La ratonera (12 page)

Read La ratonera Online

Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga, Policíaco, Teatro

BOOK: La ratonera
12.4Mb size Format: txt, pdf, ePub

MAYOR METCALF.—¿Y usted qué va a hacer?

TROTTER.—
(Acercándose a la radio, encendiéndola y apagándola otra vez.)
Yo haré el papel de mistress Boyle.

MAYOR METCALF.—Eso es algo arriesgado, ¿no?

TROTTER.—
(Apoyándose en el escritorio.)
Se colocarán todos en su sitio y no se moverán hasta que yo los llame.

(Miss Casewell se levanta y abandona la sala. Giles pasa por detrás de la mesa grande y descorre la cortina. El mayor Metcalf sale también. Trotter mueve la cabeza indicando a Paravicini que abandone la sala.)

PARAVICINI.—
(Encogiéndose de hombros.)
¡Juegos de salón!

(Paravicini abandona la sala.)

GILES.—¿Le importa que me ponga el abrigo?

TROTTER.—Le aconsejo que lo haga, señor.

(Giles recoge su abrigo del vestíbulo, se lo pone y vuelve junto a la ventana. Trotter se acerca a la mesa grande y escribe algo en su libreta de notas.)

Llévese mi linterna, señor. Está detrás de la cortina.

(Giles sale por la ventana. Trotter se acerca a la puerta de la biblioteca y desaparece por ella. A los pocos instantes vuelve a entrar, apaga la luz de la biblioteca, se acerca a la ventana, la cierra y corre la cortina. Se aproxima a la chimenea y se instala en la butaca grande. Después de una pausa, se levanta y se acerca a la puerta de la izquierda.)

(Llamando.)
Mistress Ralston, cuente hasta veinte y empiece a tocar.

(Trotter cierra la puerta, se acerca a la escalera y se asoma. Se oye «Tres ratones ciegos» interpretada al piano. Tras una pausa, cruza la sala y apaga los apliques de la pared de la derecha, luego da unos pasos y hace lo propio con los de la izquierda. Camina rápidamente hasta la lámpara de mesa y la enciende, luego cruza la sala hacia la puerta de la izquierda.)

(Llamando.)
¡Mistress Ralston! ¡Mistress Ralston!

(Mollie entra en la sala.)

MOLLIE.—¿Qué ocurre?

(Trotter cierra la puerta por donde acaba de entrar Mollie y se apoya en ella.)

Parece usted muy satisfecho de si mismo. ¿Ha conseguido lo que quería?

TROTTER.—Exactamente lo que quería.

MOLLIE.—¿Sabe quién es el asesino?

TROTTER.—Sí, lo sé.

MOLLIE.—¿Quién?

TROTTER.—Usted debería saberlo, mistress Ralston.

MOLLIE.—¿Yo?

TROITER.—Sí. Ha cometido usted una tremenda tontería, ¿sabe? Ha estado a punto de que la asesinaran por haberme ocultado algo. A causa de ello, más de una vez ha corrido un serio peligro.

MOLLIE.—No sé qué quiere decir.

TROTTER.—
(Dando unos pasos lentamente, sin dejar de mostrarse natural y amistoso.)
Vamos, mistress Ralston. Nosotros los policías no somos tan tontos como usted piensa. Desde el principio supe que conocía el caso de Longridge Farm por propia experiencia. Usted sabía que mistress Boyle era la magistrado que mandó los niños allí. De hecho, conocía todo el asunto. ¿Por qué no lo dijo?

MOLLIE.—
(Muy afectada.)
No lo entiendo. Quería olvidar… olvidar.
(Se sienta en el sofá.)

TROTTER.—¿De soltera se llamaba usted Waring?

MOLLIE.—Sí.

TROTTER.—Miss Waring. Era usted maestra de escuela… la escuela a la que asistían aquellos niños.

MOLLIE.—Sí.

TROTTER.—¿No es verdad que Jimmy, el pequeño que murió, consiguió mandarle una carta?
(Se sienta en el sofá.)
En la carta suplicaba auxilio… auxilio de su bondadosa y joven maestra. Usted nunca contestó a esa carta.

MOLLIE.—No pude hacerlo porque nunca la recibí.

TROTTER.—No… no hizo el menor caso.

MOLLIE.—No es verdad. Estaba enferma. Caí enferma de pulmonía aquel mismo día. La carta quedó entre varias más. No la encontré hasta varias semanas después. Y para entonces el pobre pequeño ya había muerto…
(Cierra los ojos.)
Muerto… muerto… Esperando que yo hiciera algo… perdiendo la esperanza poco a poco… El recuerdo me ha perseguido desde entonces… Si no hubiese estado enferma… si lo hubiese sabido… ¡Es monstruoso que pasen cosas así!

TROTTER.—
(Con voz súbitamente ronca.)
Sí, es monstruoso.
(Saca un revólver del bolsillo.)

MOLLIE.—Creía que los policías no llevaban revólver…
(De pronto ve la cara de Trotter y suelta un respingo de horror.)

TROTTER.—No lo llevan… Es que yo no soy policía, mistress Ralston. Usted pensó que sí lo era porque llamé desde una cabina y dije que hablaba desde la comisaría y que el sargento Trotter venía para aquí. Corté el cable del teléfono antes de llamar a la puerta. ¿Sabe usted quién soy yo, mistress Raiston? Soy Georgie… soy el hermano de Jimmy, Georgie.

MOLLIE.—¡Oh!
(Mira a su alrededor desesperadamente.)

TROTTER.—
(Levantándose.)
Será mejor que no intente gritar, mistress Ralston… porque si lo hace, dispararé este revólver… Me gustaría hablar un poco con usted.
(Se vuelve.)
Digo que me gustaría hablar un poco con usted. Jimmy murió.
(Su forma de actuar se vuelve muy sencilla e infantil)
Aquella mujer cruel lo mató. La metieron en la cárcel. La cárcel no era bastante mala para ella. Dije que algún día la mataría… Y lo hice. En medio de la niebla. Fue muy divertido. Espero que Jimmy lo sepa. «Los mataré a todos cuando sea mayor». Eso es lo que me dije a mí mismo. Porque los mayores pueden hacer cuanto les apetece.
(Alegremente.)
Voy a matarla dentro de un minuto.

MOLLIE.—Será mejor que no lo haga.
(Se esfuerza por persuadirlo.)
No conseguirá escapar de aquí, ¿sabe?

TROTTER.—
(Asperamente.)
¡Alguien me ha escondido los esquíes! No los encuentro. Pero no importa. En realidad me da lo mismo escapar que no. Estoy cansado. Ha sido todo tan divertido. Observarles a todos… y fingiéndome policía.

MOLLIE.—El revólver hará mucho ruido.

TROTTER.—Es verdad. Será mejor hacer como con los demás: estrangularla.
(Lentamente se acerca a ella, silbando «Tres ratones ciegos».)
El último ratoncillo de la ratonera.
(Deja caer el revólver sobre el sofá y se inclina sobre Mollie, tapándole la boca con la mano izquierda y sujetándole la garganta con la derecha.)

(Miss Casewell y el mayor Metcalf entran en sala.)

MISS CASEWELL.—Georgie, Georgie, me conoces, ¿no es verdad? ¿No te acuerdas de la granja, Georgie? Los animales, aquel cerdo viejo y gordo, aquel día que el toro nos persiguió por el prado. Y los perros.
(Se acerca a la mesita de detrás del sofá.)

TROTTER.—¿Los perros?

MISS CASEWELL.—Sí, «Spot» y «Plain».

TROTTER.—¿Kathy?

MISS CASEWELL.—Sí, Kathy… ahora me recuerdas, ¿no?

TROTTER.—Eres tú, Kathy. ¿Qué estás haciendo aquí?
(Se levanta y se acerca a la mesita.)

MISS CASEWELL.—He venido a Inglaterra para buscarte. No te reconocí hasta que te pusiste a alisarte el pelo como solías hacer antes.

(Trotter se pasa la mano por el pelo.)

Sí, siempre lo hacías. Ven conmigo, Georgie.
(Con firmeza.)
Vas a venir conmigo.

TROTTER.—¿Adónde vamos?

MISS CASEWELL.—
(Dulcemente, como si hablase con un niño.)
No te preocupes, Georgie. Te llevaré a un sitio donde te cuidarán y velarán para que no hagas más daño.

(Miss Casewell se marcha escalera arriba llevando a Trotter de la mano. El mayor Metcalf enciende la luz, se acerca a la escalera y mira hacia arriba.)

MAYOR METCALF.—
(Llamando.)
¡Ralston! ¡Ralston!

(El mayor Metcalf sube la escalera. Giles entra en la sala. Se acerca corriendo a Mollie, que está sentada en el sofá, se sienta y la toma entre sus brazos, colocando el revólver sobre la mesita.)

GILES.—Mollie, Mollie, ¿estás bien? ¡Querida! ¡Querida!

MOLLIE.—¡Oh, Giles!

GILES.—¿Quién podía suponer que era Trotter?

MOLLIE.—Está loco, completamente loco.

GILES.—Sí, pero tu…

MOLLIE.—Estuve mezclada en el caso. Era la maestra de la escuela… No tuve la culpa, pero él piensa que podría haber salvado al pequeño.

GILES.—Debiste decírmelo.

MOLLIE.—Quería olvidar.

(El mayor Metcalf entra en la sala y se coloca en el centro.)

MAYOR METCALF.—Todo está resuelto. Le han dado un sedante y pronto quedará inconsciente. Su hermana le está cuidando. El pobre está loco de atar, claro. He sospechado de él desde el principio.

MOLLIE.—¿De veras? ¿No se creyó lo de que era policía?

MAYOR METCALF.—Sabía que no era policía. Verá, mistress Ralston, el policía soy yo.

MOLLIE.—¿Usted?

MAYOR METCALF.—En cuanto encontramos la libreta de notas en la que estaban escritas las palabras «Monkswell Manor», comprendimos que era de vital importancia tener a alguien aquí. Cuando se lo dijimos al mayor Metcalf, se avino a que yo me hiciera pasar por él. Cuando Trotter se presentó, no acabé de comprender a qué venía.
(Observa el revólver que hay en la mesita y lo coge.)

MOLLIE.—¿Y miss Casewell es hermana suya?

MAYOR METCALF.—Sí, al parecer le reconoció justo antes de que intentase el último crimen. Se quedó sin saber qué hacer, pero por suerte acudió a mí, justo a tiempo. Bueno, ya ha empezado a fundirse la nieve y pronto recibiremos ayuda.
(Dando unos pasos.)
Ah, por cierto, mistress Ralston, iré a quitar los esquíes. Los escondí encima de la cama de columnas.

(El mayor Metcalf se marcha.)

MOLLIE.—¡Y yo que pensaba que era Paravicini…!

GILES.—Creo que examinarán minuciosamente su coche. No me sorprendería que encontrasen mil relojes suizos escondidos en la rueda de recambio. Sí, a eso se dedica ese bribonazo. Mollie, creo que pensaste que yo…

MOLLIE.—¿Qué hiciste en Londres ayer, Giles?

GILES.—Querida, fui a comprarte un regalo de aniversario. Hoy hace un año justo que nos casamos.

MOLLIE.—Oh, para eso fui yo también a Londres. No quería que lo supieras.

GILES.—¡Ah!

(Mollie se levanta, se acerca al escritorio y saca un paquete. Giles se levanta y va hasta la mesita de detrás del sofá.)

MOLLIE.—
(Entregándole el paquete.)
Son cigarros. Espero que estén bien.

GILES.—
(Desenvolviendo el paquete.)
¡Qué amable eres, querida! Son espléndidos.

MOLLIE.—¿Te los fumarás?

GILES.—
(Heroicamente.)
Me los fumaré.

MOLLIE.—¿Y mi regalo?

GILES.—Ah, sí. Se me olvidaba tu regalo.
(Corre hasta el arca del vestíbulo, saca una sombrerera y vuelve a entrar. Orgullosamente.)
Es un sombrero.

MOLLIE.—
(Sorprendida.)
¿Un sombrero? ¡Pero si casi nunca llevo!

GILES.—Tanto mejor.

MOLLIE.—
(Levantando el sombrero.)
¡Qué bonito es, querido!

GILES.—Póntelo.

MOLLIE.—Más tarde, cuando esté bien peinada.

GILES.—No está mal, ¿verdad? La dependienta me dijo que era el último grito en sombreros.

(Mollie se pone el sombrero. Giles da unos pasos. El mayor Metcalf entra corriendo.)

MAYOR METCALF.—¡Mistress Ralston! ¡Mistress Ralston! De la cocina sale un terrible olor a quemado.

(Mollie sale corriendo hacia la cocina.)

MOLLIE.—
(Quejándose.)
¡Oh, mi pastel!

TELÓN RÁPIDO

NOTA

[1]
“Robin” significa “petirrojo”; “wren” significa “reyezuelo”.
(N. del T.)

AGATHA CHRISTIE, escritora inglesa nacida en Torquay (Inglaterra) el 15 de septiembre de 1890, es considerada como una de las más grandes autoras de crimen y misterio de la literatura universal. Su prolífica obra todavía arrastra a una legión de seguidores, siendo una de las autoras más traducidas del mundo y cuyas novelas y relatos todavía son objeto de reediciones, representaciones y adaptaciones al cine.

Christie fue la creadora de grandes personajes dedicados al mundo del misterio, como la entrañable miss Marple o el detective belga Hércules Poirot. Hasta hoy, se calcula que se han vendido más de cuatro mil millones de copias de sus libros traducidos a más de 100 idiomas en todo el mundo. Además, su obra de teatro
La ratonera
ha permanecido en cartel más de 50 años con más de 23.000 representaciones.

Nacida en una familia de clase media, Agatha Christie fue enfermera durante la Primera Guerra Mundial. Su primera novela se publicó en 1920 y mantuvo una gran actividad mandando relatos a periódicos y revistas.

Tras un primer divorcio, Christie se casó con el arqueólogo Max Mallowan, con quien realizó varias excavaciones en Oriente Medio que luego le servirían para ambientar alguna de sus más famosas historias, al igual que su trabajo en la farmacia de un hospital, que le ayudó para perfeccionar su conocimiento de los venenos.

De entre sus novelas habría que destacar títulos como
Diez negritos
,
Asesinato en el Orient Express
,
Tres ratones ciegos
,
Muerte en el Nilo
,
El asesinato de Roger Ackroyd
o
Matar es fácil
, entre otros muchos. Las adaptaciones al cine de su obra se cuentan por decenas.

Además de estas obras, Agatha Christie también se dedicó a la novela romántica bajo el seudónimo de Mary Westmacott.

Christie recibió numerosos premios y distinciones a lo largo de su carrera, como el título de Dama del Imperio Británico o el primer Grand Master Award concedido por la Asociación de Escritores de Misterio.

Agatha Christie murió en Wallingford (Inglaterra) el 12 de enero de 1976.

Other books

Buried Prey by John Sandford
Fatal Wild Child by Tracy Cooper-Posey
Worlds Apart by Luke Loaghan
Marrying Miss Hemingford by Nadia Nichols
Hearse and Buggy by Laura Bradford
Silent Are the Dead by George Harmon Coxe
The Hawley Book of the Dead by Chrysler Szarlan
The Apocalypse Codex by Charles Stross
The Proposal by Zante, Lily