Maestra del Alma (Spanish Edition) (25 page)

BOOK: Maestra del Alma (Spanish Edition)
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53. El miedo de Joy

Alina se despidió nuevamente del confort de una mullida cama y baños que no fuesen árboles, luego de únicamente una noche. Aunque se había acostumbrado a travesías a la intemperie, nunca dejaría de echar de menos estar limpia y cómoda, pero por lo menos había aprendido bastantes trucos. Entre ellos, que la simpleza y comodidad le ganan a la moda, que un jabón es un tesoro y lo más importante de todo, cuáles hojas sirven para limpiarse y cuáles no.

Con un suspiro derrotado, se despidió de su habitación por lo que podría ser la última vez y se dirigió al vestíbulo donde parte del resto de la compañía la esperaba.

El ambiente no era muy festivo, como era de esperar, dado que lucha y muerte abundaría en esta última batalla, y los gaeleanos no eran battousanios que se regocijaban ante la guerra. El Príncipe Mental se despidió discretamente de Lauria, mientras Marina hacía escuchar a los cuatro vientos su clara desaprobación de los planes actuales.

—¡¿POR QUÉ HIKARU TIENE QUE IR PERO YO NO PUEDO?! —gritaba en una rabieta incontrolable.

—Porque tú eres todavía muy pequeña –le dijo Lauria aun mirando al Príncipe.

—¡OPAL TIENE SU MISMA EDAD Y TAMPOCO VA! –gritó Marina a todo pulmón frunciendo su seño en un claro capricho infantil.

—Hikaru tiene un entrenamiento en el poder que se necesita en esta batalla –explicó tranquilamente en Príncipe Mental.

—Es verdad Marina, y aun quiero estudiar un poco más sobre mi teoría –intentó aplacar Hikaru.

—¡PREFIERES IRTE A UNA BATALLA QUE JUGAR CONMIGO! –gritó Marina golpeando el piso fuertemente con su pie derecho.

—No.... No es eso... es que –comenzó a explicar Hikaru retrocediendo unos pasos ante la furia de la niña.

—¡MARINA, DEJA LOS CAPRICHOS DE LADO! ¡TENEMOS COSAS MUCHAS COSAS MÁS IMPORTANTES PARA PENSAR QUE LO QUE TU QUIERAS O NO QUIERAS HACER! ¡ES HORA QUE MADURES Y DEJES DE COMPORTARTE COMO UNA BEBÉ! –regañó fuertemente el Príncipe Mental— ¡LA ILUMINADA NECESITA DE HIKARU Y ASI SERÁ!

No era usual que no la consintieran con lo que quería, por lo que Marina pareció por un momento descolocada por el regaño de su padre y comenzó a llorar desconsolada dando patadas al piso. Cuando nadie parecía darle importancia miró a Mayra con odio, algo que Alina nunca había visto a nadie hacer hasta ahora, y se disparó del vestíbulo corriendo. Hikaru corrió atrás de ella y la abrazó con fuerza antes de que la niña alcanzara la puerta, desapareciendo juntos de vista. Alina tuvo que reprimir un momento de ternura al ver a los dos niños tan unidos. Estaba empezando a sentir simpatía por los niños… este mundo sí que la había cambiado, antes de venir aquí no podía estar ni cinco minutos en su compañía sin exasperarse.

Los preparativos fueron mucho más lentos que la última vez, puesto que no solo era un batallón el que se preparaba, sino todo el ejército. Solo una porción de él se quedaría para proteger la ciudad dado que consideraban poco probable que la sombra los atacara.... O eso esperaban, realmente no tenían ni idea de lo que la sombra podría llegar o no a hacer.

Misael le había contado que a lo largo de la historia, las batallas contra la sombra han sido de lo más originales. Algunas veces la sombra simplemente se escondía y cambiaba de lugar permanentemente para no ser encontrada. En otras, hacía un ataque directo, unas pocas veces iba al frente de su ejército, otras resultaba ser un traidor cercano al Palacio y los agarraba por sorpresa. Mayra decía que en este caso, la sombra estaba muy arrogante por haber ganado la última vez y se quedaría quieta en una de las cavernas del norte, convencida que los aplastaría a todos con un suspiro. Todos esperaban que no fuera así, pero la falta de planes no ayudaba a generar confianza.

Si la primera vez el avance le había parecido lento, ahora era prácticamente paso de tortuga. A las pocas horas estaba aburrida y se moría de la ansiedad moviéndose sin encontrar posición cómoda en su montura. Por lo menos ahora, habiéndose acostumbrado a su travesía en caballo, no se lastimaba los muslos pero eso no había quitado que les comentara de pasada a Joy y a Misael su idea sobre los carros impulsados por vapor de agua o algo similar.

Miró a su lado derecho para encontrar a Joy, por quién Alina estaba empezando a preocuparse. No había indicios de la persona jovial y divertida que había conocido hacía unas semanas y Alina sentía su terror casi tangible. No era como la sensación que había emanado Emir, por lo que sabía que no era un problema de estar siendo consumido por la sombra. Simplemente Joy estaba aterrorizado por algo que solo unos pocos conocían.

Murdock parecía ser uno de ellos, dado que bajaba cada tanto desde su puesto al frente de la comitiva e intentaba animar a Joy con palabras sencillas y bromas. Una nube parecía despejarse en esos momentos de los ojos de Joy y conseguía mostrar alguna pequeña sonrisa un poco forzada, pero su mirada era de honesto agradecimiento.

—Joy, deja de hundirte en auto miseria y cuéntame qué te pasa. Tenemos un largo camino por delante —preguntó cuando no pudo aguantarse más.

Joy la miró sorprendido haciendo resaltar sus ojeras, aunque aun cuidadosamente con sus ojos delineados con kohl.

—Es cierto que tenemos una Maestra del alma en el grupo ahora –dijo con una pequeña sonrisa casi para sí mismo.

—Sí, y tus sentimientos están casi que sofocándome. Por mi bien sácatelo del pecho y cuéntame que es lo que ocurre —explicó Alina exagerando un poco para disimulando su preocupación.

—Ay flor de loto, no hay mucho para contar, simplemente la guerra no es lo mío. Mi lugar es entre almohadones mullidos de seda, tazas de té y festines con música —dijo restándole importancia.

—El mío también aunque sea difícil de imaginar, ¿sabes lo que más extraño de mi mundo? Internet. Extraño acostarme en mi cama y hacer una maratón de alguna serie en Netflix. Especialmente un día de lluvia —añoró Alina.

—Espera, espera, mi pequeña flor, que me has perdido en la mitad de lo que has dicho y luego no entendí nada. ¿Internet? ¿Eso es lo que usan esas pequeñas ventanas para saber justo lo que estás buscando luego de apretar unos botones? –preguntó emocionado por un momento olvidándose de su tristeza.

—¿Te refieres a los teclados? Porque también podemos usar internet desde los teléfonos o las tablets, y eso no tiene botones —dijo victoriosa.

—¿Qué clase de poder es ese? ¿Han avanzado tanto que han descubierto nuevos tipos? –preguntó Joy verdaderamente intrigado.

—No tenemos poderes, pero tenemos algo que se llama CIENCIA –respondió ella lo más misteriosamente posible.

Tal como esperaba, a los pocos minutos Joy se había olvidado de su propia miseria y, como niño chico con un nuevo juguete, comenzó a agobiarla con preguntas que seguramente había querido hacer desde el momento que la conoció.

Alina aguantó el torrente de preguntas y cuando al rato vio a Murdock cabalgando en su dirección le sonrió disimuladamente. El gran y fornido hombre observó cómo Joy conversaba animadamente con ella y, con un suspiro de alivio, le hizo una leve reverencia de agradecimiento para luego volver a su puesto. Murdock solo volvió al atardecer cuando el campamento se estaba preparando y discretamente se llevó a un excitado Joy, quien no gastó tiempo y comenzó a contarle todo lo que había aprendido en un torrente de palabras y pequeñas bromas.

Joy estaba mintiendo y Alina lo sabía.

54 Alguien con quien hablar

 

 —Ya saben lo que tienen que hacer, no me decepcionen –dijo la sombra despidiéndolos fastidiosamente con un movimiento de la muñeca.

Sus demonios supremos asintieron con la cabeza y se retiraron apresuradamente de la caverna, ninguno aguantando mucho tiempo ante la sensación opresora de la sombra. Emir, sin embargo, se mantuvo en el mismo lugar moviéndose nerviosamente y haciendo amagues para decir algo, pero no teniendo el coraje de hacerlo. La sombra se apiadó.

—¿Quieres decirme algo? –preguntó desde su elevado trono de piedra.

—Me estaba... me preguntaba si... si conoce la razón por la cual la iluminada y usted son... así como son… digo por su… conexión o… o lo que sea… –preguntó trastabillando en sus palabras, insinuando más de lo que decía.

—No, no lo sé y asumo que la iluminada tampoco lo sabe. Simplemente somos como somos –dijo la sombra lentamente dándole una oportunidad al chico nervioso.

—¡Pero tiene que existir una conexión! ¡Algo que lo explique! ¡No tiene sentido en caso contrario! –chilló Emir perdiendo todo el sentido de respeto o miedo.

La sombra estaba entretenida más allá de lo usual, el entusiasmo de su nueva adquisición era verdaderamente contagioso y no pudo evitar sonreír escondida detrás de su capucha. ¿Cuántas veces se había preguntado lo mismo al ver a través de los ojos de alguno de sus demonios a la iluminada? A diferencia de la mimada niña que era su enemiga, la sombra no tenía a quién preguntarle ni una biblioteca gigante a la que acudir cuando tenía una duda.

De todas maneras no era algo que la perturbara demasiado, le era indiferente su naturaleza mientras con ella encontrara poder. Aunque, si era honesta consigo misma, había momentos aislados en los que las dudas la acechaban.

Ella era una aglomeración de energía negativa que disfrutaba del sufrimiento ajeno, la ambición y el poder... pero, ¿dónde estaba el límite? Porque a pesar de que todos temblaran ante su presencia, de que el mundo entero temiese incluso decir su nombre, ella se sentía no muy diferente al resto. Era verdad que no entendía algunos conceptos básicos como la amistad, el amor y la caridad, pero sí entendía lo que era el respeto, el coraje y el orgullo. Si era pura energía negativa, ¿por qué sonreía cuando sus demonios festejaban una victoria? ¿Por qué disfrutaba de una sabrosa comida? ¿Por qué le estaba dando la oportunidad a este esquelético chico de hablarle con tanta confianza?

Quizás no sería tan malo hablarlo con alguien después de todo, le podría dar una ventaja ante la iluminada. Por alguna razón no le parecía tan horripilante conversar un rato con este chico de voz chillona como lo era con sus demonios. Tampoco le importaba conocerla.

Cuidadosamente se levantó de su trono y caminó hacia Emir, quién temiendo haber cruzado alguna línea de respeto invisible retrocedió unos cuantos pasos hacia la puerta tensionando su mandíbula por el miedo.

—Acompáñame a almorzar y hablaremos de esto un poco más –le dijo haciéndole señas para que la siguiera.

55. Reencuentro

 

Finalmente llegó el momento que Alina había esperado con aprensión... Necesitaba ir al baño y rápido. Se había aguantado lo más que podía, pero se sentía a punto de estallar y el solo hecho de pensar en las asquerosas letrinas armadas por los soldados le daba ganas de vomitar. No quería confesarlo para no generar animosidad entre ellos, pero además, ¡porque no tenía que dar explicaciones sobre el movimiento de sus entrañas a NADIE!

Sintiéndose sigilosa como un gato, se escabulló entre las tiendas de los soldados, evitando a sus amigos y conocidos, dirigiéndose al bosque para buscar un sitio recubierto. Seleccionó un lugar bastante alejado del campamento pero en donde aún podía verlo si así lo quería y, rezando a todos los dioses de este mundo y el suyo para que nadie la viera, comenzó a desatar su pantalón.

Fue su poder lo que primero la alertó de que alguien la observaba, pero no tuvo tiempo para reaccionar y un extraño la sujetó fuertemente por la espalda; una mano dejando sin movimientos sus brazos, la otra tapándole la boca. Desesperada se sacudió con fuerza intentando liberarse, pero el hombre era extremadamente fuerte y la sostenía como a un cachorro. Con un aliento rancio proveniente del lado de su oreja derecha, el hombre lanzó un silbido y otros tres aparecieron a ayudar a su compañero entre sonrisas malévolas y dientes podridos.

Aun dando patadas al aire, Alina sintió como le ponían una mordaza con practicada destreza sin dejarle emitir sonido alguno para alertar al campamento... Estaba tan cerca pero tan lejos de allí. Maldiciéndose por tonta, intentó aclarar el pánico de su cabeza antes que los hombres lograran atarle los brazos luego de terminar con sus piernas.

De entre las costuras de su pantalón alcanzó el puñal que Dai había dejado en su mochila unos días atrás y del cual nunca se separaba. Sin vacilar como lo hubiese hecho anteriormente, Alina atacó al extraño que tenía más cerca clavándole el puñal en su costado derecho, logrando unos segundos de libertad. Rápidamente se sacó la mordaza y gritó con todas sus fuerzas por ayuda antes de que volvieran a sujetarla y amarrarla, quitándole el arma con un golpe fuerte en su muñeca que la hizo gemir de dolor. El hombre herido se acercó y, sin ninguna piedad, le encajó un golpe con su puño cerrado en su mejilla tan fuerte que Alina sintió que su cara se partía y le he hizo perder el conocimiento por unos segundos.

Volvió en si cuando sintió que la soltaban y, entre lágrimas y dolor, distinguió con dificultad a Dai... no, Suke luchando empedernido contra los cuatro hombres, finalmente haciéndolos trastabillar con visiones en sus cabezas entre gritos de pavor. Se lo notaba cansado y tenía el rostro magullado; incluso le pareció ver que cojeaba y seguramente era por eso que no les había tostado el cerebro todavía, no tenía la fuerza.

Desde el campamento se oyeron gritos y Elio y Mayra aparecieron corriendo seguidos de varios soldados con espadas desenvainadas. Elio ni siquiera le envió una mirada, dirigiéndose como un cazador directamente a los hombres que la habían intentado secuestrar; espada en mano, los atacó con un grito de furia. Cuando el resto de los soldados llegaron a los extraños, ya se habían rendido implorando piedad a Elio y a Suke.

Mayra desató rápidamente a Alina, quién no esperó a que la chica dijese nada y con largas zancadas se acercó a los hombres que la habían atacado. No gastó ni dos minutos antes de empezar a atacarlos con patadas.

—Asquerosos pervertidos atacando a una mujer mientras va al baño. ¡Asco me da! –les dijo entre patada y patada.

—Teníamos órdenes de capturarla, somos todo menos pervertidos –imploró uno cubriéndose la cara con las manos.

—¡Me pegaron... —dijo dándole una patada– un puñetazo... —continuó dándole otra– en la cara! ¡Asquerosas alimañas con forma de hombre!

—¡Alina! Deja de patearlos por un segundo, ¿por qué has venido al bosque sola para ir al baño? Están las letrinas… —intentó regañar Elio, pero ante la mirada de furia que Alina envió en su dirección se silenció.

—Eres una Maestra del Alma, es tiempo de que te enteres que la sombra estará detrás de ti ahora que Emir le ha contado todo —dijo Mayra suavemente.

Alina se detuvo; nunca se le había cruzado por la cabeza que vendrían tras ella específicamente, y eso que le habían repetido hasta el cansancio lo rara y poderosa que era. ¡Tonta! Casi hacía un desastre de todo y lanzando un rugido de frustración le pegó una última patada al hombre más cercano para luego cruzarse de brazos en silencio.

—Dai es un gusto verte de vuelta –dijo Mayra evidentemente entusiasmada con verlo.

Suke. Ahora que su mente estaba un poco más tranquila se acordó de él y lo miró con una sonrisa. Una leve oscuridad había aparecido sobre los ojos del chico, pero antes de que la máscara de Daesuke se materializara por completo, Alina intervino:

—Este no es Dai, es su hermano gemelo Suke. Gracias por venir, un minuto más tarde y estaría siendo enviada a la iluminada atada dentro de una bolsa —le dijo con una sonrisa despejando la oscura nube.

—¿¡DAI TIENE UN HERMANO!? –gritó Elio mirando a Suke como si fuese un fantasma— ¿Estás segura? Se ven idénticos –continuó tocando con su dedo índice el hombro del gemelo, y siendo ahuyentado propiamente enseguida.

—Un gusto conocerte Suke, Alina me ha contado sobre ti pero lo mantuvimos entre nosotras –dijo Mayra acercándose, aun con su sonrisa encantadora.

Suke la miró por un momento, para luego hacer algo que convenció a todos de su naturaleza; sonrió suavemente, levantando únicamente la comisura del lado izquierdo de sus labios. Ahí estaba la primera victoria que Alina había tenido en el campamento. Era esa sonrisa despreocupada que Dai nunca tenía y era única en Suke.

—¡Realmente eres su hermano y no una copia! Cuando Dai sonríe parece un tiburón, tu pareces un cachorro... O un gatito mejor dicho, pega más con tus ojos –dijo Elio volviendo a tocar a Suke con el dedo índice.

Suke lo ahuyentó nuevamente, enojado, aunque Alina distinguió varias emociones conflictivas al ser reconocido como un individuo. Por un momento tuvo miedo que volviera la máscara de Daesuke, pero aclarando un poco sus emociones, Suke llevó su mirada hacia ella.

—Puedes preguntar por él, ¿sabes? Sé que te mueres de ganas —dijo sonriendo divertido.

—Maldito par de hermanos gemelos —dijo ella turnándose entre una mezcla de gruñidos y sonrojos— ¿Dónde demonios está?

—Acabando con el resto de la pandilla, será mejor que te apures —dijo señalando una dirección en el bosque

—¡¿Sólo?! –exclamó preocupada lanzándose a correr en la dirección que señalaba Suke.

Los alcanzó a varios metros, no calculó cuantos exactamente; solo corrió y apresuró su paso cuando escuchó gritos. Detrás de ella corrían Elio, Mayra, Suke y algunos de los soldados que no se habían quedado custodiando a los secuestradores.

Cuando finalmente logró llegar al lugar de donde provenían los gritos, paró de golpe haciendo que Elio chocara con su espalda. Frente a ella, varios hombres estaban de rodillas agarrando sus cabezas con las palmas de sus manos gritando desconsoladamente mientras Dai se paseaba por ellos dando patadas a mansalva.

—Asquerosas criaturas –dijo pateando a uno– ¡¿Se atreven a intentar enfrentarme?! ¡¿A mí?! –gritó dando patadas a otro.

Alina lo quedó mirando y por un momento no supo qué hacer. Podría ser considerada fuerte por algunos y valiente por otros, pero nuevamente se encontraba en una situación en dónde se sintió la más débil. Irónico que una Maestra del alma quede petrificada por sus propios sentimientos, pero realmente no tenía ni idea de qué hacer ahora que tenía a Dai frente a ella.

Lo único que la despertó fue la carcajada de Elio al ver a Dai hacer exactamente lo mismo que Alina había hecho minutos atrás.

—Esto es muy bueno –dijo Elio entre carcajadas– ¡Son harina del mismo costal!

Dai paró de dar patadas y quedó inmóvil de espaldas mirando a uno de los hombres a sus pies. Los soldados, sin comentar nada de la situación como buenos profesionales que eran, se adelantaron a manejar a los secuestradores, quienes aún gemían por el poder de Dai.

Lentamente, lo que pareció una eternidad para Alina, Dai comenzó a voltearse hasta estar enfrentado a ella. Incómodo y nervioso, se secó las manos con su pantalón para luego ponerse a jugar con su trenza. El corazón de Alina le latía a más no poder y por los nervios estuvo a punto de lanzarse a correr en la dirección opuesta, pero quedó inmóvil donde estaba.

—Alina... —suspiró Dai con tono entre suplicante, enojado y esperanzado al mismo tiempo.

Un nombre que nunca antes había sido pronunciado por esos labios era lo único que ella necesitaba. Aunque Dai jamás había utilizado un apodo para referirse a ella, a diferencia del resto del grupo, tampoco la había llamado por su nombre hasta ahora.

Sintiendo lágrimas en los ojos y maldiciéndose por ser tan sensible como las protagonistas de una de las películas románticas que veía su hermana, Alina se lanzó en dirección de Dai y sin darle tiempo para pensar colgó sus brazos alrededor del cuello del chico. La primera reacción de Dai fue desplomarse al suelo con un quejido, al parecer estaba tan herido como Suke, ella cayendo con él.

—Que bruta… —comenzó a quejarse pero sin ningún indicio de querer sacudirla.

—Demonio molesto –dijo entre sollozos encontrando la trenza de Dai a su espalda y dándole un leve tirón.

—Te dije que no lloraras frente a mí –dijo Dai todavía inmóvil.

—No estoy llorando –respondió ella llorando a mares.

Lentamente, como si no quisiera hacer un movimiento que la asustara, Alina sintió que los brazos de Dai se levantaban vacilantemente. Ella no dijo nada ni se movió, dándole el tiempo que necesitase. Lo sintió titubear varias veces hasta que, finalmente, Dai posó torpemente sus manos sobre la espalda de Alina, bien suave, casi solo rozándola. Lo sintió temblar un poco, ya sea de nervios, de miedo o de esfuerzo; no estaba claro y tampoco quería usar su poder para entenderlo. Prefería irlo descubriendo de a poco, y sonriendo entre lágrimas apretó su abrazo. Era suficiente por ahora.

—Urrrghrhhrhr. Tenemos que aprender a separar nuestros pensamientos.... ¡Por favor, que alguien les pase un limón para cortar con tanta dulzura! –escuchó rezongar a Suke detrás de ella.

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