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Authors: Drew Karpyshyn

Tags: #Ciencia Ficción

Mass effect. Ascensión (27 page)

BOOK: Mass effect. Ascensión
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No había ningún protocolo establecido para un acontecimiento tan inesperado como aquél, pero Lemm les había explicado que había ciertos procedimientos que podían seguir para minimizar los riesgos, tanto para la tripulación de la
Idenna
como para los humanos que viajaban en la lanzadera.

—Vamos a saludar a nuestros anfitriones —dijo Lemm y se levantó trabajosamente sobre una pierna—. Recordad, todo irá bien si permanecéis en calma. Lo importante es ir despacio.

Los cuatro se dirigieron a la cabina de pasajeros y los tres humanos se sentaron. Lemm se instaló cerca de la esclusa de aire para dar la bienvenida a los equipos de seguridad y de cuarentena que iban a subir a bordo.

De nuevo, Kahlee sintió la presión de verse forzada a sentarse y esperar. ¿Y si Lemm estaba equivocado acerca de la reacción de los otros quarianos ante su presencia? ¿Y si alguien veía a los humanos y le daba un ataque de pánico? Estaban poniendo toda su confianza en alguien que no era ni siquiera un adulto, a ojos de su propio pueblo.

«Supongo que se merece que confiemos en él, después de todo lo que ha hecho por nosotros».

Kahlee no pudo replicar a la lógica implacable de su propia mente, pero aquello tampoco la ayudó mucho a calmar sus miedos. Oía voces que venían desde la esclusa de aire, pero estaban demasiado lejos para entender lo que decían. Una de las voces se levantó, por miedo o ira. Otra voz —parecía la de Lemm, pero no estaba segura— intentó calmarla. Y después se oyeron pasos que entraban en la nave a través de la esclusa.

Unos segundos más tarde cuatro quarianos, una mujer y tres hombres, entraron en la cabina de pasajeros armados con rifles de asalto. La mujer, que iba delante, se detuvo y se giró hacia Lemm al ver a los humanos.

—Pensaba que estabas de broma —dijo—. En serio que pensaba que estabas de broma.

—Increíble —murmuró uno de los otros.

—Pero ¿en qué estabas pensando? —preguntó la mujer, que claramente era la líder del grupo—. ¿¡Y si son espías!?

—No son espías —insistió Lemm—. ¿No reconoce a la mujer? Mírela de cerca, por favor.

Los tres humanos permanecieron sentados en silencio mientras la mujer quariana se acercaba para observarlos mejor.

—No… no puede ser… ¿Cómo te llamas, humana?

—Kahlee Sanders.

Los otros quarianos dejaron escapar un grito ahogado y a Kahlee le pareció que Lemm se reía.

—Me llamo Isli’Feyy vas Idenna —dijo la mujer quariana, bajando la cabeza en lo que parecía un gesto de respeto—. Es un honor conocerla. Estos son mis compañeros de tripulación: Ugho’Qaar Idenna, Erdra’Zando vas Idenna y Seeto’Hodda vas Idenna.

Kahlee respondió también bajando la cabeza.

—Estos son mis amigos: Hendel Mitra y Gillian Grayson. Es un honor para nosotros estar aquí.

—He traído a Kahlee para que hable con el capitán —intervino Lemm—. Esta entrevista es mi regalo para la
Idenna
.

Isli lanzó una mirada hacia Lemm y luego se volvió hacia Kahlee.

—Lo siento mucho, Kahlee Sanders, pero no puedo permitiros subir a bordo de la
Idenna
. Esa decisión debe tomarla el capitán, y él va a tener que consultar con el Consejo civil de la nave antes de decidirlo.

—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Hendel, a la vista de que los ánimos parecían lo suficientemente calmados para que otras voces se unieran a la conversación—. ¿Que tenemos que irnos?

—Tampoco podemos dejar que os vayáis —dijo Isli, tras pensar un momento—. No sin el permiso del capitán. Vuestra lanzadera debe permanecer aquí y vosotros dentro hasta que haya una decisión oficial sobre el tema.

—¿Cuánto tardará en llegar esa decisión? —pregunto Kahlee.

—Unos pocos días, supongo —respondió Kahlee.

—Vamos a necesitar provisiones —dijo Hendel—. Básicamente comida. Comida humana.

—Y necesitarán trajes ambiente adecuados cuando el capitán decida permitirles subir a la nave —añadió Lemm, decidiendo ser optimista.

—Haremos todo lo posible por responder a vuestras necesidades —les dijo Isli—. No tenemos reservas de comida humana en la
Idenna
, pero hablaremos con las otras naves para ver qué encontramos —explicó, antes de girarse de nuevo hacia Lemm—. Tú vienes conmigo. El capitán querrá hablar contigo en persona. Vosotros —dijo finalmente, volviéndose hacia los humanos—, recordad que no podéis abandonar la lanzadera. Uhgo o Seeto estarán guardando la esclusa continuamente. Si necesitáis algo, pedídselo a ellos.

Después de aquellas palabras, los quarianos, incluido Lemm, los dejaron solos. Un minuto más tarde oyeron el ruido de la puerta de la esclusa cerrándose para sellarlos dentro de la lanzadera.

—Grmpf —gruñó Hendel—. Vaya manera de tratar a una estrella…

DIECINUEVE

Incluso con todo lo que había hecho por Cerberus, incluso después de centenares de misiones y casi dieciséis años de servicio, Grayson podía contar con los dedos de una mano las veces que había hablado cara a cara con el Hombre Ilusorio.

En la pantalla de vídeo era carismático e impresionante, pero en persona era incluso más imponente. Había en él un aire de seriedad, de autoridad. Mostraba seguridad en sí mismo, como si controlara completamente todo lo que ocurría a su alrededor. La inteligencia se obviaba en su mirada de acero. Combinada con sus cabellos plateados y su presencia sobrecogedora, daba la sensación de que su sabiduría sobrepasaba, en mucho, la de los seres humanos ordinarios.

Tal imagen quedaba aún más realzada por la decoración de la oficina que el Hombre Ilusorio usaba en sus entrevistas personales. La habitación tenía unos detalles clásicos de madera oscura que le daban un aire serio y apagado, casi sombrío. Las luces eran suaves y tenues, y dejaban las esquinas a merced de las sombras. Seis sillas negras rodeaban una mesa de cristal mate al fondo de la habitación, creando un espacio para grupos más grandes.

Aquella entrevista, sin embargo, era una sesión privada. Grayson estaba sentado en una de las dos enormes butacas de piel en el centro de la oficina, directamente frente al Hombre. Sabía que al otro lado de la puerta había una pareja de guardias, pero en la sala no había nadie más que ellos dos.

—No hemos encontrado aún pruebas físicas que confirmen tu historia —dijo el Hombre Ilusorio, y se inclinó hacia adelante en la silla con los codos apoyados sobre las rodillas y las manos unidas frente a la cara.

Su expresión era de simpatía y su voz sonaba comprensiva, pero bajo la superficie se podía apreciar algo duro. Grayson sintió de nuevo cómo podía ser atractivo a la vez que intimidante. Hacía que quisieras confiar en él. Pero su mirada parecía decir que si le mentías, lo sabría… y las consecuencias serían muy graves.

Por suerte para Grayson, la verdad estaba de su lado.

—Lo he explicado todo en mi informe. Saqué a Gillian del Proyecto Ascensión como me había sido ordenado. Durante la misión me vi forzado a alterar el plan debido a la interferencia de Kahlee Sanders y Hendel Mitra, que insistieron en venir con Gillian. Avisé a Pel para que se encargara de ellos, pero cuando llegué a Omega nos encerró a todos en calabozos para vendernos a los Recolectores.

El Hombre Ilusorio asintió, como si estuviera de acuerdo con todo lo que decía.

—Sí, por supuesto. Pero aún no veo muy claro lo que pasó después.

La pregunta parecía inocente, pero Grayson reconoció en ella una trampa potencial. Dos días después de recibir su mensaje, Cerberus había enviado un equipo de extracción para sacarlo de Omega y llevarlo de vuelta a la Tierra, para entrevistarse con el líder de la organización. Considerando que Pel y el resto de su equipo estaban muertos —algunos por su propia mano—, era una invitación que no podía rechazar.

Después de aterrizar lo habían hecho subir a un coche, que los esperaba, y lo habían llevado a la sencilla torre de oficinas que servía de centro de operaciones de Cord-Hislop Aerospace, la empresa que hacía de tapadera legal de Cerberus. La mayor parte del edificio estaba ocupado por hombres y mujeres dedicados al negocio de manufacturar y a vender naves y lanzaderas. Ninguno de ellos tenía idea alguna de que trabajaban en realidad para un individuo anónimo que vivía en el ático, encima de las suites privadas de los ejecutivos de la corporación.

Grayson casi no había podido aguantar las ganas de tomar una dosis de arena durante la interminable subida del ascensor hasta lo alto de Cord-Hislop. Claro que habría sido una muestra de gran estupidez drogarse antes de una entrevista tan importante —y peligrosa— como aquélla. Tenía una única oportunidad de convencer al Hombre Ilusorio de que Pel era un traidor. Si fallaba, probablemente no saldría vivo del edificio, lo que quería decir que no volvería a ver a Gillian nunca más.

—Respecto a la muerte de Pel, no puedo sino repetir lo que ya he dicho. Una o varias personas sin identificar, probablemente quarianos, entraron en el almacén. Imagino que ayudaron a escapar a los otros. La mayoría del equipo de Pel cayó en la huida. Durante el combate me escapé de mi celda y maté a Pel y a otro miembro de su equipo. Luego me puse en contacto con Cerberus.

El Hombre Ilusorio asintió de nuevo y se puso en pie lentamente. Su metro ochenta de estatura se inclinó sobre Grayson, que seguía sentado en el sillón.

—Paul —dijo suavemente desde lo alto—, ¿eres adicto a la arena roja?

«No mientas. No preguntaría si no lo supiera ya».

—No me drogué durante la misión. No alucinaba cuando disparé a Pel y no lo maté junto con su equipo para tapar un error mío por culpa de las drogas. Sólo hice lo que era necesario.

El Hombre Ilusorio se giró y dio un paso alejándose de él, mientras consideraba sus palabras. Sin volverse a mirarle, preguntó:

—¿Sientes afecto por Gillian?

—Sí —admitió—. Tanto como cualquier padre por su hija. Las instrucciones que tenía eran criarla como si fuera mía de verdad, y así lo hice. Era la única manera de que confiara en mí.

«Y ya sabías la respuesta a esa pregunta».

El Hombre Ilusorio se giró de nuevo hacia él, pero no se sentó.

—¿Has dudado alguna vez acerca de lo que hacemos en Cerberus, Paul? ¿Sientes conflictos sobre lo que hacemos con Gillian?

Grayson estuvo un momento callado, intentando formular su respuesta con cuidado. Al final no pudo encontrar la manera de contestar y evitar la pregunta, de manera que lo hizo tan honestamente como pudo.

—Me duele cada vez que pienso en ello —dijo, y luego añadió con convicción—, pero entiendo por qué es necesario. Entiendo cómo sirve a un bien mayor. Creo en nuestra causa.

El Hombre Ilusorio levantó una ceja sorprendido y torció la cabeza para mirar fijamente al hombre que tenía sentado enfrente o, mejor dicho, debajo.

—Tu antiguo compañero nunca me habría dado una respuesta tan sincera como la tuya.

Grayson no estaba seguro de si tenía que tomarse aquellas palabras como un cumplido o como un insulto.

—Yo no soy como Pel. Él hizo un trato con los Recolectores y traicionó a la Humanidad. Traicionó a Cerberus. Le traicionó a usted.

Grayson se sintió más aliviado cuando el Hombre Ilusorio se sentó de nuevo.

—No hemos tenido información alguna sobre la localización de tu lanzadera desde que abandonó Omega. Nadie la ha visto en ninguna estación espacial o colonia, ni en el espacio del Consejo ni en los sistemas Terminus.

—Creo que sé por qué —anunció Grayson y dejó escapar un suspiro, que ni él mismo se había dado cuenta de haber estado aguantando, antes de jugar su triunfo—. Creo que están escondidos en la flotilla quariana.

De nuevo, el Hombre Ilusorio levantó la ceja sorprendido.

—Tengo curiosidad por saber qué te ha llevado a esta conclusión tan poco probable.

No tenía ninguna buena respuesta. Su teoría estaba basada en unas pocas pruebas muy circunstanciales: la escopeta que había encontrado en el almacén, el prisionero del subterráneo y la certeza de que sabía dónde estaba Gillian.

—Instinto —respondió finalmente—. Me lo dice mi instinto. Los quarianos se han llevado a mi hija.

—Si lo han hecho —dijo su jefe— está fuera de nuestro alcance.

Grayson sacudió la cabeza, negando en silencio la conclusión del Hombre.

—He encontrado los informes de la misión de Pel en el almacén. Sé que recababa información para infiltrarse en la Flota Migrante y creo que eso es lo que atrajo al equipo de rescate quariano al almacén. Pero dejaron a uno de los suyos detrás; un prisionero al que Pel había torturado hasta el borde de la locura. Ese quariano me dio una frecuencia de transmisión y una frase que creo que es como una clave de paso. Los informes de Pel también mencionaban una nave quariana que había conseguido: la
Cyniad
. Creo que podemos transportar un equipo con la nave, y usar la frecuencia y la clave para meternos en la flotilla y rescatar a Gillian.

El Hombre Ilusorio no intentó negar el objetivo de la misión de Pel. En vez de ello, consideró el plan de Grayson, comparando los riesgos con los beneficios potenciales.

—Podría funcionar… si estás en lo cierto al pensar que los quarianos se han llevado a Gillian.

El Hombre se levantó de nuevo, pero esta vez el gesto parecía indicar el final de la entrevista, como si hubiera obtenido todo lo que esperaba de Grayson.

—Haré que nuestros agentes en los sistemas Terminus busquen cualquier información que pueda confirmar tu teoría. Si lo consiguen, enviaremos un equipo de extracción para rescatarla. Tenemos un contacto quariano en Omega que podría ayudarnos —añadió—. Le daré el código para ver si puede verificar su autenticidad.

Grayson había conseguido sólo la mitad de lo que esperaba de aquel encuentro: Cerberus iba a enviar tropas para rescatar a Gillian. Pero aquello no era suficiente; ya estaba harto de que otros controlaran la vida de su hija mientras él miraba desde la banda.

—Quiero formar parte del equipo de extracción.

El Hombre Ilusorio sacudió la cabeza.

—La misión requerirá precisión exacta y una ejecución impecable. El más mínimo error podría poner en peligro al equipo entero. Y me preocupa que tus sentimientos por Gillian puedan haber afectado a tu capacidad de juicio.

—Tengo que formar parte de ello —insistió Grayson—. Necesito recuperar a mi hija.

—Te doy mi palabra de que no le pasará nada —le aseguró el Hombre Ilusorio, con voz grave y tranquilizadora—. Haremos todo lo que sea posible para que no sufra daño alguno. Ya sabes lo importante que es para nosotros.

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