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Authors: Alberto Villoldo

Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo

Las cuatro revelaciones (22 page)

BOOK: Las cuatro revelaciones
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De hecho, la mayoría de nuestros pensamientos son recuerdos de experiencias que sucedieron en los primeros años de nuestra vida, antes de nuestro nacimiento o incluso en nuestras vidas anteriores. Cuando éramos niños, nos lo llevábamos todo a la boca, y saboreábamos el mundo. Más tarde pasamos a jugar durante horas con nuestros juguetes y a perdernos en ensoñaciones. Luego, alrededor de los siete años, los pensamientos comenzaron a aparecer con fuerza: empezamos a adquirir un sentido del yo y a descubrir dónde terminaba nuestro ser y dónde nacía el mundo. Ya no nos quedamos absortos en un mundo de sensaciones, sabores y olores. Antes de ese momento, no teníamos pensamientos —sólo experiencias—. A partir de entonces, nuestras experiencias auténticas fueron disminuyendo cada vez más, hasta que, en la vejez, nos vemos perseguidos por continuos pensamientos de lo que sucedió en el pasado.

Cada pensamiento que circula por tu cerebro es la repetición de un drama en que fuiste la víctima, el salvador o el verdugo. Haz una pausa y escucha: ¿en qué estás pensando mientras lees este libro? Recuerda que tus pensamientos no son originales, brillantes o creativos —tu instinto, tus ideas y tu capacidad para soñar sí lo son.

Nos resulta imposible pensar de manera creativa porque los pensamientos nos lo impiden. Y cuando nos identificamos con ellos, estamos cometiendo un error de identidad. Yo no soy mis pensamientos, yo
tengo
pensamientos, de la misma forma que no soy mi coche, mi casa o mi ropa (aunque también tengo estos objetos). Y ya sabemos el lío en que nos metemos cuando creemos ser nuestro coche, nuestra casa o nuestra ropa; e intentamos resolver un problema comprando ropa de alta costura o un nuevo juego de palos de golf.

Los pensamientos son como el polvo que se deposita en nuestra piel durante un largo viaje, formando una gruesa capa. Después de un rato comenzamos a frotar en algunas zonas para acceder a nuestro verdadero yo. Lo que necesitamos hacer es dejar de frotar aquí y allá para quitar el polvo en algunas zonas, como hacemos con la terapia, y sacar la manguera para darnos una buena lavada. Los laikas han desarrollado prácticas enérgicas que logran esto en muy poco tiempo, limpiando las huellas que nuestro pasado ha dejado en nuestro campo de energía luminosa. He descrito detalladamente estas técnicas en mi libro
Shaman, Healer, Sage
, y se las enseño a mis alumnos en la escuela Healing the Light Body como una forma de producir una rápida transformación en ellos mismos y en sus clientes.

El ejercicio que realizaste antes, relacionado con la forma de morir en tus tres vidas anteriores, te ayudará a limpiar las huellas en tu CEL. El ejercicio siguiente, descubrir al sabio, logrará resultados muy poderosos.

EJERCICIO 8: DESCUBRIR AL SABIO

Haz una pausa y toma conciencia de cómo tus pensamientos aparecen y desaparecen, sin identificarte con ellos. Cierra los ojos y observa tus pensamientos como si fueran nubes formándose en un cielo despejado, y luego disolviéndose de nuevo. No sigas tus pensamientos ni intentes controlarlos o detenerlos —simplemente obsérvalos—. Advierte cómo al cabo de un rato tu atención se ve arrastrada por una cadena de pensamientos y pierdes tu capacidad de observar.

Respira profundamente y contempla una vez más la nube de pensamientos que se desplaza por el cielo despejado de tu conciencia. No intentes controlarlos, porque entonces va a aparecer la mente, ansiosa por «resolver» todos los problemas que se presentan. A la mente le encanta el conflicto: cuando detienes tu conflicto interior, ella desaparece, los pensamientos se disuelven y sólo queda el sabio.

La mente tiene miedo de que descubras que ella no existe, y quiere encarnizadamente que le prestes atención y la valores. Pero una vez descubras al sabio, te sacudirás el polvo acumulado durante miles de vidas y te quedará una piel suave como la de un bebé con la que experimentar el mundo. Habrás perdido la razón y recuperado tus sentidos.

NO TE IDENTIFIQUES CON TUS PENSAMIENTOS

En muchas tradiciones orientales, se llega al sabio mediante la práctica de la meditación. Los meditadores pasan los primeros años de su práctica sentados en un cojín y observando la locura de la mente, como una mala película que se repite una y otra vez. Cuando me siento a meditar por la mañana y en lo único que puedo concentrarme es en mi espalda dolorida, dejo que mi mente permanezca ahí. Si intento obligarla a que vuelva a centrarse en la respiración, sé que no va a funcionar. Lo que hago es identificarme con el sabio, que lo observa todo y sonríe ante la estupidez de la vida. Como no hay ningún conflicto, la mente se disuelve de manera progresiva. La espalda me puede seguir doliendo, pero no me identifico con ella, y no me hace sufrir. Los pensamientos siguen apareciendo y desapareciendo, pero mi atención reside en el cielo despejado que es el sabio.

Cuando quiero encontrar al sabio, me hago estas simples preguntas: «¿De quién es esa espalda dolorida?» y: «¿Quién es el que está haciendo la pregunta?». Y allí está, el sabio. Puedes usar esta indagación con cualquier cosa que hagas. Puedes preguntar: «¿Quién está sentado aquí meditando?» o: «¿Quién está leyendo este libro?». Y luego, «¿Quién está haciendo la pregunta?». La respuesta final siempre es el sabio.

Una vez encuentres al sabio, él te mostrará cómo todo lo que consideras real no es más que una proyección. El mundo es una pantalla de cine, y lo que aparece en ella es tu sueño o tu pesadilla. El sabio está sentado en una cómoda silla contemplando cómo se desarrolla el drama. A veces se levanta para tomar una taza de té, consciente de que la película seguirá cuando regrese. La pregunta que surge es cómo el sabio puede ser tan tonto para pensar que él es la trama que se está desarrollando en la pantalla.

¿Te has quedado alguna vez tan absorto leyendo un libro que has perdido el sentido del tiempo y comenzado a sentir las vidas de los personajes de esa obra? ¿Has visto alguna vez una película que te haya hecho llorar o que te haya asustado tanto que tuviste pesadillas durante varios días? Pues bien, la película creada por la sociedad nos ha producido un trance semejante, y creemos que lo que estamos viendo es real. Pero el sabio puede cambiar lo que aparece en la pantalla —de hecho, él es el único capaz de hacerlo.

El sabio lo arregla todo interiormente, asignándole nuevos papeles a los actores, cambiando la bobina o apagando del todo el proyector. En lugar de intentar cambiar las cosas en el nivel físico, él encuentra una solución espiritual para cada problema, no importa lo difícil que sea.

Una vez descubras que eres el sabio, la locura de la mente sólo ocupará una pequeña parte de tu conciencia, mientras que antes ocupaba el cien por cien de tu atención. En este punto se hace más fácil alcanzar el nivel del águila —las viejas suposiciones se disuelven a medida que contemplas las situaciones con nuevos ojos—. Cuando practico esto con un cliente que ha venido a verme porque padece una enfermedad mortal, por ejemplo, ya no percibo miedo, peligro o muerte como las únicas posibilidades; en su lugar, veo simplemente la oportunidad de una gran curación.

RECONOCER LA FORMA EN QUE ESTÁS SOÑANDO EL MUNDO Y HACIÉNDOLO REALIDAD

Cuando viajé a Perú por primera vez, me sentí abrumado por la pobreza del lugar y por la cantidad de mendigos que me cercaban en las calles. Me conmovió tanto la pobreza que vi que estaba dispuesto a dar todo el dinero que llevaba encima, e incluso a veces la ropa que vestía. Un día, un amigo me sugirió que hiciese una donación a una de las muchas instituciones de caridad que había en Cuzco. Y me dijo: «Una vez que ya no veas a la parte herida de ti mismo en cada uno de estos niños, ya no te sentirás obligado a alimentar a todos los mendigos, y ellos te dejarán en paz».

Seguí su consejo. Hice una generosa donación (que era mucho más de lo que me podía permitir en esa época) a un orfanato católico, y comencé a considerar la posibilidad de que todos los mocosos descalzos de la calle eran partes de mí. Primero me sentí afligido y angustiado; pero con el tiempo, algo cambió dentro de mí. Ya no me sentí obligado a ayudar a todo el que veía y, en gran medida, los niños de la calle empezaron a dejarme tranquilo. Mi sueño cambió: al mirar a mi alrededor, comencé a percibir algo más que sólo pobreza —la belleza de la gente y del lugar—. Pero primero tuve que hacer una donación a una institución de caridad para que esto sucediera. Después de todo, esos niños y niñas aún vivían en una realidad donde había poco que comer, y yo tenía que hacer algo al respecto.

Un Guardián de la Tierra es consciente de que aunque tienes que cambiarlo todo internamente, sigues teniendo una responsabilidad hacia los demás y hacia el planeta. La forma de modificar el sueño consiste en apropiarse de todo lo que veas que vaya mal en el mundo: la fealdad, la violencia, la belleza y el poder. Percibe cada niño hambriento, cada criminal violento, cada persona rica y famosa, cada río contaminado, cada isla tropical como si fueran un sueño y tú estuvieses soñando cada personaje, cada escenario y cada giro en la trama.

El gran estudioso de las mitologías Joseph Campbell dijo una vez que lo que llamamos realidad comprende sólo aquellos mitos e historias que aún no hemos descifrado. Una vez lo hemos hecho, comprendemos que no son más que cuentos de hadas. Obtenemos esta comprensión al mirar a través de los ojos del colibrí. Por eso me ha resultado tan fácil ser antropólogo —podía llegar a un pueblo perdido en la Amazonia y ser el único en ver que el emperador estaba desnudo (en algunos de los pueblos que visité, esto era literalmente cierto).

Podemos ver el sueño (o la pesadilla) en que otros se encuentran atrapados con mucha más facilidad que el nuestro. Nos damos cuenta rápidamente de que nuestro amigo está creando su propia desgracia, pero seguimos creyendo que nuestro propio sufrimiento es el resultado de alguna desgracia que se nos ha caído encima. Pero cuando descubrimos que la realidad es realmente un sueño, podemos despertarnos de nuestra pesadilla colectiva, y lo que antes estaba escondido se hace ridículamente aparente. Podemos ver, por ejemplo, que no seremos capaces de satisfacer nuestras necesidades espirituales comprándonos un coche más grande, que no podemos mejorar a nuestros hijos obligándolos a cambiar y que el progreso no es la cura para la pobreza. Por tanto, vendemos el cochazo, nos transformamos nosotros mismos y observamos cómo cambian nuestros hijos; de esta manera comprendemos las formas en que el progreso y la modernidad causan pobreza.

Recuerdo haber estado sentado frente a la economista india Vandana Shiva cuando explicó cómo los cincuenta mil millones de dólares de ayuda económica que los países pobres reciben de Occidente están más que compensados por los quinientos mil millones en concepto de intereses que las naciones en desarrollo remiten a los países desarrollados para pagar embalses y mega proyectos hidroeléctricos de dudoso valor. Casi no toqué mi comida mientras ella explicaba que los campesinos de subsistencia no eran pobres: simplemente todo lo que obtenían era para su propio consumo —es decir, los límites del consumo humano estaban determinados por lo que la naturaleza proveía—. En lugar de intentar cambiar el curso de un río para hacer que la tierra de un clima árido produjese una abundante cosecha del producto más rentable, los campesinos plantaban lo que crecía naturalmente y no sobre explotaban la tierra.

Sin embargo, las ciencias económicas occidentales introdujeron la creencia de que estos campesinos tenían que producir más de lo que consumían para crear riqueza y así lograr una mayor «calidad de vida». De este modo, los labradores indios abandonaron la tierra familiar para vivir miserablemente en ciudades como Nueva Delhi, y la agricultura de subsistencia fue reemplazada por enormes explotaciones agrícolas. En la actualidad, entre doscientos cincuenta y trescientos millones de indios que antes trabajaban en parcelas familiares sobreviven con menos de un dólar diario y no tienen agua potable, asistencia sanitaria ni educación. Tampoco pueden esperar un futuro mejor para sus hijos. Sin embargo, nos aferramos al viejo sueño según el cual bastaría con crear más riqueza para que sus problemas desaparecieran como por arte de magia.

SOÑANDO UN MUNDO DISTINTO

Si el camino del sabio es verdadero, tiene que poder aplicarse no sólo a nuestro universo personal y privado, sino también al mundo en su totalidad. Entonces, ¿cómo soñar un mundo completamente distinto?

Si ves que la mantequilla de Nueva Zelanda que se vende en el supermercado de tu barrio es más barata que la hecha por un granjero local, soñar un mundo distinto implica reconocer que esto no significa realmente que la mantequilla de Nueva Zelanda sea más barata. Sabes que existe un coste para el medio ambiente cuando camiones, trenes y barcos transportan la mantequilla a través de largas distancias; y cuando compras la proveniente de un país lejano, el granjero local sufre las consecuencias y se le hace más difícil mantener su negocio y su nivel de calidad. Comprendes que el coste real de la mantequilla de Nueva Zelanda es de hecho más alto que el de la marca producida localmente.

Sueñas un mundo distinto en el nivel literal comprando productos de fabricación local, desenchufando la televisión y enseñándoles a tus hijos a no dejarse engañar por los innumerables anuncios que los bombardean. Sin embargo, cambiar tus hábitos de compra no es suficiente. Vas a querer intervenir no sólo en el nivel literal de la serpiente, sino también en el del Espíritu (águila), donde puedas trascender el tiempo y entrar en el reino de lo intemporal y lo incognoscible.

Todos hemos reunido muchos pedazos de información sobre el mundo que experimentamos con nuestros sentidos y reconocemos que más allá de nosotros mismos reina lo desconocido, pero en el nivel del águila admitimos que junto a lo conocido y lo desconocido se encuentra lo
incognoscible
. En otras palabras, cuando sigues el camino del sabio, vas más allá de las verdades que has aceptado y comienzas a entrar en aquello que no puede ser conocido a través de los sentidos, sino que sólo puede experimentarse. Seguir confinado en tu cabeza y acumular más información no te va a servir de nada a estas alturas —tienes que dar un salto cuántico y cambiar tu forma de adquirir conocimientos—. Esto lo lograrás mediante las siguientes prácticas: la práctica del dominio del tiempo, la de adueñarte de tus proyecciones, la de la no mente y la de la alquimia indígena.

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