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Authors: Jon Krakauer

Tags: #Aventuras, Biografía, Drama

Mal de altura

BOOK: Mal de altura
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Mal de altura
se ha convertido en una lectura obligada para todo amante de la literatura de montaña, de aventura o de viajes. Un best seller internacional tanto por la calidad de la historia como por el acierto con el que su autor, Jon Krakauer, nos narra lo sucedido. Qué más se puede decir de una tragedia que conmocionó el mundo de la montaña incluso transcendiéndolo… quizá sólo que merece la pena empaparse de la intensidad de las palabras y el estilo gráfico del autor que consiguen atrapar al lector y nos llevan en este viaje literario hasta el corazón mismo de lo inevitable.

Mal de altura
se lee como una buena novela, pero no es ficción. Jon Krakauer partió hacia el Himalaya en 1996 para escribir un reportaje sobre la creciente explotación comercial del Everest. Su intención era analizar los motivos de que tanta gente esté dispuesta a someterse a riesgos antes reservados a alpinistas profesionales. Tras coronar la cima más alta de la Tierra, Krakauer comenzó el peligroso descenso, pero no todos lo consiguieron; hubo muertes, hubo heridos y mucha controversia. Esta obra suscitó tanta polémica que Krakauer se vio obligado a escribir un post scriptum de réplica, incluido en esta edición.

El tiempo se detiene mientras Krakauer perfila y relata conmovedoramente lo sucedido.

Jon Krakauer

Mal de altura

ePUB v1.1

Chachín
28.08.12

Título Original:
Into thin air

Autor: Jon Krakauer, 1996

Traductor: Luis Murillo Fort

©2008, Desnivel

Editor original: Chachín (v1.1)

Corrección de erratas: Pgmint3

ePub base v2.0

INTRODUCCIÓN

En marzo de 1996 viajé a Nepal por encargo de la revista
Outside
con la misión de escribir un artículo sobre una ascensión guiada al Everest. Yo era uno de los ocho clientes de la expedición comercial dirigida por el famoso guía neozelandés Rob Hall. El 10 de mayo coroné el techo del mundo, pero el precio que pagué por ello fue terrible.

De mis cinco compañeros que conquistaron la cima, cuatro, incluido Hall, perecieron en un temporal que se desató de improviso cuando aún estaban en la cumbre. Para cuando volví al campamento base, nueve alpinistas de cuatro expediciones distintas habían muerto ya, y aún habría otras tres víctimas antes de que terminara el mes.

Quedé tan afectado por aquella expedición, que el artículo se me resistía. No obstante, cinco semanas después de mi vuelta de Nepal entregué el manuscrito a
Outside
, que lo publicó en su número de septiembre. Intenté borrar de mi mente el episodio del Everest y volver a la normalidad, pero me resultó imposible. Agobiado por emociones dispares, seguía tratando de entender qué había sucedido allá arriba y reflexionaba obsesivamente sobre las circunstancias en que habían muerto mis compañeros.

Mi artículo para
Outside
fue todo lo preciso que la situación permitía, pero la fecha tope de entrega era inexorable, y la secuencia de acontecimientos, de una complejidad frustrante; además, los recuerdos de los supervivientes estaban muy distorsionados por el cansancio, la merma de oxígeno y el shock sufrido. En un momento dado de mi trabajo pedí a tres personas que explicaran un incidente que los cuatro habíamos presenciado, y no pudimos ponernos de acuerdo acerca de hechos cruciales, como la hora, quién había estado presente y qué se había dicho. Pocos días después de que el artículo entrara en prensa, descubrí que ciertos detalles de mi narración eran erróneos. En su mayor parte se trataba de inexactitudes sin importancia, como las que suelen colarse inevitablemente cuando median las prisas, pero tuve una metedura de pata monumental, con un efecto devastador sobre los amigos y familiares de una de las víctimas.

Por si eso fuera poco, la falta de espacio había dejado mucho material fuera del artículo. Mark Bryant, redactor jefe de
Outside
, y Larry Burke, el editor, me habían dado espacio más que de sobra para contar la historia: tenía un margen de 17.000 palabras, cuatro o cinco veces la extensión de un artículo normal de revista. Con todo, consideraba demasiado abreviado para hacer justicia a la tragedia. La escalada al Everest había removido los cimientos de mi vida, de pronto me resultaba desesperadamente importante narrar los acontecimientos con todo detalle, sin sentirme restringido por un determinado número de columnas. Este libro es el fruto de aquel impulso.

La documentación resultó problemática debido a la poca fiabilidad de la mente humana a partir de cierta altura. Para no tener que abusar de mis propias impresiones, entrevisté a la mayoría de los protagonistas en varias ocasiones y sin límite de tiempo. En lo posible, corroboré también los datos con las grabaciones de radio realizadas por el campamento base, donde la escasez de mentes claras no era endémica. Los lectores que conozcan el artículo de
Outside
descubrirán discrepancias entre ciertos detalles tal como aparecieron en la revista y como ahora se publican en este libro; las revisiones son fruto de nuevos datos que han visto la luz con posterioridad al artículo.

Escritores y editores a quienes respeto me aconsejaron que no escribiese el libro tan rápido como lo he hecho, y me instaron a esperar dos o tres años y poner cierta distancia respecto a la expedición al objeto de ganar en perspectiva. El consejo era muy sensato, pero al final lo desoí, en buena medida porque lo ocurrido en la montaña estaba royéndome las entrañas. Pensé que escribiendo el libro lograría desembarazarme del Everest.

Por supuesto, no ha sido así. Más aún, estoy de acuerdo en que un autor que concibe su obra como un acto de catarsis —y este caso es un ejemplo de ello— hace un flaco favor a los lectores. Pero confiaba en que algo podía ganar escribiendo sobre ello a la zaga de la catástrofe. Necesitaba que mi relato tuviera una suerte de cruda y despiadada sinceridad que yo suponía en peligro de perderse con el paso del tiempo y la disipación de la angustia.

Algunas de las mismas personas que me aconsejaban no escribir con prisas me habían advertido anteriormente que no fuera al Everest. Había muchas y buenas razones para rechazar el encargo, pero subir al Everest es un acto intrínsecamente irracional, un triunfo del deseo sobre la cordura. Cualquier persona que se lo plantee en serio es, casi por definición, ajena a la influencia de lo razonable.

La pura verdad es que, aun sabiendo que no me convenía, decidí ir al Everest. Y de este modo me vi involucrado en la muerte de otras personas, lo cual pesará sin duda en mi conciencia durante mucho tiempo.

JON KRAKAUER

Seattle, noviembre de 1996

DRAMATIS PERSONAE

Monte Everest, primavera de 1996
[1]

Expedición de Adventure Consultants

Rob Hall
Nueva Zelanda, jefe y guía
Mike Groom
Australia, guía
Andy Harold Harris
Nueva Zelanda, guía
Helen Wilton
Nueva Zelanda, responsable del campamento base
Dra. Caroline Mackenzie
Nueva Zelanda, doctora del campamento base
Ang Tshering
Nepal, sirdar del campamento base
Ang Dorje
Nepal, sirdar de escalada
Lhakpa Chhiri
Nepal, sherpa escalador
Kami
Ídem
Tenzing
Ídem
Arita
Ídem
Ngawang Norbu
Ídem
Chuldum
Ídem
Chhongba
Nepal, cocinero del campamento base
Pemba
Nepal, sherpa del campamento base
Tendi
Nepal, pinche de cocina
Doug Hansen
EE.UU., cliente
Dr. Seaborn Beck Weathers
Ídem
Yasuko Namba
Japón, cliente
Dr. Stuart Hutchison
Canadá, cliente
Frank Fischbeck
Hong Kong, cliente
Lou Kasischke
EE.UU., cliente
Dr. John Taske
Australia, cliente
Jon Krakauer
EE.UU., cliente y periodista
Susan Allen
Australia, senderista
Nancy Hutchison
Canadá, senderista

Expedición de Mountain Madness

Scott Fischer
EE.UU., jefe y guía
Anatoli Boukreev
Rusia, guía
Neal Beidleman
EE.UU., guía
Dra. Ingrid Hunt
EE.UU., responsable del campamento base y médico del equipo
Lopsang Jangbu
Nepal, sirdar de escalada
Nginia Kale
Nepal, sirdar del campamento
Ngawang Topche
Nepal, sherpa escalador
Tashi Tshering
Nepal, sherpa escalador
Ngawang Dorje
Ídem
Ngawang Sya Kya
Ídem
Ngawang Tendi
Ídem
Tendi
Nepal, sherpa escalador
Big Pemba
Ídem
Jeta
Nepal, sherpa del campamento base
Pemba
Nepal, pinche de cocina
Sandy Hill Pittman
EE.UU., cliente y periodista
Tim Madsen
Ídem
Pete Schoening
Ídem
Klev Schoening
Ídem
Lene Gammelgaard
Dinamarca, cliente
Martin Adams
EE.UU., cliente
Dr. Dale Kruse
Ídem
Jane Bromet
EE.UU., periodista

Expedición de IMAX/TWERKS Mac Gillivray Freeman

David Breashears
EE.UU., jefe y director de cine
Jamling Norgay
India, subjefe y actor
Ed Viesturs
EE.UU., escalador y actor
Araceli Segarra
España, escaladora y actriz
Sumiyo Tsuzuki
Japón, escaladora y actriz
Robert Schauer
Austria, escalador y cineasta
Paula Barton Viersturs
EE.UU., responsable del campamento base
Audrey Salkeld
Reino Unido, periodista
Liz Cohen
EE.UU., jefe de producción
Liesl Clark
EE.UU., productor y guionista

Expedición nacional taiwanesa

Makalu Gau Ming-Ho
Taiwan, jefe
Chen Yu-Nan
Taiwan, escalador
Kami Dorje
Nepal, sirdar de escalada
Ngima Gombu
Nepal, sherpa escalador
Mingma Tshering
Ídem

Expedición del Sunday Times de Johannesburgo

Ian Woodall
Reino Unido, jefe
Bruce Herrod
Reino Unido, subjefe y fotógrafo
Cathy O'Dowd
Suráfrica, escaladora
Deshun Deysel
Ídem
Eclmund February
Suráfrica, escalador
Andy de Klerk
Ídem
Andy Hackland
Ídem
Ken Woodall
Ídem
Ticrry Renard
Francia, escalador
Ken Owen
Suráfrica, promotor y senderista
Philip Woodall
Reino Unido, responsable del campamento base
Alexandrine Gaudin
Francia, auxiliar administrativa
Dra. Charlotte Noble
Suráfrica, médico del equipo
Ken Vernon
Australia, periodista
Richard Shorey
Suráfrica, fotógrafo
Patrick Convoy
Suráfrica, radiotelegrafista
Ang Dorje
Nepal, sirdar de escalada
Bemba Tendi
Nepal, sherpa escalador
Jangbu Sherpa
Ídem
Ang Babu
Ídem
Dawa
Ídem
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