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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Marea oscura I: Ofensiva (3 page)

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
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Un senador humano que Leia no reconoció tomó la palabra.

—Perdónenme, pero es un hecho por todos conocido que, desde hace tiempo, una perturbación en el hiperespacio localizada en el borde galáctico imposibilita la entrada o salida de la galaxia. Esta supuesta invasión no puede haber ocurrido.

Leia negó con la cabeza.

—Si esa barrera existe, encontraron la forma de sortearla. Estaban aquí, y hay pruebas irrefutables de su invasión en el Borde Exterior.

El quarren Pwoe se levantó y se acarició la barbilla puntiaguda con las yemas de los dedos.

—Estoy confundido, embajadora. Ha dicho que usted formó parte de una iniciativa para destruir la fuerza invasora. Todo indicaba que lo habían conseguido.

—Y así fue.

— ¿Así que desde entonces no ha habido más avistamientos de esos invasores?

—No, pero eso...

—¿Y hay pruebas que los relacionen con los Caballeros Rojos, aparte de los rumores sobre los comentarios de una criatura que está muerta?

—No, pero...

— ¿Existen pruebas físicas de los invasores?

—Algunas. Un par de cuerpos, un par de sus coralitas.

Fey'lya sonrió, y sus afilados dientes relucieron.

— ¿Coralitas?

Leia cerró los ojos y suspiró.

—Al parecer, esos alienígenas utilizan criaturas biomecánicas manipuladas genéticamente. Sus cazas de combate, digamos, se originan a partir de algo denominado coral yorik.

El bothan negó con la cabeza.

—¿Nos está diciendo que utilizaron rocas para derribar un destructor estelar?

—Sí.

Pwoe bajó la mirada hacia su mesa y luego volvió a levantar la vista con un brillo malicioso en sus ojos negros.

—Leia, como admirador suyo que fui en el pasado se lo ruego, por favor, no siga. Usted no puede imaginar lo patética que resulta. Si optó por abandonar la vida pública, regresar ahora con esta historia, en un intento baldío de arrebatarnos el control, es algo penoso.

—¿Qué? —Leia parpadeó incrédula—. ¿Creen que he venido para recuperar el poder?

—No puedo llegar a otra conclusión —Pwoe abrió los brazos en un gesto que abarcó la cámara entera—. Busca protección para su hermano y sus hijos porque todos son Jedi, y yo lo entiendo. También es evidente que opina que somos incapaces de sobrevivir a una catástrofe sin su ayuda; pero la verdad es que las cosas han ido bien desde que se solucionó la situación bothan. Todos somos conscientes de la codicia humana por el poder, y la admiramos por haberla controlado durante tanto tiempo, pero ahora esto..

—No, no, ésa no es en absoluto mi intención —Leia contempló horrorizada a los senadores—. Lo que les estoy contando es verdad, es real. Quizás hayamos derrotado a la vanguardia, pero están en camino.

El senador sullustano se tapó las orejas con las manos.

—Por favor, Leia, basta ya, basta ya. Su lealtad a los Jedi es loable, pero este intento de hacernos creer que podrían ser útiles contra una dudosa amenaza... ¡Esto no es propio de usted!

—Pero muy humano por su parte —susurró el baragwiniano. Un puño invisible se cerró alrededor del corazón de Leia y lo apretó con fuerza. La mujer flexionó los brazos y los apoyó en el atril.

— ¡Tienen que escucharme!

—Leia, por favor, haga lo que hizo Mon Mothma —la voz de Pwoe estaba llena de compasión—. Desaparezca sin hacer ruido. Ahora el Gobierno nos pertenece. Deje que la recordemos con cariño, como alguien que trascendió su humanidad.

Leia observó a los senadores y deseó que la edad le hubiera afectado tanto a la vista como para no ver sus miradas de desprecio.
No ven porque no quieren ver.

Necesitan tanto el control que ignorarán el peligro antes que reconocer que hay una crisis. Perderían todo con tal de demostrar que tienen el poder
. Su obstinada ignorancia la dejó agotada y sin palabras, aplastada bajo el peso de su compasión y su desprecio.

Esto no puede estar pasando. No pueden echar a perder todo lo que hemos conseguido
. Leia soltó poco a poco el atril mientras se alejaba de él.
Perderlo todo...

Una voz potente y firme atravesó el murmullo generalizado de la cámara del Senado.

—¿Cómo os atrevéis? ¿Cómo se atreve ni uno solo de vosotros a hablarle así?

En medio de la sala, un alienígena de pelo dorado, alto, esbelto y con líneas púrpuras que le salían del rabillo de los ojos hacia arriba y hacia atrás se levantó.

—Si no fuera por esta mujer y los sacrificios de su familia, ninguno de nosotros estaríamos aquí, y la mayoría estaríamos muertos.

Elegos A'Kla desplegó su mano de tres dedos.

— ¡Vuestra deshonrosa ingratitud no hace más que confirmar la opinión del Imperio de que éramos bestias!

El senador rodiano señaló al caamasiano con su dedo acabado en ventosa.

— ¡No olvides que ella era uno de ellos!

Elegos entrecerró los ojos, y Leia se dio cuenta de que ese comentario le había dolido.

—¿De verdad puedes decir eso sin darte cuenta de lo ignorante que te hace parecer? Confundirla con los imperiales no es más que un prejuicio, el tipo de prejuicio que los imperiales utilizaron para oprimirnos.

Niuk Niuv ignoró los comentarios del caamasiano con un gesto de desprecio.

—Tus críticas tendrían más peso, senador A'Kla, si no se supiera que has sido colaborador de los Jedi. Sientes una profunda simpatía por ese colectivo. ¿No era tu tío uno de ellos?

Elegos echó la cabeza hacia atrás, resaltando su altura y su esbeltez.

—Mi lealtad a mis amigos y a mis parientes Jedi no me ciega ante lo que Leia intenta decir aquí. Puede que queráis ver a los Jedi como una amenaza, yo puedo reconocer que las acciones de algunos de ellos me han dejado helado, pero Leia está informando de una nueva amenaza que quizá sea de gran envergadura para la Nueva República. Ignorarla a propósito y en pro de vuestra propia gloria es el colmo de la irresponsabilidad.

Los tentáculos de Pwoe se plegaron con enfado.

—Eso que dices está muy bien, A'Kla, pero tu pueblo y su supervivencia deben mucho a Leia y a su familia. Muchos de los tuyos murieron en Alderaan, y ha sido la conciencia y la caridad de los humanos lo que os ha protegido durante décadas. Que te alces en su defensa no es sorprendente, eres como un perro de batalla nek lamiendo la mano del entrenador que le apalea.

Leia se sintió profundamente aludida con el comentario y regresó al podio. A pesar de la ira que bullía en su interior, su voz era leve y tranquila. Aunque no era amiga de recurrir a las técnicas Jedi para calmarse, lo hizo, y eso le permitió centrarse. Su expresión se endureció y su mirada recorrió a los senadores reunidos.

Quizá pretendan proyectar en mí todo tipo de siniestras intenciones. Están en su derecho. Puedo llegar a entender incluso que antiguos resentimientos se ceben en mi persona, aunque creía que mi pasado bastaría para entender la lealtad de mi corazón. Pero ahora ni siquiera quiero que me escuchen. Ven la Nueva República como algo suyo, y aplaudo que se alzaran para responsabilizarse de ella. A pesar de lo que quieran creer o pensar, estoy orgullosa de ustedes. Lo que me decepciona es que se engañen a sí mismos. La fuerza de la Nueva República siempre procedió de la unidad de sus diversos pueblos —se encogió de hombros y se puso recta de nuevo—. Les dejaré toda la información que hemos recopilado sobre los invasores. Espero que les sirva de algo cuando encuentren tiempo para utilizarla.

Borsk Fey'lya la miró de cerca mientras ella bajaba del podio.

—¿Qué harás ahora, Leia?

Ella resopló suavemente y le miró un instante.

¿Tienes miedo de que dé un golpe de Estado para conseguir lo que quiero, Borsk?

¿Crees que tengo tanto poder?

—Haré lo que tengo que hacer. La Nueva República me habrá abandonado, pero yo a ella no. Esta amenaza ha de ser detenida.

El pelo de la nuca del bothan se erizó lentamente.

—No tienes apoyo oficial. No puedes solicitar equipamiento, ni dar órdenes ni nada por el estilo.

Ella negó lentamente con la cabeza y sonrió al ver aparecer a Elegos.

—Conozco las normas, jefe Fey'lya, tanto las que se hacen públicas como las que se aplican en realidad. No tengo intención de ponerme en contra suya, así que no me obligue a hacerlo.

Elegos apoyó una mano en el hombro de Leia.

—Este senador quiere saber más sobre la amenaza. Confío, jefe Fey'lya, en que mi investigación no encuentre trabas.

—Trabas no... —los ojos violetas del bothan se entrecerraron—, pero tenga cuidado. La curiosidad está permitida, pero la traición se castiga. ¿Lo comprende?

Elegos asintió y Leia hizo lo mismo.

—Lo captamos, jefe Fey'lya. El senador A'Kla y yo tendremos mucho cuidado. Téngalo usted también. Un juicio por traición en una época como ésta podría costarle su carrera, en caso de que los invasores dejen a alguien vivo para que le importe, claro.

Capítulo 2

Agazapado en la cabina del simulador de Ala-X, el coronel Gavin Darklighter, comandante del Escuadrón Pícaro, se tocó con el pulgar el anillo que llevaba en la mano derecha. Estaba muy nervioso, pero sabía que no tenía sentido alargar aquello ni un segundo más. Miró al androide astromecánico R2-Delta que tenía detrás.

—Vale,
Leo
, pon la simulación denominada "caza de coralitas".

El pequeño androide dorado y blanco silbó con agrado y la cabina del simulador se iluminó con las luces y los datos que recorrían la pantalla principal. A pesar de los años de reajustes que el pequeño androide había pasado al servicio de Gavin, que incluían varios lavados de memoria y las actualizaciones de rigor, el robot siempre le daba la bienvenida con un breve informe del tiempo en Tatooine y en Coruscant. Gavin apreciaba ese detalle, y por esa razón no había cambiado al androide por un modelo nuevo, aunque la actualización Delta era muy apreciada porque aceleraba el proceso informático de navegación.

El gran cambio en su relación con el androide había sido su nombre. Al principio le llamaba Jawita porque pensaba que a cualquier jawa le encantaría tener ese androide. Más tarde, tras la crisis de Thrawn, un grupo de jawas intentó robarlo, pero él se defendió y llegó a herir a uno de ellos. Desde ese momento, Gavin comenzó a llamarlo
Peleón
, y después lo abrevió a
Leo
.

El campo visual del simulador se llenó de estrellas y después apareció un cinturón de asteroides, hacia el que Gavin llevó el Ala-X. Su caza se parecía mucho al viejo T-65 que solía llevar el Escuadrón Pícaro cuando se unió a los Rebeldes, pero el modelo T-65A3 era un par de generaciones más avanzado que los modelos originales. No era tan ágil como el nuevo XJ, pero el A3 tenía mejoras en los escudos y en los láseres que intensificaban la precisión y la potencia. El acuerdo de paz con el Remanente Imperial implicaba que había pocos enemigos con los que medir los nuevos cazas, y la nave había demostrado su gran capacidad letal cuando se había enfrentado a los piratas de las regiones del Borde de la Nueva República.

Gavin miró su monitor principal, pero no había nada parecido a una amenaza. Activó una ampliación de datos que expandía los perfiles de objetivos disponibles.


Leo
, localiza a todos los seres vivos, incluso los del tamaño de un mynock, y cualquier cosa que parezca ir sin rumbo o con una trayectoria que se salga de lo normal para ser un meteorito.

El androide silbó a modo de asentimiento, pero la pantalla de Gavin no mostraba nada. Él frunció el ceño.
¿Qué se supone que tengo que ver? No es lógico que el almirante Kre'feg me haga dado acceso a esta simulación si aquí no hay nada.

Gavin dudó un instante. Sabía que su concepto de la lógica era ampliamente distinto al de un almirante bothan. En numerosas ocasiones, Gavin había tenido que aguantar la manipulación bothan de él o de sus órdenes, y la mayor parte de las veces había resultado un desastre. Pero aunque el clan Kre'fey se asociaba negativamente con el Escuadrón Pícaro por eventos de hacía más de dos décadas, Gavin había comprobado que el joven Traest Kre'fey era muy honrado en general, y especialmente a la hora de tratar con los miembros del Pícaro.

La consola principal dio un pitido y el pequeño monitor superior del Ala-X destacó un objeto distante. Gavin seleccionó el objeto y contempló su perfil y su imagen en el monitor secundario. A simple vista podía haberlo confundido con un asteroide y haberlo ignorado, pero se dio cuenta de que era demasiado simétrico. Le recordó en gran medida a una semilla, algo bulbosa en su parte central, pero afilada por ambos extremos. La parte trasera tenía un par de huecos que podían ocultar las unidades de combustión, y otro par de hendiduras que podían albergar armas.

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