Read Las corrientes del espacio Online
Authors: Isaac Asimov
—¿Es éste el acuerdo a que llegó usted con Fife mientras estuve ausente? —dijo Junz con cólera.
—Déjeme que se lo explique, doctor Junz —intervino Fife—. El gobierno de Sark no consentirá nunca evacuar Florina aunque el CAEI proclame tener pruebas de esa teoría «nova» suya. Trantor no puede obligarnos, porque así como la Galaxia puede apoyar una guerra contra Sark con el propósito de mantener el comercio de kyrt, jamás la apoyará con el propósito de acabar con él.
—Exacto —dijo Abel—. Temo que ni nuestro mismo pueblo nos apoyaría en una guerra de esta especie.
Junz sentía que la repulsión iba creciendo en él. ¡Un planeta lleno de hombres no significaba nada ante los dictados de una necesidad económica!
—Escúchenme —dijo—. Aquí no se trata de un planeta, sino de toda la Galaxia. Cada año se originan veinte «novas» en el seno de la Galaxia. Además, unas dos mil estrellas entre los cien billones de la Galaxia cambian sus características de radiación lo suficiente para hacer inhabitables todos los planetas de su sistema. Los seres humanos ocupan un millón de sistemas estelares de la Galaxia. Esto quiere decir que, por término medio, cada cincuenta años alguno de los planetas habitados de la Galaxia aumenta de temperatura hasta el punto en que la vida se hace imposible en él. Estos casos son sólo datos históricos. Cada cinco mil años, un planeta habitado tiene un cincuenta por ciento de probabilidades de convertirse en gas por una «nova».
»Si Trantor no hace nada por Florina, si permite que se evaporice con todos sus habitantes, servirá de aviso a toda la Galaxia de que cuando les llegue su turno no pueden esperar ayuda, si esta ayuda se cruza en el camino de la conveniencia económica de algunos hombres poderosos; ¿Quiere usted correr este riesgo, Abel?
»Por otra parte, ayude usted a Florina y habrá demostrado que Trantor antepone su responsabilidad ante el pueblo de la Galaxia al mantenimiento de unos meros derechos de propiedad. Trantor ganará con ello una buena voluntad que no conseguirá nunca por la fuerza.
Abel bajó la cabeza. Después la movió desalentado.
—No, Junz. Lo que dice usted me afecta, pero no es práctico. No puedo contar con emociones para contrarrestar el efecto político de toda tentativa de acabar con el comercio de kyrt. Sólo la idea de que pudiese ser verdad haría demasiado daño.
—Pero..., ¿y si es verdad?
—Tenemos que partir de la suposición de que no lo es. Supongo que cuando se ha ausentado usted unos minutos ha sido para ponerse en contacto con el CAEI.
—Sí.
—No importa. Espero que Trantor tenga suficiente influencia para poner fin a sus investigaciones.
—Me parece que no. No a estas investigaciones. Señores, pronto tendremos el secreto del kyrt barato. Dentro de un año no habrá monopolio del kyrt, se produzca o no una «nova».
—¿Qué quiere usted decir?
—La conferencia alcanza ahora su punto esencial, Fife. De todos los planetas habitados, sólo Florina produce kyrt. Sus semillas producen celulosa ordinaria en los demás. Florina es probablemente el único planeta habitado, por una simple cuestión de azar, que es corrientemente prenova y ha sido probablemente prenova desde que por primera vez entró en una corriente de carbono, quizá hace miles de años, si el ángulo de intersección era pequeño. Parece probable, por lo tanto, que el kyrt y la fase prenova vayan juntos.
—Absurdo... —dijo Fife.
—¿Sí? Debe haber alguna razón para que el kyrt sea kyrt en Florina y vulgar algodón en los demás planetas. Los científicos han intentado por todos los medios producir kyrt artificialmente, pero lo han intentado a ciegas y por eso han fracasado siempre. Ahora sabrán que se debe a factores relacionados con un sistema estelar prenova.
—Han intentado duplicar la calidad de radiación en el sol de Fife —dijo éste con desprecio.
—Con arcos de luz apropiados, sí, pero duplicaron sólo el espectro visible y ultravioleta. ¿Qué hay de la radiación infrarroja y más allá? ¿Y de los campos magnéticos? ¿Y de la emisión de electrones? ¿Y de los efectos de los rayos cósmicos? No soy un físico bioquímico, de manera que puede haber factores de los que yo no sé nada. Pero los físicos bioquímicos lo tendrán en cuenta ahora; todos los de la Galaxia. Dentro de un año se habrá encontrado la solución.
»La economía se ha puesto ahora del lado de la humanidad. La Galaxia necesita kyrt barato, y si lo consigue, y se supone que lo encontrará en breve, querrán evacuar Florina, no sólo por humanidad, sino también por el deseo de que las cosas se vuelvan finalmente contra los devoradores de kyrt, los sarkitas.
—«Bluff» —gruñó Fife.
—¿Lo cree usted así, Abel? —preguntó Junz—. Si ayuda a los Nobles, se considerará a Trantor no como salvador del comercio del kyrt, sino del monopolio del kyrt. ¿Quiere usted correr ese riesgo?
—¿Puede Trantor correr el de una guerra? —preguntó —¿Una guerra? ¡Absurdo! Dentro de un año sus posesiones no tendrán valor alguno, con «nova» o sin ella. ¡Venda! Venda todo Florina. Trantor puede pagarlo.
—¿Comprar un planeta? —preguntó Abel con desmayo.
—¿Por qué no? Trantor tiene fondos suficientes y el beneficio en buena voluntad del pueblo de todo el universo se lo recompensará mil veces. Si decirles que está usted salvando centenares de millones de vidas no es bastante, dígales que les dará kyrt más barato. Esto surtirá efecto.
—Lo pensaré —dijo Abel, mirando a Fife, que cerraba los ojos.
—Lo pensaré —dijo también éste, después de una pausa. Junz se echó a reír con una risa estridente.
—No lo piense demasiado tiempo. La historia del kyrt no tardará en conocerse. Nada puede detenerlo. Después, ni ustedes ni yo tendremos libertad de acción. Pueden ustedes hacer ahora mejor negocio.
El Edil parecía extenuado.
—¿Es realmente verdad? —iba repitiendo—. ¿Realmente verdad? ¿Se acabará Florina?
—Es verdad —dijo Junz.
Terens abrió los brazos y volvió a dejarlos caer a los lados.
—Si quiere los documentos que obtuve de Rik, están archivados entre estadísticas vitales en mi casa. Se remontan a más de cien años atrás. Nadie irá a buscarlos allí.
—Mire —dijo Junz—, estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo con el CAEI. Necesitamos a un hombre en Florina, alguien que conozca al pueblo de Florina, que pueda decirnos cómo explicarles las cosas, cómo organizar mejor la evacuación, cómo alcanzar los planetas más aptos para su refugio. ¿Quiere ayudarnos?
—¿Y quedarme tranquilo de esa manera, quiere decir? ¿Escapar del asunto del asesinato? ¿Por qué no? —súbitamente aparecieron lágrimas en los ojos de Terens—. Pero salgo perdiendo, de todos modos. No tengo mundo, no tengo hogar. Todos perdemos. Los Florinianos pierden su mundo, los sarkitas pierden su riqueza, los trantorianos su posibilidad de poseer aquella riqueza. No hay ganancias en ninguna parte.
—Por lo menos —dijo Junz con suavidad —dése cuenta de que en la nueva Galaxia, una Galaxia libre de la amenaza de la inestabilidad estelar, una Galaxia con el kyrt accesible para todos, una Galaxia en la cual la unificación política será mucho más estrecha, habrá ganancias al fin y al cabo. Los pueblos de la Galaxia; ésos serán los que ganen.
—¡Rik! ¡Rik! —Selim Junz corría a través del espacio-puerto con las manos tendidas hacia la nave—. ¡Y Lona! Jamás les hubiera reconocido. ¿Cómo están? ¿Cómo están?
—Tan bien como es de desear. Nuestra carta llegó a sus manos, por lo que veo —dijo Rik.
—Desde luego. Dígame, ¿qué piensa de todo esto?
Andaban juntos, en dirección a la oficina de Junz.
—Esta mañana hemos visitado nuestra vieja ciudad —dijo Valona tristemente—. Los campos están vacíos...
Sus ropas eran ya las de una dama del Imperio en lugar de las de una campesina de Florina.
—Sí, tiene que ser terrible para una persona que ha vivido allí. Es terrible incluso para mí, pero estaré todo el tiempo posible. Los datos de radiación del sol de Florina son de un interés teórico extraordinario.
—¡Una evacuación como ésta en menos de un año! Dice mucho en favor de una excelente organización.
—Hacemos todo lo que podemos, Rik. ¡Oh, me parece que debería llamarle ya por su verdadero nombre...
—¡No, por favor! Nunca podría acostumbrarme. Soy Rik. Es todavía el único nombre que recuerdo.
—¿Ha decidido ya si va a volver al análisis del espacio? —preguntó Junz.
—Lo he decidido —dijo Rik moviendo la cabeza—, pero la decisión es no. Jamás podré recordar lo suficiente. Esta parte se ha borrado para siempre. Pero no me preocupa, sin embargo. Voy a regresar a Tierra... A propósito, espero ver al Edil.
—No lo creo. Se ha marchado hoy. Me parece que no desea verle. Se siente culpable ante usted. ¿No le guarda usted rencor?
—No —respondió Rik—. Su intención era buena y ha hecho que mi vida cambiase en otra mejor en ciertos aspectos. En primer lugar, he conocido a Lona —y pasó el brazo alrededor del hombro de la muchacha.
Valona le miró y le dirigió una sonrisa.
—Por otra parte —prosiguió Rik—, me ha curado algo. He descubierto por qué era analista del espacio. Sé por qué casi la tercera parte de los analistas del espacio se reclutan en un solo planeta, Tierra. Todo el que vive en un mundo radiactivo está destinado a vivir en el miedo y la inseguridad. Un paso en falso puede significar la muerte, y la superficie de nuestro planeta es el peor enemigo que tenemos. Esto desarrolla en nosotros una especie de ansiedad, doctor Junz, el terror de los planetas. No nos sentimos seguros más que en el espacio; es el único lugar en que somos felices.
—¿Y no se siente usted así ya?
—Ciertamente no. No recuerdo siquiera haberme sentido de esa manera. Es así, ¿sabe usted? El Edil me sometió a la psicoprueba para quitarme la sensación de ansiedad y no se preocupó de establecer los controles de intensidad. Creía que sólo tenía que curar una perturbación reciente y superficial, y en lugar de eso se trataba de una ansiedad profunda y arraigada de la que no sabía nada. Lo liberó todo. En cierto modo valía la pena de liberarse de eso, aunque con ello se fuese mucho más. Ya no necesito permanecer en el espacio. Puedo regresar a Tierra. Puedo trabajar en ella y Tierra necesita hombres. Siempre los necesitará.
—¿Sabe usted por qué no podemos hacer por Tierra lo que estamos haciendo por Florina? —preguntó Junz—. Porque no hay necesidad de inducir en los habitantes de Tierra un estado de temor e inseguridad. La Galaxia es vasta.
—No —dijo Rik con vehemencia—. Es un caso diferente. Tierra tiene su pasado, doctor Junz. Hay mucha gente que quizá no lo crea, pero nosotros, los habitantes de Tierra, sabemos que Tierra era el planeta original de la raza humana.
—Bien, quizá. No podría decirlo, de una u otra forma...
—Lo era. Es un planeta que no se puede abandonar; no debe abandonarse. Algún día haremos que su superficie vuelva a ser lo que en otros tiempos tiene que haber sido. Hasta entonces..., seguiremos allí.
—Ahora soy un habitante de Tierra —dijo Valona. Rik tenía la vista fija en el horizonte. Ciudad Alta era tan deslumbrante como siempre, pero los habitantes se habían marchado.
—¿Cuánta gente queda en Florina? —preguntó.
—Unos veinte millones —respondió Junz—. Trabajamos despacio pero sin descanso. Tenemos que equilibrar la retirada. La gente que queda tiene que mantenerse siempre como una unidad económica durante los meses que restan. Desde luego, la reinstalación está en su fase inicial. La mayoría de los evacuados están todavía en campos provisionales en mundos vecinos. Hay dificultades inevitables.
—¿Cuándo se marchará el último habitante?
—Nunca, en realidad.
—No lo entiendo.
—El Edil ha pedido oficiosamente permiso para quedarse. Le ha sido concedido, oficiosamente también. No será objeto de registro público.
—¿Quedarse? —dijo Rik escandalizado—. Pero... ¡por toda la Galaxia! ¿Por qué?
—No lo sé —dijo Junz—. Pero creo que usted lo ha explicado al hablar de Tierra. Siente lo mismo que usted. Dice que no puede soportar la idea de dejar a Florina morir sola.
Isaac Asimov
(en ruso А́йзек Ази́мов —Áizek Azímov—, nombre original
Isaak Yudovich Ozimov
: И́саак Юдович Ози́мов; —Ísaak Ozímov—) (Petróvichi, República Socialista Federativa Soviética de Rusia, 2 de enero de 1920 – Nueva York, Estados Unidos, 6 de abril de 1992), fue un escritor y bioquímico ruso, nacionalizado estadounidense, conocido por ser un exitoso y excepcionalmente prolífico autor de obras de ciencia ficción, historia y divulgación científica.
Asimov fue miembro de Mensa durante mucho tiempo, a cuyos miembros describía como "intelectualmente combativos". Disfrutaba más de la presidencia de la Asociación Humanista Estadounidense, una organización de ideología atea.
La carrera de Asimov puede dividirse en varios períodos. En sus primeros años el tema dominante fue la ciencia ficción, iniciándose con relatos cortos en 1939. En 1950 publica su primera novela
Un guijarro en el cielo
. Esta etapa duró hasta 1958, terminando con la publicación de
El sol desnudo
. A continuación, disminuyó de manera importante su producción de libros de ficción mientras se dedicaba a otros temas. En los siguientes 25 años publicó solamente cuatro libros de ciencia ficción. A partir de 1982, se inició la segunda etapa de su carrera en ciencia ficción con la publicación de
Los límites de la Fundación
. Desde entonces y hasta su muerte, Asimov publicaría muchas secuelas de sus novelas ya escritas, dándoles un tratamiento de conjunto en una forma que seguramente él mismo no había previsto. Se estima en 429 los libros escritos por Asimov.