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Authors: Erving Goffman

Tags: #Sociología

Los momentos y sus hombres (31 page)

BOOK: Los momentos y sus hombres
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Yves Winkin: Entrevista con Erving Goffman
[225]
*

La entrevista se hizo en Filadelfia el 23 de abril de 1980, sin magnetófono: su finalidad no era publicarse, sino recoger informaciones con vistas a un estudio sobre la sociología estadounidense de los años cincuenta. Erving Goffman rechazó siempre las entrevistas periodísticas y sólo aceptó hablar conmigo de su carrera y de su obra con la condición de no sacar ninguna cita de la charla para publicarla
[226]
. El
texto siguiente es un original sin corregir, redacta
do
primeramente en inglés, extraído de los apuntes tomados al vuelo durante la entrevista. Respetando el deseo de Goffman, no hemos hecho una corrección estilística para la presente publicación, con objeto de reducir la posibilidad de ofrecer extractos fuera de contexto.

La entrevista trata primero de sus años de formación en Toronto, donde uno de sus profesores es el antropólogo Ray Birdwhistell, creador de la «cinética», el estudio de la comunicación por medio del cuerpo y del gesto.

Goffman arranca enseguida diciendo que, veinticinco años después, es muy difícil comprender hasta qué punto era innovador Birdwhistell en su época, en Toronto. Birdwhistell explicaba y mostraba físicamente cómo se sostiene un cigarrillo de manera «popular» o «burguesa». Esto ha significado, para Goffman, que se pudieran analizar desde el punto de vista social un conjunto enteramente nuevo de comportamientos. Birdwhistell incorporaba sus datos de observación a la corriente llamada «Cultura y Personalidad» y a las teorías de Warner. Pero no estaba ahí su importancia. Lo importante es que desbrozó el terreno. Junto a sus observaciones, no hay nada en el artículo de Mauss. Y no pueden criticarlo por haberse inspirado en Warner: en aquella época, hacia 1945-1950, el análisis de Warner era muy innovador. La creatividad se había perdido cuando Birdwhistell publicó sus trabajos, en 1970. Pero fue sólo entonces cuando la sociolingüística empezó a legitimar sus trabajos, realizados veinticinco años antes. «Mi amigo (Paul) Ekman lo critica, pero no lo comprende. El tribunal de mi tesis doctoral tampoco lo comprendía y a mí me costó una enormidad explicarle estas historias (del comportamiento), que sólo entendían como relaciones sociales.»

La cinética llega demasiado lejos en lingüística. Birdwhistell se interesó un momento por la etología (quizás habría sido una dirección mejor de investigación. Habría tenido que adoptar solamente el método lingüístico. Pero él, en realidad, quería crear una lingüística corporal. (Ahora bien), el cuerpo no es creativo, generativo, como el lenguaje. No puede decirse que sea un lenguaje. Hoy, Birdwhistell ha dado marcha atrás y se ha replegado en la consideración metodológica.

La entrevista aboca así pasando por una transición no conservada en mis apuntes, a la carrera de Birdwhistell, de Margaret Mead y de Bateson.

La carrera de Birdwhistell debe compararse con la de Bateson. Al llegar a Estados Unidos, Bateson no pudo encontrar trabajo. Era un buen antropólogo
(Naven
es verdaderamente un buen libro), pero no fue aceptado como tal. Tuvo que ir a donde está el dinero, o sea, en la psiquiatría y afines. Y lo mismo le pasó a Birdwhistell. Aun llegando del lugar más plenamente legitimador, no fue aceptado como antropólogo por sus pares y tuvo que dirigirse a públicos de asistentes sociales, compensándolo con análisis muy técnicos. Siempre le ha faltado un público crítico de doctorandos. Ha acabado teniendo que gustar a un público, no a sus colegas. Se ha quedado en la periferia. Margaret Mead ha tenido la misma carrera. Entre el momento de publicarse sus trabajos sólidos y el momento de ser aceptada por la Universidad, pasaron dos generaciones. Hoy también se reconoce a Bateson, pero, como a Mead, dos generaciones después de su labor antropológica. En estos tres casos, se ha establecido una alianza entre abuelos y nietos contra hijos.

Hoy se ha extendido considerablemente la comunicación no oral, pero, para algunos psicólogos sociales, no es trabajo legítimo. Por tanto, no se reconoce a Birdwhistell como decano de la disciplina. Sólo un puñado de personas lo reconocen como tal. Durante toda su carrera, lo han protegido algunas personas públicamente poderosas, que sabían de dónde sacar dinero, como Margaret Mead, pero que también estaban en la periferia de su disciplina y tenían que orientarse hacia otros terrenos para que los escuchasen. Hoy todavía, aunque haya podido estabilizarse obteniendo un puesto en (la universidad de) Pensilvania, Birdwhistell está fuera de campo, porque está en Comunicación (en la escuela de Annenberg). El Departamento de Antropología no lo ha invitado nunca a ser profesor asociado de ellos, ni nada. Su grupo de referencia sigue componiéndose de psiquiatras y de asistentes sociales.

Yo objeto que Birdwhistell estuvo, como Goffman, entre los participantes en las prestigiosas conferencias «Macy» sobre los procesos de grupo que se celebraron de 1954 a 1958.

Para Goffman, participar en las conferencias «Macy» no significa estar dentro del sistema. La gente que va a conferencias interdisciplinarias como las conferencias «Macy», o a conferencias de semiótica como la de 1962
[227]
, son perros vagabundos, con problemas de legitimidad en su disciplina. Son desviados, francotiradores, tipos raros, como Bateson y Mead, que, para obtener cierto respeto, han de hablar a gente que no es de su especialidad. Birdwhistell ha sido considerado siempre como un charlatán porque no hablaba a sus colegas, sino a público diverso. «Trate de encontrar una nota a pie de página sobre su trabajo en las revistas de lingüística y antropología: no las habrá. Haga una comparación con los artículos de Schegloff sobre el análisis conversacional: no hay escrito sobre la materia que no se refiera a sus trabajos. Schegloff es una autoridad establecida en el terreno. En este sentido, yo he sido siempre
1
bastante convencional. He ocupado siempre puestos situados en la corriente central de la disciplina.»

Después de unas observaciones sobre la importancia del psicoanálisis en las ciencias humanas de los años cincuenta, la conversación pasa a la postura de Goffman ante la noción de «comunicación».

Goffman reconoce haber aludido a Birdwhistell en el prólogo de
Strategic Interaction
cuando la toma con los investigadores que hacer equivaler «comunicación» y «conducta social»
[228]
. Hablar del vestido como lenguaje, o del lenguaje vestimental, es cosa de periodistas: el vestido no es creativo (al contrario que el lenguaje). Goffman estima que «comunicación», en sentido lato, confunde las cosas y prefiere «conducta exhibitoria»
(display behavior).
Pero también se ha confundido el
display,
porque los etólogos parecen emplearlo a veces como sinónimo de «expresión», cuando debieran limitarlo a un sentido técnico.

Para Goffman, el debate sobre la intencionalidad es palabrería académica. Incluso cuando hablamos, no somos intencionales, o al menos pocas veces. Cuando se muestra una intención, es porque se quiere mostrar otra cosa: se es entonces malintencionado.

La entrevista atiende ahora a cuestiones de historia de la sociología estadounidense, en particular sobre el origen del «interaccionismo simbólico».

Goffman insiste en la idea de que el «interaccionismo simbólico» no existe. Los estudiantes formados por Hughes, Warner, Blumer, etc., se consideraban como sociólogos de las profesiones o de las relaciones industriales (
occupational or industrial sociologists).
Es «gente como usted» la que los ha llamado «interaccionistas simbólicos» (y Goffman se dirige a mí con un poco de irritación en la voz). El «interaccionismo simbólico» no tiene realidad: es sólo una etiqueta (
label)
que ha conseguido imponerse. La «gente como usted» se inventa un movimiento donde no hay más que individuos. Es lo que pasa con Gouldner y su
Corning Crisis
[229]
.
Estaba a mil leguas de la verdad: mientras usted no viva la historia desde dentro, no hará más que equivocarse. Y siempre habrá gente que se ría de su trabajo, porque han conocido desde dentro lo que ha pasado en realidad. Y de todos modos, dentro de diez años, todo estará olvidado. «Por tanto, lo que usted hace no es historia intelectual, sino encasillamiento intelectual.»
(Yo trato de explicar a Goffman que, en un primer tiempo, he de clasificar gran cantidad de datos muy dispares empleando expresiones cómodas, como
«
interaccionismo simbólico».)
El me contesta que, entonces, haría mejor escribiendo un artículo sobre el etiquetado sociológico. Me pone el ejemplo de la «sociología de la desviación»: la palabra «desviado» (
deviant
) ha sustituido términos, como «toxicómano» (
drug-addict),
que han caído en desuso. Con la etnometodología, es también otra historia, porque el grupo en torno de Garfinkel (Sacks, Schegloff, Sudnow, etc.) estaba decidido a prescindir de una denominación particular. El término «etnometodología» se acuñó más tarde («y no crea a Garfinkel cuando cuenta cómo inventó esta palabra..., ¡tonterías!»). La expresión «interaccionismo simbólico», por su parte, ha lanzado un movimiento, una escuela, una revista, etc. Es justo al revés.

Llegamos así a las etiquetas que han querido colgarle.

«Yo he sido formado por Hughes, y
Presentation of Self
en realidad, es psicología social estructural a lo Hughes. Mis amigos de Chicago y yo formamos una especie de grupo solidario. Así, yo estaba muy cerca de Fred Davís, por ejemplo. A todos los han llamado “interaccionistas simbólicos”. O sea, que yo también debo de pertenecer al “interaccionismo simbólico”. Pero, recuerde, ¡eso no es más que una etiqueta!»

Le digo que a menudo lo han calificado de hombre solo en el mundo universitario; y, sin embargo, ha hablado de un grupo de ayuda mutua.

Goffman me explica que, durante los años cincuenta, se libró una dura batalla entre la sociología de investigación sobre el terreno
(fieldwork sociology)
y la sociología «fuerte» (cuantitativa). Los únicos sociólogos que obtenían puestos eran los «duros» (fuertes) de Harvard, Columbia y Chicago, tendencia de encuestas (
survey
). Los sociólogos del terreno, en especial los de Chicago agrupados en torno de Hughes, se vieron excluidos del mercado de trabajo. Hughes no tenía ninguna fuerza: siguió siendo profesor-asistente durante diez años. «Yo obtuve en Berkeley el único puesto que había en el mercado de la época en sociología floja. Era como, hoy, contratar a un negro o a una mujer. De modo que yo era central en sociología floja y bastante periférico respecto de las fuerzas dominantes de la sociología. Después, cuando el terreno se ablandó, los sociólogos flojos fueron aceptados en situaciones centrales.»
(Entonces, ¿usted se hizo central por partida doble?
—«Sí, eso es.») Pero, durante varios años, estos sociólogos lo pasaron muy mal. Meltzer, el mejor alumno de Hughes, fue varios años repetidor en un pequeño colegio; y tuvo que lanzarse a compilar libros de lecturas, etc. En aquella época, Goffman no tenía hijos. Su padre lo ayudó económicamente hasta los 30 años. Pero sus compañeros, que no procedían como él de la clase media, sino más bien de la clase baja alta, tenían que ganarse la vida por sí mismos, o con alguna beca, o con cualquier empleo. Aceptaron, pues, cualquier cosa en cualquier sitio. Goffman pudo permitirse seguir en Chicago de investigador (después de doctorarse) y, posteriormente, ir al Instituto Nacional de Sanidad Mental para tres años de investigación pura. Entonces, obtuvo el mejor puesto que había: Berkeley. Sus compañeros y él estaban dentro de su disciplina (al contrario que Birdwhistell, que estaba fuera de la suya), pero lejos de la base del poder, que se encontraba en Harvard y Columbia. Eran aceptados en las revistas científicas, podían enseñar (empleaban documentación de las investigaciones de Hughes sobre las profesiones), pero no tenían dinero, ni grandes coloquios, ni puestos importantes. Sólo en el momento en que se abrió el sistema de la Universidad de California, pudieron meterse todos sus amigos en buenas colocaciones, como «interaccionistas simbólicos».

La entrevista continuó sobre el papel de Hughes como mentor, sobre sus lecturas en Chicago y su trabajo en et Instituto Nacional de Sanidad Mental, Mientras hablábamos, sentados en sillones de jardín en la terraza, el sol empezó a darme en la cara cada vez que levantaba la vista hacia él, entre dos notas que garabateaba. Entonces, me propuso que nos cambiásemos el sitio. Yo me negué cortésmente. El insistid Entró en la casa y volvió con un sombrerito sin alas,
que se encasquetó. Nos cambiamos. Así el resto de la entrevista consistió, para mí, en tratar de reprimir una sonrisa indominable ante el espectáculo, de cortesía enternecedora, que me ofrecía Erving Goffman, «catedrático Benjamín Franklin de Sociología», jugando al escondite con el sol de una tarde de primavera.

Bibliografía

I. OBRAS DE ERVING GOFFMAN

The Presentation of Self in Everyday Life,
Edimburgo, University of Edinburgh Social Sciences Research Center, monografía n.º 2, 1956; Nueva York, Doubleday Anchor, 1959 (trad. cast.:
La presentación de la persona en la vida cotidiana,
Madrid, Martínez de Murguía, 1987).

Encounters: Two Studies in the Sociology of Interaction,
Indianápolis, Bobbs-Merrill, 1961.

Asyiums: Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates,
Nueva York, Doubleday Anchor, 1961 (trad, cast.:
Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales,
Madrid, Martínez de Murguía, 1987).

Behavior in Public Places: Notes on the Social Organization of Gatherings,
Glencoe, Ill., The Free Press, 1963.

Stigma: Notes on the Management of Spoiled Identity,
Englewood Cliffs, N.J., Prentice-Hall, 1963.

Interaction Ritual Essays on Face to Face Behavior,
Nueva York, Doubleday Anchor, 1967.

Strategic Interaction,
Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1969.

Relations in Public Micro-studies of the Public Order,
Nueva York, Basic Books, 1971 (trad. cast.:
Relaciones en público,
Madrid, Alianza, 1979).

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