Read La prueba del Jedi Online
Authors: David Sherman & Dan Cragg
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El sargento L'Loxx llamó la atención de Alción y saludó.
—Informe, sargento.
—No esperamos a los demás equipos de reconocimiento porque tenía dos heridos y debía llevarlos urgentemente al hospital de campaña. Su flanco derecho es vulnerable, señor —se acercó al mapa tridimensional—. Primero, esta colina del extremo más alejado del frente apenas tiene defensas. Creo que cuentan con que las rocas que siembran el pie de la colina impidan cualquier asalto. Segundo, allí no he visto armas pesadas ni artillería. Y, finalmente, tengo razones para creer que la falta de mantenimiento podría estar reduciendo el número de tropas androides. Si los presionamos, puede que su capacidad de combate termine colapsándose.
—¿Quiénes son los heridos? —preguntó Anakin.
—Me temo que uno de ellos es el rodiano, señor.
—¿Grave?
—Mucho, señor. Pero déjeme añadir que, de no ser por él, no habríamos podido volver con esta información. Se enfrentó él solo al enemigo y nos dio a los demás una oportunidad para alejarnos de las tropas androides. También quisiera añadir —dijo, volviéndose hacia Alción—, que sus dos guardias son buenos soldados. Resistieron hasta el final.
—Entonces, ¿quién es el otro herido? —preguntó Slayke.
L'Loxx le explicó brevemente cómo había encontrado a Odie y Erk.
—Los recuerdo. Fueron a Izable con el teniente —apuntó Slayke.
—Ella fue la que disparó a Grudo —dijo L'Loxx a Anakin—. En la oscuridad y en medio de tanta confusión, creyó que éramos enemigos. Fue una de esas situaciones que nadie puede prever. Suele suceder, señor. Fuego amigo.
—Está bien —Alción había tomado su decisión—. Ahora son las cero cuatro cero cero. Comandante Skywalker, quiero que a las cero seis cero cero esté en posición para atacar el flanco derecho. Llévese al sargento L'Loxx para que lo guíe. Llévese dos brigadas de su división y deje la tercera en reserva bajo el mando del capitán Slayke.
—¿No deberíamos esperar a que informen los comandos, señor? —preguntó el oficial de operaciones de Alción.
—Sería interesante saber qué han descubierto, pero no podemos seguir esperando —señaló el mapa—. Éste será el punto neurálgico de nuestro ataque, y atacaremos por ahí. Yo me pondré al mando de mi división y atacaré el centro de su línea defensiva. Esperaré hasta que el comandante Skywalker se sitúe en posición, antes de dar la orden de ataque. Usted espere diez minutos antes de atacar, creo que ese lapso bastará para que el enemigo dé orden de trasladar tropas desde ambos flancos al centro de sus posiciones para reforzarlo. Esta noche lanzaremos dos andanadas de artillería: una para ablandarlos, o eso espero, y otra cuando estemos atacando, mientras mis hombres se colocan en posición. Así creerán que ése es nuestro frente principal. Creo que es todo —se giró hacia su oficial de operaciones—. Informe de las órdenes a todos los comandantes.
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—¿Puedo verlo? —preguntó Anakin al oficial médico a cargo del hospital militar.
—Acompáñeme.
El doctor hundió los hombros, y los profundos surcos de su rostro le dijeron con más elocuencia que las manchas de sangre de su uniforme lo que habían sufrido los Hijos e Hijas de la Libertad desde que aterrizaron.
Grudo yacía sobre una litera de campaña, tras unas cortinas. Anakin contuvo el aliento al ver la espantosa herida del rodiano.
Fuego amigo
, pensó Anakin. Así había definido el sargento aquel accidente. Se preguntó quién habría inventado un nombre tan ridículo. Algún oficial de Estado Mayor sin duda, alguien que estaba bien seguro y a salvo en un despacho, alguien que bromeaba sobre las cicatrices de combate, pero que nunca había sido herido. No había nada "amistoso" en el fuego que causaba heridas como aquéllas, procediera de quien procediera. Anakin luchó para contener un estallido de rabia, no hacia el pobre soldado de reconocimiento que había disparado contra Grudo, sino contra el tipo de mente militar que podía llamar "fuego amigo" a una cosa así.
—¿Puede hablar? —preguntó al agotado doctor.
—Ha balbuceado algo, pero no sé si hablaba en su idioma o si sólo eran gemidos. Con una herida como ésa, hasta me sorprende que pueda aguantar semiinconsciente. No estoy familiarizado con el cerebro rodiano, pero, fíjese, se puede ver a través del cráneo y...
Anakin cortó la descripción del médico.
—¿No puede hacer nada, doctor?
—No, las heridas son demasiado profundas.
—¿Nos oye?
—No creo, pero no importa que nos oiga o no. Con una herida así, no aguantará mucho más. Ni siquiera podemos inyectarle un sedante... A menos, por supuesto, que quiera poner fin a su dolor.
Anakin se giró hacia él.
—Si vuelvo a oírle hablar de esa forma de uno de mis soldados, le juro que... —sacudió la cabeza—. Por favor, tenga la amabilidad de dejarme a solas con mi amigo.
El médico palideció, pero apartó las cortinas y se alejó.
—¿Puedes oírme? —preguntó Anakin, inclinándose sobre su amigo—. Grudo, ¿puedes oírme?
Grudo abrió su único ojo bueno. Algo rugió en su pecho y tosió.
—A... Anakin...
—Reserva fuerzas... Te pondrás bien —mintió Anakin.
—No —susurró Grudo—. Es hora... de morir...
—¡No, Grudo, no! Van a enviarte a la
Tregua
, una buena nave hospital donde tienen todo lo necesario para ayudarte...
Grudo se incorporó con mucho esfuerzo sobre un codo, y su mano libre aferró un hombro del joven Jedi. Acercó su destrozado rostro al de Anakin.
—No llores por mí —dijo antes de que le fallaran las fuerzas y se derrumbara en la litera.
Anakin no necesitó tocar a Grudo para saber que la vida le había abandonado. Se quedó sentado a su lado varios minutos, después se puso en pie y volvió al puesto de mando.
Atacarían por la mañana y él dirigía las tropas. Grudo sería vengado.
El éxito de una operación militar depende muy a menudo de un acontecimiento casual, de que un bando llegue a un lugar —un cruce de caminos, un río, un puente, una aldea...— pocos minutos antes o después que su oponente. Esos escasos instantes pueden marcar la diferencia entre la victoria o la derrota. A veces, el desastre depende de la decisión que toma un comandante sin tener un conocimiento pleno de las intenciones o la disposición del ejército enemigo; un buen comandante tiene que ser capaz de tomar decisiones instantáneas porque cualquier retraso mínimo puede ser fatal para una campaña. Pero hasta un buen comandante puede cometer un error si se ve presionado por el rápido desarrollo de los acontecimientos. Pese a toda la tecnología de que dispone un soldado, el campo de batalla es un lugar confuso y desorganizado, donde los acontecimientos se mueven a una velocidad cegadora bajo un manto de oscuridad impenetrable llamado niebla de combate. Y nadie que no esté allí puede penetrar en ella.
De ahí la importancia del reconocimiento que ordenó Nejaa Alción, y de ahí la importancia de la decisión que tomó, basada en la información proporcionada por un solo hombre de uno de los equipos enviados a ese reconocimiento.
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En realidad, el mejor dotado para la tarea de reconocimiento en Praesitlyn era el comando clon CT-19/39 y no el sargento Omin L'Loxx, por bueno que éste fuera en su cometido. El apodo que se había autoconcedido era
Mago Verde
, a causa de su rango de sargento y su habilidad para patrullar. Tan pronto como recibió el mando del equipo enviado a espiar el flanco izquierdo de las posiciones enemigas, decidió dividir el grupo para que cada comando efectuara su propio sondeo de las líneas enemigas y penetrase tanto como pudiera dentro del territorio en poder de los separatistas. La idea era volver con tantos puntos de vista distintos como fuera posible.
El
Mago Verde
había conseguido llegar cerca de los edificios del Centro de Comunicaciones Intergalácticas sin ser detectado. Registró cuidadosamente en su memoria la posición de cada cañón que pudo detectar, contó los androides que había en cada posición y anotó su armamento, así como los emplazamientos donde el enemigo había instalado sus piezas de artillería. De especial interés resultó el hecho de que habían trasladado varios cañones al extremo derecho del frente enemigo para reforzar la posición entre dos pequeñas colinas, al final de la línea defensiva. En su opinión, el punto débil de las líneas de Tonith estaba en el extremo izquierdo, no en el derecho, ya que el
Mago Verde
había podido penetrar con facilidad..., y especialmente ahora, dado que podía informar al general dónde estaba situado cada uno de los cañones defensivos. Para el
Mago Verde
estaba claro que el ataque debía producirse por la izquierda; si todo el ejército, con toda su potencia, se lanzaba en escala contra ese flanco, rompería el frente de Tonith y acabaría con toda su defensa de un rápido e irresistible golpe.
El único problema era que, ahora, el
Mago Verde
tenía que volver a sus propias líneas para entregar toda la información recopilada. Podía llamar a través de su comunicador, pero el general Alción había sido muy concreto en sus órdenes: nadie debía romper el silencio en las comunicaciones durante el reconocimiento. Aparentemente, sus otros dos camaradas no tuvieron tanto éxito como él en evitar la detección. Había oído tiroteos a lo largo de todo el frente, especialmente en el lugar por donde habían cruzado las líneas. Así que el
Mago Verde
estaba bastante seguro de que habían sido descubiertos y de que posiblemente no volverían a su punto de reunión en Izable. Se preguntó por los soldados encargados de sondear la parte central de las defensas. ¿Habrían visto lo mismo que él? ¿Dirigían parte del tiroteo contra ellos? Eran comandos clon y, por tanto, buenos, muy buenos en su trabajo, pero no tanto como él, y a todo el mundo podía abandonarle la suerte en un momento dado. El
Mago Verde
sabía que un día le tocaría a él, como esa noche quizá les había tocado a sus camaradas. Debía asumir que era el único que quedaba vivo, y a él le correspondía llevar a su cuartel general toda la información que tenía.
El bombardeo llegó inesperadamente, con el
Mago Verde
todavía tras las líneas enemigas. No le sorprendió; cosas así sucedían a menudo en las batallas. Alguien había cometido un error al ordenar que la artillería empezase a disparar antes de que los equipos de reconocimiento volvieran, pero eso no le preocupó... Volver a sus propias líneas, sí. Mientras el
Mago Verde
se aferraba al terreno, notó lo ajustado de las descargas de los artilleros de Alción. Respetaba su puntería y su profesionalidad, y admiraba a esos artilleros aunque estuvieran destrozándolo todo a su alrededor, aplastándolo, volándolo por los aires, quitándole la respiración, haciéndole temblar hasta los dientes.
Al principio, el
Mago Verde
no sintió ningún dolor. Sabía que lo habían herido en la pierna, pero utilizó una cuerda para hacerse un torniquete por encima de la arteria dañada y pensó en sus opciones. Sabía que el dolor llegaría pronto, seguido de la parálisis. Tenía que hacer algo, y deprisa, porque los datos que obraban en su poder eran demasiado importantes para que se perdieran con su muerte. Si se quedaba allí, lo encontrarían y lo ejecutarían. Podía usar el sistema de comunicaciones y así su misión terminaría con éxito; pero las órdenes eran no utilizarlo excepto para enviar la señal de que estaba dispuesto para regresar. Dio la señal y, por un momento, por un solo instante, sintió un fogonazo de algo parecido a la rabia porque alguien hubiera vuelto al puesto de mando sin seguir el plan. La artillería prosiguió su bombardeo.
Su única opción era intentar regresar a las líneas republicanas por su cuenta y riesgo. Sin una pierna sería difícil, pero no imposible. Los comandos clon se superaban a sí mismos al enfrentarse con obstáculos que se suponían insalvables para un ser normal.
Empezó a reptar lentamente, con cuidado. El torniquete de su pierna se había aflojado en algún momento de su marcha, y perdía abundante sangre. Logró abrirse camino hasta el lecho seco del río, pero una vez en él comprendió que no podría seguir adelante. Órdenes o no órdenes tenía que informar antes de estar demasiado débil para hacerlo. Buscó su comunicador pero no lo encontró, lo había perdido en algún punto de su recorrido. Se maldijo a sí mismo. Había dejado que el dolor y el agotamiento físico lo distrajeran. Si moría allí mismo y en aquel momento, le estaría bien empleado. No quería que nadie llegara a enterarse de lo incompetente que había llegado a ser. Pero el
Mago Verde
también sintió una terrible sensación de frustración; no porque se estuviera muriendo, sino porque moriría con información vital para el ejército al que servía. Su último pensamiento consciente fue que había hecho cuanto había podido.
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—No tenemos mucho tiempo, así que éste es el plan de ataque —informó Anakin a sus comandos, iluminando un enorme mapa tridimensional del campo de batalla—. El foco principal de nuestro ataque es esta colina. Fijaos en ese montón de peñascos que hay en su base. Pueden servir de cobertura para la infantería, así que lanzaremos nuestro asalto desde allí. La clave es cruzar la llanura tan deprisa como nos sea posible porque ahí estaremos al descubierto y a la vista del enemigo situado en la colina. La división del general Alción atacará el centro de las líneas enemigas para atraer tropas desde los flancos y debilitar sus posiciones, especialmente las situadas en esa colina. Gracias al reconocimiento efectuado esta misma noche sabemos que está muy débilmente defendida por androides de infantería sin apoyo artillero. Una vez ocupemos la colina, tendremos a la vista todas las posiciones enemigas. La Primera Brigada se encargará de esa tarea, mientras la Segunda dará un rodeo hasta la retaguardia de esa posición. Entonces podremos atacar desde tres posiciones diferentes.
Hizo una pausa para asegurarse de que todos habían entendido sus palabras.
—Seremos precedidos por los comandos clon, liderados por un soldado ARC. Se infiltrarán en las posiciones de la colina y provocarán una distracción. Nosotros los seguiremos con toda nuestra potencia de ataque, bajo el escudo de esa distracción. Ahora bien, como ya he dicho, es vital que atravesemos la llanura a toda velocidad. Iremos tras un batallón de reptadores que eliminarán cualquier oposición. Nuestra infantería vendrá detrás de nosotros, en los transportes blindados. Utilizaremos el cauce seco del río para situarnos en posición..., nos proporcionará cobertura hasta que tengamos que cruzar la llanura. No atacaremos hasta que la división del general Alción haya entrado en combate, pero moved a vuestros soldados con rapidez. No me cansaré de recalcar la palabra "velocidad". Hasta llegar a los peñascos, estaréis bajo fuego directo del enemigo. La artillería no sólo nos respaldará, sino que seguirá machacando las posiciones enemigas mientras ascendemos por la colina; pero, como podéis ver, los peñascos impiden el paso de vehículos de cualquier clase, así que esa fase de la operación tendrá que ser completada a pie. Será una batalla para la infantería.