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Authors: Alberto Villoldo

Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo

Las cuatro revelaciones (25 page)

BOOK: Las cuatro revelaciones
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Nuestro parloteo mental sólo se detendrá cuando la mente desaparezca. Hasta entonces, lo único que podemos hacer es observar nuestros pensamientos, reírnos de nuestra «mente de mono» y no identificarnos con ella. Llegará el día en que reconozcamos que nuestro verdadero yo, el sabio, reside en medio de la tormenta y no se ve afectado por toda la conmoción que nos rodea —como la pelea con nuestra pareja, la avería del coche o la úlcera de estómago—. Y entonces el caos que nos rodea disminuirá porque habremos comprendido que no es más que el reflejo de lo que sucede en nuestra mente. Lentamente pero sin freno, el sabio prevalece, y poco a poco la pantalla de nuestra realidad se va convirtiendo en un lienzo vacío sobre el que podemos crear y soñar.

No puedes «decidir mentalmente» dar un paso atrás y convertirte en el sabio porque, una vez que lo hagas, la mente desaparecerá… y ella lo sabe. De modo que para protegerse a sí misma, la mente intentará confundirte y darte mil motivos para no que sigas esta práctica. Por eso sólo puedes descubrir el sabio preguntándote: «¿Quién está haciendo esta pregunta?» —o consumiendo sustancias alucinógenas. Bajo la influencia de estos alucinógenos, la mente se disuelve, el ego se derrite y todo lo que queda es el Espíritu observándose a sí mismo—. Sin embargo, para evitar experiencias engañosas o negativas, estas sustancias sólo deben ser consumidas bajo la supervisión de un chamán. De lo contrario, los alucinógenos pueden hacer mucho daño.

Recuerdo la primera vez que probé la legendaria
ayahuasca
en la selva amazónica. Cuando bebes esta poción, dejas atrás el yo ordinario que se identifica con tu trabajo, tus roles, tu familia e incluso tu historia personal. La siguiente es una transcripción de una de mis primeras experiencias con la ayahuasca. Aparece en mi libro
Dance of the Four Winds
(escrito con Erik Jendresen):

Me estoy moviendo. Y respirando.

Estoy avanzando a través de un collage con múltiples capas de hojas y enredaderas, con colores rojos, amarillos y verdes que adquieren un tono plateado a la luz de la luna. Mi cabeza cuelga cerca del suelo. Voy más rápido, jadeo. La tierra cede bajo mis pies… ¿y manos? Mis miembros se mueven al ritmo de los latidos de mi corazón. Mi aliento es caliente y húmedo; mi corazón late demasiado rápido, y puedo sentir mi propio olor entre los muchos olores de la jungla. Hay un claro, y ahí estoy yo, sentado con las piernas cruzadas, desnudo y brillando a la luz de la luna. Mi cabeza está echada hacia atrás y mi garganta está tensa, expuesta. Con los brazos a un costado y las palmas de las manos hacia arriba, me observo a mí mismo desde el borde de la jungla, y sólo se escucha el ruido de mi respiración. Detrás de mí, la jungla se agita, insomne.

Me muevo con la ligereza de una sombra, siguiendo el contorno del claro para rodear mi presa. Sin el menor ruido. Acercándome cada vez más.

Ahora estamos respirando juntos. Inclino la cabeza hacia delante. Toco el pecho con la barbilla. Levanto la cabeza, abro los ojos para fijar la mirada en unos ojos amarillos de gato, mis ojos, ojos de animal. Se me hace un nudo en la garganta, y estiro la mano para tocar el rostro del felino de la jungla.

Después de muchos años de meditación, y después de una década estudiando las plantas medicinales de la Amazonia, descubrí que no necesito dispositivos externos para descubrir el sabio que siempre ha existido. Él estaba ahí antes de que mi cuerpo naciera. Después de todo, no soy mi cuerpo —sólo resido en él— y el sabio seguirá ahí mucho tiempo después de que mi cuerpo haya regresado a la tierra.

El siguiente ejercicio te ayudará a descubrir, o a redescubrir, el sabio que existe en tu interior.

EJERCICIO 10: LA INDAGACIÓN

Siéntate cómodamente en tu silla favorita y baja las luces de la habitación. Enciende una vela, si quieres, pero sobre todo asegúrate de encontrar un lugar totalmente silencioso porque lo que quieres hacer es escuchar el parloteo de tu mente. Cierra los ojos y respira profundamente y con regularidad… Cuenta tus respiraciones de una a diez, y luego vuelve a empezar.

Después de algunos minutos, puede que te des cuenta de que estás contando hasta 27 o 35, debido a que tu atención se ve absorbida por las cosas que debes hacer más tarde, por el trabajo pendiente o por el problema que tienes con alguien. O quizá haya una canción sonando dentro de tu cabeza (una vez, durante un retiro meditativo, ¡no pude sacarme de la cabeza la canción de los Beatles
Submarino Amarillo
durante toda una semana!).

Vuelve a contar tus respiraciones desde el principio. Ahora pregúntate a ti mismo: «¿Quién está enfadado?», «¿Quién está atrasado?», «¿Quién está respirando?», y luego: «¿Quién está haciendo la pregunta?». Quédate en silencio, y observa lo que sucede cuando te haces esta pregunta.

*****

Intenta hacer esta indagación con regularidad a lo largo del día, incluso cuando no estás sentado en meditación. Cuanto más a menudo surja el sabio en tu conciencia, más prolongadas serán sus apariciones. Gracias al sabio, pasarás del nivel de la serpiente al nivel del águila, y podrás tomar conciencia del gran lienzo vacío de la creación, y de tu poder para soñar en él un mundo de gracia y belleza.

LA PRÁCTICA DE LA ALQUIMIA INDÍGENA

Para practicar la alquimia indígena, seguimos un proceso de cuatro pasos para trascender nuestros roles y situaciones.

La alquimia de los europeos tenía que ver con colocar materia muerta como azufre y plomo en un crisol, ponerla al fuego y esperar a que esas sustancias se convirtiesen en oro. La alquimia de los Guardianes de la Tierra era diferente: ellos situaban materia viva en el crisol de la tierra y dejaban que el fuego del sol la calentara, haciendo así crecer el maíz, el dios vivo. Los indígenas americanos eran gente práctica que cultivaba su sabiduría junto con su maíz. Por eso decimos que «tienes que cultivar maíz» con todo lo que dices o haces; de otro modo, estás perdiendo el tiempo con conversaciones y actividades inútiles, y permanecerás atrapado en roles y situaciones, sin aprender nada y sin cultivar nada.

Los laikas son agudos observadores de la naturaleza y se fijan en cómo la colmena y el hormiguero se comportan como un solo organismo con muchas partes independientes. Observan cómo las hormigas cultivan hongos en el hormiguero y cómo las abejas logran comunicarse unas a otras la localización de las flores mediante una intrincada danza aérea. Comprenden que la colmena es la mejor forma de satisfacer las necesidades de supervivencia de una abeja, y que la colonia de hormigas es la que mejor puede asegurar el bienestar de cada uno de sus miembros. Para los Guardianes de la Tierra, la colmena y la colonia de hormigas son simplemente ejemplos de la alquimia indígena, de cómo la vida busca niveles más elevados de orden y complejidad mediante la creación de estos seres colectivos que conocemos como hormigueros y colmenas.

Del mismo modo, la mejor manera de resolver los problemas de las células (como la necesidad de alimento y calidez) es hacerlo en un nivel superior, el de los tejidos. Y los problemas de los tejidos encuentran su mejor solución en los órganos, como el estómago y el corazón. Y, a su vez, las necesidades de los órganos son mejor satisfechas por una criatura viva. En otras palabras, las células del águila necesitan alimento, pero el águila es un mejor cazador de comida de lo que lo podrían ser sus células o su estómago.

Cuando un laika quiere resolver un problema, practica la alquimia indígena y luego accede a un nivel más alto de percepción, donde las soluciones están disponibles. El laika soluciona los problemas de las células desde el nivel del águila (o de las abejas desde el nivel de la colmena).

Para aprender la alquimia indígena, debemos comprender la interconectividad de la gran colmena humana, y de toda la vida. Claude Lévi-Strauss, el renombrado antropólogo, dijo una vez que para comprender cómo funciona el universo, primero debemos comprender cómo lo hace una brizna de hierba al convertir la luz en vida a través de la fotosíntesis. Pero para que un laika pueda descifrar el funcionamiento de una brizna de hierba, primero va a tener que entender cómo funciona el universo. Y esto es algo que la alquimia indígena nos ayuda a lograr.

La alquimia indígena consiste en cuatro pasos:
identificación, diferenciación, integración
y
trascendencia
. La identificación es la cualidad de la serpiente; la diferenciación, la del jaguar; la integración, la del colibrí, y la trascendencia, la del águila. Las células pueden ser consideradas organismos individuales; sin embargo, se diferencian (especializan) en células musculares, cerebrales, de la piel y otras; luego se integran para formar el corazón, el estómago, el cerebro, etcétera, y finalmente trascienden la suma de sus partes. No puedes describir a un águila enumerando sus órganos, pese a estar constituida por ellos.

El filósofo Ken Wilber explica este proceso y describe cómo, cuando niños, nos identificamos con nuestros padres y luego, al entrar en la adolescencia, nos diferenciamos de papá y mamá para desarrollar nuestra propia identidad. Finalmente, seremos capaces de integrar a nuestros padres en nuestras vidas sin miedo a perder nuestra identidad, y trascenderemos esa identidad al convertirnos nosotros mismos en padres. (Como es obvio, algunas personas no se convertirán literalmente en padres, pero sí cuidarán y se ocuparán de otras personas.) Todos conocemos gente cuyos padres fallecieron antes de que tuvieran la oportunidad de integrar la relación que tenían con ellos, y lo penoso que esto resulta.

Siempre estamos identificándonos con algunas cosas, diferenciándonos de otras o integrándolas, y trascendiéndolas. Me encanta ver los cambios que se producen a lo largo de la temporada de fútbol, por ejemplo, y cómo los seguidores se identifican con su equipo regional y desprecian a los jugadores de los otros equipos. Pero cuando se elige a uno para que represente a su país en la Copa del Mundo, los seguidores comienzan a aclamar a los jugadores que habían despreciado unas semanas antes, ya que ahora se identifican con un nivel nacional.

Esto es parecido a la forma en que la mayoría de la gente en los Estados Unidos se identifica con una región (como el medio oeste) y se diferencia de la gente de otra región (como el sudeste), pero cuando surge una crisis como la del terrorismo, nos integramos y nos identificamos todos como estadounidenses. El paso final de trascendencia consiste en identificarnos como ciudadanos del mundo y comprender que ciertos problemas, como el calentamiento global, el sida, la polio y otros, sólo pueden resolverse a nivel planetario. Nuestras lealtades locales y nacionales son sustituidas por una lealtad hacia todos nuestros semejantes y hacia nuestro planeta.

La alquimia indígena no sólo describe los cuatro niveles de la percepción, sino que también nos ayuda a recorrerlos. No sólo te explica que el agua es H2O sino que también te enseña cómo hacer llover. La alquimia indígena es el camino más rápido para transformar tu vida… pero no puedes saltarte ninguno de los pasos. Después de todo, las células no pueden convertirse en águilas, a menos que primero se diferencien para formar órganos y que luego se integren para constituir sistemas.

*****

Una de mis alumnas tiene una hija que es una entusiasta jugadora de fútbol, y mi alumna se pasa varias horas al día yendo y viniendo con su monovolumen para llevar a su hija y a otras niñas a los entrenamientos. Todo el mundo la consideraba la típica madre americana, pero ella sabía que estaba destinada a ser una maestra y una chamán porque sentía una fuerte vocación espiritual. Un día se descubrió un bulto en el pecho que le fue diagnosticado como cáncer. A los ojos de todo el mundo, era ahora una típica madre americana y, además, una paciente de cáncer. Sin embargo, no quería identificarse con su enfermedad —deseaba diferenciarse del cáncer y luego superarlo—. Fue entonces cuando entró en la escuela Healing The Light Body.

Después de la primera semana de adiestramiento, le anunció a su familia que no era ni una típica madre americana ni tampoco una paciente de cáncer —ella era una chamán—, pero nadie le creyó. «Yo no soy mi cáncer», les decía a los otros alumnos, «sólo estoy combatiendo el cáncer.»
Nosotros
sí la creímos, y respetamos el hecho de que se estuviera diferenciando de la enfermedad. Pronto comenzó a lograr la integración, diciendo: «No soy mi cáncer, y no lo estoy combatiendo, estoy aprendiendo de él. Es mi llamada de atención». La integración de su cáncer le permitió llegar a la última etapa de la alquimia indígena, la trascendencia. Al final de su adiestramiento, pudo decir: «El cáncer me ha salvado la vida al darme la oportunidad de reinventarme a mí misma».

Mi alumna había dejado de identificarse con su diagnóstico; ahora reconocía que su curación tenía que ver con seguir su vocación y convencer a su familia para que la ayudara a convertirse en la chamán y curandera que ella quería ser. Tuvo que someterse a quimioterapia y cambiar sus relaciones personales. No podía tomar ningún atajo y convertirse en una chamán de la noche a la mañana, porque eso no habría sido auténtico. No habría producido ninguna transformación personal y sólo habría sido una fantasía. El proceso de la alquimia indígena requiere tiempo.

El paso más difícil es salir del nivel de la serpiente, porque cuando nos identificamos con algo —como el hecho de ser madre, un alcohólico en recuperación, un paciente de cáncer o un hijo de padres abusivos— nos convencemos de que eso es lo que somos realmente, y nos vemos atrapados en la pesadilla. Nos olvidamos de que nosotros somos los que estamos soñándolo todo y haciéndolo realidad. Afortunadamente, cada uno de los niveles de la alquimia indígena nos hace progresivamente más conscientes para que así podamos transformar el sueño.

Comprender que las necesidades de las bellotas las resuelven mejor que nadie los robles es algo que sucede en el nivel del jaguar (la mente). Para transformarnos a nosotros mismos, debemos ir más allá del hecho de comprender qué es lo que queremos cambiar —debemos experimentar la transformación en los niveles del colibrí y del águila—. Cuando una bellota es colocada en la tierra, debe renunciar a su identidad de «semilla» y comenzar a considerarse un «roble». Del mismo modo, nosotros también hemos de abandonar nuestras percepciones de nosotros mismos como seres agobiados por un problema o atrapados en un rol, y vernos como seres libres de aquello a lo que nos aferramos y con lo que nos identificamos, por muy improbable que nos parezca que lo vayamos a conseguir.

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