La vieja guardia (28 page)

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Authors: John Scalzi

BOOK: La vieja guardia
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—¿Había una mujer en mi partida de rescate?

—Sí —respondió Harry—. Alta. Pelo castaño. Es todo lo que recuerdo ahora mismo. Para ser sinceros, te estaba prestando más atención a ti que a quien te trajo. A ti te conocía. A ellos no. ¿Por qué?

—Harry, una de las personas que me rescató era mi esposa. Estaría dispuesto a jurarlo.

—Creía que tu esposa estaba muerta.

—Mi esposa
está
muerta —confirmé—. Pero era ella. No era Kathy tal como era cuando estábamos casados, era una soldado de las FDC, con piel verde y todo eso.

Harry pareció dubitativo.

—Probablemente estabas alucinando, John.

—Sí, pero si estaba alucinando, ¿por qué alucinaba con Kathy como soldado de las FDC? ¿Por qué no recordarla tal como era?

—No sé —contestó Harry—. Las alucinaciones, por definición, no son reales. No es que sigan unas reglas. No hay ningún motivo para que no puedas haber alucinado con tu esposa muerta siendo FDC.

—Harry, sé que parece una locura, pero
vi a mi esposa.
Puede que estuviera hecho trizas, pero mi cerebro funcionaba bien. Sé lo que vi.

Harry permaneció allí sentado en silencio unos instantes.

—Mi escuadrón pasó unos cuantos días en la
Gavilán
,ya sabes. Nos metieron en una sala de reconocimiento sin ningún otro sitio al que ir y nada que hacer: ni siquiera nos permitieron acceder a los servidores de entretenimiento de la nave. Hasta nos tenían que escoltar al cuarto de baño. Así que Jesse y yo hablamos de la tripulación de la nave, y sobre los soldados de las fuerzas especiales. Y ahora viene lo interesante: ninguno de nosotros conocía a nadie que hubiera ingresado en las fuerzas especiales desde la tropa. En sí mismo, eso no significa nada. La mayoría de nosotros todavía estamos en el primer par de años de servicio. Pero es interesante.

—Tal vez haya que estar en el servicio mucho tiempo —sugerí.

—Tal vez —contestó Harry—. Pero tal vez sea otra cosa. Los llaman las «Brigadas Fantasma» después de todo. —Dio otro sorbo a su zumo y lo dejó junto a mi mesilla de noche—. Creo que voy a investigar un poco. Si no regreso, venga mi muerte.

—Haré lo que pueda, dadas las circunstancias.

—Gracias —dijo Harry, sonriendo—. Y mira a ver qué puedes averiguar tú también. Te quedan por delante al menos otras dos sesiones de interrogatorio. Trata de interrogarlos tú también.

* * *

—¿Qué pasa con la
Gavilán
? —
preguntó el mayor Javna en nuestra siguiente sesión de interrogatorio.

—Me gustaría enviarles un mensaje —dije—. Quiero darles las gracias por haberme salvado la vida.

—No es necesario —concluyó el teniente coronel Newman.

—Lo sé, pero es un detalle de educación. Cuando alguien impide que unos bichos del bosque te devoren los dedos de los pies, lo menos que puedes hacer es enviarles una nota. De hecho, me gustaría enviarles la nota directamente a los tipos que me encontraron. ¿Cómo lo hago?

—No puede —dijo Javna.

—¿Por qué no? —pregunté, inocentemente.

—La
Gavilán
es una nave de las fuerzas especiales —explicó Newman—. Van por libre. Las comunicaciones entre las naves de las fuerzas especiales y el resto de la flota son limitadas.

—Bueno, eso no parece muy justo —dije—. Llevo en el servicio más de un año, y nunca he tenido problemas para hacer llegar mi correo a mis amigos en otras naves. Cabría pensar que incluso los soldados de las fuerzas especiales querrían saber de sus amigos en el universo exterior.

Newman y Javna se miraron entre sí.

—Nos estamos desviando del tema —dijo Newman.

—Lo único que quiero es enviar una nota —insistí yo.

—Lo pensaremos —respondió Javna, con un tono que decía «Ni hablar».

Suspiré y entonces les expliqué, por enésima vez, por qué di permiso para volar las puertas de la bodega de la
Modesto.

* * *

—¿Qué tal la mandíbula? —preguntó el doctor Fiorina.

—Plenamente funcional y dispuesta a masticar algo —respondí—. No es que no me guste la sopa con pajita, pero después de un tiempo se vuelve monótono.

—Te comprendo —dijo Fiorina—. Ahora veamos esa pierna.

Retiré las sábanas y le dejé echar un vistazo; el anillo llegaba ahora hasta media pantorrilla.

—Excelente —dijo él—. Quiero que empieces a caminar con eso. La porción no procesada soportará tu peso, y será bueno darle a la pierna un poco de ejercicio. Te prestaré un bastón para que lo uses durante un par de días. Veo que han venido a visitarte unos amigos. ¿Por qué no les pides que te lleven a almorzar o algo?

—No tiene que decírmelo dos veces —respondí yo y flexioné un poco la pierna—. Como nueva.

—Mejor aún —dijo Fiorina—. Hemos hecho unas cuantas mejoras en la estructura corporal de los soldados de las FDC desde que te alistaste. Han sido incorporadas a la pierna; el resto de tu cuerpo sentirá también los beneficios.

—Me pregunto por qué las FDC no llegan hasta el final —dije—. Y sustituyen el cuerpo con algo diseñado totalmente para la guerra.

Fiorina alzó la cabeza de su libreta de datos.

—Tienes piel verde, ojos de gato y un ordenador en el cráneo —dijo—. ¿Quieres ser menos humano todavía?

—Buen argumento.

—Desde luego —convino Fiorina—. Le pediré a un ordenanza que traiga un bastón. —Pulsó su libreta para enviar la orden.

—Eh, doctor —pregunté—. ¿Ha tratado a alguien más que viniera en la
Gavilán
?

—No. La verdad, cabo, es que lo tuyo ya ha sido un desafío suficiente.

—¿Nadie de la tripulación de la
Gavilán
?

Fiorina sonrió.

—Oh, no. Ellos son de las fuerzas especiales.

—¿Y?

—Digamos que tienen necesidades especiales —respondió Fiorina, y entonces llegó el ordenanza con mi bastón.

* * *

—¿Sabes qué se puede averiguar sobre las Brigadas Fantasma? Oficialmente, me refiero —dijo Harry.

—Supongo que no mucho —contesté.

—No mucho es una exageración —dijo Harry—. No se puede averiguar nada de nada.

Harry, Jesse y yo estábamos almorzando en una de las cantinas de la estación de Fénix. Para mi primera salida, sugerí que fuéramos lo más lejos posible de las instalaciones médicas. Aquella cantina en concreto estaba al otro lado de la base. La vista no era nada especial (daba a un pequeño astillero), pero era conocida por sus hamburguesas, y la reputación era justificada: el cocinero, en su vida anterior, había fundado una cadena de restaurantes especializados en hamburguesas. Para ser literalmente un agujero en la pared, estaba siempre lleno. Pero mi hamburguesa y la de Harry se enfriaban mientras hablábamos de las Brigadas Fantasma.

—Le pedí a Javna y Newman poder mandar una nota a la
Gavilán
y me dieron largas.

—No me sorprende —dijo Harry—. Oficialmente, la
Gavilán
existe, pero es todo lo que se puede averiguar. No hay datos sobre su tripulación, su tamaño, su armamento o su situación. Esa información no existe. Haz una investigación sobre fuerzas especiales o Brigadas Fantasma en la base de datos de las FDC y tampoco encontrarás nada.

—Así que no tenéis nada —resumió Jesse.

—Oh, yo no diría eso —contestó Harry, y sonrió—. No se puede encontrar nada oficialmente, pero extraoficialmente hay un montón de cosas.

—¿Y cómo te las apañas para conseguir información extraoficialmente? —preguntó Jesse.

—Bueno, ya sabes. Mi chispeante personalidad hace maravillas.

—Por favor —dijo Jesse—. Estoy comiendo. Que es más de lo que podéis decir vosotros dos.

—Entonces ¿qué averiguaste? —pregunté, y le di un bocado a mi hamburguesa. Estaba fabulosa.

—Ten en cuenta que todo son rumores e insinuaciones —me advirtió Harry.

—Lo cual significa que, probablemente, será más acertado que lo que podríamos conseguir oficialmente.

—Es posible —concedió Harry—. La gran noticia es que existe un motivo por el que se llaman Brigadas Fantasma. No es una designación oficial, ¿sabes? Es un apodo. El rumor, que he oído en más de un sitio, es que los miembros de las fuerzas especiales son muertos.

—¿Disculpa? —pregunté sorprendido. Jesse dejó de comer su hamburguesa.

—No muertos de verdad,
per se
—dijo Harry—. No son zombies. Pero hay mucha gente que firma para alistarse en las FDC que mueren antes de cumplir los setenta y cinco años. Cuando eso sucede, al parecer las FDC no se deshacen de tu ADN, sino que lo usan para crear miembros de las fuerzas especiales.

Algo me vino a la memoria.

—Jesse, ¿te acuerdas de cuando murió Leon Deak? ¿Lo que dijo el enfermero? «Un voluntario de última hora para las Brigadas Fantasma.» Creí que era una especie de chiste sin gracia.

—¿Cómo pueden hacer eso? —preguntó Jesse—. No es ético.

—¿No? —ironizó Harry—. Cuando haces tu petición para enrolarte, le das a las FDC derecho a usar los procedimientos necesarios para ampliar tu capacidad de combate, y no puedes combatir bien si estás muerto. Está en el contrato. Si no es ético, al menos es legal.

—Sí, pero hay una diferencia entre usar mi ADN para crear un cuerpo nuevo que yo use, y usar el cuerpo nuevo sin que yo esté dentro —dijo Jesse.

—Detalles, detalles.

—No me gusta la idea de que mi cuerpo vaya por ahí por su cuenta —insistió ella—. Creo que no está bien que las FDC hagan eso.

—Bueno, no es eso lo que hacen —dijo Harry—. Sabes que todos estos cuerpos nuevos están profundamente modificados a nivel genético. Bueno, pues al parecer los cuerpos de las fuerzas especiales están aún más modificados que los nuestros. Los soldados de las fuerzas especiales son conejillos de Indias para nuevas mejoras y capacidades antes de que sean introducidas para la población general. Y hay rumores de que algunas de esas modificaciones son verdaderamente radicales… Cuerpos modificados hasta el punto de que ya no parecen humanos.

—Mi médico dijo algo de que las fuerzas especiales tenían necesidades especiales —dije yo—. Pero incluso concediendo que tuviera alucinaciones, la gente que me rescató parecía bastante humana.

—Y nosotros no vimos ningún mutante ni ninguna rareza en la
Gavilán

convino Jesse.

—Tampoco pudimos hacer un recorrido completo por la nave —recalcó Harry—. Nos dejaron en una parte y nos aislaron de todo lo demás. Vimos la enfermería y la zona de recuperación, y eso fue todo.

—La gente ve a las fuerzas especiales entrar en combate y andar por ahí continuamente —dijo Jesse.

—Pues claro que sí —respondió Harry—. Pero eso no quiere decir que los vean a
todos.

—Tu paranoia está en marcha otra vez, cariño —advirtió Jesse, y le dio a Harry una patata frita.

—Gracias, preciosa —dijo él, aceptándola—. Pero incluso descartando el rumor sobre fuerzas especiales supermodificadas, sigue habiendo cosas de sobra que justifican que John viera a su esposa. Aunque en realidad no es Kathy. Sólo alguien que usa su cuerpo.

—¿Quién? —pregunté.

—Bueno, ésa es la cuestión, ¿no? Tu esposa está muerta, así que no pudieron poner su personalidad en el cuerpo. O bien tienen una especie de personalidad preformateada que meten en los soldados de las fuerzas especiales…

—…o algún otro pasó de un cuerpo viejo a un cuerpo nuevo —acabé yo.

Jesse se estremeció.

—Lo siento, John. Pero da escalofríos.

—¿John? ¿Estás bien? —se preocupó Harry.

—¿Qué? Sí, estoy bien —contesté—. Es que son demasiadas cosas con las que tratar al mismo tiempo. La idea de que mi esposa pudiera estar viva… pero no realmente, y que alguien que no es ella va ya por ahí metida en su piel. Creo que casi prefería haber tenido una alucinación.

Miré a Harry y Jesse. Ambos se habían quedado paralizados.

—¿Chicos? —dije.

—Hablando del rey de Roma —soltó Harry.

—¿Qué?

—John —me advirtió Jesse—, está en la cola de las hamburguesas.

Me di media vuelta, derribando mi plato al hacerlo. Entonces sentí como si me lanzaran directamente a una tina de hielo.

—Santo cielo —exclamé.

Era ella. No había ninguna duda.

14

Empecé a levantarme. Harry me agarró la mano.

—¿Adónde vas? —preguntó.

—A hablar con ella.

—¿Seguro que quieres hacerlo?

—¿Qué estás diciendo? Pues claro que estoy seguro.

—A lo que me refiero es a que tal vez quieras que Jesse o yo hablemos con ella primero —propuso Harry—. Para ver si quiere conocerte.

—Jesús, Harry. No estamos en el puñetero sexto curso. Es mi esposa.

—No, John, no lo es —dijo Harry—. Es alguien completamente diferente. No sabes siquiera si querrá hablar contigo.

—John, y aunque lo haga, seréis dos desconocidos totales —intervino Jesse—. Sea lo que sea que esperes de este encuentro, no vas a conseguirlo.

—No espero nada —les aseguré.

—No queremos que salgas herido —dijo Jesse.

—Estaré bien —contesté, mirándolos a ambos—. Por favor, Harry, suéltame. Estaré bien.

Harry y Jesse se miraron el uno al otro. Harry me soltó la mano.

—Gracias —dije.

—¿Qué vas a decirle? —quiso saber Harry.

—Voy a darle las gracias por haberme salvado la vida —le expliqué, y me levante.

A estas alturas, ella y sus dos compañeros habían recibido su pedido y se habían dirigido a una mesita del fondo de la cantina. Me dirigí hacia allí. Los tres charlaban, pero se detuvieron cuando llegué a su lado. Ella estaba de espaldas a mí, pero se volvió cuando sus acompañantes me miraron. Me detuve y la miré a la cara.

Era diferente, por supuesto. Además de la piel y los ojos, era mucho más joven que Kathy: una cara como la de Kathy medio siglo antes. Incluso así, había diferencias: más delgada que la de Kathy, siguiendo la predisposición hacia la forma física instalada genéticamente por las FDC. El pelo de Kathy siempre había sido una melena casi descontrolada, incluso mientras se hacía mayor y casi todas las demás mujeres pasaban a peinados más acordes con su edad; la mujer que ahora yo tenía delante llevaba el pelo corto, a la altura del cuello.

Fue eso lo que me resultó más chocante. Había pasado tanto tiempo sin ver a una persona que no tuviera la piel verde que el color ya no me llamaba la atención. Pero el pelo no era como yo lo recordaba.

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