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Authors: Miyuki Miyabe

Tags: #Intriga

La Sombra Del KASHA (26 page)

BOOK: La Sombra Del KASHA
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—Es sólo mi opinión. Puedo estar equivocado.

—Tiene razón. Lo mismo digo yo.

—Según el joven Honda, considera la muerte de la señora Sekine como un suicidio, ¿no es así?

Sakai se levantó el cuello del abrigo para protegerse del frío antes de asentir. El gélido viento hacía que le lloraran los ojos.

—Supongo que interrogó a sus compañeras de trabajo. Y también a los clientes del Tagawa que la conocían bastante bien.

Sakai desvió la mirada hacia los escalones grises.

—Ya cayó por la escalera una vez. Desde aquí. Ocurrió poco antes de su muerte, un mes aproximadamente. Estaba de espaldas y aterrizó cuatro o cinco escalones más abajo.

—¿La vio alguien?

—Sí. Aquella vez sí soltó un grito. Alguien que acababa de entrar en el local la oyó y salió corriendo hacia ella. —Lanzó a Honma una mirada penetrante—. La persona que la ayudó a levantarse comentó que le había dicho: «Ten más cuidado, Yoshiko, ¿quieres matarte o qué?»

Honma podía sentir el viento agrietándole los labios.

—Supongo que el futuro que le esperaba no era muy esperanzador. Su hija estaba con las deudas hasta el cuello, casi había cumplido los treinta y no mostraba señales de encontrar su camino en el mundo. Encima trabajaba en un antro, haciendo Dios sabe qué. Y la propia Yoshiko no iba a estar aquí siempre para sacarle las castañas del fuego. Uno de los empleados de la cafetería me dijo: «Yoshiko estaba tan deprimida que llegaba a preguntarse si existía una razón por la que seguir adelante».

—Cuando murió, la señora Sekine tenía…

—Cincuenta y nueve. No era tan mayor. Pero ya había sufrido suficientes golpes en la vida. No me cuesta nada ponerme en su situación. —Sakai se llevó la mano a la región lumbar y la masajeó—.«¿Qué va a ser de mí?… No tengo ahorros, ni seguridad para los años en los que ya no pueda trabajar». Esas eran las preguntas a las que se enfrentaba y las que le quitaban el sueño hasta que ya no pudo aguantarlo más. Al menos, así es como yo lo veo.

—Pero no dejó testamento. —Aquello no era una novedad en casos de suicidio.

Sakai bajó el tono de voz y susurró:

—Si me lo permite, hay varios tipos de suicidio. Tragar insecticida o saltar de la azotea de un edificio es dramático, sin duda. Pero también están aquellos que dejan que sea el destino el que se encargue. —Dicho esto, dio media vuelta y se acercó de nuevo a las escaleras. Honma tendió la mano para agarrarle de la camisa pero se detuvo en seco cuando vio que el detective se aferraba a la barandilla.

Sakai solo bajó un escalón. Ante él se extendía al pavimento gris.

—Cada vez que la señora Sekine venía al Tagawa, se emborrachaba y bajaba por esta escalera. Quizás supiera que tarde o temprano se resbalaría o perdería el equilibrio, y esperaba que cuando ocurriera, lograra caer los tres pisos. Bueno, esa es mi teoría.

—La anciana estaba… —Honma tenía la boca abierta pero se le había hecho un nudo en la garganta—. ¿Estaba tan sola?

—Sí, por lo que he podido averiguar. —Sakai estaba de espaldas a Honma, pero dio media vuelta y subió el escalón—. Hasta el día de su muerte, siguió viniendo aquí, semana tras semana. Todo el Tawaga, tanto los empleados como los clientes, sabía que utilizaba la escalera, incluso cuando apenas podía mantenerse en pie. Desde luego, se lo advirtieron, más de una vez. Aun así, ninguno de sus compañeros de juerga se ofreció nunca a salir para asegurarse de que llegaba sana y salva hasta abajo.

Las cejas grisáceas de Sakai se encorvaron. Sus labios esbozaron una sonrisa, pero el resto de su rostro emanaba una sensación bien diferente.

—Créame, sé de lo que hablo. Yo mismo he estado un par de veces en ese bar, como un amigo más, cuando ella aún lo frecuentaba. Regresaron al Tawaga para reunirse con Ikumi.

Honma había reservado una habitación en un hotel que quedaba cerca de la estación. Cuando fue a recoger la llave en recepción, le dijeron que le habían dejado un mensaje.

Era de Makoto, había llamado a las 7:25. Para tranquilidad de Honma, el niño había decidido pasar la noche con los Isaka. Cuando llamó a la casa, fue él quien respondió.

—¿Papá? He estado esperándote.

¿Qué hora sería, por cierto? El reloj de la mesita marcaba casi la medianoche.

—Lo siento, he terminado muy tarde… ¿Qué tal?

—Bien, bueno, ha llamado la doctora Machiko.

—¿Quién?

—Ya sabes, la doctora Machiko.

Por supuesto, la fisioterapeuta de Osaka. La doctora Machiko Kitamura. La causante, además, de que al niño se le hubiera pegado el acento de Osaka, porque pronunciaba su nombre tal y como ella lo hada.

—¿Ha llamado porque me he saltado la sesión de fisioterapia?

—Sí.

—¿Y te has quedado despierto hasta tan tarde para decírmelo? Makoto parecía enfadado.

—No me eches el sermón ahora que estás en el quinto pino, ¿vale? Sale muy caro. ¡Y por si no te has dado cuenta, éste es el teléfono de los Isaka!

—No te preocupes, bobo. Soy yo quien ha llamado; yo pago. Una voz sonó en la distancia, diciendo:

—Trae. Deja que mande noticias desde la torre de control —instaba Hisae.

—¿Hola?

—¿Shunsuke? Eh, escucha. Es por la foto con esos raros focos del estadio de béisbol.

—¿Los que iluminan el exterior?

—Sí, esos. Bueno, hemos seguido dándole vueltas al asunto, e incluso lo hemos consultado con algunas personas… Supusimos que no te importaría. En fin, conseguir información de los demás es más efectivo, ¿verdad?

—¿Y… ?

—¿Me dejas terminar o qué? A lo que iba. Makoto, como buen chico que es, también le estuvo dando vueltas. Se concentró tanto en los focos que hasta se le olvidó hacer los deberes.

—No le cuentes eso —protestaba Makoto de fondo.

—Esta vez lo dejaremos pasar. Sigue, Hisae.

—Hoy, incluso cuando la doctora Machiko llamó y le dijo a Makoto que su padre era un desertor y que si en tres días no daba señales de vida, la policía iría a arrestarlo, el niño seguía pensando en los focos. Y al final, acabó preguntándole a ella. Trabaja en clubes deportivos, ¿no? El chico pensó que quizás ella supiera algo.

—¿Y? ¿Qué más? —Honma se agarraba con fuerza al auricular.

—Bueno, su respuesta fue: «¿Por qué no me lo habías preguntando antes?» Sé que tengo un fuerte acento, pero…

—Entonces, ¿lo sabía?

—¿Y por qué si no te estaría contando esto? —preguntó Hisae, desesperada—. ¿Estás preparado, Shunsuke? Esos focos tan raros, no tienen nada de raros en realidad. Los estábamos mirando desde una perspectiva equivocada.

—¿Cómo?

—Las luces de la foto son focos de un estadio. Punto. Las mismas que hay en cualquier estadio del país. No están iluminando un lugar equivocado. No son orientables, ni nada por el estilo.

—Pero en la foto…

Hisae le interrumpió.

—Ya te he dicho que estábamos mirándolos desde la perspectiva equivocada. Tú dijiste que era una casa cerca de un estadio, ¿no?

—Sí.

—Lo que parece bastante más que probable. Pero aquí viene lo mejor. También dijiste que puesto que los focos iluminaban la casa, debían de estar iluminando la parte exterior del estadio.

—¿Y?

—Fue ahí donde te equivocaste.

Makoto intervino entonces, la emoción en el tono de su voz era contagiosa.

—Papá, escucha. La doctora Machiko me ha dicho que sólo hay un lugar en todo el país en el que haya casas dentro del estadio. ¿Lo entiendes, papá? ¡Los focos están como tienen que estar! ¡Hay casas dentro del estadio!

Honma enmudeció durante un momento hasta que por fin pudo articular palabra.

—¿Y sabía la doctora Machiko dónde está ese estadio?

—Sí. Ya sabes que es de Osaka, pero es que además es una fanática del béisbol.

—Entonces, ¿está en Osaka?

—Sí —dijo Makoto—. En Osaka. Es un estadio que ya no utilizan para jugar. En 1988, los Nankai Hawks fueron comprados por Daei, y abandonaron la ciudad. Ahora, el Osaka Field, está vacío. Pero no quieren derruirlo. Lo utilizan para grandes eventos, ferias de coches y cosas así. Y una vez celebraron esa «Feria del Hogar».

—¿Feria… ?

—La doctora dijo que hace poco volvieron a celebrarla. Es una feria donde se exponen un montón de modelos de casas. ¿Lo entiendes? ¡La casa de la foto es falsa! ¡No es más que un modelo de muestra!

Capítulo 18

Para llegar a Osaka hay que tomar el tren bala New Tokaido. Una vez que llegas a la estación de Osaka, te espera una caminata de cinco minutos hasta conectar con la línea de Midosuki que atraviesa, de norte a sur, el corazón de la ciudad. Tras veinte minutos de empellones llegas a la estación Namba. Te diriges a continuación al centro comercial subterráneo; es tan grande que un adicto a las compras necesitaría dos días enteros para explorarlo en profundidad. Al otro extremo, emergerás en un laberinto de tiendecillas y edificios de oficinas de alquiler que se apiñan los unos contra los otros. Incrustado en medio de esta jaula urbana, se encuentra el estadio de béisbol.

El viejo Osaka Field. El muro exterior queda prácticamente arrasado por un
collage
caótico de señales y vallas publicitarias. Apenas queda nada de los gloriosos días en los que se daban, en este mítico templo del béisbol, partidos antológicos. En la actualidad se asemeja más a un viejo almacén abandonado. Mientras los equipos más afortunados juegan en modernas instalaciones como el Seibu Stadium, el Tokyo Dome o el Kobe Green Stadium, los peor parados, como los Nankai Hawks, se ven obligados a jugar en viejos estadios como éste.

La entrada era bastante mediocre: una cochera cuya altura máxima era de dos metros y, junto a ésta, una puerta corrediza incrustada en una pared de metal. Sobre ella, colgaba una pancarta amarilla en la que podía leerse: «Complejo Deportivo de Osaka. Expo-Casa».

Honma se dirigió al vestíbulo. Las sencillas paredes de yeso blanco de la oficina lucían animados carteles en los que aparecían casas de distintos estilos, con su correspondiente número de referencia debajo. Tras haber caminado bajo la centellante luz de la mañana, el interior le resultó algo oscuro y apagado. El pasillo desembocaba en otra puerta corrediza que daba directamente al campo. Al salir, Honma reparó en la flota de casas— muestra que enmarcaba unas gradas de tono amarillo y rojo apagado. A continuación, se extendían varias mesas ocupando el espacio en forma de L. Una recepcionista remilgada, de unos treinta años, aguardaba en la entrada.

Los domingos por la tarde había más afluencia de público y un montón de visitantes ya estaba armando bullicio. Honma tuvo mucha suerte de dar con una azafata en la mesa de recepción que se prestó a colaborar espontáneamente cuando él le mostró la instantánea.

—¿Me preguntaba si esta casa forma parte de la exposición?

—Vaya —exclamó ella—. Me temo que ya no. ¿Está buscando una casa parecida? —Por su manera de hablar, quedaba claro que la recepcionista era de Osaka, aunque no tenía un acento tan marcado como la doctora Machiko la cual, dicho sea de paso, tenía una voz mucho más bonita—. Si le interesan las casas de estilo occidental, tenemos modelos más modernos.

—No, lo siento. Sólo me interesa ésta.

—Oh, cómo lo lamento —dijo, rozándose la comisura del labio con la larga uña del dedo meñique, la única que llevaba pintada.

—¿Cuánto tiempo llevan celebrando exposiciones aquí?

—Esta feria empezó el pasado otoño. En septiembre.

—¿Y siempre son los mismos modelos?

—Así es.

—¿Y éste de la foto no es uno de ellos? ¿No cambian los modelos en algún momento ni nada parecido?

—No, señor, son los mismos modelos. Aquí tiene uno de nuestros folletos. Aunque también puede salir y echar un vistazo por sí mismo.

Honma desvió la mirada hacia los folletos «Complejo Deportivo de Osaka. Expo-Casa» que descansaban en la mesa.

—Puede que haga mucho tiempo de eso pero, ¿alguna vez celebraron un evento llamado «Feria del Hogar»?

—Sí, creo que sí.

—¿Cuándo cree que se celebró?

—Vamos a ver… —Enmudeció y se puso a hojear el calendario. Honma apoyó ambas manos sobre la mesa, y esperó—. La Feria del Hogar duró cuatro meses, de julio a octubre de 1987 —dijo, y alzando la mirada desde sus notas, añadió—: El número de constructores que participaron en ella fue mucho menor que en la exposición actual. Ni siquiera la mitad.

—¿Y todas las compañías de aquella exposición están representadas ahora?

—Sí, pero…

Honma cogió un folleto y lo extendió sobre la mesa.

—Siento molestarla, pero ¿podría marcarme las compañías que participan ahora y que también lo hicieron en exposiciones anteriores? Me sería de gran ayuda. Supongo que los representantes de cada compañía aguardan en el interior de sus respectivas casas, ¿verdad?

—Sí, están todos aquí. —La recepcionista verificó la información del folleto con sus archivos y se apresuró a señalar un total de cinco compañías.

Al salir al exterior, Honma no encontró el pequeño campo que imaginaba sino todo un estadio de la liga nacional y tamaño reglamentario. Hacía demasiado calor para que tan sólo hubiera pasado una semana de la nevada. Familias enteras habían venido a comprar casas. Jóvenes parejas con el sueño de construir su propia casa algún día, se acercaban hasta allí comentando sus preferencias por tal modelo o tal otro, haciendo planes de futuro. Y entonces, como si sólo hicieran acto de presencia para despertarles de su ensueño, una jauría de mujeres de mediana edad se acercaban, mascullando cosas como «Ésta de aquí no tiene arreglo» o «Imposible de limpiar». Se las podía ver asaltando a algunos de los comerciales que respondían a sus preguntas en tono tranquilo: «Dentro de esta línea, disponemos también de un modelo de lujo cuyas características de diseño son más definidas si cabe. Y por supuesto, todas las habitaciones tienen calefacción por suelo radiante…».

Sin embargo, cuando Honma arrinconaba a un vendedor, se limitaba a preguntar: «¿Reconoce este uniforme? ¿O esta chica?». No se molestaba en explicar el por qué de la instantánea, sino que aseguraba estar buscando a su hija que había escapado de casa. Al parecer, era una táctica mucho más efectiva de lo que había esperado. La gente estaba dispuesta a ayudar. ¿Acaso tenía Honma pinta de ser el padre de una chica ya crecidita y no el de un niño de diez años?

Pero todas las respuestas que recibía eran negativas. Un agente inmobiliario, dos, tres… Cuantas más vueltas daba al estadio, más se convencía de que le serviría de poco identificar la casa para conseguir alguna pista sobre la Shoko que buscaba. El misterio de los focos del estadio se había desvelado ya y él había acabado arrastrándose hacia Osaka, llevado por su instinto. ¿Por qué darle tanta importancia a una pequeña foto borrosa? Aunque consiguiera dar con el constructor de la casa, puede que Shoko no hubiera sido sino una compradora potencial más. Era casi imposible que aquella foto le ayudara a seguir el rastro de la desaparecida.

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