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Authors: Drew Karpyshyn

Tags: #ciencia ficción

Mass Effect. Revelación (29 page)

BOOK: Mass Effect. Revelación
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Al desafiar al Consejo durante su última visita había obtenido una victoria. Aunque, en su larga carrera como diplomática, había aprendido que las demostraciones de fuerza no eran el único modo de conseguir lo que uno quería. A lo largo de la galaxia conocida, la Alianza estaba adquiriendo fama por ser agresiva y polémica. Su proceder durante la última vez sin duda había reforzado ese parecer a ojos de los Consejeros. No obstante, hoy pretendía mostrarles una cara diferente de la Humanidad.

Al llegar a la cima de la torre, se bajó del ascensor, pasó junto a los ceremoniosos guardias de honor y ascendió por la escalera hacia el estrado del demandante. Un momento después los consejeros aparecieron de alguna parte por detrás de la tribuna alzada, al otro extremo de la cámara, y tomaron asiento moviéndose con una precisión formal y solemne.

Interpretar el lenguaje corporal de otras especies resultaba difícil, aunque era una habilidad que la embajadora se había esforzado mucho en desarrollar. Por su comportamiento rígido y formal podía intuir que esperaban que esta reunión fuera tan desagradable como la última. Sonrió para sus adentros. No estarían esperándose aquello. Cogerles desprevenidos le daría ventaja en las negociaciones.

—Bienvenida, embajadora Goyle —la saludó la consejera asari, una vez que estuvieron todos sentados y las proyecciones holográficas y los amplificadores de audio estuvieron conectados.

—Gracias por acceder a verme, consejera —respondió.

—A pesar de algunas de las discrepancias durante nuestra última audiencia sigue siendo un miembro de la Ciudadela —dijo de manera significativa el turiano—. Embajadora, jamás tomaríamos en consideración la posibilidad de negarle su derecho a una audiencia.

Goyle comprendió las sutiles implicaciones del tono y las palabras. No le guardaban rencor; estaban por encima de las disputas mezquinas. Eran totalmente justos e imparciales. Que hubieran accedido a verla, sólo demostraba que las especies del Consejo eran moralmente superiores a los humanos, más civilizadas.

—¿Cuál es el propósito de esta audiencia? —preguntó la asari, en un tono mucho más neutro. Aunque era posible que se sintiera tan superior como el turiano, a Goyle le pareció que ocultaba mucho mejor sus verdaderos sentimientos.

—Durante nuestra última reunión, usted dijo que era necesario que la Humanidad aprendiera a aceptar el concepto de la mutua coexistencia beneficiosa —señaló—. Hoy he venido aquí para demostrarles que sus palabras no cayeron en saco roto.

—¿Y cómo se propone hacer eso exactamente? —preguntó el salariano.

—He venido con un regalo para el Consejo.

—¿Embajadora, acaso cree que puede comprar nuestro favor? —le espetó el turiano.

Su reacción fue exactamente la que Goyle esperaba. Si lograba hacer parecer que eran ellos los que estaban siendo difíciles, sería más probable que cedieran a sus peticiones antes de que todo acabara.

—No pretendía ofenderles —se disculpó con humildad, mientras sonreía secretamente para sus adentros—. Esto no es un soborno, sino más bien una oferta desinteresada.

—Por favor, continúe —solicitó la asari. De los tres, era la que a Goyle le parecía más difícil interpretar. No por casualidad también era ella a quien la embajadora confiaba menos en poder manipular.

—Me doy cuenta de que la Humanidad ha cometido un error en Sidon, error que lamentamos profundamente. En un intento por reparar la falta, estoy aquí para ofrecer al Consejo copias de todos los archivos de investigación secretos de la base.

—Ésa es… una oferta muy generosa —contestó el salariano, tras dudar un instante—. ¿Puedo preguntarle por qué desea compartir dicha información con nosotros?

—Puede que nuestra investigación resulte útil para el resto de la galaxia. O quizá nos aproxime más a tener relaciones pacíficas con los geth.

—Creía que todos los archivos de la base fueron destruidos en el ataque —dijo el turiano, con desconfianza.

Goyle ya se lo esperaba. Probablemente pensaban que los archivos eran falsos o que, al menos, se habrían eliminado los datos confidenciales o que, de alguna manera, éstos habrían sido censurados. Aunque serían capaces de distinguir si estaban falsificados, así que, después de revisarlos, la embajadora decidió hacerlos públicos en su totalidad al Consejo. No había en ellos nada inculpatorio más allá de lo que ya sabían; en todo caso, los archivos mostraban con claridad que Qian había estado actuando fuera de las competencias de su autorización oficial, lo que eliminaba parte de las culpas de la Alianza.

—La teniente Kahlee Sanders, una superviviente de la incursión, hizo copias de los archivos antes de que Sidon fuese destruido.

Ahora que Qian estaba trabajando con los batarianos sólo tenía sentido hacer accesible su investigación a los principales expertos de las especies aliadas. Probablemente corresponderían ayudando a defender a la Alianza si los batarianos intentaban usar el trabajo de Qian para desarrollar tecnología IA para usarla en contra de la Humanidad. Además, los expertos de la Alianza que habían revisado los archivos le aseguraron que prácticamente toda la investigación seguía siendo teórica. Se tardarían años, quizá décadas, antes de que nada de ello condujera a alguna aplicación práctica.

Pero había una consideración aún más importante.

—Los archivos hacen mención de un desconocido componente de tecnología alienígena encontrado más allá de los límites del espacio de la Ciudadela —les informó Goyle.

—¿Qué clase de tecnología? —quiso saber el salariano.

—No lo sabemos —reconoció—. Evidentemente guarda alguna relación con la inteligencia sintética, aunque más allá de eso, Qian fue expresamente vago sobre los detalles. Por sus notas está claro que cree que es mucho más avanzado que cualquier cosa que haya sido desarrollada por ninguna especie actual.

—¿Es proteano? —preguntó la asari.

—Según las notas de Qian, no. Una vez más, no tenemos demasiados detalles. Pero hay algún indicio de que el doctor pensaba que podría ser utilizado en relación con los geth.

—¿Los geth? —preguntó rápidamente el salariano—. ¿De qué manera?

—No está claro. Quizá piense que le permitirá comunicarse con ellos de algún modo, o puede que incluso controlarlos. Sencillamente, no poseemos suficiente información para saberlo con certeza. Pero creemos que esta tecnología representa una amenaza legítima. No sólo para la Alianza sino para toda la galaxia.

—¿Y cree que quienquiera que atacara Sidon posee ahora esta tecnología? —preguntó el salariano.

—Es posible —dijo con algo de indecisión—. De hecho, no parece que haya estado nunca en Sidon. Las notas de Qian son un tanto… erráticas.

—¿Está diciendo que estaba mentalmente perturbado? —preguntó la asari.

—Existe alguna evidencia en ese sentido, sí.

—¿Tenemos siquiera la certeza de que dicha tecnología exista? —quiso saber el salariano—. ¿O vamos tras las falsas ilusiones de un loco?

—Si existe —les advirtió la embajadora—, no podemos arriesgarnos a ignorarla.

—Necesitamos encontrar a los responsables del ataque —estuvo de acuerdo el turiano—. ¡Antes de que la liberen en la galaxia!

—Deberían comenzar por Edan Had’dah. Un batariano de Camala. El teniente David Anderson, el hombre al que enviamos a investigar este asunto, cree que estuvo detrás de los ataques. Sus agentes podrían confirmarlo cuando les enviemos los archivos.

Hubo una corta pausa y las holografías se desconectaron momentáneamente mientras los consejeros mantenían una breve conferencia.

—Remitiremos esta información al espectro que está investigando el asunto —le informó el salariano una vez acabaron.

—El Consejo agradece que nos haya informado sobre esta cuestión —dijo la asari.

—La Alianza no desea estar en desacuerdo con el Consejo —explicó Goyle—. Aunque aún somos nuevos en el ámbito galáctico, estamos deseando mostrar nuestra buena voluntad para cooperar y convivir con las otras especies de la Ciudadela.

Por sus expresiones pudo ver que había conseguido ganárselos para su propia causa. Era el momento de atacar.

—Kahlee Sanders, la investigadora que escapó de Sidon, está ahora mismo escondida en Camala —continuó, moviéndose sin pausa de una súplica a un llamamiento que sabía que le concederían—. Tenemos motivos para creer que, mientras permanezca en ese mundo, su vida está en peligro. La Alianza querría hacer los preparativos para que una de nuestras naves aterrizara en Camala, en algún lugar fuera de los puertos espaciales, para recogerla y llevarla a algún lugar seguro.

—Es una petición razonable —dijo el turiano, tras considerarlo un momento—. El Consejo podrá arreglarlo con las autoridades batarianas para que lo autoricen.

—Hay una petición más que me gustaría formular al Consejo —añadió la embajadora Goyle, empleando una de las tácticas de negociación más básicas aunque también más efectivas: un pequeño sí, un gran sí. Conseguir que alguien accediera a una concesión menor establecía un tono de acuerdo y cooperación. Hacía más probable que fueran receptivos a cuestiones más importantes.

—El teniente Anderson, el agente de la Alianza que sacó a la luz la implicación de Edan, también está en Camala.

—¿También quiere que le evacuemos a él? —conjeturó el salariano.

—De hecho, nos gustaría que acompañase a su espectro cuando vaya tras Edan Had’dah.

—¿Por qué? —preguntó la asari. Goyle no supo si estaba siendo suspicaz o simplemente curiosa.

—Por diversas razones —reconoció la embajadora—. Creemos que el Dr. Qian puede seguir con vida. Si se le captura, nos gustaría que fuera extraditado a la Alianza para ser procesado por su papel en el asesinato de nuestra gente en Sidon. Y vemos esto como una oportunidad para que el teniente Anderson aprenda. La fama de los espectros es bien conocida; son los representantes del Consejo, los guardianes del espacio de la Ciudadela. Trabajar con su agente ayudará al teniente a comprender mejor los métodos que los espectros emplean para defender la paz y la estabilidad interestelar.

Vaciló brevemente antes de continuar, tomándose un momento para dar forma precisa a su siguiente argumento. Aquella petición, aunque era el propósito principal de la audiencia, podía fracasar. Y era probable que los consejeros ya se la estuvieran esperando.

—También confiamos en que su agente pueda evaluar el rendimiento del teniente Anderson en la misión. Si le va bien, quizá se le pueda tener en cuenta como aspirante a espectro.

—Admitir a alguien en los espectros es un proceso largo y complicado —protestó el turiano—. Los individuos deben dar pruebas de su valor durante años de ejemplar carrera en el servicio militar o en el cumplimiento de la ley antes de que puedan siquiera ser considerados para tal honor.

—El teniente Anderson ha servido en el ejército de la Alianza durante casi una década —les aseguró la embajadora—. Ha completado nuestro programa de operaciones especiales de élite N7 y ha obtenido numerosas menciones, medallas y honores de distinción en el cumplimiento del deber. Puedo poner sus registros a disposición del Consejo sin ningún problema.

—Los aspirantes deben pasar por un riguroso proceso de investigación —explicó el salariano, elevando otra objeción—. Normalmente implica la comprobación de antecedentes, evaluaciones psicológicas y un período prolongado de tutoría y adiestramiento práctico.

—No le estoy pidiendo que le admitan en los espectros —aclaró la embajadora—. Sólo que le permitan acompañar a Saren en esta misión y que le juzguen en función de su rendimiento para ver si tiene potencial.

—Su especie sigue siendo nueva en la galaxia —le explicó la asari, abordando al fin la cuestión a la que todos le estaban dando vueltas. Oficialmente, los espectros podían provenir de cualquier especie. Pero, casi de manera invariable, eran únicamente escogidos entre las especies del Consejo.

El prejuicio era fácilmente comprensible: dar a los individuos de una especie acceso directo al Consejo, junto con la autoridad para actuar fuera de los límites de las leyes galácticas cuando fuera necesario, otorgaba una importancia aparente a las especies de esos individuos. Aceptar a un humano en los espectros enviaría al resto de la galaxia el mensaje de que el Consejo consideraba que los humanos estaban al mismo nivel que los turianos, los salarianos y las asari. Eso no estaba muy lejos de la verdad, que era exactamente el motivo por el que la embajadora lo estaba reclamando ahora.

—Muchas especies han formado parte de la Ciudadela desde hace siglos pero nunca se ha extraído a un espectro de entre sus filas —continuó la asari—. Concederles esta petición a ustedes podría causar resentimiento entre ellos.

—Igual que debió de haber resentimiento entre ellos cuando los turianos fueron incluidos en el Consejo —replicó la embajadora Goyle.

—Aquellas fueron circunstancias excepcionales —terció el salariano, ofreciendo una defensa en favor del consejero turiano—. Los turianos contribuyeron decisivamente a acabar con la sublevación de los krogan. Se salvaron billones de vidas.

Y tenían una flota casi tan grande como la de las asari y los salarianos juntas
, añadió Goyle en silencio. Y dijo en voz alta:

—Durante nuestra última reunión me dijeron que la Humanidad debía estar dispuesta a sacrificarse por el bien del prójimo. Podría haber regateado por esta concesión con la información de Sidon, pero elegí dársela voluntariamente en aras del bien común. Ahora estoy ofreciéndoles la ayuda de uno de los mejores soldados de la Alianza para acabar con una amenaza que puede que hayamos contribuido a crear involuntariamente. Todo lo que pido a cambio es que consideren al teniente como un posible aspirante para los espectros.

No hubo una respuesta inmediata por parte del Consejo. La embajadora se dio cuenta de que seguían recelando de ella por sus acciones en la última reunión. Pero había un tiempo para la política arriesgada y un tiempo para la conformidad. Debía demostrarles que la Alianza estaba dispuesta a ponerse a ambos lados de la balanza.

—No les estoy exigiendo nada. No les estoy pidiendo que prometan ni que se comprometan a nada. Creo que esta experiencia beneficiará al teniente Anderson y a la Alianza. Creó que fortalecerá el vínculo de la Humanidad con el resto de la Ciudadela. Y creo de verdad que nos proporcionará una mejor comprensión de las obligaciones y las responsabilidades que debemos a la gran comunidad galáctica. No obstante, si rechazan esta petición, aceptaré de buen grado la sabiduría de su decisión.

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