ¿no,
Pajarito
?

—Puedes estar seguro,
Tragapolvo
—respondió Erk—. Y mi copiloto también.

—Bueno, parece que nos hayas rescatado tú, ¿eh? —rió L'Loxx—. El enemigo utiliza motojets del modelo 74-Z. Tu "copiloto" sabe lo que eso significa, si por desgracia tenemos que entablar combate.

Odie gruñó. Claro que sabía lo que significaba.

—Pero no pensamos meternos en ninguna escaramuza —siguió L'Loxx—. Nos lo tomaremos con tranquilidad, como si diéramos un paseo. Bien, seguidme.

Descendieron velozmente hasta el lecho seco del río, lleno de peñascos y deshechos. En algunos lugares, el agua había socavado profundas y estrechas gargantas que les bloqueaban temporalmente la luz del sol; en otros, debían circular por un paisaje plano, completamente expuestos al terreno circundante. Aun así, las orillas eran lo bastante altas como para encontrar siempre cierto grado de cobertura, si se movían con cuidado. Mantuvieron la marcha durante casi media hora.

Los atacaron en un punto en el que el lecho del río se alzaba hasta la superficie. El primer disparo pasó entre Odie y L'Loxx. Tan cerca que hizo vibrar el tejido de la camisa de la chica y le chamuscó la punta de la nariz. Por un breve instante, Odie se preguntó qué había pasado; luego se impuso el instinto agudizado por el entrenamiento, giró sobre su asiento y disparó en la dirección de la que había llegado el disparo. Entonces los vio. Hacia ellos se acercaban tres motojets 74-Z, veloces como el viento, a través de la planicie. L'Loxx hizo saltar su motojet por encima de los bancos de la orilla y se dirigió directamente hacia los atacantes. Ráfagas de láser mal dirigidas zumbaron a su alrededor. Odie se inclinó hacia la derecha y apretó dos veces el gatillo. Pudo ver claramente cómo uno de sus disparos alcanzaba una motojet, pero el blindaje absorbió la energía, descargándola en la arena en forma de electricidad. El otro disparo alcanzó al piloto al que había apuntado, y éste saltó hacia atrás contra la cola de su máquina.

—¡Uauuuh!

Alguien —Odie creyó que era Erk— aulló por el canal de comunicaciones. La chica miró a su izquierda. A ese lado, y unos cuantos metros por detrás, pudo ver a Erk, inclinado hacia delante, apoyándose en la espalda del cabo Nath mientras disparaba metódicamente contra las otras dos motojets enemigas. Los cuatro vehículos rugían y levantaban colas de arena que se mantenían unos segundos suspendidas en el aire tras ellos.

—¡Cuidado, sujétate! —gritó L'Loxx.

Y realizó un giro a la derecha, tan cerrado que la rodilla de Odie raspó el suelo mientras la moto encaraba nuevamente a los soldados que se les acercaban. La maniobra confundió a los atacantes. L'Loxx dirigió al instante la motojet hacia el enemigo más cercano, acelerando a 200 km/h. Este no tuvo más remedio que girar a la izquierda para evitar la colisión. L'Loxx lo siguió, manteniéndose cerca de su cola. Odie volvió a disparar, pero sus descargas no parecían afectar al blindaje trasero de la motojet enemiga. No obstante, forzaba al piloto a mantener la cabeza baja y a concentrarse en pilotar su máquina, no podía devolver el fuego.

El enfrentamiento fue cubierto por una enorme nube de polvo, levantada por las motojets que daban vueltas desesperadamente unas alrededor de las otras, buscando embestir a sus oponentes o conseguir un buen ángulo de disparo que resolviera la contienda. Los fogonazos de las pistolas láser desgarraban las cortinas de arena de forma que cualquiera que estuviera observando desde una cierta distancia podía pensar que la nube de polvo latía con energía y vida propias. El polvo, espeso y sofocante, se pegaba a ellos como una segunda piel y los cegaba. De repente, L'Loxx detuvo su motojet y se quitó el casco. Odie se sintió desconcertada por el repentino silencio.

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