Read La tregua de Bakura Online

Authors: Kathy Tyers

Tags: #Ciencia ficción

La tregua de Bakura (37 page)

BOOK: La tregua de Bakura
10.16Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Detrás del planeta. O al menos lo estaba —contestó Wedge—. Apenas te oí por vía satélite. Espera… —Al cabo de unos segundos, volvió a hablar—. Hay una gran actividad de cazas TIE en ocho-nueve-dos-dos. Averigua qué ocurre.

—¡Es el
Dominante
! —exclamó Leia—. Da la vuelta.

El dolor de cabeza se convirtió en una pesadilla a medida que Thanas destruía escuadrones rebeldes, y Han reagrupaba a los supervivientes en un doble escuadrón irregular. Contempló el crucero ssi-ruuvi, cada vez más cercano.

—Leia, dile a Luke que tenemos problemas.

—¡Lo intentaré!

Capítulo 19

G
aeriel lanzó un grito de júbilo cuando la flota ssi-ruuvi huyó, pero al cabo de un momento, todos los puntos plateados de la Alianza viraron a rojo. Uno a uno, se oscurecieron. La joven emitió una exclamación ahogada y saltó de la silla como impulsada por un resorte.

—¡No!

Wilek Nereus dio vueltas al pie de su copa entre sus fuertes dedos.

—¿No qué, senadora?

—¡Atacar a los… rebeldes!

No sólo eso, sino asumir que los ssi-ruuk en fuga todavía mantenían prisionero a Luke, y que estaba agonizando sin saberlo. Respiró hondo y confió en que su intento de recobrar la calma pareciera una pausa dramática.

—Señor —tartamudeó—, en nombre de mi circunscripción, deseo presentar una protesta oficial por la conducta de las fuerzas, que imagino siguen sus órdenes. Los miembros de la Alianza han arriesgado sus vidas, algunos las han sacrificado, por ayudarnos a repeler a los ssi-ruuk. ¿Le llama a esto gratitud?

—¿Su circunscripción? —La levísima sonrisa del gobernador Nereus sólo afectó a las comisuras de sus labios afeminados—. ¿Ya se ha puesto en contacto? ¿Alguien le ha dado lecciones telepáticas?

Gaeri hizo caso omiso de la repetida acusación insinuada de colaboracionista y levantó la barbilla.

—Mi pueblo agradece la ayuda rebelde. No deseará vernos…

Un comunicador pitó.

—¿Sí? —dijo Nereus.

—Señor, nuestros sensores detectan a treinta personas congregadas en el cruce de Décimo Círculo y la Calle Principal, y se acercan más.

—¿Me molestan por eso? Impídanlo.

Una vez más, Gaeri observó un temblor en los dedos del gobernador, que éste controló al instante. Nereus cortó la comunicación y bebió un poco más.

—La ayuda rebelde ya es cosa del pasado. Ahora hemos de pensar en el futuro. ¿Cuáles serían las consecuencias para Bakura, si el Mando Imperial averiguara que habíamos aceptado la ayuda de los rebeldes?

Gaeri apretó la mandíbula. Eppie Belden estaba preparando la rebelión de Bakura, preparando a los civiles para el regreso de los milicianos. No debía pensar en Luke…, a pesar de que ella hubiera colaborado, en lugar de entrometerse en sus esfuerzos. Tal vez Bakura ya se había liberado del yugo imperial.

Pero ¿cómo habría rechazado Bakura a los ssi-ruuk sin la ayuda rebelde y los recursos de los imperiales? ¿Qué jugarreta le había gastado el destino?

Nereus cogió su cristal multifacetado lleno de dientes humanos.

—Querida, no ha probado su néctar.

Gaeri se preguntó si la estaba amenazando.

—Me duele la garganta.

—Comprendo. Debe de ser muy molesto. Disculpe. No iba destinado a usted.

—¿Es que está dispuesto a… —
rebajarse hasta el máximo
, pensó— hacer cualquier cosa por el Imperio?

—Usted siempre ha apoyado la presencia imperial. La he oído hablar con elocuencia acerca de los beneficios que consigue Bakura gracias a su sumisión al Imperio.

—Sí, he hablado así. Aprendí bien el idioma.

El idioma de la traición.

—Recordará, sin duda, que su educación extraplanetaria fue subvencionada por el Imperio.

—Por lo cual mi familia y yo les hemos dado las gracias repetidamente.

—Ni siquiera ha empezado a devolver esa deuda. Ahora que he tenido tiempo de reflexionar, estoy seguro de que existe un puesto para usted en mi equipo personal.

Entornó los ojos.

Si la revolución impulsada por Eppie triunfaba, aquella amenaza serían palabras vacías. Si la revolución fracasaba, podría servir a Bakura oculta bajo un uniforme imperial. ¿Qué habría soportado Leia Organa como senadora imperial?

El gobernador Nereus estudió la proyección del espacio cercano y sonrió. Muy pocos puntos rojos rebeldes «amenazaban» al sistema.

—¿Ordenó al comandante Thanas que les matara a todos? —preguntó con amargura la joven.

Nereus sacudió polvo invisible de su escritorio de marfil.

—Sí. Por el bien de su pueblo. El comandante Skywalker es otro asunto. Las larvas empezarán a emigrar de nuevo. Necesitan una buena cantidad de sangre donde metamorfosearse. La aorta está muy cerca de los tubos bronquiales. No sufrirá mucho. Es un espécimen excelente. Supongo que los alienígenas se lo llevarán con ellos, cuando se retiren. Sería preciso que conservaran su cuerpo un día, el tiempo suficiente para que los tricoides adultos salgan y contagien a los ssi-ruuk. La vida de los tricoides es breve, pero sobreviven gracias a su número. Nos hemos librado de la amenaza de la tecnificación, Gaeriel. Tú y tu circunscripción deberíais darme las gracias.

Nada, ni su habitual diplomacia, su miedo a Wilek Nereus, o la amenaza de la tecnificación, la obligarían a dar las gracias al asesino de Luke Skywalker. Ni la senadora Leia Organa, ni todos los rebeldes que habían acudido en ayuda de Bakura. Cuando Bakura comprendiera lo ocurrido, el gobernador Nereus necesitaría una legión imperial para aplastar la rebelión…, y gracias a la Alianza, Nereus no podía llamar a aquella legión. Gaeri debía sentirse victoriosa…

Tembló de desesperación. Luke la había salvado de los ssi-ruuk y su cautivo humano, pero ella no podía ayudarle a cambio, lo cual torcía el Equilibrio de su vida. Acarició su colgante y osó pensar en la consecuencia más extrema: la guerra civil, larga y sangrienta, vidas bakuranas contra tecnología imperial, a menos que…, tal vez…, Eppie y ella libraran a Bakura de Wilek Nereus. Se armó de valor para seguir a su lado y esperar la oportunidad.

Han no necesitaba mirar la pantalla para saber que estaban perdiendo. Había conseguido reunir a varios cazas X y un caza A en una formación moderadamente eficaz, pero con independencia de cómo utilizaran el armamento sus compañeros y él, el comandante Thanas les estaba encerrando en el clásico círculo. Patrulleros y cazas TIE flotaban en todas direcciones, alejando a los rebeldes del
Dominante
, empujándoles hacia los haces de arrastre. Si bien la averiada nave insignia del comandante Thanas funcionaba con los impulsores mínimos, sus baterías turboláseres ya habían girado hacia él. Los bancos de energía del
Halcón
estaban casi agotados. Necesitaba desconectar todos los sistemas para que se recargaran.

—Bueno, Leia —dijo por el comunicador—. Admítelo. Ese «mal presagio» tuyo era el lado listo de la Fuerza. —Se desvió hacia un caza TIE. Su hermano mayor, un patrullero manchado de carbono, adoptó la misma trayectoria. Han se alejó—. Estamos muertos, todas las naves del grupo, a menos que alguien tenga una brillante idea, y deprisa.

Leia respondió desde la tórrela inferior.

—Tendríamos que haber hecho algo. —Disparó los cañones—. De alguna forma…

—Te estás enfrentando a imperiales. Todos los que dan órdenes son de primera categoría.

—Estamos empezando a dejar a Luke fuera de la ecuación —insistió Leia.

—Quizá es que está fuera —respondió con seriedad Han—. La trayectoria de Thanas le llevará a cruzarse con ese crucero de los Flautas.

Chewie rugió encolerizado desde la torreta superior.

Algo en la configuración formada frente a Han despertó en él recuerdos de un juego de mesa, mucho tiempo atrás. Algo brillante…

—Claro que si pudiéramos derribar al
Dominante
, nuestros cazas quizá podrían dispersarse y huir.

Leia tuvo la impresión de que un frío glacial llenaba la torreta.

—Claro. ¿Cómo?

—Fíjate en ese patrullero imperial que se encuentra unos dieciséis grados al norte. Si descendemos unos veinte grados y lo embestimos, se alejará de la formación como un rayo y se estrellará contra la popa del
Dominante
. El
Halcón
es la única nave con suficiente masa para lograrlo. Thanas se lo merece.

—Los cruceros de clase
Galeón
tienen los generadores en la línea media de la popa.

—Exacto. ¡Patam!

Leia se sentía extrañamente indiferente.

—Cuento contigo para que hagas carambola. ¿Puede confirmar el rumbo tu ordenador de navegación?

—Acaba de hacerlo. Imprimiendo la máxima energía a los escudos delanteros hasta el último momento, podríamos conseguirlo. Embestir al patrullero con esa fuerza destruirá el
Halcón
, por supuesto.

—Por supuesto.

Leia tabaleó con los dedos sobre los controles de disparo.
¿Luke
?, suplicó al crucero. Sólo percibió como respuesta un fugaz destello. Ocupado.

Oyó un clic suave.

—Atención —anunció Han, con auténtica voz de general—. Formen detrás del
Halcón
y dispónganse a huir hacia el espacio libre. Hagan lo posible por volver a casa. No intenten saltos hiperespaciales, a menos que se emparejen con alguien cuyos ordenadores funcionen.

Tardarían una eternidad, pero lo lograrían. Leia carraspeó.

—Esparzan la llama de la Rebelión. Prenderá donde la madera esté seca.

—Muy poético —masculló Han.

—La inspiración constituye la tercera parte de la valentía.

Alguien protestó por la frecuencia interescuadrones. Leia no quiso escuchar. Se desabrochó las correas y ascendió hacia el nivel principal.

—¿Ya hemos terminado? —preguntó alegremente Cetrespeó, cuando Leia pasó junto a la mesa de juego.

Leia no quería saber las posibilidades de sobrevivir a aquella maniobra.

—Sí, casi hemos terminado.

—Ah, estupendo. Mis servomotores no aguantarán mucho estos meneos… ¿Princesa Leia…?

La interpelada entró en la cabina. Han la miró, frunció el ceño, y después indicó con un movimiento majestuoso de su mano manchada de hollín el asiento del copiloto.

Pequeños gestos como aquél (no las almohadas o el vino de bayas) conseguían que ella le amara.

—Gracias.

—Chewie quiere encargarse de la tórrela.

—Comprendo.

—Sólo hace falta una persona para llevar a cabo la embestida —masculló Han—. Lo siento, pequeña.

Leia abrió la boca para protestar.

—Tú no. El
Halcón
.

Han empezó a extraer energía de todos los sistemas, excepto de unos pocos. Los impulsores, supuso Leia, los escudos frontales y la tórrela superior. Intentó tocar de nuevo a Luke. Una vez más, el fugaz destello.

—De acuerdo —dijo Han—. Ya está programado. Ahora te llevaremos al bote salvavidas.

—Ah, no. A menos que haya sitio para dos. O tres.

—No puedes embestir con el piloto automático, y necesitamos un artillero. Bésame para desearme buena suerte y lárgate. La Alianza te necesita.

—No iré a ningún sitio sin ti.

—Va, muévete. Eres muy valiosa.

—Valiosa, memeces. No pienso huir. Yo también soy una Skywalker. Quizá sea mi destino.

—Da igual, para mí sí eres valiosa. ¡Chewie! —gritó Han—. Baja y lleva a la princesa a…

La respuesta de Chewbacca atronó en la cabeza de Leia.

—Quiere decir «no» —dijo con aire remilgado, pero apoyó una mano sobre el hombro de Han y lo apretó, dándole las gracias sin palabras. ¿No sería una justicia perfecta, la hija de Vader estrellándose contra una nave imperial por el bien de la Alianza? Aunque la maniobra fracasara, lograría una especie de simetría victoriosa. Por fin, podría pensar en Vader sin encogerse.
¡Fíjate en esto, padre
!

Dos cazas TIE abandonaron la formación y se lanzaron hacia ellos. Tal vez sus sensores no detectaban energía en la tórrela inferior.

Pero aquellos sensores eran incapaces de determinar que no se trataba de un carguero normal. Han imprimió al
Halcón
un giro de ciento ochenta grados. Chewbacca emitió un rugido de alegría y los volatilizó.

Leia apoyó la mano sobre el hombro de Han. Éste apretó sus dedos antes de lanzarse de nuevo hacia los controles. Cuando el
Halcón
se acercó por detrás al patrullero, éste casi dobló su ritmo de fuego. O bien había situado otra hilera de cañones láser, o el comandante Thanas había adivinado las intenciones de Han, el cual añadió una maniobra de evasión al programa de embestida. Una pantalla indicó que faltaban diecisiete segundos para el impacto. Tenían que sobrevivir hasta aquel momento. Un potente rayo energético rozó el vientre del
Halcón
.

Chewbacca gruñó.

—Cosquillas —tradujo Han. Desconectó los escudos delanteros, para que el impacto transmitiera más energía a la masa del patrullero—. Abre bien los ojos, Thanas.

Mientras Dev examinaba un puesto del puente, Luke tosió varias veces. De no haber estado tan ocupado, habría intentado curarse. Contempló la cubierta y torció la pierna derecha, todavía incapaz de sacudirse el presentimiento de un desastre inminente. Quizá el futuro invisible se estaba acercando. Desde que había vislumbrado los futuros sufrimientos de Han y Leia en Bespin, se había preguntado si vería su propia muerte.

Se proyectó hacia Leia.

Su determinación de lanzarse a una destrucción cierta le pilló desprevenido. Escudriñó a toda prisa su conciencia y descubrió…

¡Estrellarse con el
Halcón
! Luke se sentó sobre la cubierta, sin hacer caso de las preguntas de Dev. Sin hacer caso de su cuerpo, de los ssi-ruuk que continuaban a bordo y de todo lo demás. Sólo le quedaban segundos.

El picor de su pecho exigió otra tos. ¡Tenía que salir de aquella atmósfera insana! Lanzó su conciencia por el espacio, en busca de una presencia que apenas conocía: el comandante Pter Thanas, a bordo del
Dominante
.

Thanas estaba inclinado sobre el puesto de su piloto cuando Luke rozó el borde de su conciencia. Los pensamientos, la voluntad y el concepto del mundo de Thanas le rodearon. Esta batalla sólo era un juego, pero un juego que debía ganar, o terminaría su vida en… ¿una mina de esclavos? ¡Eso explicaba muchas cosas! Luke contempló el mando que controlaba la velocidad. Una aceleración total lanzaría al
Dominante
fuera de la formación ofensiva y dañaría todavía más los ya torturados impulsores.

BOOK: La tregua de Bakura
10.16Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Stolen Kiss by Carolyn Keene
Laura Jo Phillips by Berta's Choice
Survival of the Fiercest by Chloe Blaque
Ice in the Bedroom by P G Wodehouse
Trick of the Light by David Ashton
The Player Next Door by Kathy Lyons
Midnight in Berlin by JL Merrow