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Authors: Andy McDermott

Tags: #Aventuras

La tumba de Hércules (45 page)

BOOK: La tumba de Hércules
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—¡Joder! ¡Hostia puta, cómo duele!

Komosa y otro hombre levantaron la reja. Bajo la cabeza central, una losa de piedra se movió ligeramente. Komosa apartó a Chase, lo rebasó y la abrió de un puntapié para mostrar la salida.

—Ya estamos —les informó a Sophia y a Corvus cuando llegaron.

Chase miró lúgubremente el cuero humeante bajo sus pies.

—Pierdo mi chaqueta, pierdo mi pistola —se quejó—. Esta no ha sido una buena semana. —Pero su expresión se animó, ligeramente, cuando vio a Nina detrás de Sophia—. Pero no lo he perdido todo —le dijo.

No es que ella sonriese, pero su alivio al verlo de nuevo era obvio.

Corvus se giró hacia Nina.

—¿Esto es todo? ¿Este era el último obstáculo?

—Aún me queda por traducir una página. Pero sí, era el último trabajo. La tumba de Hércules está por ahí —dijo, señalando la nueva abertura.

Corvus avanzó impacientemente hacia ella, pero Sophia lo agarró del brazo.

—Creo que deberíamos enviar a Yorkshire Jones primero. Por si acaso.

Komosa pinchó a Chase con su pistola. Cansinamente, Chase avanzó hacia el agujero.

—Esperad —dijo Nina—. Voy yo en su lugar.

Sophia soltó una risotada burlona.

—No lo creo.

Nina se giró hacia Corvus.

—Este es mi descubrimiento. No estarías aquí si no fuese por mí. Ni siquiera sabrías que este lugar existe si no fuera por mí. Al menos deja que sea la primera en verlo.

Tras un momento, Corvus asintió. Sophia le lanzó una mirada de advertencia.

—René…

—Si intenta cualquier cosa, mata a Chase —le ordenó a Komosa.

El nigeriano le sonrió a Chase, expectante, mientras él le pasaba su linterna a Nina.

—Buena suerte —le dijo Chase mientras ella se agachaba y entraba en el agujero.

El pasillo, de techo bajo, discurría por debajo de la estatua antes de abrirse para dar paso a una sala. Las ruedas, las cadenas y los contrapesos que habían dirigido a Cerbero ahora estaban quietos y silenciosos. Los ignoró y el haz de su linterna enfocó otro arco al fondo.

Era mucho más grande que los anteriores y estaba más adornado, decorado con plata, oro y piedras preciosas.

Nina caminó hasta él, iluminando con la luz la abertura. Más tesoros le devolvieron su brillo.

—Creo que es aquí —informó al llegar a la abertura. Y entró.

Con ese paso, Nina se convirtió en la primera persona en miles de años que entraba en la tumba de Hércules.

23

—Uau —susurró Nina.

La tumba era cuadrada, de cuarenta y cinco metros de lado. El techo se elevaba hasta una cúpula plana que alcanzaba los nueve metros de altura en el centro de la enorme sala. Cuatro pilares anchos alrededor de un pedestal central la soportaban; unos muros inclinados surgían diagonalmente de los pies de cada columna hasta la base de la cúpula en cada esquina, por lo que unas grandes cuñas de piedra dividían la sala.

Pero la arquitectura no era la prioridad de Nina, sino lo que había a su alrededor, lo que se apilaba literalmente hasta la altura de su cabeza contra las paredes de la tumba.

Oro.

Y más… otros metales preciosos brillaron cuando paseó su luz por la sala. Plata, platino, hasta el tono rojizo del oricalco, la aleación de oro y cobre preferida por los habitantes de la Atlántida. Algunos estaban en forma de lingotes, pero muchos habían sido tallados en lo que a Nina le pareció una variedad casi infinita de tesoros, grandes y pequeños: estatuas, copas, escudos, brazaletes, coronas, platos, objetos ceremoniales para los que no encontraba nombre…

Entre todo eso relucían piedras preciosas de todos los colores imaginables, desperdigadas como copos de nieve. Aunque la tumba era más pequeña, el valor de los tesoros que contenía eclipsaba de lejos el del templo de Poseidón que Nina había descubierto hacía un año y medio. No podía ni llegar a imaginar qué valor podría tener. Miles de millones de dólares, fácilmente.

Resonaron unas pisadas detrás de ella. Se giró y vio a Sophia y a Corvus encabezando el grupo que entraba en la tumba. Observó cómo sus caras reflejaban su completo asombro al ver lo que contenía.

—Dios mío —jadeó Corvus—, es más de lo que me había imaginado. ¡Mira esto!

Hasta Sophia, por una vez, parecía intimidada.

—Un tesoro real —dijo, en voz baja, acercándose para echarle un vistazo a un montón de oro próximo a ella—. Riqueza real.

—¡Nina!

Chase empujó a Komosa y corrió junto a Nina. Ella se arrojó a sus brazos. Chase también la abrazó con fuerza. Komosa los observó fríamente y después miró a Sophia, pero ella estaba demasiado absorta por las riquezas de la tumba como para preocuparse por lo que estaba haciendo su exmarido.

—¡Dios mío, oh, Dios mío! —dijo Nina—. ¿Estás bien?

—Un poco quemado, pero eso no importa —le respondió Chase—. Lo importante es que tú estás bien.

Sin dejar de abrazarlo, Nina volvió a examinar el interior de la tumba mientras que los que quedaban de los hombres de Corvus se desperdigaban y sus linternas bailaban sobre el tesoro escondido. Abrió los ojos de la sorpresa a medida que se iban descubriendo más tesoros.

—¡Jesús, esto es increíble!

Se separó de Chase y se giró para poder contemplar toda la sala, casi saltando de la emoción.

—¡Dios, mira esto! ¡Esto… esto prácticamente reescribe la historia antigua! La tumba de Hércules, casi intacta. ¡Y este tesoro! ¡Este es probablemente el mayor descubrimiento de la historia!

—Pero no puedes llevártelo —dijo Chase—. Hercu podía estar orgulloso.

—Seguramente él no sabía nada. Esto es un homenaje al héroe, son regalos de gente agradecida que quería honrar su memoria.

Nina levantó su linterna y lo condujo hasta uno de los muros inclinados, tipo rampa. Komosa la siguió, unos pocos pasos por detrás, con la pistola en la mano. A lo largo de la pared había un friso elaborado hecho de miles de pequeños azulejos de colores que formaban varias pinturas.

—Mira, todas estas escenas ensalzan su vida y sus aventuras.

Chase las examinó.

—Así que aquí tenemos a Hércules matando a un tío, a Hércules matando a varios tíos y a un par de perros, a Hércules en… una orgía —dijo, observándola más de cerca y levantando una ceja—. Una orgía bastante gay.

—Hércules tenía tantos amantes masculinos como femeninos —señaló Nina—. Y sí, mató a un montón de gente, con bastante frecuencia, de hecho. También tuvo un papel principal en el saqueo de Troya y la masacre de sus habitantes, y esa fue solo una de sus campañas. El héroe legendario de una civilización es el psicópata de las pesadillas de otra.

—Tiene gracia que eso no lo mostrasen en la versión de Disney, ¿verdad?

—¿Y dónde está el propio Hércules? —preguntó Corvus, apartando por fin la vista de los tesoros que lo rodeaban para dirigirse a Nina—. Si esta es su tumba, ¿dónde está él?

Nina señaló el pedestal que había entre los cuatro pilares.

—Yo diría que ahí.

Sobre el pedestal había un sarcófago de oro; en su parte delantera, una estatua, también de oro, de un hombre.

Hércules.

El héroe mitológico en representación física, alto y musculoso, con la cabeza elevada en un gesto de triunfo. En una mano sostenía un garrote y llevaba una capa sobre los hombros. Al lado tenía un carcaj con flechas. Los tres accesorios de oro tenían incrustadas miles de gemas: en el garrote estaban alineadas para que pareciese hecho de madera veteada; en la capa se situaban más al azar, como representando la aspereza de la piel de un animal. Cada punta de las flechas estaba formada por una gema grande, tallada para que fuese afilada.

Nina también se dio cuenta de que eran partes individuales, que se podían separar de la propia estatua…

Miró hacia arriba, siguiendo uno de los muros inclinados. Encima, en la esquina del techo, había un hueco oscuro que escondía un objeto en su interior. Los bordes externos de la rampa estaban levantados, como para conducir a algo hacia abajo.

—Eddie, mira ahí arriba —susurró, apuntando con la linterna a la parte superior.

El círculo de luz pasó con rapidez por el hueco antes de seguir su camino, porque Nina no quería llamar la atención sobre su descubrimiento. En su interior había un disco de piedra ancho, que pesaría fácilmente varias toneladas, en equilibrio sobre el borde.

—¿Trampa? —le susurró a su vez Chase.

Nina asintió ligeramente, pretendiendo examinar las decoraciones doradas del techo mientras, en realidad, iluminaba cada una de las rampas. Todas tenían discos suspendidos en la parte superior.

Cuando Corvus se acercó al sarcófago, Nina colocó la última página del
Hermócrates
bajo la hoja de plástico rojo y garabateó las últimas letras que aparecieron. Los ojos se le abrieron un poco mientras leía las palabras y después le habló en susurros a Chase.

—Prepárate.

Él asintió y observó las posiciones de todos los que estaban en la tumba.

—Estas son representaciones de la capa de Hércules, las flechas y el garrote —dijo Nina en voz alta cuando Corvus llegó al pedestal.

Todos se giraron hacia ella mientras continuaba con su conferencia.

—Junto con su fuerza física, eran los símbolos de su poder. La capa podía rechazar cualquier ataque, las flechas penetraban en toda piel o armadura y el garrote podía machacar a cualquier enemigo. Me imagino que, de todos los tesoros en la tumba, estos tres son los que tienen los valores monetarios individuales más elevados en términos de la elaboración y por los materiales utilizados. Si tenemos en cuenta también el contexto histórico, cada uno de ellos puede valer más que la Mona Lisa o que la máscara de Tutankamón.

Nina se paró cerca de Corvus, con Chase ahora varios centímetros detrás de ella, no muy lejos de Komosa.

—Imagínese sostener algo tan valioso en su mano. Debe de ser una sensación increíble.

La avaricia en los ojos de Corvus era palpable.

—Debe de serlo —asintió.

Subió al pedestal y caminó alrededor del sarcófago, mirando la cara de la estatua un momento antes de estirarse para coger una de las flechas…

—¡Quieto!

La seca orden de Sophia y el clic de su arma cuando apretó el percutor y la presionó contra la sien de Nina fueron simultáneos. Corvus se quedó paralizado.

Con la otra mano, Sophia cogió la libreta de Nina.

—Buen intento —le dijo, fríamente—. Pero aunque haya dicho que el griego antiguo no era mi especialidad, eso no significa que no lo aprobase. Puedo traducir la palabra «trampa».

Corvus se apartó hacia atrás como si hubiese recibido una descarga eléctrica.

—¿Qué?

Sophia se alejó de Nina, manteniéndola en su punto de mira.

—Tiene toda la razón en cuanto a que esos son los objetos más valiosos de toda la tumba… lo que los convierte en la perfecta trampa final. Ningún ladrón sería capaz de resistirse a ellos… ¡pero retirarlos activaría la última trampa, derrumbando toda la tumba! Mira la parte de arriba de las rampas.

Las linternas se levantaron para iluminar los huecos.

—Si esas piedras bajan rodando, aplastarán los pilares de carga y el techo se caerá.

Corvus se secó la frente.

—¡Dios mío! ¡Nos iba a matar a todos!

—Oh, creo que más bien esperaba que eso nos distrajera el tiempo suficiente como para que ellos dos pudiesen correr hacia la salida. Mira cómo Eddie trataba de acercarse sigilosamente a Joe para darle un puñetazo.

Komosa miró a Chase y después desenfundó rápidamente la pistola y dio un salto hacia atrás, con una expresión casi de indignación.

Chase se encogió de hombros, despreocupadamente.

—Ah, bueno. Creo que ya hemos agotado todas nuestras armas.

—Creo que «arma» es la palabra clave —dijo Corvus, enojado—. ¡Matadlos!

Los hombres se prepararon para dispararles…

—Oh, venga, René —dijo Sophia, con una sonrisa malévola, indicándole a los hombres que bajaran las armas.

Estos obedecieron su orden y se pararon a medio camino, con ellas todavía levantadas, pero sin apuntarlos.

—¿No les vas ni siquiera a decir por qué te has tomado tantas molestias para encontrar la tumba de Hércules? Sería tremendamente decepcionante que muriesen pensando que solo se trata de una cuestión de dinero.

Corvus frunció el ceño.

—Yo no soy el Doctor No o Blofeld, Sophia —le dijo—. No voy a perder el tiempo contándoles mis planes antes de matarlos.

Sophia se subió al pedestal y avanzó sigilosa y seductoramente hacia él, pasándole las manos por la cintura y colocándole la barbilla en el hombro, tentadoramente.

—Oh, vamos. Sé que te mueres por contárselo a alguien. Venga, impresiónalos con tu visión del nuevo orden mundial —dijo, antes de que su voz se redujera a un murmullo casi inaudible—. A mí me impresionó.

Chase hizo un sonido de náuseas, pero Corvus sonrió.

—Muy bien. Pero primero, pongamos las cosas en marcha.

Miró hacia los hombres que estaban abajo, a los pies del pedestal.

—¿Tenéis nuestra localización exacta?

Los hombres comprobaron la pantalla de una tableta digital.

—De acuerdo con el mapeo inercial, hemos avanzado ciento setenta y seis metros hacia el oeste desde la entrada.

Corvus parecía sorprendido.

—¡Eso nos habrá llevado al otro lado de la colina!

—No es una colina —explicó Nina—. La tumba, el laberinto, todas las pruebas… los constructores las hicieron primero y después las enterraron. Toda la colina es artificial… por eso no coincide con la topografía de la región.

Corvus miró hacia el techo.

—¿Estás diciendo que todo lo que hay sobre nosotros es artificial?

—Sí. Comparado con otros logros de la Antigüedad, no es tan impresionante… lo único que hicieron fue amontonar un montón de escombros. No es como la construcción de las pirámides. Lo importante aquí era lo que había bajo esos escombros.

Corvus se dirigió de nuevo al hombre que tenía el ordenador.

—Contacta con el equipo de fuera, haz que vuelen directamente hasta este punto. ¿A qué profundidad estamos?

El hombre tocó la pantalla con un lápiz táctil, haciendo cálculos.

—No debe haber más de un metro entre el techo de la tumba y el suelo. Quizás incluso menos.

—Entonces será fácil abrirse paso. Podemos abrir un agujero en el techo y utilizar la plataforma del cabrestante para subir el oro hasta la superficie.

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