Los desterrados y otros cuentos (12 page)

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Authors: Horacio Quiroga

Tags: #Clásico, Cuento, Drama, Fantástico

BOOK: Los desterrados y otros cuentos
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Ante el grito que lo sucedió, el médico volvió bruscamente en sí, como si el vertiginoso telón de monstruos se hubiera aniquilado con el golpe en el más atroz silencio. Pero lo que yacía aniquilado a sus pies no era la rata asesina, sino su hija.

Sensación de agua helada, escalofrío de toda la médula; nada de esto alcanza a dar la impresión de un espectáculo de semejante naturaleza. El padre tuvo un resto de fuerza para levantar en brazos a la criatura y tenderla en el catre. Y al apreciar de una sola ojeada al vientre el efecto irremisiblemente mortal del golpe recibido, el desgraciado se hundió de rodillas ante su hija.

¡Su hijita! ¡Su hijita abandonada, maltratada, desechada por él! Desde el fondo de veinte años surgieron en explosión de vergüenza, la gratitud y el amor que nunca le había expresado a ella. ¡Chinita, hijita suya!

El médico tenía ahora la cara levantada hacia la enferma: nada, nada que esperar de aquel semblante fulminado.

La muchacha acababa sin embargo de abrir los ojos, y su mirada excavada y ebria ya de muerte, reconoció por fin a su padre. Esbozando entonces una dolorosa sonrisa cuyo reproche sólo el lamentable padre podía en esas circunstancias apreciar, murmuró con dulzura:

—¡Qué hiciste, papá…!

El médico hundió de nuevo la cabeza en el catre. La maestrita murmuró otra vez, buscando con la mano la boina de su padre:

—Pobre papá… No es nada… Ya me siento mucho mejor… Mañana me levanto y concluyo todo… Me siento mucho mejor, papá…

La lluvia había cesado; la paz reinaba afuera. Pero al cabo de un momento el médico sintió que la enferma hacía en vano esfuerzos para incorporarse, y al levantar el rostro vio que su hija lo miraba con los ojos muy abiertos en una brusca revelación.

—¡Yo me voy a morir, papá…!

—Hijita… —murmuró sólo el hombre.

La criatura intentó respirar hondamente sin conseguirlo tampoco.

—¡Papá, ya me muero! Papá, hazme caso… una vez en la vida. ¡No tomes más, papá…! Tu hijita…

Tras un rato —una inmensidad de tiempo— el médico se incorporó y fue tambaleante a sentarse otra vez en el banco, mas no sin apartar antes con el dorso de la mano una alimaña del asiento, porque ya la red de monstruos se entretejía vertiginosamente.

Oyó todavía una voz de ultratumba:

—¡No tomes más, papá…!

El ex hombre tuvo aún tiempo de dejar caer ambas manos sobre las piernas, en un desplome y una renuncia más desesperada que el más desesperado de los sollozos de que ya no era capaz. Y ante el cadáver de su hija, el doctor Else vio otra vez asomar en la puerta los hocicos de las bestias que volvían a un asalto final.

HORACIO QUIROGA nació en 1878, en Salto, Uruguay, y murió, por su propia mano, en Buenos Aires, Argentina, en 1937. Aunque dandy y modernista en su juventud, poco a poco, y gracias a su contacto con la selva del noreste argentino, su obra se fue alejando del ornato vacío para ganar en expresividad. Su primer libro, el poemario
Los arrecifes de coral
(1901) da cuenta, precisamente, de sus inicios. Pero su verdadero camino estaba en el cuento, género del que sin duda fue fundador en el continente americano. Entre sus obras destacan
Cuentos de amor de locura y de muerte
(1917),
Cuentos de la selva
(1918),
El salvaje
(1920),
Anaconda
(1921),
El desierto
(1924),
Los desterrados
(1926) y
Más allá
(1935), conjuntos de cuentos que señalan la paulatina creación de un bestiario propio, poblado de animales míticos y seres mágicos de las riberas del Paraná; y la novela
Pasado amor
(1929), de corte modernista.

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