Cuando al fin se hizo visible el montacargas, no le sorprendió ver que O’Reilly, Shay y Lee seguían esperándole. Al ver a su comandante tambaleándose de un lado a otro como un muerto viviente, los tres salieron corriendo en su ayuda. Anderson estaba demasiado agotado como para poner reparos. Simplemente dejó resbalar a Dah de sus hombros hasta las manos de los dos soldados rasos, cogiéndola uno por debajo de los hombros y el otro por debajo de la cadera.
Al desprenderse de la carga perdió el equilibrio y casi se cayó, aunque O’Reilly estaba ahí para cogerle. Apoyándose en el cabo, logró dar los últimos veinte pasos que le separaban del montacargas antes de desplomarse en un rincón.
Las puertas se cerraron de golpe y el cajón comenzó el largo trayecto hacia la superficie. El trayecto distó mucho de ser tranquilo: el montacargas se movía a trompicones y los engranajes chirriaban y rechinaban. Nadie dijo nada, como si tuvieran miedo de que al hacer alusión a su precaria situación ésta pudiera empeorar. Anderson yacía donde había caído, jadeando y resoplando al intentar recobrar el aliento.
Cuando llegaron arriba y salieron en tropel hacia la seguridad de la superficie se había recuperado lo suficiente para poder hablar.
—Les dije que no me esperaran —reprendió a su equipo mientras regresaban a la
Hastings
; los soldados rasos seguían cargando el cuerpo inconsciente de Dah entre ambos—. Debería degradarles a todos un rango por haber desobedecido mis órdenes. —Hizo una pausa para dejar que la declaración hiciera efecto—. Eso, o recomendarles a todos para una medalla.
La teniente Kahlee Sanders era lista: una de las mejores especialistas en ordenadores y sistemas de la Alianza. Era atractiva: los soldados de la base siempre intentaban ligar con ella cuando no estaba de servicio. Era joven: a los veintiséis años, sabía que podía contar con al menos medio siglo de salud y otros tantos años productivos por delante. Y sabía que estaba al borde de cometer el mayor error de su vida.
Echó una mirada cautelosa por el bar, sorbiendo nerviosamente la bebida mientras se hundía cada vez más en su pequeño rincón procurando no llamar la atención. De estatura y constitución medianas, el único rasgo verdaderamente distintivo de Kahlee era una rubia melena que le llegaba hasta los hombros: un rasgo genéticamente recesivo, teniendo en cuenta que las rubias naturales casi se habían extinguido. Aunque su cabello era de un rubio oscuro con mechones tirando a castaño… y, en cualquier caso, seguía habiendo muchos humanos que se teñían de rubia. Normalmente, no destacaba entre la multitud. Eso facilitaba que aquí pasara inadvertida: el Agujero Negro estaba abarrotado.
La mayor parte de la clientela era humana, cosa que no resultaba sorprendente, teniendo en cuenta que el bar era un establecimiento selecto a corta distancia de los puertos espaciales de Elysium, la colonia mayor y más antigua del Confín Skylliano. Sin embargo, al menos una tercera parte de los clientes habituales estaba constituida por otras especies. Los batarianos eran los más numerosos; podía ver cómo sus estrechas cabezas se balanceaban sobre sus nervudos cuellos entre la multitud. Tenían unas fosas nasales de gran tamaño, narices grandes y triangulares que prácticamente estaban chafadas contra la cara, con la punta señalando directamente a sus finos labios, y la barbilla puntiaguda. Sus caras estaban recubiertas de un vello tan corto y fino que se parecía al suave terciopelo del morro de un caballo, a pesar de que les crecía con mayor grosor y longitud alrededor de la boca. Una tira plana y cartilaginosa a modo de cresta les recorría la superficie del cráneo y les bajaba por detrás del cuello.
Pero la característica más singular de la especie era, sin duda, el hecho de que poseía dos pares de ojos distintos. Un par estaba situado en unas cuencas amplias y huesudas que sobresalían de las esquinas de la cara, confiriendo a los cráneos una perceptible forma de diamante. El segundo par, situados a mayor altura, justo por debajo de la mitad de la frente, dos ojos de menor tamaño y más próximos entre sí. Los batarianos tenían la costumbre de mirar con los cuatro ojos simultáneamente, dificultando que una especie binocular supiera en qué par debían centrarse durante una conversación. La incapacidad de mantener el contacto visual resultaba desconcertante para la mayor parte de las especies y los batarianos siempre procuraban sacar provecho de esta ventaja en situaciones que tuvieran que ver con el regateo y las negociaciones.
Igual que la Alianza, el gobierno batariano estaba estableciéndose activamente en el Confín Skylliano, con la intención de afianzarse en una región madura para la expansión. Aunque, en la actualidad, el Agujero Negro también era la sede de otras especies alienígenas. Vio a varios turianos entre el público, con sus rasgos oscurecidos en gran medida por los duros caparazones tatuados que les cubrían el rostro y la cabeza como si fueran feroces máscaras paganas. Notó los rápidos y despiertos ojos de un grupo de salarianos que estaban en el otro extremo de la habitación. Un par de enormes krogan se asomaban entre las sombras, cerca de la puerta, custodiando la entrada como dinosaurios prehistóricos de pie sobre sus patas traseras. Unos cuantos volus rechonchos se contoneaban por la sala. Y la única asari, una camarera hermosa y etérea, se deslizaba sin esfuerzo entre la multitud, yendo de mesa en mesa mientras mantenía en equilibrio una bandeja repleta de bebidas.
Kahlee había llegado sola pero parecía como si todos los demás hubieran llegado en grupos. Se apoyaban sobre la barra, se apiñaban alrededor de las mesas altas, se arremolinaban sobre la pista de baile o se apretujaban contra las paredes. Todo el mundo parecía estar pasándoselo bien, riendo y charlando con los amigos, los colegas o los socios. A Kahlee le asombraba que pudieran oírse entre sí. El constante barullo de cincuenta conversaciones simultáneas se elevaba hasta el techo y caía estrellándose sobre ella como una ola. Procuró eludirlo hundiéndose aún más en su pequeño rincón.
Nada más llegar, pensó que la presencia de la multitud sería reconfortante. O que quizá pudiera perderse entre la anónima muchedumbre. Pero las bebidas del Agujero Negro eran tan fuertes como cabía esperar por su renombre y, a pesar de que estaba tan sólo a mitad de la segunda copa, sus sentidos comenzaban ya a embotarse ligeramente. Ahora había demasiado ruido y movimiento. Era incapaz de centrar la atención en lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Ninguno de los presentes tenía ningún motivo para sospechar de la joven que estaba sola en el rincón, aunque se encontró escudriñando la sala sin cesar para comprobar si había alguien observándola.
De momento, nadie había echado siquiera un vistazo en su dirección. No es que esa observación le reconfortara. Estaba en un aprieto y una paranoia alimentada por el alcohol no iba a hacer las cosas más fáciles. Kahlee dejó la bebida sobre una pequeña barra empotrada en una pared del bar e intentó poner sus ideas en orden y evaluar su situación.
Hacía dieciséis horas que había escapado sin permiso del complejo de investigaciones de Sidon. Marcharse de la base era una infracción menor; las cosas se agravaron cuando, ocho horas más tarde, dejó de presentarse al turno asignado. El incumplimiento del deber era lo bastante grave como para constar en su expediente. Y en cuatro horas más, su condición sería oficialmente de ANA —Ausencia No Autorizada—, un delito por el que podía ser sometida a un consejo de guerra, expulsada con deshonor e incluso encarcelada.
Kahlee cogió la copa medio llena y le dio un trago largo confiando en que el alcohol pudiera ayudarla a calmar sus acelerados pensamientos. Ayer, al partir, todo le había parecido tan sencillo. Tenía pruebas de que sus superiores en Sidon habían llevado a cabo investigaciones ilegales y estaba decidida a informar de ello.
Había cogido un transbordador que partía de la base; enseñó fugazmente un pase que había falsificado pirateando los archivos de seguridad confidenciales y llegó a Elysium unas cuantas horas después. En algún punto de ese trayecto, comenzó a tener dudas.
Con tiempo de sobra para reflexionar sobre las plenas consecuencias de sus actos, empezó a comprender que las cosas no estaban tan claras como había supuesto en un principio. No tenía la menor idea sobre cuánta gente de la base podría acabar implicada en una investigación formal. ¿Y si algunas de las personas con las que trabajaba, personas a las que consideraba amigos suyos, estaban de alguna manera involucrada? ¿De veras quería hacerles caer? Una parte de ella creía que lo que estaba a punto de hacer era un acto de traición.
Pero sus dudas iban más allá de la lealtad hacia sus compañeros del ejército: estaba corriendo un enorme riesgo respecto a su propia carrera. Tenía pruebas de que Sidon llevaba a cabo investigaciones muy alejadas del ámbito de los parámetros oficiales; pruebas que obtuvo comprometiendo ilegalmente archivos con acceso de alta seguridad, actuando nada más que sobre la base de sus sospechas iniciales y una disparatada intuición. Una intuición que resultó ser cierta aunque, técnicamente, toda su investigación hubiera sido un acto de traición contra la Alianza.
Cuanto más pensaba en ello, más se daba cuenta de que no tenía ni idea de dónde se había metido. No sabría decir si sus superiores actuaban en solitario o si no hacían más que obedecer órdenes de alguien situado más alto en la cadena de mando. ¿Qué ocurriría si les denunciaba a la misma persona que había ordenado inicialmente que se llevara a cabo la investigación ilegal? ¿Cambiaría las cosas o simplemente lo encubrirían sin más? Puede que estuviera echando a perder su carrera y arriesgándose a pasar una buena temporada en la cárcel para nada.
En realidad, si de verdad querían encontrarla, no sería demasiado complicado. En los registros figuraba que se había embarcado en un transbordador que se dirigía a Elysium con un pase falsificado. Aunque dudaba que la Alianza fuera a enviar a alguien tras ella. Al menos no hasta que llevara más de veinticuatro horas desaparecida y pasara a ser un delito penal. Aún le quedaba algo de tiempo para decidir qué hacer.
No es que unas cuantas horas más fueran a cambiar algo. Kahlee había estado dándole vueltas al problema desde que aterrizó. Estaba demasiado nerviosa para poder dormir, demasiado atemorizada para regresar a Sidon y enfrentarse a los cargos y demasiado asustada para seguir adelante. Iba de bar en bar, se tomaba unas cuantas copas y salía para despejarse. Temerosa de llamar la atención sin querer, nunca se quedaba demasiado tiempo en el mismo lugar. Su recorrido la llevó de un bar a un salón y de ahí a un club mientras confiaba en encontrar una inspiración repentina que resolviera el problema milagrosamente.
Echó un vistazo al vídeo-diario que pasaban por una pantalla situada en una pared al otro extremo del bar, la vista atrapada por una imagen familiar. Aunque no podía escuchar lo que se decía en la emisión, reconoció una foto de archivo del complejo de investigaciones de Sidon. Desconcertada, Kahlee arrugó la frente y entrecerró los ojos para intentar leer los caracteres que pasaban rápidamente rozando la parte inferior de la pantalla.
…
ATACADA BASE DE INVESTIGACIÓN DE LA ALIANZA
…
Alarmada, abrió los ojos de par en par y dejó la copa sobre la barra de golpe, derramando lo que quedaba de la bebida. Haciendo caso omiso de ello, salió de su pequeño rincón, se abrió paso a empellones entre la multitud, apartó despreocupadamente a codazos y empujones a los clientes habituales y se acercó lo bastante para poder oír las palabras del presentador.
—Al parecer, el complejo de investigación de Sidon ha sido víctima de un ataque terrorista. Los detalles son todavía imprecisos pero hemos recibido una confirmación oficial de fuentes de la Alianza.
Ansiosa por oír más, Kahlee siguió adelante y empujó a otro de los parroquianos, haciendo que se le derramara la bebida.
El hombre se volvió hacia ella, exclamando con gran enfado un «eh, mire por dónde…» que fue apagándose al reparar en que había sido una joven atractiva la que le había propinado el golpe.
Kahlee, con los ojos clavados en la pantalla que estaba sobre su cabeza, ni siquiera le pidió disculpas.
—El lugar de los hechos, a la espera de una investigación de la Alianza, sigue siendo de acceso restringido, motivo por el que no podemos ofrecerles ninguna imagen en directo…
El hombre miró a la pantalla, fingiendo interés con la esperanza de establecer una conexión con ella.
—Tienen que haber sido los batarianos —opinó prosaicamente.
El amigo con el que había estado hablando, deseoso de impresionar a la atractiva recién llegada se unió también a la conversación.
—La Alianza llevaba meses pronosticando algo así —dijo, adoptando sobre el asunto un tono de autoridad incuestionable—. Me lo explicó mi primo, que está en el ejército.
Kahlee le lanzó una mirada fulminante para que se callara. Una vez asegurado su silencio, se volvió hacia el vídeo justo a tiempo de pillar el final del reportaje.
—… no hay supervivientes. Pasando a otras noticias, el embajador humano de Camala convocó recientemente una conferencia de prensa para anunciar la firma de un nuevo convenio comercial…
No hay supervivientes. Las palabras dejaron a Kahlee consternada, aturdiéndola como si hubiera recibido un golpe fuerte en la parte posterior de la cabeza. Ayer mismo estaba en la base. ¡Ayer! Si no se hubiera escapado, ahora estaría muerta. La sala comenzó a escorarse hacia un lado y se dio cuenta de que estaba a punto de desmayarse.
El hombre al que había empujado la recogió mientras se tambaleaba, sosteniéndola cuando ésta intentaba resistirse al vértigo.
—Eh, ¿qué le ocurre? —Su voz traslucía una auténtica preocupación—. ¿Está bien?
—¿Mmm? —masculló Kahlee, sin enterarse siquiera de que un completo desconocido estaba aguantando la mayor parte de su peso. El hombre la ayudó a mantenerse en pie y después la soltó, aunque estaba preparado para saltar de nuevo por si se caía. Puso una mano sobre su brazo para reconfortarla o puede que para ayudarla a mantener el equilibrio.
—¿Conocía a alguien en la base? ¿Tenía amigos allí?
—Sí… esto… no —el exceso bebida, la falta de sueño y la conmoción por lo que había ocurrido en Sidon la habían incapacitado momentáneamente, aunque de nuevo empezaba a sentirse firme sobre sus pies. Su ágil mente estaba activándose: al fin se dio cuenta de todas las consecuencias de lo que acaba de ocurrir. Había desaparecido de una base de alta seguridad escasas horas antes de que ésta fuera atacada. No era únicamente una superviviente… ¡Ahora era también una sospechosa!