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Authors: Kathy Tyers

Tags: #Ciencia ficción

La tregua de Bakura (34 page)

BOOK: La tregua de Bakura
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—Continúe hasta que…

De pronto, Gaeri se atragantó. El médico sostuvo la mascarilla con firmeza. La joven tosió, cerró los ojos y escupió algo espantoso. Después se tambaleó hacia la silla, mientras el médico introducía algo en el tarro. Gaeri experimentó náuseas. «Luke», sollozó en silencio. Como había temido, moriría antes de que los ssi-ruuk pudieran utilizarle. Quizá Nereus había salvado a la humanidad, después de todo, pero ¿a qué precio? Ahora que el Jedi estaba condenado, lamentó sus duras palabras.

—Bien hecho. —Nereus juntó las yemas de los dedos—. Naturalmente, es un inconveniente que haya averiguado lo ocurrido a la señora Belden.

Gaeriel se concentró en tragar saliva.

—Tal vez no, gobernador. Algunas informaciones han de hacerse públicas, para aterrorizar a la gente.

—¡Muy inteligente! Cada vez me gusta más. En cuanto derrotemos a los rebeldes, quizá la perdone. Hasta puede que le haga sitio en mi equipo personal. Claro que eso ya lo sabía, ¿no es cierto?

Nereus apoyó el mentón sobre una mano.

La joven cerró las manos sobre sus rodillas, asqueada.

—¿Puedo beber agua?

Nereus pidió un vaso.

—Tengo entendido que va a producirse una batalla —dijo Gaeri, después de beber y de que el médico hubiera abandonado el despacho—. ¿Puedo observarla desde su sala de guerra?

—No es necesario salir de aquí.

Tecleó en la consola del escritorio. Un pequeño pero detallado holograma del espacio cercano apareció sobre el mueble. Se inclinó, rebuscó en un compartimento y extrajo una botella cerrada de néctar de namana.

—Para celebrar la victoria imperial —anunció, con un ademán elegante.

Para celebrar
, repitió ella con amargura, y se juró no probarlo. Su garganta ya le quemaba.

El corazón de Dev se aceleró a medida que se aproximaban a la red defensiva orbital de los imperiales. Esta vez, ningún miliciano imperial les abriría paso. Miró por la portilla principal de la lanzadera y vio otras más lentas que atracaban en las naves. Los humanos se preparaban para la batalla. Delante de él, Escama Azul, Firwirrung y los demás canturreaban entre sí. Estaban sentados sobre la cubierta de la lanzadera, arrollados alrededor de los asientos delanteros.

Si los cazas humanos vaporizaban la lanzadera, solucionarían la cuestión de Skywalker. De todos modos, dudaba que ocurriera dentro de la red defensiva. La atención de todos los defensores estaría concentrada en el exterior, para impedir que las cañoneras ssi-ruuvi avanzaran hacia la superficie del planeta. Además, el vehículo era como cualquier otra nave imperial que transportara tropas a un crucero en órbita.

Algo relampagueó frente a él. Un instante después, fragmentos de un caza humano pasaron volando al otro lado de la portilla. Debía estar maniobrando para atacarles. Por la brecha practicada en la red defensiva se lanzó escuadrón tras escuadrón de androides de combate, para abrir camino al
Shriwirr
. Los cazas humanos empezaron a derribarles, pero los androides de combate no cesaban de llegar. Dev supuso que el almirante Ivpikkis había lanzado ataques simultáneos en varios puntos, para distraer la atención de los defensores de su lanzadera.

Una vez Skywalker yaciera indefenso y Firwirrung bajara el interruptor principal, podrían tecnificar humanos de las naves cercanas, e incluso del planeta, y proporcionar energía a todos los androides de combate que necesitaran para completar la invasión. Aquella visión le trajo el recuerdo de los momentos espantosos que había pasado en aquella mesa. Contempló al inmóvil Jedi.

—Dev. —El enorme ojo negro de Firwirrung apareció sobre el respaldo de su asiento—. ¿Te encuentras bien? No pareces muy feliz.

—Oh —se apresuró a exclamar Dev, y deseó que los rostros ssi-ruuvi fueran más expresivos—. Me preocupa tu herida, amo. No tenía derecho a hacerte eso.

Firwirrung movió sus triples párpados.

—Es una herida honrosa. Nuestro prisionero no parece agradarte.

Dev engarfió los dedos. Si traicionaba su estado mental, le renovarían al instante. Peor aún, le separarían de Skywalker. La respuesta perfecta llegó tarde a su mente.

—Te hirió, amo.

Firwirrung asintió lentamente.

—Entiendo.

Se volvió y silbó algo en voz demasiado baja para oírle.

El Jedi daba toda la impresión de estar inconsciente, derrumbado con la boca abierta. Dev pasó una mano sobre su cabeza. Gracias al calor que notó en la Fuerza averiguó dónde le había alcanzado Escama Azul. Ya se estaba curando. La duda se apoderó nuevamente de él.

«¿Skywalker? —pensó Dev, vacilante—. ¿Estás consciente? ¿Puedo ayudarte? ¿Qué debo hacer?». La única respuesta fue el pulso de la galaxia.

Dev se mordió una uña. Un escuadrón de androides de combate pasó en dirección contraria a la lanzadera. Para defenderla, comprendió. Casi pudo imaginar al almirante Ivpikkis, frotándose las garras.

El circuito de tecnificación sólo funcionaba con individuos conscientes. Tardarían algunos segundos, como mínimo.
Tendrás que actuar con rapidez
, advirtió al indefenso Jedi.
No te van a dejar ninguna salida
.

Tecnificación. Se estremeció. Había anhelado desertar de su libre albedrío. Había colaborado en su propia esclavización. Había esperado compartirla con toda la humanidad. Contempló la parte posterior de la cabeza de Escama Azul.

La superficie inferior del
Shriwirr
pasó ante la portilla. La idea de rozar garras ssi-ruuvi de nuevo, siquiera un momento, le erizó el vello. De todos modos, quedaba poco tiempo. Pronto estaría libre, muerto o ambas cosas a la vez.

Puertas metálicas se cerraron detrás de ellos. Segundos después, la lanzadera aterrizó con brusquedad sobre la cubierta del muelle. Skywalker no se movió.

Dev permaneció en su asiento, mientras los médicos ayudaban a Firwirrung a salir por la rampa de proa. Se sorprendió tamborileando con los dedos, y posó las palmas sobre las rodillas para impedir que se movieran. Un esclavo obnubilado no daba señales de nerviosismo.

La cabeza escamosa de un médico asomó por la rampa.

—¿Inconsciente? —silbó.

—Una herida en la cabeza sin importancia —contestó Dev—. Le ha mantenido inmóvil.

El médico emitió un chasquido de desagrado.

—Nuestro conocimiento de la anatomía humana es limitado. Será necesario que te quedes con él.

Dev, estremecido, comprendió que tal vez deberían abrir en canal a Skywalker para ver cómo estaba hecho.

—Déjame llevarle, amo —dijo.

—Bien —gruñó el Ssi-ruu—. Sólo hemos traído una camilla.

Dev se desabrochó las correas, después las de Skywalker, y pasó una mano sobre el punto herido. Al menos, pensaba que era ése. Todas las evidencias se habían desvanecido. Tardó varios minutos en transportar el cuerpo musculoso del Jedi hasta la escotilla abierta.

Una docena de ssi-ruuk aguardaban, congregados alrededor de la lanzadera en la inmensa zona de aterrizaje. Dev forzó una sonrisa, a la espera de vítores. En cambio, silencio. Le observaron bajar cargado. Debían disfrutar del espectáculo de un esclavo humano, abrumado por el peso del destino de la humanidad, que transportaba a hombros.

Tambaleante bajo el peso, Dev siguió al médico por la zona de aterrizaje, entre las mamparas de una esclusa de carga y a lo largo de un pasillo bien iluminado. Oyó un clac-clac detrás de él y se preguntó cuántos le seguían. La situación era cada vez más desesperada. Casi deseó haber estrangulado al Jedi mientras gozó de la oportunidad.

No, no lo habría hecho. Mientras existiera una sola esperanza de salvarle, no. Había encontrado un amigo, después de tantos años de vivir con enemigos. Por haber despertado de nuevo su humanidad, debía al Jedi una oportunidad de combatir.

Subió en un ascensor, torció varias esquinas, camino del laboratorio de tecnificación. Debía ser el período nocturno, pero los tubos de luz amarilla dispuestos en el techo brillaban a toda potencia. Dev tropezó y estuvo a punto de dejar caer su fardo.

—¡Cuidado! —gritó una voz a su espalda.

—Sí, amo. —No era difícil hablar en tono de cansancio y arrepentimiento—. No quería hacerlo. Se encuentra bien.

Su espalda no, sin embargo. Aquel dolor era como una penitencia.

Siguió al médico al interior del espacioso laboratorio. La nueva cama de tecnificación se erguía contra una mampara, cerca de la antigua silla. Ahora se atrevió a volver la cabeza. Dos más entraron. El resto se quedó de guardia.

Firwirrung ya esperaba junto al panel de control, ayudado por otro médico y dos p'w'ecks. Cinco ssi-ruuk y dos criados contra Dev y un Jedi inconsciente.

—Ay, Dev —silbó Firwirrung—. Qué fuerte eres. Buen trabajo.

Alabanza manipuladora. Ahora la reconoció como tal. Dev, con la esperanza de que Skywalker estuviera consciente, le dejó caer al suelo.

—No —exclamó Firwirrung—. El nuevo aparato le mantendrá erguido. Yo te ayudaré.

Dev se agachó y cargó de nuevo a Skywalker sobre su hombro.
¡Ahora es el momento
!, exclamó.
¡Acabarán contigo, si no te mueves ahora
! Skywalker no reaccionó. Dev enderezó al Jedi. Un médico le quitó las esposas, y Firwirrung le depositó sobre la mesa. Las sujeciones se cerraron alrededor de sus tobillos y cintura, pero los brazos quedaron colgando. Firwirrung los sujetó. La cama se inclinó hacia atrás con su cautivo.

La escotilla se abrió. Dev se volvió, y un escalofrío helado recorrió su cuerpo. Escama Azul entró, cerró la escotilla y se acercó a Dev.

—¿Crees que el Jedi humano seguirá inconsciente un rato más?

Dev extendió las manos. Los ssi-ruuk también empleaban un gesto similar para expresar confusión.

—Será difícil esperar, amo.

Escama Azul volvió su enorme cabeza y clavó un hipnótico ojo negro en Dev. Después silbó lo que Dev temía oír.

—Tu necesidad es desesperada.

Otros dos alienígenas se deslizaron hacia él, con los desintegradores preparados.

—Espera —exclamó Firwirrung—. Dev nos ha servido bien. Vamos a recompensarle. —Acarició la antigua silla de tecnificación—. Siéntate, Dev. Ha llegado el momento. Yo mismo te pondré las inyecciones y bajaré el arco de captación, tal como te había prometido.

Dev tuvo la sensación de que su lengua se hinchaba hasta llenarle la boca. Su farsa no les había engañado. ¿Tan horrendo había sido su comportamiento durante aquellos años?

—¿No te hueles? —canturreó Escama Azul.

Por eso le habían descubierto. Dev aprovechó su último momento de libertad y saltó hacia Skywalker. Su mano sana y la herida se cerraron alrededor de la garganta del Jedi indefenso.

—No necesito nada —gritó—. Nunca podréis…

Las luces de la habitación se apagaron. Las palabras murieron en su lengua.

Capítulo 18

E
l pequeño p'w'eck débil mental que Luke había controlado se quedó confuso como los demás, sin darse cuenta de que había aplastado con la cola el tablero de control y apagado las luces del laboratorio. Luke confió en que, de paso, hubiera inutilizado las abominables máquinas alienígenas. Distinguía a Dev de los alienígenas por sus presencias, aun en la oscuridad. Un potente individuo avanzó hacia una escotilla.

Luke ya había roto las sujeciones con la Fuerza. Se liberó de Dev con facilidad y saltó al suelo. La cabeza ya no le dolía, pero no notaba la pierna derecha. Se apoyó en la izquierda.

—Dev —gritó—, escóndete debajo de algo. Te aplastarán.

—¡De acuerdo!

La voz de Dev transparentaba su entusiasmo.

Notar que Dev vacilaba entre la determinación y el miedo había sido lo más difícil de permanecer inmóvil durante los últimos minutos. Lamentó haber entregado su desintegrador, o no tener otro, para pasarlo a Dev.

Desde un lugar seguro cerca de la mampara, Luke extendió su mano derecha y buscó su espada de luz. Tenía que estar cerca. Menos de un segundo después, notó su agradable peso.

—¿Estás tendido, Dev? —gritó, sobre la cacofonía de silbidos ssi-ruuvi.

Respuesta ahogada.

—Sí.

—Bien.

Luke encendió la espada. La cámara se iluminó de un verde siniestro y los alarmados silbidos de los alienígenas se convirtieron en chillidos. Dos ojos negros se reflejaron en la hoja un momento antes de que cayera entre ellos. Otro alienígena bramó. Luke giró en redondo y lo decapitó.

El Gran Azul (era él, en la escotilla) la abrió por fin y escapó. Otro le siguió al pasillo.

—Ahora ¿qué? —gritó Dev.

—¡No te muevas!

Tres formas mecánicas parecidas a Erredós aparecieron en la escotilla. El primer androide se precipitó sobre él. Lo partió en diagonal con la espada y buscó a los otros dos con la Fuerza. No eran verdaderos androides, sino que vivían en parte. Uno disparó un par de rayos aturdidores contra él. Desvió uno de los rayos hacia su atacante y el otro hacia su compañero. Ambos se sobrecargaron y fundieron, pero el siniestro hedor en la Fuerza, como la presencia de un alma medio podrida, apenas se desvaneció. Había percibido el mismo hedor en los androides de combate, y en la propia nave. El crucero hedía, impregnado de energías humanas robadas. Puede que consumiera combustibles pesados para la artillería y el ataque, pero la energía de sus sistemas de control debía proceder de aquella espantosa fuente.

Dev salió de detrás de la silla. Tenues rayos de energía perteneciente al lado oscuro centellearon a su alrededor, producto de la agonía aterrada de miles de víctimas.

—¿Estás bien? —preguntó Luke.

A la luz verde del sable, la piel morena de Dev adquirió un tono oliváceo. Aferró un desintegrador con ambas manos.

—Ha sido maravilloso.

No era demasiado pronto para iniciar el aprendizaje de Dev.

—Dos ssi-ruuk han muerto.

—Lo sé —gruñó el muchacho—, pero no había otra forma de…

—Exacto. Has de luchar, pero no regodearte en ello.

Esperó que Yoda no estallara en carcajadas, si le oía decir aquello.

Dev se mordió el labio superior.

—¿Qué hacemos ahora?

—Apártate.

Luke giró sobre su pierna buena y destrozó la silla, su maquinaria y la mesa vertical. Los fragmentos cayeron sobre la cubierta y mellaron las losas. Volvió la espada a la posición de saludo.

—¿Hay más laboratorios como éste?

Notó que Dev languidecía, con los ojos abiertos de par en par.

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