La prueba del Jedi (24 page)

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Authors: David Sherman & Dan Cragg

BOOK: La prueba del Jedi
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—Prohibitivo —dijo Slayke secamente—. Lo siento, Anakin, un ataque por aire es suicida. Creo que la única táctica viable es atacar uno de sus flancos.

Ésa había sido la apuesta de Alción desde el principio.

—No olvidéis que puede reforzar cualquier parte de su línea defensiva en muy poco tiempo —señaló Anakin—, mientras que nuestras tropas y nuestros suministros tienen que recorrer un camino mucho más largo, sobre todo si logramos franquear una de sus alas.

—El joven Jedi se está convirtiendo en todo un estratega —asintió Slayke con aprobación.

—Anakin es un hombre de talentos sorprendentes —sonrió Alción.

—Anakin es un hombre que puede hacer carrera —añadió Slayke.

—Entonces, seguiremos el primer plan: presionaremos el centro de sus líneas y simultáneamente enviaremos una potente fuerza de asalto contra sus flancos —dijo Alción—. Pero, primero, tenemos que conocer la resistencia de sus posiciones.

—Tengo al hombre perfecto para eso —dijo Slayke—. ¡Omin, venga aquí! El sargento L'Loxx es uno de los mejores hombres de reconocimiento que tenemos. Sondeará sus líneas y encontrará cualquier debilidad que puedan tener.

El sargento se acercó a los oficiales y atrajo su atención. Alción se levantó y le estrechó la mano:

—Es casi medianoche, sargento L'Loxx, ¿puede completar un reconocimiento completo de las líneas enemigas antes del amanecer?

—No puedo recorrer todo el frente en una noche, señor —respondió el sargento—. Pero haré lo que pueda. Estaré preparado dentro de quince minutos.

—Entonces, enviemos a tres equipos: centro, izquierda y derecha. Pero creo que deberíamos enviar comandos clon —dijo Anakin.

—Perdone, señor. Me considero el mejor, sólo que no puedo explorar todo el frente yo solo. Déme el sector que quiera y le traeré la información que necesita.

—Muy bien, sargento, encárguese del flanco derecho —Alción se giró hacia Anakin—. Tú selecciona comandos clon para el centro y el flanco izquierdo —después volvió con L'Loxx—. El punto de partida será el antiguo puesto fortificado de Izable, y volverá de allí a través de nuestras líneas. ¿Cuántos hombres necesitará?

—Sólo yo, señor.

—¿Sólo usted? —Alción miró a Slayke, que se alzó de hombros—. ¿Y si le ocurre algo, sargento? ¿Cómo recibiríamos su informe?

—No me ocurrirá nada.

—Me gustaría ir con él —dijo Grudo, dando un paso adelante y colocándose junto a Anakin.

—¡Ridículo! —gruñó Slayke.

—Un rodiano es lo bastante bueno como para salir de patrulla, señor —dijo el sargento L'Loxx—. Son expertos en colarse en lugares donde nadie más puede... y volver sanos y salvos.

—Entonces, que vaya Grudo —asintió Anakin.

—Nosotros también queremos ir —dijo alguien. Era uno de los guardias de la
Neelian
, el cabo Ram Raders.

—¿Qué es esto? —interrumpió Alción rápidamente—. Quiero enviar a un hombre de reconocimiento y la mitad de mi ejército se presenta voluntaria para acompañarle. Ya puestos, también podríamos preparar un asalto ahora mismo, sin tener la más mínima idea de lo que nos espera. No. Y es mi última palabra.

—Por favor, señor —replicó Raders—. Somos buenos en ese tipo de cosas. Además, aquí no somos útiles. Podemos ser de mucha ayuda para el sargento.

—Que vengan conmigo —dijo el sargento L'Loxx—. Si su trabajo no me parece satisfactorio, los dejaré en Izable. Pero puede que cuatro sean demasiados.

—Está bien —dijo Alción—. Anakin, coordínalo todo con los comandos clon. Presentaos todos aquí dentro de quince minutos.

Anakin se dirigió al oficial de operaciones.

—¿Quiere empezar a escribir la orden? —se excusó y salió fuera con el rodiano. Se sentaron sobre algunas cajas de raciones en la oscuridad—. No quiero que vayas, Grudo... pero si tanto te importa, no te lo impediré.

—No me pasará nada —replicó Grudo.

Anakin no habló por un rato, sin estar muy seguro de lo que quería decir.

—¿Estás casado? —preguntó al fin.

—Muchas veces —respondió Grudo con una carcajada.

Anakin pudo sentir cómo se encogía de hombros en la oscuridad.

—He sido bueno con ellas, y ellas conmigo. Pero un soldado, como un Jedi, debe de anteponer el deber, aprender a vivir sin las cosas que los hombres normales anhelan. ¿Por qué lo preguntas?

—Pura curiosidad.

—No te preocupes, no me pasará nada —Grudo puso una mano en el hombro de Anakin, y los dos permanecieron silenciosos. Por fin, Grudo cambió de tema—. Esa mujer que hemos visto antes, ¿la conoces? Te estaba mirando y creo que la conoces.

—N... no... —replicó Anakin—. Es que me ha recordado a mi madre. La mataron.

—Debió de ser difícil —comentó Grudo con suavidad—. Pero te he estado observando, ¿sabes?, y puedo asegurarte que ella se siente muy orgullosa de ti. Nunca he conocido a nadie tan inteligente como tú en tantos aspectos distintos. Eres rápido en todo: para aprender, para decidir, para actuar. Serás un gran comandante y me siento orgulloso de haber podido ayudarte. Ahora tengo que irme. El sargento espera, y el amanecer llegará muy pronto.

—Buena suerte, amigo.

—Sí, suerte. Todo soldado necesita suerte, pero recuerda que lo que importa en combate es la habilidad. Pero ya que me deseas suerte, lo acepto. Muchas gracias.

Grudo tomó la mano de Anakin entre las suyas, la estrechó brevemente y dio media vuelta, desapareciendo en la noche. Anakin se sorprendió de lo silenciosamente que caminaba el rodiano en la oscuridad. Se quedó allí, quieto un momento, y después volvió al puesto de mando.


—No serán tan idiotas como para atacar frontalmente nuestras posiciones —dijo Pors Tonith a sus comandantes—. Atacarán el centro con sus tropas, sí, pero será una simple distracción. El ataque principal llegará por los flancos. Por eso quiero fuerzas de reserva aquí —indicó un lugar cerca del Centro de Comunicaciones—, dispuestas a reforzar cualquier parte del frente en un momento dado. Esperad sondeos de prueba durante toda la noche y un ataque por la mañana. Os quiero ahí fuera comprobando las posiciones, controlando el armamento y revisando las tropas. Los androides no necesitan dormir y vosotros sí, lo sé, pero esta noche nadie dormirá en nuestro ejército.

—Las colinas de nuestra izquierda, señor. Tenemos tropas apostadas en ellas, pero son muy escasas. Sugiero que las reforcemos de inmediato.

—Esperemos que ataquen —dijo Tonith—. Con una reserva móvil como la que he sugerido, siempre podremos enviar tropas de refresco allí donde se necesiten. Bien, ya tenéis vuestras órdenes. Mantendremos la posición hasta que lleguen los refuerzos que, confío, no tardarán.

Cuando sus comandantes abandonaron el puesto de mando, Tonith sonrió a B'wuf, que todavía permanecía sentado dormitando.

—Despertadlo —ordenó a los androides de guardia—. He dicho que hoy nadie puede dormir en este ejército y nadie lo hará. Excepto yo, por supuesto. El cerebro necesita descansar. —Se volvió hacia uno de los técnicos—. Despertadme si hay novedades.

Y se retiró a sus aposentos.


La reunión informativa fue corta. Los equipos de reconocimiento serían tres. El primero cubriría el flanco izquierdo; el segundo, el centro; y el tercero, el del sargento L'Loxx, el flanco derecho. Cada hombre de los tres equipos recibiría un enlace de comunicaciones.

—No lo utilicen a menos que sea indispensable —advirtió el oficial de Inteligencia—. Seguro que el enemigo estará a la escucha.

—Todo el mundo partirá de Izable. Pónganse en marcha en cuanto la artillería empiece a disparar. Cuando estén preparados para regresar, pulsen el botón de sus comunicadores: una pulsación larga y una corta para el primer equipo, dos largas y dos cortas para el segundo, y tres largas y tres cortas para el tercero. Cuando todos hayan avisado, lanzaremos un ataque de artillería para cubrirlos. Ésa será la señal para que vuelvan.

—Odio esas cosas —susurró L'Loxx, mirando su equipo de comunicaciones—. Siempre se estropean en el peor momento posible.

—Cuando todos estén reunidos de nuevo en Izable, usted, sargento L'Loxx, me enviará una señal larga con ese equipo de comunicaciones que tanto desprecia, y yo abriré fuego con la artillería —dijo el oficial de Inteligencia—. Y no se preocupe de ninguna llamada mientras estén fuera. El canal es seguro, está reservado para reconocimiento. ¿Alguna pregunta?

No la hubo.


Izable estaba en ruinas.

El hedor de la muerte lo impregnaba todo. Un ligero mechón de humo se filtraba a través de la grieta de un bunker demolido, signo de un fuego que todavía ardía; a través de los infrarrojos aparecía en forma de fulgor muy brillante, indicando que el fuego todavía debía de ser intenso. Los hombres del pelotón de reconocimiento se preguntaron qué podía arder allí, y Grudo se estremeció ante la idea. Los cuatro miembros de su equipo se acurrucaron juntos a poca distancia de los otros dos equipos, esperando que empezase la descarga de artillería.

El plan era que, tan pronto empezase el ataque, avanzarían por el cauce seco del río que seguía el contorno de la colina por la derecha, y después escalarían hasta la cima. Había varios taludes por los que ascender, pero L'Loxx decidió seguir más lejos, hacia la derecha, y aparecer tras la colina, casi detrás de las líneas enemigas.

—Nos estarán esperando, podéis estar seguros —dijo a los otros tres—, y su atención estará centrada en el frente.

Los cuatro llevaban un traje especial, diseñado por el propio L'Loxx para escudarse de los sistemas de visión infrarroja del enemigo. No les proporcionaría una protección total contra los escáneres, pero con todo el ruido, la confusión y el calor provocados por las descargas de artillería, tendrían suficiente cobertura para llegar hasta el lugar donde L'Loxx contaba con que la falta de vigilancia enemiga impediría que los descubrieran.

La noche era oscura, sólo las estrellas iluminaban débilmente el paisaje.


—¡Uuuuf! —Erk intentó sentarse de repente, y su cabeza chocó contra la roca que tenía encima—. ¡Odie, creo que ya lo tengo! ¡Pásame tu cinturón de equipamiento!

Ella se lo alcanzó.

—Un poco de luz, por favor..., ¡aja! —exclamó de alegría tras rebuscar en uno de los bolsillos—. ¡Justo lo que pensaba! ¡Odie, esto es nuestro camino de salida! —empuñaba una vibrodaga—. ¡Los mecánicos utilizan una versión particular de esto para cortar los metales más duros cuando trabajan en los cazas estelares! Creo que podemos usarla para...

—...cortar la roca —terminó Odie.

—¡Dalo por hecho!

—¿Estás seguro? Ésta no es una vibrodaga industrial, Erk, apenas es una vibronudillera. Lo utilizamos como arma de reserva por si nos metemos en una pelea cuerpo a cuerpo. Bueno, y también para abrir las latas de las raciones —corrigió con una sonrisa.

Erk metió los dedos en los anillos de activación.

—No mires muy fijamente —advirtió. Activó los anillos y aplicó la hoja a una sección de la roca que los aprisionaba. Tras unos segundos, fragmentos de roca fundida empezaron a gotear al suelo, y el piloto apagó rápidamente la daga. La roca brillaba débilmente allí donde había aplicado la vibrodaga: en aquellos breves segundos había conseguido abrir un tajo de unos veinticinco milímetros de largo y unos diez milímetros de profundidad.

—¡Ya puedes ir saludando al mundo exterior! —dijo el piloto, exultante.

—¡Buuuf! Esa cosa despide mucho humo... ¿Cómo podremos abrirnos camino hasta la superficie sin que el humo nos ahogue o acabemos achicharrados?

Erk pensó un momento.

—Nos lo tomaremos con tranquilidad. Cada poco dejaremos que el calor y el humo se disipen, lo que nos sobra es precisamente tiempo. El flujo de aire es bueno, así que el nivel de oxígeno se mantendrá lo bastante alto como para poder respirar. Ayúdame con esto —se quitó la túnica de piloto—. No me había quitado esto desde hacía días. Está tratada para ser resistente a los impactos y al fuego, para un piloto estelar es imprescindible. La usaré como protección mientras esté cortando. ¿Cuánta energía se supone que le queda a esta vibrodaga?

—Diez horas, quizá. No lo sé, Erk. ¿Podrás abrir un agujero lo bastante grande como para poder salir por él en menos de diez horas?

—Bueno, pronto lo sabremos, ¿no? Empezaré en ese vértice, donde las dos placas de roca se unen al muro. Así estaremos seguros de no debilitar la resistencia que mantiene las dos placas en su sitio.

—Haremos turnos, Erk.

—¡Ah, sabía que tenías que ser de alguna utilidad! —y la besó.

—No sé qué opinar de tanta confraternización entre un oficial y una soldado, teniente —dijo Odie.

Le pasó una mano por la nuca y lo atrajo para besarlo en los labios.

—Cuando salgamos de aquí te demostraré el verdadero significado de la palabra confraternización. Bien... ¡Atención, rocas, ahí vamos!

Capítulo 21

Rápida pero cuidadosamente, los cuatro se abrieron camino a lo largo del lecho seco del río, manteniéndose cerca de la orilla más alejada para ocultarse todo lo posible de los puestos de observación enemigos de la colina, muy por encima de ellos. Ésta demostró ser una táctica inteligente y, en muy poco tiempo, llegaron a un punto donde el antiguo río cambiaba de curso y se alejaba de la colina.

La artillería republicana rugió, llenando el cielo de brillantes fogonazos; la respuesta de los separatistas no tardó en producirse, y las descargas llovieron sobre las posiciones de Alción. Todo el universo parecía estar consumiéndose en un feroz holocausto. Ninguno de los miembros del equipo de reconocimiento había visto jamás tal exhibición de fuego, y se sentían exultantes y anonadados a la vez. El sargento L'Loxx sonrió para sus adentros: la distracción estaba funcionando.

Reptaron uno a uno por los bancos de la ribera y se abrieron camino hacia la llanura que los separaba de las primeras pendientes de la colina. Por todas partes veían pruebas de la ocupación enemiga —equipo destruido, androides destrozados, agujeros de explosiones...—, y todo aquello les servía de cobertura mientras avanzaban por terreno abierto. Todas las piezas de equipo que transportaban habían sido cuidadosamente elegidas para que no hicieran ruido, y L'Loxx tenía una cuerda con la que se habían atado para no perderse en la oscuridad. El sargento también se molestó en pintar pequeños puntos luminosos en la espalda de todos ellos para que cada uno pudiera saber dónde se encontraba exactamente el compañero que lo precedía gracias a sus gafas de visión nocturna, y todos llevaban pistolas láser, pero nada más pesado. Tras una hora de avanzar a rastras por la llanura, L'Loxx calculó que se encontraban por detrás del ala derecha de las posiciones enemigas. Por allí accederían a la base de las colinas que dominaban el extremo del frente.

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