Los huesos de Dios (39 page)

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Authors: Leonardo Gori

Tags: #Histórico, Intriga

BOOK: Los huesos de Dios
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Nicolás di Bernardo Maquiavelo agitaba su pañuelo mientras el carruaje desaparecía en la lejanía. Y rompió a llorar, sin darse cuenta siquiera de que Leonardo estaba a su lado. La voz del maestro, profunda, le sacudió por dentro:

—Gran mujer, Lucrecia Borgia, hija de Alejandro VI y hermana de César, el terrible Valentino... Ahora es la esposa de Alfonso d'Este y duquesa de Ferrara. Insigne mecenas de arte y modelo ejemplar de virtud cristiana.

—No, Leonardo, te equivocas: no es Lucrecia, no es duquesa, y me trae sin cuidado su virtud. Esa mujer es Ginebra, mi único amor.

Nota del autor y agradecimientos

Buena parte de la información acerca de Herófilo, Erasístrato y la «revolución olvidada» de la Alejandría del siglo III a.C. proceden del ensayo homónimo de Lucio Russo, estudio científico de absoluto rigor y de lectura amena y formidable, más estimulante para la imaginación que cualquier novela (Lucio Russo,
La rivoluzione dimenticata
, Feltrinelli, Milán, 1997). He llevado a las últimas consecuencias algunas hipótesis formuladas o sólo sugeridas por el autor, manteniéndome fiel, sin embargo, a la sustancia de los acontecimientos y de los documentos citados. Sobre la desviación del río Arno, véase Roger Masters,
Macchiavelli, Leonardo, and the Science of Power
, Notre Dame, Londres, 1998). En este caso, me he dejado llevar mucho más por mi imaginación.

Huelga decir que cualquier error o mala interpretación es imputable a mi persona y en ningún caso a los autores citados.

Debo todo mi reconocimiento a Franco Cardini, amigo —y coautor de las novelas cuyo protagonista es Dietrich Von Altenburg—, quien leyó la primera redacción del libro, verificó su verosimilitud histórica y me dio consejos valiosísimos, llegando a vestir, para mí, la púrpura cardenalicia. Gracias también a los amigos queridísimos Daniele Cambiaso, que ha revisado con la acostumbrada atención el texto definitivo, Andrea Sani, Claudio Piccinini, el abogado Filippo Tagliaferri y Giulio Manetti, revisores lingüísticos, doctrinarios, jurídicos y filosóficos. Y mi agradecimiento también para Giulio Leoni, por su valioso itinerario romano.

Un agradecimiento especial merecen Francesca Cristoffani, Michele Rossi y Piergiorgio Nicolazzini, quienes una vez más han creído en mí.

Gracias a Gianluca Bavagnoli por su magnífico trabajo sobre el texto.

El contexto histórico:

datos esenciales,

por Daniele Cambiaso

La situación italiana y florentina en el cuadro internacional

Hacia la mitad del siglo XIV, Florencia padeció las guerras intestinas de las facciones güelfas y la sucesiva quiebra de la Banca dei Bardi, que supuso una grave crisis económica para la ciudad. Florencia vio arruinada su estabilidad y en 1342 llegó a perder su independencia comunal y fue sometida por el ducado de Atenas. La peste de 1347 agravó la situación y diezmó significativamente la población florentina.

Ante la crisis de las instituciones del Comune y para estabilizar la situación, se confió en las antiguas familias nobles de la ciudad, con lo que en realidad se originó un gobierno oligárquico. Así, emergió la familia de los Médicis; en 1434, el fundador de la Signoria florentina, Cosme de Médicis, convirtió en hereditaria su posición de gobernador efectivo de la ciudad, sin subvertir totalmente el orden comunal y creando una especie de «principado oculto».

Con Lorenzo el Magnífico, nieto de Cosme de Médicis, la Signoria de Florencia alcanzó su época de mayor esplendor, tanto desde el punto de vista cultural como económico, y hasta 1492, año de su muerte, Florencia ocupó el centro de la política italiana. Sin embargo, con el fallecimiento de Lorenzo se derrumbó el equilibrio del que él siempre había sido garante: la oposición popular al gobierno de los Médicis se afianzó y, con la entrada del monarca francés Carlos VIII (1494) en Italia, los opositores hallaron la ocasión para derrocar la Signoria.

A pesar del acto de sumisión de Pedro de Médicis, hijo de Lorenzo, al soberano francés —con tal apoyo esperaba sofocar el renovado espíritu republicano de la ciudad—, el pueblo, capitaneado por el fraile Girolamo Savonarola, cercó y expulsó a los Médicis, con lo que quedó reinstaurada la República.

Entre los seguidores de Savonarola y los partidarios de los Médicis recomenzaron las luchas que habían caracterizado el siglo XIV, y en 1498 el papa Alejandro VI condenó a Savonarola, quien lo había atacado con fiereza, a morir en la hoguera. Precisamente en esos días, Nicolás Maquiavelo fue nombrado Secretario de la Segunda Cancillería, y, al año siguiente, pasó a la secretaría de los Dieci di Balia. Esta magistratura se ocupaba de dirigir la política externa del Comune: Maquiavelo llevó a cabo varios encargos diplomáticos en Italia y en el extranjero, y conoció a las mayores personalidades políticas de su tiempo.

El 1498 moría, a los veintiocho años de edad, Carlos VIII de Francia, primogénito de los Valois. Y Luis XII, trigésimo sexto duque de Orléans, subía al trono.

Luis XII fue un monarca ambicioso y quiso expandirse por Lombardía y el Napolitano. Una vez asegurada la paz con Fernando el Católico, rey de España, y afianzada la tregua con el emperador Maximiliano, invirtió sus esfuerzos en buscar aliados en la península Itálica: el primero fue Alejando VI, quien intentó aprovechar el cambio político a favor de su hijo César Borgia, investido con el título de Duca del Valentinois. Por otro lado, Luis XII se alió con Venecia, que se declaró contraria a Ludovico Sforza, llamado el Moro, señor de Milán, con el objeto de recabar ventajas territoriales. Este último no podía contar con ningún aliado: los florentinos permanecieron neutrales, mientras Federico, rey de Nápoles, debía ocuparse de la defensa de los propios territorios. Con la intención de incrementar la presión sobre el territorio veneciano, Ludovico el Moro empujó al Sultán de los turcos a atacar Venecia. Así nació un conflicto en el Adriático y en el Mediterráneo oriental que se prolongó, con episodios alternados, hasta 1502, año en que se impulsaron pactos de paz que desembocarían en los acuerdos oficiales de 1503.

Entretanto, Luis XII había emprendido las operaciones contra Milán con un ejército al mando de Gian Giacomo Trivulzio, aprovechando el apoyo de las tropas venecianas que asediaban Cremona. El rápido avance del ejército francés y el descontento cada vez mayor de la población, debido a la fuerte presión fiscal, indujeron a Sforza a abandonar Milán el 2 de septiembre de 1499. El 6 de octubre Luis XII entraba solemnemente en la ciudad, con el respeto de los embajadores de los principales Estados italianos. Pero Ludovico el Moro, en febrero de 1500, comenzó la reconquista de Milán y consiguió entrar en ella al cabo de poco tiempo. La suya fue una victoria breve, porque en el transcurso del asedio de Novara fue víctima de la traición de los mercenarios suizos que estaban a su servicio. Fue capturado el 10 de abril de 1500 cuando intentaba alejarse de la ciudad sitiada: lo condujeron a Lyon y terminó sus días encerrado en la torre de Loches, donde murió el 27 de mayo de 1508.

Mientras tanto, en la Italia central, César Borgia, conocido como el duca Valentino, estaba llevando a cabo su plan de expansión con habilidad y con la ayuda de las tropas francesas. Entre 1500 y 1501 conquistó la Romaña, donde creó un ducado. Por consiguiente, la Toscana se convirtió en el siguiente objetivo de Valentino: impuso que Florencia no interviniera en favor de la asediada Piombino, dejó al mando de la campaña a Vitellozzo Vitelli y a Baglioni, y se unió al ejército francés que se preparaba para atacar el Reino de Nápoles.

Tal empresa había sido diseñada por Luis XII de acuerdo con Fernando el Católico: los franceses debían ocuparse de los Abruzzi, Nápoles y la Terra del Lavoro, mientras que los españoles iban a dar cuenta de la Puglia y Calabria. Con la expulsión de Federico de Nápoles en agosto de 1501, finalizaba el dominio de la dinastía aragonesa, que había durado sesenta y cinco años.

Tras entrar victorioso en Roma, Valentino fue informado del desenlace favorable del asedio a Piombino (3 de septiembre de 1501) y de la resolución positiva de la lucha del papa Alejandro VI contra las familias rivales Orsini y Colonna. Además, los D'Este de Ferrara intentaban consolidar la propia posición también con la política de parentescos: Lucrecia Borgia, hermana de Valentino, fue prometida en matrimonio con Alfonso d'Este, duca de Ferrara (30 de diciembre de 1501). Si en el pasado ciertos episodios oscuros habían ensombrecido esta figura femenina (en especial el asesinato del duca Alfonso di Bisceglie, su segundo marido, a manos de sicarios armados, enviados probablemente por Valentino), a partir de ese momento y hasta su muerte, en junio de 1519, Lucrecia se comportaría de forma irreprochable, ganándose el amor y la estimación del esposo y de sus súbditos.

Con todo, la expansión del duca Valentino siguió, y ocupó Urbino y Camerino merced a sus traiciones. Su intención era que Bolonia fuera la capital de su territorio, pero primero tenía que ocuparse de la rebelión de sus condotieros, que se habían unido en una liga temiendo, y con razón, que les esperaba un final incierto. Tras los primeros éxitos, la falta de apoyos externos (en particular, de Venecia y de Florencia, que envió a Maquiavelo para asegurarle a Valentino la no participación en la revuelta) y el apoyo de Luis XII a Valentino hicieron fracasar los planes de rebelión hasta eliminarlos ferozmente. La consolidación del poder de los Borgia en la Italia central era ya una cuestión de tiempo, aunque estuviera excesivamente vinculada a la acción conjunta de los dos protagonistas.

En junio de 1502, en la Italia meridional, franceses y españoles, por aquel entonces adversarios debido a cuestiones de fronteras, estaban sumidos en una lucha que iba a culminar, el 13 de febrero de 1503, en la célebre batalla de Barletta, que allanaría el camino a la victoria de las armas españolas apoyadas por los Colonna y a la pérdida del Napolitano por parte de las tropas de Luis XII. El monarca, de inmediato, armó y envió a un ejército para resarcirse de tal afrenta: había sido víctima de una traición de Valentino, quien mantenía contactos con los dos contendientes, a pesar de que el astro de los Borgia estaba igualmente destinado a declinar. El 15 de agosto de 1503, en efecto, moría de improviso Alejandro VI y el mismo Valentino caía enfermo, tal vez debido a un fatal error en el suministro de veneno en el transcurso de una cena con el cardenal Adriano da Corneto. César Borgia, debilitado por la enfermedad, no podía controlar los acontecimientos y la elección del nuevo Papa, mientras todos sus adversarios aprovechaban la ocasión para recuperar los dominios perdidos, con la ayuda interesada de Venecia: así, después del breve pontificado de Pío III, cuando el 1 de noviembre de 1503, Julio II, en el siglo Giuliano Della Rovere, fue proclamado Papa, su ruina fue completa. A pesar de las primeras promesas de apoyo y amistad, Julio II mandó arrestar a Valentino en Ostia, y en abril de 1504 preparó su salida de escena enviándolo como prisionero a España, donde iba a hallar la muerte en la corte del rey de Navarra, su cuñado. Mientras tanto, el ejército francés, tras cruzar Italia, llegaba finalmente a Garigliano, pero la expedición contra los españoles estaba destinada a sufrir una hiriente derrota. En ese momento, se acordó una tregua de tres años, avalada por el tratado de Lyon (11 de febrero de 1504).

Una vez concluida la tregua entre Francia y España, en mayo de 1504 se reanudaron con renovado vigor las hostilidades entre Pisa y Florencia; esta última, que desde 1502 había elegido como gonfalonero vitalicio a Pier Soderini, reclutó a Gian Paolo Baglioni, Marc'Antonio Colonna y a los Savelli y confió las propias armas a Ercole Bentivoglio. Los resultados, sin embargo, fueron decepcionantes para los florentinos, que únicamente consiguieron devastar los territorios enemigos y conquistar el castillo de Ripafratta, mientras que su intento de desviar el curso del Arno fracasó miserablemente. Al año siguiente, los pisanos ganaron a un ejército florentino, pero la intervención de Bentivoglio restableció la situación y el asedio de Pisa se arrastró cansinamente durante largos años, hasta la rendición de la ciudad (1509). La guerra había puesto en evidencia la debilidad de Florencia y su decadencia como potencia de segundo orden en la escena italiana. En realidad, dos únicas potencias habrían podido determinar una evolución positiva de la historia italiana: Florencia y los Estados Pontificios, divididas, por otro lado, por rivalidades territoriales. Julio II estaba decidido a recuperar todos los territorios de la Romaña bajo la autoridad papal, así que emprendió una eficaz acción diplomática con el objetivo de unir a sus aliados contra el rival, consolidando, de hecho, el poder y el prestigio de Luis XII en la península Itálica al fin de las guerras relacionadas con la Liga de Cambray. Cabe destacar que, tras las consecuencias del nuevo cuadro político, en 1512 Lorenzo de Médicis, hijo de Pedro y nieto de Lorenzo el Magnífico, pudo regresar a Florencia merced al apoyo del Papa y de la Liga Santa: un ejército español, bajo el mando de Ramón Folc de Cardona, invadió Mugello y conquistó Prato y Campi Bisenzio sembrando sangre y destrucción. Ante estas devastaciones, los florentinos se rindieron y aceptaron el regreso de la familia Médicis.

César Borgia
: nacido en Roma entre 1471 y 1475, segundo de cuatro hijos ilegítimos que Rodrigo Borgia (el papa Alejandro VI) tuvo con su amante Vanozza de'Cattanei, se crió en la corte papal. Colgada la púrpura cardenalicia a los veinticuatro años, fue nombrado Duca del Valentinois por Luis XII, quien estaba interesado en forjar la alianza con Alejandro VI para expandir sus propios dominios en Italia. Una vez ocupado el ducado milanés al lado de Luis XII en septiembre de 1499, con el apoyo de las armas francesas inició la conquista de la Romaña, de cuyo ducado fue investido con poder papal en mayo de 1501. Su proyecto de creación de un reino en la Italia central prosiguió con la ocupación de Piombino y la toma a traición del ducado de Urbino. Sus ambiciones se vieron frenadas en 1502 con el alzamiento de los principales condotieros a su servicio, a quienes él supo deponer con astucia y cinismo, fingiendo una predisposición al acuerdo que precedía a la eliminación física de los conjurados. El final definitivo de la expansión de Valentino llegaría al año siguiente con la muerte misteriosa e imprevista (no se sabe si debido a la malaria o a causa de un veneno suministrado por error) del papa Alejandro VI, y con su grave enfermedad que le hizo afrontar con debilidad la difícil fase de transición, que concluiría con la elección de Julio II. Éste, lejos de respetar el acuerdo de mantenerlo al frente de sus territorios, lo hizo arrestar en noviembre de 1503 en Ostia, mientras pretendía embarcarse hacia La Spezia para asegurar sus territorios de la Romaña. Sus posesiones quedaron bajo el control directo del Papa. En abril de 1504, César Borgia era enviado a Nápoles; tras ser recibido con todos los honores, Gonzalo de Córdoba lo arrestó y lo envió a España, donde permaneció prisionero del rey Fernando en Medina del Campo. Tras lograr escapar, acudió a su cuñado, el rey de Navarra, y halló una muerte indigna en un enfrentamiento contra los adversarios de este último, que lo remataron con veintitrés golpes de pica.

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