El auto de su compañero de trabajo estaba estacionado en la puerta.
La luz de la habitación era tenue y la música lenta llegaba con muy poco volumen a sus oídos.
Él no había sido tan tonto. Desde que se enteró de que Alberto la llevaba a su casa todos los días después del trabajo temió que algo de esto pudiera pasar.
Con la soledad de la calle como único testigo, la llave de la casa de Anselmo se hundió en la chapa del auto y una línea de pintura saltada comenzó a dibujarse a lo largo de todo el vehículo.
Ella lo había dejado hacía seis meses. Al comienzo le había pedido un tiempo para analizar sus sentimientos, a lo que Anselmo se negó rotundamente: «Nosotros nos queremos, sé que sos la mujer de mi vida y si estás confundida ya se te va a pasar. Se te tiene que pasar».
Esas palabras de Anselmo despejaron toda duda en Liliana. No quería estar más con él.
A partir de entonces la vida de ambos fue un calvario.
Anselmo la contactaba todo el tiempo y por todos los medios disponibles, cuando no se presentaba personalmente. Sus cambios de estado de ánimo eran impredecibles. Un día aparecía llorando, otro día alegre, otro día con un regalo, otro día violento.
«Yo sé que me querés, no puede haber sido mentira todo lo que vivimos, necesito que hablemos, me debes una explicación… me debes… me debes…».
Él estaba convencido de que ella estaba en deuda. No había cumplido su promesa de amor eterno. Ni siquiera había dado las justificaciones necesarias para su alejamiento. Si él tenía la culpa de algo podía cambiarlo. Anselmo estaba seguro de que ella no tenía ningún derecho a dejarlo, a arruinarle la vida de esa forma. Estaba decidido a llegar hasta las últimas consecuencias para hacerla entrar en razones.
El sentimiento de amor que en determinado momento había existido en Liliana había mutado a temor, pasando primero por la lástima y el odio.
En cualquier momento él podía aparecer y hacerle un escándalo, o golpearla como lo había hecho ya en alguna oportunidad.
Si algo tenía claro Liliana era que nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia, volvería a tener una relación con su ex.
Anselmo se había convertido en un asediador.
Un asediador es un hombre que no tolera el abandono y que no se resigna a seguir su vida por un camino diferente al de la mujer que eligió separarse de él.
Un asediador no reconoce lo equivocado de su conducta. Cree fervientemente que está en su derecho a reclamar lo que le corresponde, lo que creía suyo.
Hay estadísticas que indican que más de la mitad de los asediadores amenazan a sus ex, un treinta por ciento las golpea y un dos por ciento las mata.
Cuántas veces leemos en los policiales de los diarios sobre «crímenes pasionales».
El crimen pasional no es una gran noticia y por eso no se le da la trascendencia de otros hechos. En un periódico tiene más espacio el aumento de la carne o el boom de turistas en la costa atlántica que el crimen de una ilustre desconocida a manos de otro desconocido en algún suburbio del Gran Buenos Aires.
«La policía afirma que podría tratarse de un crimen pasional», dice en algún lugar de la nota que da detalles sobre el crimen.
Tras leer esto pasamos a la sección deportiva y allí terminó la historia.
Por supuesto que hay diferentes grados de asedio. Dentro de esa categoría entran tanto el que le telefonea a diario como el que la tortura con cartas, e-mails, flores y llamadas perdidas a las cuatro de la mañana y hasta el que le clava un cuchillo en la garganta.
Si reconoces conductas tuyas que tienen que ver con el asedio, es bueno que sepas un par de cosas.
En primer lugar, mediante esos mecanismos de presión y acoso nunca vas a recuperar los sentimientos de una mujer.
En segundo lugar, vas a ser el primer perjudicado si no reconoces el problema y no buscas una solución que tenga que ver con la recuperación propia, la autoestima y la superación personal.
Probablemente no lo logres por tus propios medios. En ese caso el camino es pedir auxilio en forma inmediata a un profesional. No… no me refiero a un asesino a sueldo sino a un psicólogo que pueda ayudarte a canalizar esa energía en algo positivo para tu vida.
Anselmo no sólo no recuperó a su ex sino que además tuvo que pagar la pintura del auto de Alberto, quien tras ir a buscarlo a la salida de su trabajo le pidió amablemente que se hiciera cargo de esos gastos, no sin antes golpearlo hasta inmovilizarlo utilizando todas las técnicas aprendidas en el arte marcial en el que recientemente había obtenido su «Sexto Dan».
«Yo quiero enamorarla de nuevo como la vez anterior.»
«Quiero que volvamos y empezar nuevamente de cero.»
Son innumerables los casos en los que el hombre abandonado se plantea estas ideas. ¿Qué los lleva a pensar así?
Seguramente el hecho de que si una vez sucedió, puede volver a suceder.
Si ella era feliz amándonos, creemos que querrá volver a sentir esa felicidad.
Las infidelidades, las peleas por cualquier motivo que enturbiaron la relación, los celos y los conflictos que complicaron el buen funcionamiento de la pareja y llevaron a la ruptura parecen no tener solución de cara al futuro. Por eso la única salida posible es «empezar de cero».
La idea es perfecta.
En la película Volver al futuro II, Biff, el malo de la historia, en el año 2016 roba un libro de resultados deportivos, viaja en el tiempo y se lo entrega a sí mismo pero en el año 1950. Con este libro en su poder, el Biff de los años cincuenta se hace millonario y cambia la historia convirtiendo a su ciudad en un lugar caótico.
Esto es descubierto por Marty Me Fly y el Doc Emmet Brown al regresar al año 1985.
¿Cómo solucionarlo?
Lo primero que se le ocurre a Marty es viajar de inmediato al futuro e impedir que Biff robe el libro, pero el Doc le dice que si viajan al futuro desde ese punto llegarán a un futuro alternativo (el futuro de ese caótico presente), que se creó cuando el libro llegó a las manos del Biff de los años cincuenta, por lo que viajando al futuro no podrían solucionar nada.
La única forma entonces es viajar al pasado y evitar que el Biff del futuro le entregue el libro al Biff de los cincuenta. De esa manera no cambiaría la historia y todo seguiría su curso normal.
La idea era perfecta. Así como también dijimos que es perfecta la idea de «empezar de cero» una relación que ya llevaba bastante tiempo, que estuvo llena de problemas y que hasta probablemente se haya dado por terminada por una de las partes.
¿Qué necesitaron Marty y el Doc para llevar a cabo su plan?
Una máquina del tiempo.
¿Qué necesitan ustedes para «empezar de cero» con esa relación?
Lo mismo.
¿Tienen una máquina del tiempo a su disposición o la posibilidad de conseguir una a corto o mediano plazo?
Digo… de algún amigo que tenga una en el garage y no la use…
¿No?
Bueno, entonces olvídense del «empezar de cero».
De cero se empieza la primera vez. Borrar todo lo que sucedió en una relación y pretender que esa relación sea nueva es imposible.
Sólo se puede mirar hacia adelante. Las posibles soluciones a los problemas están siempre adelante, por el simple hecho de que no podemos ir hacia atrás.
Si le dejamos de gustar, o nos dejó de querer, o ahora le gusta otro y quiere a otro, no es algo que podamos solucionar con la mágica propuesta «empecemos de cero» y aquí no ha pasado nada.
Otro camino para «empezar de cero» sería hacer que ella pierda la memoria. Que al vernos no nos conozca y así poder iniciar todo nuevamente. Además, perdiendo la memoria tal vez se olvide de ese otro que nos está serruchando el piso.
No nos engañemos pensando en soluciones utópicas.
No hagamos que piense: «Pobre… este tipo quedó mal de la cabeza».
Lamentablemente hoy yo tengo más posibilidades de empezar de cero una relación amorosa con tu ex que vos. Al menos a mí nunca me dijo que conmigo no quería estar. ¿Podes recuperar esa relación?
Muy probablemente sí.
Pero no pierdas el tiempo en imaginar cosas irrealizables, y mucho menos en proponerlas.
Tanto en el proceso de recuperación de una ex novia como en el proceso de la propia recuperación luego de una ruptura, es importante tener en cuenta que «se avanza» o «se retrocede».
Como ya vimos, el procedimiento para alcanzar cualquiera de los dos objetivos es el mismo, pero es fundamental saber que nunca podemos estar estancados. O avanzamos o retrocedemos.
Muchas veces podemos sentir que «no hacer nada» es estar estancado. Entonces pretendemos avanzar «haciendo algo». Ese hacer algo probablemente nos haga retroceder.
Con respecto a la técnica de desaparecer, por ejemplo, muchos, refiriéndose a una novia que los abandonó, dicen: «Estuve desaparecido quince días, pero ayer no aguanté. Quería saber de ella y la llamé para ver cómo estaba».
Esos quince días de desaparición seguramente significaban un avance.
Tal vez ella estaba empezando a ver que lo estaba perdiendo y estuviera comenzando a replantearse si realmente quería alejarse de él. El llamado entonces hizo retroceder ese sentimiento en ella.
O tal vez ella estuviera perdidamente enamorada de su nuevo novio, entonces las posibilidades de volver con el ex eran nulas y ese llamado lo único que hizo fue retrasar la propia recuperación de nuestro hombre.
«No importa, ayer la llamé pero ahora desaparezco de nuevo.»
No sirve.
Estas cosas no se pueden hacer a medias.
Se hacen o no se hacen.
Se avanza o se retrocede.
Si estamos demostrando orgullo, autoestima, independencia y poder de recuperación, no podemos hacer un paréntesis en el proceso, tirar todo por la borda y arrancar de nuevo.
Si tenemos cuatro bolsas de harina de buena calidad y las mezclamos con una bolsa de harina de mala calidad, obtenemos cinco bolsas de harina de mala calidad.
Con un error de este tipo echamos por tierra todo lo que hicimos bien hasta ese momento.
Todo vuelve atrás y es más difícil volver a empezar. Porque ella ahora «sabe» que a pesar de que pasaron quince días y que temía que no estuviéramos necesitándola, en realidad seguíamos pendientes de ella, esperándola para cuando quisiera regresar.
Si al leer este libro fuiste entendiendo muchas cosas y estuviste de acuerdo con ellas, actúa en consecuencia.
No creas que tu caso es una excepción a la regla.
Muchos hombres son reincidentes en los errores. Piden y piden consejos pero luego van y hacen todo al revés. Son conscientes de sus errores pero no pueden evitar cometerlos una y otra vez. A ellos suelo darles el siguiente ejemplo.
Un tipo va al médico porque tiene tos.
El médico le dice que se cuide del frío y que tome una cucharada de jarabe Jarabil cada seis horas.
A los quince días el tipo va al médico y tiene más tos que antes.
El médico le dice: «Pero… ¿se cuidó del frío y tomó el Jarabil?»
Y el paciente responde: «Sí… del frío me cuidé… salvo el fin de semana que fui a patinar sobre hielo, pero fueron sólo dos días… ¿El jarabe? No… el jarabe no lo tomé».
Médico: «Bueno, mi amigo, si usted no hace lo que le digo va a seguir con tos. Ahora se le complicó más, por lo que va a tener que usar siempre bufanda y va a tener que tomar Jarabil, pero esta vez cada dos horas».
El tipo regresa a los quince días tosiendo como un hijo de puta.
Paciente: «Doctor, no sé qué pasa… hago lo que usted me dice pero cada vez estoy peor».
Médico: «¿Se cuidó del frío usando bufanda y tomó Jarabil cada dos horas?».
Paciente: «Sí… sí… del frío me cuidé… pero no usé bufanda… usé medias de lana. Y tomar cada dos horas el Jarabil no pude porque en la farmacia de la esquina no tenían, así que tomé cada tres horas una cucharada de licuado de banana».
Médico: «Bueno, mire… usted está en el horno… ¡ahora vaya y tome Jarabil cada una hora y métase en la cama!».
A la semana siguiente un familiar llama al médico y le dice que el paciente está en terapia intensiva.
El médico lo va a ver y el paciente casi sin poder hablar por la tos le dice: «Mire, doctor, me anoté en una competencia para batir el récord de 'permanencia sumergido en hielo'… estuve en una bañera llena de cubitos cinco días, pero bueno… usted me dijo que me metiera en la cama… y yo al menos estuve acostado».
Médico: «¿Consiguió el Jarabil al menos?».
Paciente: «Sí, lo conseguí, pero como la tapita estaba muy dura y no lo pude abrir me la pasé fumando y tomando whisky con hielo. Dígame, doctor, ¿cómo sigo ahora en esta nueva etapa?».
Vamos, vos podes.
Estoy seguro de eso.
Todos en el fondo llevamos un tipo orgulloso, que se quiere a sí mismo, que no se deja humillar por nadie.
Algunos lo llevan más en el fondo que otros, es cierto, pero está. Sólo hay que saber mirar para adentro y descubrirlo.
Vos no sos la excepción.
Mirate al espejo.
Date un beso.
Amígate con vos mismo.
Rácete la gamba.
Tene la seguridad de que ella no es la persona más importante del mundo.
La persona más importante del mundo sos vos.
Y con vos… no se juega.
Muchas veces escuché la frase «esa mujer vale la pena».
¿Vale realmente la pena?
Tomamos esta expresión como una frase hecha sin detenernos a pensar en qué significa su contenido.
Me gustaría analizar un poco qué estamos diciendo al decir «vale la pena».
Valer: tener algo a determinado precio.
Pena: tristeza, aflicción, dolor.
Si al decir «vale la pena» nos referimos a una nueva casa, seguramente estamos queriendo decir que si bien el precio de venta es algo elevado y hay algunos arreglos para hacerle antes de mudarse, el inmueble tiene las comodidades buscadas y está bien ubicado. Por lo tanto vale «la pena» que nos provocan el precio y los arreglos por hacer.
Si nos referimos a una mujer, la situación puede cambiar radicalmente.
¿De qué pena hablamos?
Si nos referimos a la «pena» que nos provoca algo externo, como por ejemplo el largo viaje que tenemos que realizar para verla, es una cosa.