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Authors: John Scalzi

Tags: #ciencia ficción

Las Brigadas Fantasma (39 page)

BOOK: Las Brigadas Fantasma
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—Aquí está el transporte —le dijo Harvey a Sagan, y luego se sorprendió más que bastante cuando vio lo que Sagan llevaba en brazos—. Eso es una niña.

—Lo sé —contestó Sagan, colocando a Zoe en posición segura en el
hovercraft—
.
Ve a la cápsula de captura lo más rápido que puedas.

Harvey aceleró a fondo y voló en línea recta. No parecía que los fueran a perseguir de modo inmediato.

—Creía que teníamos que llevarnos de vuelta a Boutin —dijo Harvey.

—Cambio de planes.

—¿Dónde está Boutin?

—Dirac se está encargando de él.

—Dirac —dijo Harvey, de nuevo sorprendido—. Supuse que estaba muerto.

—Estoy casi segura de que lo está —dijo Sagan.

—¿Entonces cómo va a encargarse de Boutin?

—No tengo ni idea —dijo Sagan—. Sólo sé que lo hará.

* * *

Boutin abrió los ojos en un cuerpo completamente nuevo.

«Bueno, nuevo no —corrigió—. Moderadamente usado.»

Su ayudante obin abrió su cápsula y lo ayudó a salir. Boutin dio unos pocos pasos vacilantes y luego unos cuantos más seguros. Contempló el laboratorio y le fascinó ver que era mucho más vibrante y atractivo, como si sus sentidos hubieran estado en poca resolución toda su vida y ahora de repente hubieran sido ampliados al máximo. Incluso un laboratorio de ciencias tenía buen aspecto.

Boutin miró su antiguo cuerpo, muerto cerebralmente pero aún respirando; moriría por su cuenta dentro de unas horas o de un día como mucho. Boutin usaría las capacidades de este nuevo cuerpo para registrar su muerte y luego llevar consigo la prueba a la cápsula de captura, junto con su hija. «Si la cápsula sigue allí», corrigió rápidamente. Estaba claro que el escuadrón de las Fuerzas Especiales que habían capturado había logrado escapar de algún modo. Uno de ellos podría habérsela llevado. «Bueno —pensó Boutin—, no importa». Ya estaba tejiendo una historia alternativa en su cabeza, donde él (como Dirac) mataba a Boutin. Los obin, negado su premio de conseguir conciencia, detendrían la guerra y le darían a Dirac permiso para marcharse con el cadáver de Boutin y con Zoe.

«Mmm, eso no es creíble del todo», pensó Boutin. Tendría que perfilar los detalles. La historia que ideara, no obstante…

Boutin fue de pronto consciente de una pequeña imagen que fluctuaba en su campo de visión. Era la imagen de un sobre.

«Tienes un mensaje de Jared Dirac —decía un bloque de texto que apareció al pie de su campo de visión—. Para abrirlo, di "abre".»

—Abre —dijo Boutin en voz alta. Qué curioso.

El sobre se abrió y luego desapareció. En vez de un mensaje de texto, era un mensaje de voz.

—Hola, Boutin —decía, con una voz simulada que sonaba igual que la de Dirac…, igual que él ahora mismo, en realidad, corrigió Boutin—. Veo que has seguido adelante y has tomado este cuerpo. Pero antes de irme, desearía dejarte algunos pensamientos finales.

»Una criatura sabia me dijo una vez que era importante tomar decisiones —continuó la voz—. A lo largo de gran parte de mi corta vida no he tomado ninguna decisión, o al menos ninguna de importancia. Pero ahora, al final de mi vida, me enfrento a una encrucijada. No puedo elegir vivir o morir: tú has tomado esa decisión por mí. Pero cuando me dijiste que no tenía más remedio que ayudarte con tus planes, cometiste un error. Tengo una alternativa, y la he tomado.

»Mi decisión es no ayudarte. No puedo juzgar si la Unión Colonial es el mejor gobierno para la humanidad: no tuve tiempo para aprender todo lo que debería haber aprendido al respecto. Pero decido no arriesgar la muerte de millones e incluso miles de millones de personas ayudándote a orquestar su caída. Puede que sea una opción errónea. Pero es mi decisión, la que creo que me permite hacer mejor aquello para lo que nací. Mantener a salvo a la humanidad.

»La ironía, Boutin, es que tú y yo compartimos muchos de los mismos pensamientos, compartimos una conciencia común, y tal vez compartimos el mismo objetivo de hacer lo mejor para nuestro pueblo…, y sin embargo, con todo lo que tenemos en común, hemos llegado a conclusiones opuestas sobre cómo conseguirlo. Ojalá hubiéramos tenido más tiempo para que yo hubiera podido conocerte como amigo y hermano, en vez de lo que he sido para ti, un receptáculo donde vaciarte. Ahora es demasiado tarde para eso. Demasiado tarde para mí, y aunque no te das cuenta, también demasiado tarde para ti.

»Sea como sea, quiero darte las gracias. Para bien o para mal, viví gracias a ti, y durante un breve período de tiempo, pude experimentar las alegrías y tristezas que tiene que ofrecer la vida. Y pude conocer y amar a Zoe, por quien ahora rezo para que encuentre un modo de estar a salvo. Te debo la vida, Charles, igual que te debo la muerte.

»Ahora, permíteme una disgresión, que te prometo llegará a un punto importante. Quizá sepas, o tal vez no, que una de las cosas interesantes de la SangreSabia es su capacidad para oxidarse instantáneamente…, de entrar en combustión. No puedo evitar pensar que alguien codificó esa propiedad en la SangreSabia como una especie de broma cruel, porque la primera vez que la vi en acción fue cuando alguien la usó para matar a unos insectos que intentaban chuparle la SangreSabia. Pero también resultó ser útil: una vez me salvó la vida en combate.

»Charles, has creado un virus que planeas usar para conquistar la Unión Colonial. Tú entiendes de virus, ya que se relacionan con los ordenadores, así que tal vez hayas oído el término
troyano.
Este mensaje, mi amigo y hermano, es un troyano. Cuando abriste la carta, también ejecutaste un programita que he creado. El programa instruye a todos los nanobots de mi SangreSabia para que entren en combustión simultáneamente a una orden mía. Calculo que el tiempo que tardará el programa en propagarse por toda mi SangreSabia es exactamente el mismo que tardarás tú en escuchar este mensaje.

»Vamos a comprobarlo.

* * *

Sagan recibió un mensaje cuando estaba colocando a Zoe en la cápsula de captura. Era de Jared Dirac.

—Si lee esto, Charles Boutin está muerto —decía—. Programé este mensaje para que se enviara después de que mi antiguo CerebroAmigo ejecutara un programa para hacer arder mi SangreSabia. Si la combustión no lo mata (y lo hará) morirá de asfixia dentro de unos pocos minutos. Sea como sea, ha muerto y yo también. No sé si lo conseguirá, pero espero que sí, y que esté a salvo y bien. Adiós, teniente Sagan. Me alegro de haberla conocido. Y si vuelve a ver a Cainen, dígale que le escuché y tomé mi decisión.

Sagan compartió el mensaje con Harvey.

—Muy bonito —dijo Harvey—. Fue miembro de las Fuerzas Especiales hasta la médula.

—Sí que lo fue —dijo Sagan, y empujó a Harvey hacia la cápsula de captura—. Sube, Harvey.

—Está bromeando —dijo Harvey.

—Alguien tiene que volver con Zoe. Yo soy la oficial al mando. Me quedo.

—Teniente, esa niña no me conoce. Es usted quien la sacó de ahí. Es usted quien tiene que volver con ella. Y además, no quiero volver todavía. Me lo estoy pasando demasiado bien. Calculo que entre ahora mismo y el momento en que la Unión Colonial deje caer una roca sobre este lugar, podré limpiarlo todo. Y cuando acabe, tal vez vaya a ver si queda algo que merezca la pena rescatar. Así que márchese usted, Sagan. Que envíen una cápsula de captura para mí dentro de un par de días. Estaré bien o estaré muerto. De cualquier forma, me lo pasaré bien.

—Muy bien —dijo Sagan—. Si vuelves a entrar en el complejo, trata de conseguir los artilugios de almacenamiento del módulo de transferencia del laboratorio de Boutin. Que sea una prioridad.

—¿Qué hay en ellos?

—No es qué. Es quién.

Hubo un zumbido en la distancia.

—Vienen a por nosotros —dijo Harvey—. Suba, teniente.

—¿Estamos a salvo ahora? —preguntó Zoe, unos minutos después del lanzamiento.

—Sí, Zoe. Creo que sí.

—¿Cuándo va a venir papá a verme?

—No lo sé, Zoe —dijo Sagan, y le acarició el pelo a la niña—. No losé.

En el estrecho compartimento de la cápsula de captura, Zoe extendió los brazos. Sagan la abrazó.

15

—Bueno, Szi, tenías razón —dijo el general Mattson—. Jared Dirac nos vino bien después de todo.

Mattson, el general Szilard y el coronel Robbins estaban en el comedor de generales, almorzando. Todos ellos, esta vez: el general Mattson había roto formalmente la tradición de no dejar que los subordinados comieran al ordenar para Robbins un plato enorme de espagueti a la boloñesa, y al responder a la airada reacción de otro general diciendo, en voz alta y clara.

—Cierra la jodida boca, mojón reseco. Este hombre se merece un poco de maldita pasta.

Desde entonces, los otros generales habían empezado a llevar también a su personal.

—Gracias, general —dijo Szilard—. Ahora, si no le importa, lo que quiero es saber qué va a hacer para arreglar ese problema con nuestros CerebroAmigos. Perdí siete naves porque su gente dejó abierta una puerta trasera.

—Robbins tiene los detalles —dijo Mattson.

Los dos se volvieron hacia Robbins, que tenía la boca llena de filete Wellington. Robbins tragó con cuidado.

—Como reacción inmediata, eliminamos esa puerta trasera, obviamente —dijo Robbins—. Hemos propagado la reparación de una mejora prioritaria para los CerebroAmigos. Eso está arreglado. Con más tiempo, vamos revisar toda la programación del CerebroAmigo, buscando el código del legado, puertas traseras y otros códigos que pudieran suponer un problema de seguridad. Y vamos a instaurar comprobaciones de virus para los mensajes y la información enviada entre CerebroAmigos. La transmisión del virus de Boutin no funcionaría ahora.

—No debería haber funcionado nunca —dijo Szilard—. Ha habido bloqueadores de virus desde casi los albores de la informática y no se les ocurrió a ustedes instaurarlos en los CerebroAmigos. Podrían habernos matado a todos porque olvidaron programar una higiene informática básica.

—Nunca se programó porque nunca hubo necesidad —dijo Mattson—. Los CerebroAmigos son un sistema cerrado, totalmente seguro a ataques externos. Ni siquiera el ataque de Boutin funcionó.

—Pero estuvo jodidamente cerca —dijo Szilard.

—Sí, bueno, estuvo jodidamente cerca porque alguien sentado a esta mesa quiso crear un cuerpo que almacenara la conciencia de Charles Boutin —dijo Mattson—. Y no voy a dar nombres.

—Mmm —dijo Szilard.

—La serie actual de CerebroAmigos está a punto de cerrarse de todas formas —dijo Robbins—. La siguiente generación ya ha sido probada por los gameranos y están listos para ser instalados en todas las FDC. Es una arquitectura completamente distinta, plenamente orgánica, y el código está optimizado, sin el legado del antiguo código CerebroAmigo. La ventana se cierra para este tipo de ataques, general.

—Al menos para todo el que haya trabajado en la generación anterior —concluyó Szilard—. ¿Pero qué hay de los que trabajan en la generación actual? Hay que descubrir si alguno puede descarriarse.

—Lo tendremos en cuenta —dijo Robbins.

—Más le vale.

—Hablando de la posibilidad de descarriarse —dijo Mattson—. ¿Qué vas a hacer con la teniente Sagan?

—¿Qué quieres decir? —preguntó Szilard.

—No es por alarmar, pero sabe demasiado —contestó Mattson—. Gracias a Boutin y Dirac, conoce el Cónclave y sabe hasta qué punto mantenemos controlada esa información. No tiene permiso para ese tipo de información, Szi. Es material peligroso.

—No veo por qué es peligroso —contestó Szilard—. Aparte de que sea la verdad. El Cónclave existe. Y si alguna vez llega a actuar, vamos a encontrarnos metidos en faena hasta las trancas.

—Es peligroso porque no es toda la verdad, y lo sabes, Szi —dijo Mattson—. Boutin no sabía nada del Contra-Cónclave ni de hasta qué punto estamos implicados en eso, y cómo vamos a enfrentar a un bando contra otro. Las cosas se mueven rápido. Estamos llegando al punto en que hay que formar alianzas y tomar decisiones. No podremos seguir siendo neutrales. No necesitamos que Sagan vaya por ahí contándole a la gente medias historias e iniciando rumores.

—Entonces cuéntale toda la maldita historia —dijo Szilard—. Es oficial de inteligencia, por el amor de Dios. Puede manejar la verdad.

—No está en mi mano —dijo Mattson. Szilard abrió la boca; y Mattson levantó ambas manos—. No está en mi mano, Szi. Si el Contra-Cónclave rompe formalmente con el Cónclave, sabes lo que significará. Toda la maldita galaxia estará en guerra. No podremos seguir confiando en nuestros reclutas de la Tierra. Tendremos que pedirle a las colonias que participen también. Puede que incluso tengamos que empezar a reclutar gente. Y sabes lo que significará eso. Las colonias se rebelarán. Tendremos suerte si evitamos una guerra civil. Controlamos esa información no porque queramos mantener a las colonias en la ignorancia, sino porque no buscamos que toda la puñetera Unión se haga pedazos.

—Cuanto más esperemos, peor será —dijo Szilard—. Nunca encontraremos un buen momento para informar a las colonias. Y cuando lo descubran, se preguntarán qué demonios hizo la UC ocultándoselo tanto tiempo.

—No está en mi mano —dijo Mattson.

—Sí, sí —contestó Szilard, irritado—. Por suerte para ti hay una salida. Sagan está a punto de cumplir su servicio. Le quedan unos meses, creo. Tal vez un año. Lo suficientemente cerca para que podamos retirarla. Por lo que tengo entendido planeaba dejar el servicio cuando se cumpliera su término de todas formas. La llevaremos a una colonia nueva y allí podrá quedarse, y si le habla a alguien del barrio sobre el Cónclave, a quién demonios le importa. Estarán demasiado ocupados intentando no perder las cosechas.

—¿Crees que conseguirás convencerla? —dijo Mattson.

—Podemos camelarla —dijo Szilard—. Hace un par de años, Sagan tuvo una buena relación con un soldado de las FDC llamado John Perry. Perry está unos años por detrás en su cumplimiento del servicio, pero si es necesario podemos licenciarlo pronto. Y parece que ella está muy unida a Zoe Boutin, que es huérfana y a quien hay que buscar un sitio. Ya ves adonde quiero llegar.

—Ya veo. Deberías conseguirlo.

—Veré qué puedo hacer. Y hablando de secretos, ¿cómo van vuestras negociaciones con los obin?

Tanto Mattson como Robbins miraron a Szilard con recelo.

—No hay ninguna negociación con los obin —dijo Robbins.

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