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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

Las amenazas de nuestro mundo (51 page)

BOOK: Las amenazas de nuestro mundo
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El suministro total de agua pura de la Tierra equivale a 37 millones de kilómetros cúbicos (8,9 millones de millas cúbicas), solamente el 2,7 °/o del suministro total de agua de la Tierra. En su mayor parte está en forma de hielo sólido en las regiones polares y en los picos de las montañas y tampoco es directamente útil para nosotros. Otra importante cantidad se halla en las aguas subterráneas, muy por debajo de la superficie y difícilmente asequible.

Lo que necesitamos es agua líquida pura en la superficie, en forma de lagos, estanques y ríos, y en estas condiciones el suministro de la Tierra equivale a 200.000 kilómetros cúbicos (48.000 millas cúbicas). Esta cifra representa tan sólo el 0,015 % del suministro total de agua de la Tierra, pero, aun así, está unas treinta veces por encima del agua pura que la Humanidad consume en un año.

Evidentemente, la Humanidad no depende de un suministro estático de agua pura. En este caso, y al ritmo actual de consumo, en treinta años agotaríamos todos los recursos hídricos. El agua que utilizamos se recicla naturalmente. De las áreas terrestres pasa al mar, al mismo tiempo que el agua del mar se evapora por la acción solar y produce vapor de agua, que se convertirá en lluvia, granizo o nieve. Estas precipitaciones son virtualmente de agua pura destilada.

Cada año la Tierra recibe unos 500.000 kilómetros cúbicos (120,000 millas cúbicas) de agua fresca en forma de precipitaciones. Como es natural, gran parte de este agua cae directamente a los océanos y una cantidad considerable cae en forma de nieve sobre los casquetes de hielo de la Tierra y sobre los glaciares. La tierra seca y no cubierta por el hielo recibirá, aproximadamente, unos 100.000 kilómetros cúbicos (24.000 millas cúbicas). Buena parte de este agua se evapora antes de ser utilizada, pero unos 40.000 kilómetros cúbicos (9.600 millas cúbicas) vienen a sumarse a los lagos, los ríos y el suelo de los continentes cada año (y en igual cantidad regresa al mar). Este beneficioso suministro de lluvia todavía supera diez veces la cantidad de agua que la Humanidad utiliza.

Sin embargo, la demanda está aumentando con suma rapidez. En los Estados Unidos, el consumo de agua se ha incrementado diez veces durante el presente siglo, y siguiendo a este ritmo, no transcurrirán muchas décadas antes de que la necesidad haga mella en el suministro.

Y tanto más, cuanto que las precipitaciones no se distribuyen de modo uniforme en el espacio o el tiempo. Hay lugares en donde se reciben con exceso y se desperdician, y otros, en cambio, en donde están por debajo del promedio y la población necesita cada gota recibida. Los años secos provocan aridez y el producto de las cosechas desciende notablemente. La verdad es que en este momento el suministro de agua pura alcanza niveles peligrosos de escasez en muchas partes del mundo.

Esto puede ser corregido. Es probable que llegue el momento en que los factores climatológicos sean controlados, y la lluvia se haga caer en aquellas zonas determinadas donde sea necesaria. El suministro de agua líquida y pura puede incrementarse destilando directamente el agua del mar, ahora ya se está haciendo en el Oriente Medio, o quizá por congelación de la sal del agua marina.

El suministro mundial de hielo vuelve al océano principalmente en forma de icebergs que se desprenden de las orillas de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. Estos icebergs son grandes depósitos de agua pura que se funden en el océano sin ser aprovechados. Podrían ser arrastrados hacia las costas áridas para ser utilizados allí.

Por otra parte, el agua subterránea que circula por debajo incluso de los desiertos, podría canalizarse de manera eficaz, y las superficies de los lagos y los depósitos podrían cubrirse con finas capas de productos químicos inofensivos para evitar la evaporación.

Por consiguiente, la cuestión del suministro de agua líquida pura no tiene por qué convertirse en un problema grave. Es mucho más peligroso el problema de la contaminación.

Los productos de desecho de todas las criaturas marinas de la Tierra quedan depositados en el agua en donde viven. Estos desechos son diluidos y reciclados por los procesos naturales. Los productos de desecho de los animales terrestres quedan depositados en la tierra, en donde, en su mayor parte, son descompuestos por los microorganismos y reciclados. Los productos de desecho humanos siguen el mismo ciclo, y también éstos pueden ser reciclados, aunque las grandes concentraciones de población humana tienden a sobrecargar las regiones en donde se hallan las grandes ciudades.

Pero lo que es mucho peor, los productos químicos que la Humanidad industrializada utiliza y produce son arrojados a los ríos y a los lagos, y con el tiempo llegan al mar. En el pasado siglo, los seres humanos han comenzado a utilizar fertilizantes químicos que contienen fosfatos y nitratos en cantidad creciente. Naturalmente, son depositados en la tierra, pero la lluvia arrastra algunos de estos productos químicos hasta los lagos cercanos. Dado que los fosfatos y los nitratos son necesarios para la vida, el crecimiento de los organismos presentes en esos lagos se estimula en alto grado; este proceso se llama «eutroficación» (derivado del griego, y significa «buen crecimiento»).

Esto parece conveniente, pero los organismos cuyo crecimiento se estimula son principalmente las algas y otros organismos unicelulares, que crecen en una proporción extraordinaria, superando a otras formas de vida. Cuando las algas mueren, se descomponen por las bacterias que, en el proceso, consumen buena parte del oxígeno disuelto en los lagos, de modo que los fondos quedan virtualmente sin vida. El lago pierde por ello gran parte de su utilidad como suministrador de pescado, o de agua para beber. La «eutroficación» acelera esos cambios naturales que hacen que un lago se filtre convirtiéndose, en primer lugar, en pantano y después en tierra seca. Lo que normalmente sucedería durante millares de años puede tener lugar en unas cuantas décadas.

Si esto es lo que sucede en el caso de sustancias que son útiles para la vida, ¿qué pasa con los productos tóxicos?

Muchos de los productos químicos producidos por las industrias son venenosos para la vida, y los desperdicios que contienen son arrojados a los ríos o a los lagos. Podría suponerse que allí son diluidos, se vuelven inofensivos y quedan destruidos por los procesos naturales. El problema consiste en que algunos productos químicos siguen causando efectos mortíferos aun después de una gran dilución y los procesos naturales no los destruyen fácilmente.

Aunque los productos químicos muy disueltos no sean directamente perjudiciales, se pueden acumular en algunas formas de vida: las formas simples que absorben el veneno y las formas más complejas que se comen a las formas simples. En ese caso, aunque el agua sea potable, la vida dentro del agua no es comestible. Hoy día, en Estados Unidos, tan industrializados, casi todos los lagos y los ríos están contaminados en algún grado, muchos en grado superlativo.

Naturalmente, todos estos desechos de productos químicos llegan algún día al mar. Podría suponerse que el océano, al ser tan vasto, puede absorber cualquier cantidad de productos de desecho, por indeseables que sean, pero no es así.

Durante el siglo XX, el océano ha tenido que absorber cantidades increíbles de los productos del petróleo y otros desperdicios. El naufragio de petroleros, el lavado de depósitos de petróleo y los productos de desecho de la gasolina utilizada por los automóviles, depositan cada año en el mar de dos a cinco millones de toneladas métricas de petróleo. Los diversos desperdicios de los navíos suman unas tres toneladas métricas por año. Únicamente de los Estados Unidos, el océano recibe anualmente más de cincuenta millones de toneladas métricas de basuras y aguas inmundas. Aunque parte de todo esto no es totalmente peligroso, la cantidad de material que entra en el océano cada año se incrementa.

Las regiones cercanas a las costas continentales son las más gravemente afectadas por la contaminación. Una décima parte del área de las aguas costeras frente a los Estados Unidos, que en el pasado han sido fuente de suministro de los mariscos, ahora no son aprovechables debido a la contaminación.

Por consiguiente, si se prosigue por tiempo indefinido la contaminación del agua, no tan sólo queda amenazado el aprovechamiento de nuestro suministro esencial de agua pura, en un futuro no demasiado lejano, sino también la viabilidad del océano. Si imaginamos un océano tan envenenado en el que no es posible la vida, perderíamos las plantas verdes microscópicas (plancton) que flotan en o cerca de una superficie y que se encargan en un 80 % de la renovación del oxígeno atmosférico. Es casi seguro que la vida terrestre no podría sobrevivir largo tiempo a la muerte de los océanos.

En resumen, la contaminación del agua podría, llegada a un punto de gravedad, destruir implícitamente la vida de la Tierra y desencadenar una catástrofe de cuarta clase.

Sin embargo, esto no tiene por qué suceder. Antes de depositar en el agua esos desechos peligrosos, podrían ser tratados de modo que perdieran sus efectos mortíferos; ciertos venenos podrían ser declarados ilegales y excluidos de la producción, o ser destruidos cuando se hubieren producido. Cuando en el agua de un lago hubiera «eutroficación», podrían extraerse las algas para suprimir el exceso de nitratos y fosfatos, algas que serían utilizadas en la tierra nuevamente, como fertilizantes.

Y hablando de la tierra, también tenemos productos de desecho sólidos; desperdicios que no entran ni en la atmósfera o la hidrosfera: basura, desechos, detritos. Estos desperdicios han sido producidos por los seres humanos desde el principio de la civilización. Las antiguas ciudades del Oriente Medio acumulaban basura y detritos y construían sus nuevas ciudades encima. Cada antigua ciudad en ruinas está situada sobre su propio montón de desperdicios, y los arqueólogos cavan entre los desechos para recoger datos sobre la vida durante aquellas épocas pretéritas.

En la actualidad, se recogen los productos de desecho sólidos en vehículos de transporte y se trasladan y depositan en zonas en desuso. Por consiguiente, cada ciudad posee unas zonas en donde innumerables automóviles inútiles se están oxidando, y otras zonas en las que las montañas de basura sirven de felices terrenos de caza a miríadas de ratas.

Estos desperdicios continuarán acumulándose indefinidamente, y las grandes ciudades, con sus miles y miles de toneladas de basura a transportar diariamente (más de una tonelada por persona y por año como promedio en las zonas industrializadas), se están quedando sin zonas en donde construir sus montañas de basuras.

Un aspecto grave del problema es que un porcentaje creciente de los desperdicios sólidos no se reciclan fácilmente mediante procesos naturales. Especialmente el aluminio y los plásticos tienen una larga vida. Sin embargo, se pueden desarrollar métodos para su reciclamiento; de hecho, deben ponerse en práctica. Precisamente, son estas concentraciones de desperdicios, como ya he indicado, las que forman una especie de mina de metales usados.

Energía: vieja

Por consiguiente, los problemas de agotamiento de los recursos y contaminación del ambiente tienen la misma solución: reciclaje
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. El conflicto de los recursos es fruto de la explotación del ambiente, y la contaminación, resultado de los retornos al ambiente en cantidades superiores a las que los procesos naturales tienen capacidad para reciclar. La Humanidad ha de acelerar el proceso de reciclaje para poder restablecer los recursos con la misma rapidez con que se consumen y suprimir la contaminación con la misma rapidez con que se produce. Hay que impulsar mayor velocidad al ciclo y, en algunos casos, en dirección diferente a la de la Naturaleza.

Esto requiere tiempo, trabajo y el desarrollo de técnicas de reciclaje nuevas y mejores. Y exige algo más: requiere energía. Se necesita energía para minar el fondo del mar, o para llegar a la Luna, o para concentrar dispersiones finas de elementos, o para formar sustancias complicadas a partir de sustancias simples. Se necesita energía para eliminar desechos indeseables, o para convertirlos en inofensivos, o para recogerlos, o para recuperarlos. Al margen de la seguridad, la inteligencia y las innovaciones que empleemos para acelerar el ciclo con objeto de aumentar los recursos y disminuir la contaminación, la energía es un factor primordial.

Resumiendo, cuando nos referimos a la posibilidad de agotamiento de los recursos en general, podríamos decir que sólo hemos de preocuparnos por la posibilidad de que se agote nuestro suministro de energía. Si contamos con un suministro de energía abundante y continuo, podemos utilizarlo para reciclar nuestros recursos materiales, y nada quedará exhausto. En cambio, si disponemos de suministros de energía limitados, o si un suministro abundante queda agotado, perdemos un medio para poder manipular nuestro ambiente y perderemos también todos los restantes recursos.

¿Cuál es, por tanto, la situación de la energía?

La mayor fuente de energía en la Tierra es la radiación solar que nos baña constantemente. La vida vegetal convierte la energía de la luz solar en la energía química que almacena en sus tejidos. Los animales, al comer las plantas, crean sus propios depósitos de energía química.

La luz solar se convierte también en formas de energía inanimada. Un calentamiento desigual de la Tierra provoca corrientes en el océano y en el aire, cuya energía puede concentrarse, como en el caso de los huracanes y los ciclones. Por medio de la evaporación del agua del mar y su condensación como lluvia, se produce la energía del agua corriente en la Tierra.

En menor grado, existen también fuentes de energía no solar. Existe el calor interno de la Tierra, que se hace sentir más o menos benignamente, en forma de manantiales de agua caliente y géiseres, y de manera violenta, en forma de terremotos y volcanes. Existe la energía de la rotación de la Tierra que se hace sentir en las mareas. Tenemos la energía de la radiación procedente de otros orígenes, además del Sol (estrellas, rayos cósmicos) y la radiactividad natural de los elementos, como el uranio y el torio, que se encuentran en el suelo.

En su mayor parte, las plantas y los animales utilizan los depósitos de energía química almacenados en sus tejidos, aunque existen unas formas simples de vida que emplean también la energía inanimada, por ejemplo, cuando el polen o las semillas de las plantas son transportadas por el viento.

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