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Authors: Alberto Villoldo

Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo

Las cuatro revelaciones (21 page)

BOOK: Las cuatro revelaciones
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Es posible que queramos decir una oración peticionaria, y le pidamos a Dios que cure a un amigo con sida o que nos ayude a encontrar pronto un trabajo, pero ésta no es la práctica del sueño consciente. Cuando soñamos desde el nivel del águila, nos hacemos uno con el Espíritu, una corriente universal que es mucho más grande que nosotros; sin embargo, es una corriente en la que podemos entrar, navegar y que podemos dirigir para conseguir lo que deseamos. Nos unimos a este río de vibración y luz, nos convertimos en su corriente, y las explosiones de naranja y amarillo que son soles por nacer pulsan en nuestro interior. Entonces nuestra voluntad y la del Espíritu son una sola, y el dicho «que se haga Tu Voluntad» adquiere un nuevo significado. Cambiamos nuestra vibración energética y atraemos hacia nosotros y hacia otros aquello que vibra de una manera igualmente divina.

Un Guardián de la Tierra practica el sueño dejando que su mente quede en silencio. Como la superficie de un lago en absoluta calma, la mente lo refleja todo de manera perfecta. Pero apenas se levanta una suave brisa, comienzan a formarse ondas sobre el agua, haciendo que la mente se refleje sólo a sí misma. Un laika sabe calmar las aguas de su mente para que reflejen de forma exacta las infinitas posibilidades que existen. Entonces podrá entrar en la matriz de la creación, donde él desaparece y sólo queda el espíritu.

Nosotros también podemos encarnar la prosperidad, soñarla y hacerla realidad. Cuando nos convertimos en paz, serenidad y abundancia, éstas prevalecerán en nuestras vidas.

EL MUNDO TAL COMO LO SUEÑAS

Si te estás preguntando cómo sería soñar un mundo mejor, no te preocupes —es probable que ya hayas experimentado esta magia cotidiana en algún momento—. Quizá estabas de tan buen humor que le sonreíste a la cajera del supermercado y notaste cómo mejoraba su estado de ánimo en respuesta al tuyo. O quizá pudiste tranquilizar a alguien con miedo, sentándote a su lado y tomándolo de la mano.

Cuando nos encontramos en el nivel del águila, nuestro efecto sobre el mundo es muy grande, incluso si no somos conscientes de él. Tenemos mucho más poder del que creemos. ¿Recuerdas la teoría de la física (mencionada al comienzo de este libro) acerca de la mariposa que bate sus alas en Pekín y causa una tormenta tropical en el océano Índico? El minúsculo cambio en la atmósfera creado por el movimiento de las alas de la mariposa puede realmente producir una alteración significativa en el clima de un lugar a miles de kilómetros de distancia. Aunque es imposible detener los vientos de una tormenta tropical en el nivel literal, ¿qué ocurriría si pudiésemos encontrar esa tormenta cuando no es más que un susurro en las alas de una mariposa? Podríamos detener desastres antes de que sucedieran y plantar semillas que producirían maravillosos frutos.

Sin embargo, debemos tener en mente que si somos capaces de impedir que la mariposa cause una tormenta en el océano Índico, nuestra acción podría producir una tempestad en el Caribe. Por tanto, en lugar de intentar evitar las tormentas, reconocemos que forman parte de la naturaleza y existimos en armonía con ellas. Desde el nivel del águila, comprendemos que no hace falta cambiar nada, que todo es perfecto tal como es, a su manera. Entonces tenemos libertad para modificar cualquier cosa que deseemos porque ya no buscamos nuestro propio beneficio al intentar enmendar algún error.

CURAR EL MUNDO EN TU INTERIOR

Imagina que pudieras cambiar cualquier cosa de este planeta. ¿Cómo sería tu mundo si todo fuera posible? ¿Acabarías con el hambre en África? ¿Le pondrías fin a la matanza de ballenas? ¿Llevarías la paz a Oriente medio? Sea lo que sea que desees hacer, es algo que debes curar en tu interior, es decir, debes encarnar la paz, la curación, la abundancia, la armonía o cualquier otra cualidad que te gustaría experimentar en el mundo.

Digamos que quieres salvar a las ballenas. Pues bien, no necesitas dejar tu trabajo, abandonar a tu familia, descuidar todas tus responsabilidades, subirte a un barco de Greenpeace e intentar detener una masacre de cetáceos. De hecho, si tu pasión se convierte en fanatismo, puede ser una señal de que tu intención no es realmente salvar a las ballenas, así que probablemente no tendrás mucho éxito en tu empeño. Cuando tu verdadera intención es curar a la criatura herida que reside en tu
interior
, dejas de ver las maneras en que puedes ayudar a los que se encuentran en el
exterior
. Te vuelves arrogante y te niegas a considerar cualquier opción que no sea la de la victoria absoluta. Te cierras a las soluciones creativas, a los acuerdos y a las negociaciones, y llegas a un callejón sin salida… mientras tanto, la matanza de ballenas continúa.

Es mucho mejor abordar el problema de tu naturaleza herida. Líbrate de tu «Ahab interior», que se ha convertido en un depredador obsesivo, y deja de «arponear» a los demás sólo porque sientes que te han dado caza y te han acorralado, y alguien debe ser castigado por ello. Siempre que tu pasión no esté sincronizada con tu eficacia, comprueba si esa discrepancia es el resultado de tu necesidad de resolver una lucha interior, en lugar de proyectarla sobre el mundo. Cuando eres libre interiormente, el exterior también puede ser liberado.

El extremo opuesto al fanatismo, que echa sus raíces en la parte herida de nosotros mismos, es la apatía. En lugar de ver la oportunidad de cerrar nuestras heridas y abrirnos a la posibilidad de soñar algo nuevo, demasiada gente se siente abrumada y se da por vencida. La apatía reina hoy en día en el mundo porque demasiados de nosotros nos hemos quedado dormidos. Creo que esta apatía es un efecto secundario de la pesadilla colectiva que nos ha hecho cerrar los ojos, adormecernos e ignorar el sufrimiento de los demás —además de nuestra propia capacidad para hacer algo al respecto.

Nuestro trabajo consiste en cocrear la realidad, en sociedad con la divinidad. En la historia occidental de la creación, Dios terminó de crear el mundo al séptimo día, y todo lo que quedó por hacer fue nombrar a las plantas y a los animales. En la historia de la creación de los laikas, en el séptimo día el Gran Espíritu les dijo a los humanos: «He creado los planetas, las estrellas, la mariposa, el águila y la ballena. Realmente, son cosas hermosas. Ahora, termínalas tú». Para los laikas, la creación no está completa: no debemos ser sólo los custodios de la vida, sino que también debemos terminar el proceso de la creación. Soñar el mundo y hacerlo realidad no es sólo un don, es una llamada y una responsabilidad. Si nosotros no atendemos esa llamada, ¿quién lo hará?

TRABAJAR CON LA INTELIGENCIA DEL UNIVERSO

Hay muchas maravillosas obras de ficción sobre viajes a través del tiempo que son cuentos con moraleja sobre lo que ocurre cuando interferimos en acontecimientos que estaban destinados a suceder. En cierto nivel sabemos que el universo tiene su propia sabiduría, y detener lo que percibimos como un desastre puede dar lugar a otro aún peor en otro lado.

Los laikas también saben que podemos cambiar cualquier cosa que queramos en nuestro mundo, siempre que estemos dispuestos a asumir el karma. En el nivel de la serpiente, tratamos de cambiar las cosas a la fuerza; en el del jaguar, las transformamos por medio de la voluntad; en el del colibrí, mediante la visualización, y en el del águila, a través de los sueños. Cuando percibimos las cosas desde el nivel de la serpiente, el karma parece alcanzarnos muy lentamente, y por eso mucha gente aparenta salir impune después de haber cometido actos horribles. En el nivel del jaguar, experimentamos nuestro karma con algo más de rapidez, siempre dentro de esta vida. En el del colibrí, el karma es inmediato, de modo que percibimos los resultados de nuestras acciones instantáneamente: las buenas obras producen beneficios inmediatos, y las malas acciones tienen consecuencias instantáneas. En el nivel del águila, no existe el karma, porque sólo permanece el Espíritu y el «que se haga Tu voluntad».

Cuando dejas que tu ego mande e insistes en controlar los acontecimientos, acabas en una lucha continua contra el universo. Sin embargo, puedes elegir estar tranquilamente con esa mariposa en Pekín —sin empujarla, sin forzarla y sin visualizar que hace algo distinto de lo que está haciendo—. Tu mera presencia traerá armonía y curación; y tú, la mariposa, el viento y la tormenta os haréis uno.

A nosotros, en Occidente, nos resulta difícil creer que podamos lograr la paz y la felicidad si no estamos realizando algo activo para producirlas, pero el hecho de encarnar la paz y la felicidad

las crea. Nuestros egos no quieren que creamos que podemos tener un poder infinito si nos sumergimos en la sabiduría del universo, pero así es.

Por ejemplo, mucha gente joven hoy en día está fascinada con la brujería porque cree que puede proporcionarle la oportunidad de tener una mayor influencia sobre su vida. Estos jóvenes quieren creer que si siguen al pie de la letra las instrucciones de un embrujo, serán capaces de evitar que algún matón los agreda, le caerán bien a todo el mundo o se convertirán por arte de magia en alguien tan atractivo como una estrella de cine. No se dan cuenta de que la verdadera magia no es el resultado de recitar encantamientos o de mezclar hierbas con un mortero, sino de cambiar tu percepción y encarnar la confianza y la gracia. Los laikas ciertamente no necesitan usar ropas que indiquen su poder y posición —cuando entran en una casa, la comida aparece sin que tengan que pedirla, y reciben bendiciones sin haberlas solicitado—. Su presencia tiene un resplandor al que la gente responde, y las palabras o los símbolos de poder son innecesarios.

Recuerdo un viaje que hice con don Antonio a través del Altiplano. Llegamos a un pueblo donde no había llovido hacía muchos meses. Los lagos de alta montaña que almacenaban el agua del pueblo durante los áridos meses de verano habían comenzado a secarse. Cuando nos vieron llegar, los aldeanos nos dieron la bienvenida y le pidieron a mi maestro que llamara a la lluvia. El anciano laika pidió una choza donde poder ayunar y meditar; durante cuatro días, sólo bebió agua.

Yo ya había comenzado a preocuparme cuando finalmente salió de la choza en la tarde del cuarto día. Don Antonio comenzó a caminar hacia las afueras del pueblo, donde las montañas iniciaban una caída vertiginosa hacia la meseta amazónica, y me indicó que iba a «rezar lluvia». Le corregí, diciéndole que debía de querer decir que iba a rezar
por
lluvia, y me insistió: «No, voy a rezar lluvia».

Volvió dos horas más tarde, y había grandes nubarrones en el cielo. A los pocos minutos, comenzó a llover. Todos los aldeanos bailaban de alegría y le daban las gracias a don Antonio, pero él dijo que no había hecho nada —simplemente había llovido.

En ese momento, comprendí lo que mi maestro había hecho. Había accedido al nivel del águila, y se había disuelto. Había dejado de existir por un instante, que era infinito. Lo único que quedaba era el Espíritu, y no había pues nadie a quien rezar. Simplemente rezó lluvia. Y la lluvia vino.

Más adelante le pregunté por qué había tardado tanto: ¿necesitaba siempre ayunar y rezar durante cuatro días cuando quería entrar en el nivel del águila? Me contestó que cuando llegó al pueblo, se dio cuenta de que el lugar estaba falto de
ayni
. De hecho, el pueblo se hallaba tan desequilibrado que
él
también perdió su propio equilibrio. No podía hacer nada hasta recuperar su
ayni
—cuando lo hizo, lo mismo le sucedió al pueblo, y las lluvias llegaron—. El anciano sabía que todas las cosas se curan desde dentro.

LA MENTE LOCA Y LA PESADILLA COLECTIVA

Cuando descubrimos que estamos soñando el mundo y haciéndolo realidad, comprendemos que también creamos las pesadillas de nuestra realidad. Entonces, ¿por qué invocamos la pobreza y la tragedia? El problema es la mente. Verás, aunque nuestra capacidad para pensar es extraordinaria, y la razón y la lógica son poderosas y de gran valor, la mente en sí está loca. (Después de años investigando la medicina mente-cuerpo, comprendí que la mente sólo puede crear trastornos psicosomáticos, nunca la salud. La única manera de crear salud psicosomática consiste en desconectar la mente por completo).

De hecho, la mente no existe en realidad, aparte de como figura retórica. Aunque no hay ninguna evidencia científica para su existencia, queremos encarecidamente creer en ella y en su poder porque tenemos la esperanza de que sea la llave para resolver todas nuestras crisis. Esta fascinación por la mente comenzó después de que fracasara nuestra búsqueda del alma. Primero, en la época de Miguel Ángel, buscamos el alma en el hígado, pero no estaba ahí. Más adelante, exploramos en el corazón… luego dentro del cerebro… y cuando no pudimos encontrarla por ninguna parte, nos conformamos con la idea de la mente.

En la década de los cincuenta, las nociones psicológicas de la mente se hicieron famosas con el surgimiento de la
teoría de la identidad
, que afirma que los estados y procesos de la mente son idénticos a los estados y procesos del cerebro. Un aparato de resonancia magnética puede mostrar que los sentimientos de compasión están asociados a una región de nuestro cerebro, incluso cuando los pensamientos de cólera aparecen en otra región. Sin embargo, en la década de los noventa, la neurocientífica Candace Pert presentó su descubrimiento de que el cuerpo, y no el cerebro, es la mente subconsciente, y que se comunica vía
neuropéptidos
, que son moléculas producidas por cada pensamiento que tenemos. La doctora Pert descubrió que las reflexiones poseen un componente bioquímico: los pensamientos, los neuropéptidos y el cerebro son reales, pero la mente no es más que el ego disfrazado.

LA NATURALEZA DE LOS PENSAMIENTOS

Los pensamientos son distintos a las ideas: una
idea
es cuando se te ocurre ir al supermercado o a tu clase de yoga, mientras que un
pensamiento
es la incesante cháchara cerebral que se activa desde el instante en que despiertas. Los pensamientos suelen prolongarse interminablemente: «Si voy al supermercado ahora, no voy a tener tiempo para ir a mi clase de yoga, y luego me sentiré culpable, así que tal vez debería ir a la clase de yoga antes…». O un pensamiento puede ser un juicio: «Esa clase de yoga es demasiado difícil».

A diferencia de las ideas, que son frescas y originales, los pensamientos son recuerdos activados por algo en el presente. Por ejemplo, si hueles una rosa, estás presente en la fragancia de ese instante, sin pensar en ese olor. Sin embargo, apenas piensas
rosa
o
roja
, estás haciendo una asociación con algo que has aprendido, con lo cual te estás alejando de la experiencia. Cuando no hay ningún pensamiento, lo único que existe es la fragancia de la rosa; cuando los pensamientos entran en escena, pierdes el momento.

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