*.
Processing of people.
<<
Véase L. von Bertalanffy: «The Theory of Open Systems in physics and biology»,
Science,
vol. III, núm. 23, 1950.
<<
* En el presente extracto, recogemos solamente los puntos
a)
y
b).
<<
Véase J. A. Clausen y M. R. Yarrow: «Paths to the mental hospital»,
Journal of Social Issues,
vol. 11, núm. 25, 1955.
<<
J. A. Clausen y M, R. Yarrow (comps.): «The Impact of mental ill- ness on the family»,
Journal of Social Issues,
vol. 11, núm. 4, 1955.
<<
Processed.
<<
Título original: «The Neglected Situation», en
American Anthro- pologist,
vol. 66, núm. 6, Parte II
(Special Issue),
1964, págs. 133-136, © original: American Anthropological Association, 1964. (De la traducción al francés por Y. Winkin.)
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Goffman alude, naturalmente, a Durkheim, a quien se refiere de manera irónica, pero muy seria.
<<
Expuse este tema con detalle en
Behavior in Public Places
(1963).
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Título original: «Gender Advertisements»,
Studies in the Anthro- poiogy of Visual Communication,
vol. 3, núm.
2,
1976, págs. 69-154. De los extractos traducidos al francés por Alain Kihm. © original:
Actes de la recherche en sciences sociales.
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Véase un ejemplo reciente en D. E. Robinson: «Fashions in Shaving and THmming of the Beard: The Men of the
Illustmted London News,
1842-1972»,
American Journal of Sociology,
81 (5), págs. 1131-1141.
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El ofdo tiene, tanto como la vista, una capacidad impresionante y, en esta materia, los fonéticos (a quienes han seguido últimamente todos los que se interesan por el análisis del discurso) han hecho un esfuerzo ejemplar por elaborar sistemas de notación que, aun pudiéndose imprimir, evitan las limitaciones de la ortografía corriente, tendiendo un puente entre ¡el ámbito de los sonidos y el de las publicaciones. No obstante, hay una dificultad: mientras que unos investigadóres adiestrados son perfectamente capaces de hacer todos una transcripción idéntica de una secuencia sonora determinada, su formulación escrita puede aplicarse igualmente a expresiones que, por otra parte, entenderían como significativamente diferentes. Dicho de otra manera: teniendo una grabación magnetofónica, la transcripción del lingüista puede resultar muy útil para dirigir la atención auditiva a tal sonido, aprovechando para fines eruditos toda la competencia del oído; pero, si no hay grabación, la transcripción no resuelve, nada. En cuanto a la transcripción escrita de las grabaciones en magnetoscopio, plantea problemas más graves aún.
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Se encontrará precisiones sobre la expresión «verdadera mujer» en E. Goffman:
Frame Analysií
(Harper and Row), Nueva York, 1974, págs. 284-285.
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Cosa que me indicó hace unos años David Sudnow. Véase D. Sudnow: «Temporal Parameters of Interpersonal Observation», en D. Sudnow (comp.):
Studies in Social Interaction
(The Free Press), Nueva York, 1972, págs. 259-279.
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Los temas abordados se desarrollan más largamente en E. Goffman: «Gender Advertisements»,
Studies in the Anthropology of Visual Communication, op. cit.
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Véase M. R. A. Chance: «An Interpretation of Some Agonistic Postures: the Role of ‘Cut-Off Acts and Postures»,
Symposium of the Zoological Society of London,
8, pigs. 71-89.
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Véanse los comentarios de N. Weisstein: «Why We Aren’t Laughing Any More»,
MS,
2, 1973, págs. 49-90.
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Esta noción de aprendizaje cinético está sacada de G. Bateson y M, Mead:
The Balinese Character
(New York Academy of Science), Nueva York, 1942, págs. 85-86. Esta obra era una brillante innovación por emplear fotografías para el estudio de aquello de lo que puede tenerse una imagen clara, habiendo animado a toda una generación de antropólogos a sacar fotos. Sin embargo, apenas se ha hecho e¡ análisis de los documentos así reunidos, como quizá no podía ocurrir de otra manera. En cierto modo, ha habido una confusión entre el interés humano
y
el interés analítico. Nos han mostrado admirables películas y fotografías de gente maravillosa y hechos fascinantes, pero sin gran beneficio. Se ha demostrado mucho respeto
y
afecto por los autóctonos, pero muy poco por el aprovechamiento analítico de las imágenes.
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Además, conviene tener en cuenta la idea, generalmente admitida, según la cual los miembros de clases de tendencias aristocráticas solían contratar criados a quienes pedían unos servicios íntimos que los burgueses han preferido siempre hacer por sí mismos, con un pudor que ha servido de soporte a la democracia. Naturalmente» el correlato de estos servicios íntimos era la categoría de no persona de aquellos que los prestaban.
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L. Komisar «The Image of Woman in Advertising», en V. Gornick y B. K. Moran (corops.):
Woman in Sexist Society
(New American Líbrary), Nueva York, 1972, págs. 306-307, desarrolla una idea del mismo orden. Si hemos de creer los anuncios televisivos, la mayoría de las estadounidenses caen en irrefrenables éxtasis a la vista y a1 tacto de mesas o cómodas que amorosamente han impregnado de la caricia de ceras pulverizabas, duraderas, lustrosas y con perfume de limón; quedan enormemente maravilladas ante la resplandeciente blancura de su ropa..., y la negra envidia de las vecinas. El anuncio de la cera Johnson nos muestra un ama de casa que abraza estrechamente su mesa de comedor, con un brillo tan estupendo. Después, encera su piso hasta que, aprisionada en el último rincón, tiene que saltar por encima de los muebles para poder salir. Y tal colada nos hace ver una mujer hondamente deprimida porque su ropa no brilla tanto como la de su vecina.
Observemos además que ciertos anuncios, en vez de mostrarnos el alborozo de una mujer al recibir un regalo de un hombre, nos presentan a veces la escena anterior, quiero decir, la de «Adivina qué te traigo», llevando el hombre una cosa que la mujer no puede ver (obligada, a veces, a taparse los ojos), e insistiendo en que acierte lo que va a enriquecer su existencia, sumiéndola entonces en tan dichoso tormento. En otra versión, el donante deja caer su regalo sin previo aviso, a resultas de lo cual la beneficiaria pierde provisionalmente todo dominio de sí misma y se desmaya de gusto. Por lo demás, los padres practican corrientemente con sus hijos esta burla dentro de la generosidad, que conviene equiparar a ese otro atentado al equilibrio que es el ataque de broma, antes citado.
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Título original: «The Interaction Order»,
American Sociological Review
, vol. 48, n. 1, febrero de 1983, págs. 1-17. © original: American Sociological Association, 1983.
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Goy:
en dialecto yiddish, dícese de las personas no judías y, particularmente, de los cristianos. [T].
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Los siete de Chicago
[The Chicago Seven]:
Grupo de activistas radicales americanos que fueron detenidos y procesados a finales de los años 70 por su presunta implicación en un intento de acción revolucionaria durante la Convención Demócrata celebrada en dicha ciudad estadounidense. [T.]
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Fox, George (1624-1691), líder religioso inglés fúndador, en 1647, de la secta Society of Friends, llamados' también Cuáquefob. La secta cuáquera se distingue por no poseer culto externo ni jerarquía eclesiástica, así como por la sencillez y severidad de sus costumbres. Los cuáqueros no admiten ningún sacramento, no prestan juramento en justicia, se niegan a cumplir el servicio militar, consideran la guerra como una lucha fratricida y no admiten ninguna jerarquía religiosa. [T.]
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En el original,
becoming a pain in the ass.
[T.J
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Publicada en
Actes de la recherche en sciences sociales,
núm. 54, septiembre 1984, págs. 85-87.
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A insistencia de la Asociación Estadounidense de Sociología, que acababa de elegirlo presidente, en 1980 aceptó reunirse con el periodista inglés Peter David, del
Times Higher Education Supplement
(«The Reluc- tant Self-Presentation of Erving Goffman»,
THES,
19 septiembre 1980, pág. 7). La entrevista se reproduce, no en forma de diálogo, sino de informe en el que sólo aparecen muy breves citas literales. Peter David explica con mucha agudeza la actitud de Goffman en este sentido: «Tentaría quitar importancia a la aversión de Goffman a la publicidad considerándola como una idiosincrasia inexplicable, arraigada en una timidez crónica o en una especie de arrogancia al revés. Sin embargo, Goffman no es ostensiblemente tímido, como tampoco es tímida su sociología (...). Y tampoco es arrogante. En la conversación, Goffman parece sinceramente reservado, no en el piano afectivo, por creer que la modestia fuese especialmente virtuosa, sino en el plano intelectual, por no considerarse —él, con su personalidad y sus sentimientos de persona particular— como una explicación aplicable a su sociología. El querría que sus publicaciones hablasen y fuesen juzgadas por sí mismas, porque encierran la mejor y más clara exposición de sus ideas. Y si no lo consiguen, este fracaso no podría quedar atenuado por ninguna palabra pronunciada después y conservada sin rigor (en forma de entrevista publicada)».
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Goffman alude al coloquio organizado por Thomas Sebeok en 1962 en la universidad de Indiana. Véase Th. Sebeok, A. Hayes y M. C. Bate- son (comps.):
Approaches to Semiotics
(Mouton), La Haya, 1964.
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En este prólogo, escribe Goffman: «Este concepto (comunicación) ha sido una de las nociones más prometedoras de las ciencias sociales. Durante los últimos quince años, cada generación de investigadores la ha aplicado a nuevos terrenos con nuevas esperanzas. Pero si a menudo la comunicación se ha ofrecido como una panacea, pocas veces ha presentado resultados. Aquello a lo que se aplica principal y evidentemente este término —los cauces socialmente organizados de transmisión de la información— ha recibido muy poca atención etnográfica sistemática. Y el descubrimiento según el cual la comunicación podría utilizarse en sentido lato para cubrir el fenómeno de la interacción cara a cara ha resultado casi desastroso: la comunicación entre dos personas una frente a otra es efectivamente una forma de interacción o de conducta cara a cara, pero ésta nunca es sólo, y no siempre, una forma de comunicación»:
Strategic Interaction
(University of Pennsylvania Press), Filadelfia, 1969, pág. IX.
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Alvin Gouldner:
The Corning Crisis of Western Sociology
(Basic Books), Nueva York, 1970.
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