La rama hacia el este. El álamo y el viento. (6 page)

BOOK: La rama hacia el este. El álamo y el viento.
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Ojos muy finos, sí, con una fría calidad de espejos,

de espejos muy complicados, hechos casi de

[espíritu,

pero sin relación con el centro vivo del alma:

llama de amor tendida hacia los hombres, los

[animales y las cosas.

Los hombres, sin embargo, han hecho "aquello".

Es posible que los hombres hayan hecho "aquello"?

Hay cosas horribles, y terribles, lo sé.

El horror sangriento en casi todo el planeta,

pero atravesando el horror un alba aún pálida que

[avanza en las liberadoras bayonetas del Este.

Han hecho "aquello" los hombres. Y se quiere hacer

[lo conveniente

para guardar las formas. Nada más.

No es posible, es cierto, reintegrar a "nuestro

[mundo" aquellas almas idas?

Si no es posible, deberíamos cuidar su mundo,

[resguardarlo.

Así decía el compañero: el niño tiene su mundo,

el loco tiene su mundo, los animales tienen su mundo.

Que nuestro amor llegue hasta los límites de estos

[mundos para franquearlos hasta donde sea

[posible.

Habéis mirado alguna vez con cariño atento los ojos

[de un perro?

El perro tiene su mundo, pero atravesamos sus

[límites hasta que la chispa de la unidad brota

[de nuestra mirada y de la suya, húmeda.

Los locos tienen su mundo. No tenemos sobre su

[mundo otro derecho que el de nuestro amor.

Si su huida es fatal, amemos ese mundo.

La vida tiene orbes distintos pero unidos

[secretamente.

Que la locura florezca si no tiene más que florecer.

Sus perfumes no llegarán hasta nosotros pero serán

[los de los sueños esenciales

de las vidas cerradas, es cierto, pero vidas.

Todas las edades tienen su mundo, además, con su

[encanto.

De la vejez es un florecimiento inclinado que tiene

[del cielo y de la tierra también.

Hemos de suprimirla como quería el "otro"?

Hemos de suprimir "los inútiles", los que viven vidas

[cerradamente propias?

Si vierais, amigos, "aquello". Cabezas de cenizas

[con ojos de espanto o de asombro —ante qué

[sueños?—

o de una amabilidad luminosamente absurda.

Huesos sólo bajo las sábanas con moscas.

Pupilas tendidas hacia los ruidos o hacia las

[palabras.

Manos que prosiguen un tejido invisible.

Una boca dolorosa, oh, terriblemente dolorosa,

[incansablemente dolorosa,

y es una boca vieja, apenas dos líneas hundidas entre

[la escritura numerosa del rostro.

Hueco de las bocas, amigos, en la queja permanente

[y silenciosa!

Ah, esas pupilas ciegas, fijas sobre una interrogación

[terrible,

mientras un breve bulto endurece sus ángulos bajo

[las mezquinas frazadas!

Ojos, ojos sin luz de las viejecitas y de los viejecitos.

El rostro sólo vive en otros, la cara con su mueca.

Y los hombres maduros y las mujeres maduras entre

[los dos límites,

con sueños que tienen todavía algo de los nuestros?

Oh, los paralíticos y los locos en el sol del patio!

La viejecita que se "ha ido" con la gentileza nativa

y con una atención antigua os despide como una

[niña.

El viejo con las dos manos sobre el puño del bastón,

la mirada vacía, terriblemente vacía, frente a una

[sombra quizás apenas iluminada.

Dedos infatigables en un desmadejamiento de

[pesadilla

o en una búsqueda infinita sobre cabelleras de

[algodón.

Y más allá otra "sala" con gestos de dolor clavado

o de esperanza infantil sobre el borde de la cama.

Rasgos definitivamente esculpidos por la punzada o

[el terror

sobre las huellas ya profundas de la vida miserable,

o con una luz empecinada de niños que no pueden

[creer el castigo fatal…

Y allí cerca está el río con velas en el sol blanco.

Y allí cerca el agua juega y los hombres y las mujeres

[juegan con el agua.

Y se ha hecho "aquello". Las fuerzas enemigas han

[hecho "aquello".

Cómo "aquello" también grita su crimen contra las

[raíces de la vida!

El infierno por todas partes es su obra, lo sé.

Pero allí aparece de tal modo que las colinas y las

[islas nos hieren como una dicha inmerecida.

Que la locura florezca si no tiene más que florecer.

Que la infancia tenga su mundo, que la enfermedad

[tenga su mundo,

que el animal tenga su mundo, que las cosas tengan

[su mundo.

No nos queda sino el amor para franquear sus

[límites

o envolverlos de un delicado respeto hasta que

[podamos penetrarlos

y juntar tantas chispas en una gran llama fraternal

[que abrasará hasta las estrellas.

Rosa y dorada…

Rosa y dorada

la ribera.

La ribera rosa y dorada.

Febrero,

y ya estás,

belleza última, en el cielo y el agua.

Etérea,

pero ya estás,

vapor flotante de un sueño

que parece de flor y es de un lúcido pensamiento

que se busca

y se suspende

mientras el cielo es un ardor sensible.

Por los caminos pálidos, entre la hierba oscura,

el alma es un olvido hacia una orilla eterna.

La casa de los pájaros

Habíamos despertado a los pájaros que dormían

[entre las hojas de las palmeras.

Ya el crepúsculo cuando los tordos se abatían sobre

[el bebedero,

y posados sobre los bordes conversaban —de qué

[cosas vistas en los vuelos

y desde los lomos de los caballos, de qué cosas de la

[luz, de qué cosas de las ramas,

de qué cosas quizás terribles de los pastos?—,

ya el crepúsculo cuando los tordos conversaban,

qué sombras intrusas y nefastas se atareaban bajo el

[corredor todavía rosa

y encendían un escándalo blanco en la cocina?

Desde Marzo hasta Octubre suya y de las palomas y

[de los chingolos y de los gorriones

y de las tijeretas y de los loros y de otras alas que no

[sé —casi de mariposas— había sido la fronda.

—Los petirrojos ardían, aquí y allá, junto al camino,

[los gráciles tallos de la "flor morada"—.

Desde Marzo hasta Octubre había sido el silencio

[ciego de la casa nocturna hasta bajo los

[aleros con tacuaritas.

Quiénes ahora daban ojos a la noche sobre las hojas

[de las palmeras?, quiénes?, quiénes?

Durante varias noches las palmeras fueron una

[inquietud de alas y de charlas hasta el alba.

Luego la luna o la proximidad del mal tiempo, a

[veces, sólo traían el desvelo de las alas.

Palpitantes nubes de alas sobre los altos paraísos y

[los eucaliptus contra la tarde palidecida,

oscuras nubes que se abrían hacia el agua larga y

[encendida,

mientras el brocal blanqueado del pozo era rosa y

[celeste…

Pero Octubre había traído lluvias y lloviznas.

Una ventana larga nos daba el paisaje del oeste y del

[noroeste.

Pequeñas lomas y hondonadas con ganado de sueño

[paciendo un verde pálido o medio hundido

[en la lejanísima aguada.

Prados de un malva imposible hasta las cuchillas

[más distantes, azules de arboledas.

O una bruma rayada que de pronto nos daba

sólo tenues fantasmas de animales, de casas y de

[árboles.

Entonces, Catherine y Rainer nos parecían más

[profundos, cerca de un fuego suave.

La noche nos cercaba de tiniebla agitada de follajes

contra un sueño que se apelotonaba de timidez y de

[una delicia con remordimientos:

tantos en esa noche, quizás allí muy cerca,

agitándose unidos contra la vigilia ante el frío

[asaltante de los ranchos.

* * *

Las tardes, de pronto, habían adquirido un delgado

[ardor espiritual,

un encendimiento transparente que no era todavía

[tibio, y que hacía casi religioso el poniente.

Pero ya flameaba con alguna alegría sobre el agua

[lila de los campos.

A dónde se voló ese momento del Noviembre, tan

[puro, del cielo?

Flores cayeron sobre los pastos o cantaron sobre los

[pastos. Flores.

Una mañana sobre la loma no supe a quién

[agradecer tanta gracia. Flores.

El cielo era de un azul de pastel sobre la loma

[delicadísimamente constelada.

Una dulzura empezaba a fermentar en la mañana

[abierta igual que una corola infinita.

No fuimos más que un anhelo de canto. El verano.

* * *

La media tarde, en el camino hacia "La

[Carmencita", era irreal casi de celeste y de

[verde

en el sol cristalino que hacía perder a todo su

[densidad y lo volvía sólo un diáfano temblor.

Me apeaba de la bicicleta para saludar con los

[trabajadores del camino

a la esperanza en armas triunfando desde el Este

[sobre la noche de los chacales

para todos los trabajadores del mundo, para todos

[los pobres del mundo.

Nunca os olvidaré, oh hermanos míos, sudorosos ya

[sobre la arena blanca,

ajenos a los "hilos de la virgen" y a las telas de seda

[de color oro muerto…

O yo llegaba cuando la casa era una pálida mancha

[dorada que se apagaba sobre la loma

medio escondida por la arboleda vespertina

que no alcanzaba a cubrir las anchas pupilas de sus

[ventanas hacia el sur.

Y era una luz ubicua de malvones

que el último sol exaltaba hasta hacerla casi flotar.

Y eran cuatro bienvenidas junto al fino portón de

[hierro: las de los míos y las de los perros.

A veces también el campo era una niebla azul entre

[la que yo iba rodando sobre un camino

[espectral.

Ellos miraban salir la luna sentados frente a la loma

[que subía hacia el milagro amarillo…

Caminábamos luego entre la alta hierba fantástica

[mirando

cómo la hondonada flotaba en matices franjeados de

[largas penumbras…

—Yo había visto a medio camino, desde el terraplén,

[los ya pálidos valles de la costa con los

[ceibos oscuros…

Paisaje de sueño y a veces de pesadilla, a esa hora,

[que siempre me tocaba…

Íbamos hacia "el bajo" en el atardecer moroso,

[seguidos de los perros.

Detrás de nosotros también se aventuraban la gatita

[y su hijo, llenos de sobresaltos.

Vacas, vacas curiosas en el potrero con su fuerte olor

[de égloga.

El galgo se curvaba entre los cardos y el "Rulo"

[buscaba los caminitos entre el alboroto de

[los teros.

La luz, en el regreso, todavía suspiraba sobre la

[cuchilla tenuemente morada

en que la casa aparecía de frente toda larga entre la

[arboleda oscura contra el cielo desmayado…

Y era la espera de los trenes en el corredor medio

[nevado en la luna.

Una larga serpiente fosforecía de pronto al pie de la

[cuchilla del norte

y ondulaba hacia la loma del este que la escondía

[luego

mientras otra más larga, larguísima, con un sol en la

[frente, del lado de la luna, doblaba hacia su

[encuentro.

Una vaga inquietud de viaje nos llevaba hacia la

[ventana para escuchar las últimas pitadas

hasta que la noche recaía en una paz celeste de

[paraísos que nos hacía temblar.

Las sombras y los fantasmas blancos del parque

[llenaban el duermevela.

El alba era de ángeles, gris-celestes, rastreros

y la aurora un purísimo asombro de geranios que

[apenas se doraba detrás de los talas…

* * *

La noche era una asfixia. Prolongábamos la

[sobremesa en el patio de palmeras

en la espera anhelante de la más tenue respiración

[—de los campos o de las estrellas?

Titilaba allá lejos la línea encendida de la ciudad.

Quería tenderme sobre la tierra y me iba hacia los

[pastos.

Allí permanecía de espaldas hasta que un hálito

[tardío me daba el alivio de la madre

y yo no era más que un sueño infantil suspendido

[entre ella y las enredaderas de allí arriba…

El día era todo mío y permanecía en la cama hasta

[que la vecina casa amarilla

se disolvía casi en las primeras luces entre los troncos

[plateados de los eucaliptus del parque.

Iba a visitar los cardos del potrero. Me tendía con

[el galgo entre los altos ramilletes bajo el sol

[diáfano

hasta que mi acción de gracias se volvía una

[responsabilidad

para los que allá lejos alzaban nuestro sueño como

[una custodia entre las cortinas de la muerte.

—Verdad que entre los finos candelabros de luz lila

y el hálito del mismo color que ondulaba todo el

[campo

nuestro deber hacia los héroes y nuestra conciencia

[de estar en una fiesta que costaba

tanto desamparo cercano, chocan en el poema o no

[los creen ciertos?…

* * *

El mediodía vibraba igual que una colmena. Poco

[antes del almuerzo

buscaba la parte alta del parque para tenderme a

[leer.

Pero se estaba demasiado bien para que lo que

[leíamos no nos pareciera demasiado hermoso

o no le prestáramos atención, la vista entre las

[coníferas hacia los lueñes vapores

del armonioso fuego que era todo el paisaje…

Fuera de la casa, ya en el campo, instalábamos

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