Mis rincones oscuros (54 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Biografía

BOOK: Mis rincones oscuros
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Esbozaron la escena de la llegada. El taxi se detuvo. El niño se apeó. El agente le dijo que su madre estaba muerta. Entre treinta y cuarenta personas observaban.

Filmaron la escena una y otra vez. El mundo comenzó a dar vueltas. Yo era el chico del taxi, media vida atrás. La gente me señalaba y agitaba la mano.

Filmaron una escena doméstica en la cocina de mi antigua casa. La cocina estaba decorada al estilo de los años cincuenta. Mi madre llevaba un uniforme blanco. Yo iba vestido igual que en la escena anterior. Mi madre me llamaba a la cocina y me decía que tomase la cena. Yo me dejaba caer en una silla y no le hacía caso. Era todo pura comedia televisiva. Bill dijo que deberían haberme tomado contemplando el vestido de mi madre.

Hicimos un alto para el almuerzo. Llegó un camión con el servicio. Un tramoyista dispuso en el jardín delantero de la casa de Geno Guevara una mesa para veinte. Llegaba hasta la calle, y algunos gamberros del barrio se llevaron los platos y a punto estuvieron de arruinar la fiesta.

Me senté al lado de una perfecta desconocida. Envié una plegaria a la pelirroja. «Esto es por ti», le dije.

28

La fiesta terminó. Regresé a casa. Estaba previsto que nuestro reportaje se emitiera el 22 de marzo del 96.

Bill y yo densificamos al máximo nuestras entrevistas. Hicimos hincapié en Airtek. Insistimos en el apellido de soltera de mi madre y en que Jean era diminutivo de Geneva. Nos habíamos convertido en verdaderos profesionales. Hablábamos en bytes de sonido. Aquélla era nuestra oportunidad de estimular y provocar a una amplia audiencia con detalles perfectamente precisos y expuestos con sencillez.

Ella estaba allí fuera. Noté su presencia. Pasé un mes sereno pero expectante. Perdí de vista a la Rubia y al Hombre Moreno. Ella estaba allí fuera. Habría gente que llamaría para decir que la conocía.

Bill estaba otra vez en el condado de Orange. Trabajaba con Joe Walker. Buscaban nombres. El programa nos proporcionaría ahora una cantidad de nombres sin precedentes. Nombres de gente de la zona. Nombres de todo el país. Nombres de informantes y posibles nombres del Hombre Moreno y de la Rubia. Nombres que verificar y contrastar con los registros criminales. Nombres que contactar y que descartar y que revisar y comparar con otros y que dejar de lado como el producto de una mente lunática.

Nombres.

De sus ex amantes. De sus ex colegas. De sus ex confidentes. De la gente que había visto fugazmente su plan de huida. Nombres.

Bill estaba preparado para recibirlos.

Le dio trabajo a Joe Walker: Comprueba los registros oficiales. Sigue los rastros documentales y busca en los bancos de datos. Llévanos de Tunnel City a El Monte.

Joe se ofreció a comprobar los registros de matrimonios y divorcios. Bill dijo que él se ocuparía de repasar los listines telefónicos. Añadió que deberíamos ir a Wisconsin. Respondí que todavía no. Él quería que insistiese en reclamar lo mío. Yo prefería sondear los nuevos nombres que recibiéramos y reforzar mi posición.

Vi el programa en casa. Bill lo siguió desde la centralita telefónica del estudio. Louie Danoff lo acompañó y juntos aguardaron con algunos policías que aparecían en otros reportajes.

La sala de comunicaciones recordaba el centro de control de una base espacial. Una decena de telefonistas se ocupaban de las llamadas y, simultáneamente, introducían los datos en sus ordenadores. Al instante los agentes podían leer en las pantallas y atender las llamadas urgentes por los auriculares. Los comunicantes no tardaron en aparecer. Estaban viendo el programa, habían reconocido a algún sospechoso, a algún ser querido o a algún antiguo conocido… Algunos llamaban porque determinado reportaje había tocado su fibra sensible o los había sacado de sus casillas.

Seguí el programa con Helen. El reportaje sobre Jean Ellroy tuvo un éxito arrollador. Fue el mejor programa desde el espectáculo en directo de Robbie Beckett. El narrador era Robert Stack. Cuando lo vi solté una carcajada. Yo había hecho de cadi para él unas cuantas veces, en Bel-Air. Las dramatizaciones eran explícitas. El director conseguía un equilibrio adecuado. Comprendía la demografía del espectador. El asesinato era espantoso y nada más. No ofendía a la gente de edad ni afectaba indebidamente a posibles comunicantes. Yo era un buen hombre. Bill, también. Robert Stack insistió en la conexión Airtek. El reportaje proporcionaba la información debida. La imagen que se ofrecía de mi madre y del Hombre Moreno era la adecuada. Todo se relató en términos sencillos y ajustados a la verdad.

Los teléfonos sonaron.

Llamó un hombre de Oklahoma City, Oklahoma. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a un tipo llamado Bob Sones. Bob había matado a su esposa, Sherry, y se había suicidado. Fue a finales del 58. El suceso se produjo en North Hollywood. Llamó un hombre de Centralia, Washington. Dijo que el Hombre Moreno era su padre. Éste medía dos metros, pesaba ciento veinte kilos y siempre llevaba encima una pistola y un montón de munición. Llamó un hombre de Savage, Minnesota. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a su padre, que por aquella época vivía en El Monte. Era un tipo violento, jugador y mujeriego, y había cumplido condena en la cárcel. Llamó un hombre de Dallas, Texas. Dijo que el Hombre Moreno le resultaba familiar. Se parecía a un antiguo vecino suyo. El tipo tenía una esposa rubia y conducía un Buick blanco y azul. Llamó un hombre de Rochester, Nueva York. Dijo que el Hombre Moreno era su abuelo. Sus abuelos vivían en una residencia. El hombre nos dio la dirección y el número de teléfono. Llamó una mujer de Sacramento, California. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a un médico de la ciudad. El médico vivía con su madre, detestaba a las mujeres y era vegetariano. Llamó una mujer de Lakeport, California. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a su ex esposo. Siempre andaba detrás de alguna falda. En ese momento no tenía ni idea de dónde se encontraba. Llamó una mujer de Fort Lauderdale, Florida. Dijo que su hermana había sido asesinada. Añadió que leía muchas novelas policíacas. Llamó una mujer de Covina, California. Dijo que su hermana había sido violada y asesinada en El Monte. Había sucedido en 1992. Llamó un hombre de Huntington Beach, California. Dijo que quería hablar con Bill Stoner. Bill se puso al aparato. El hombre colgó. Llamó una mujer de Paso Robles, California. Dijo que el Hombre Moreno le resultaba familiar. En 1957 había conocido a un tipo que se ajustaba a la descripción. Quería sexo. Ella se negó. Él dijo que tenía deseos de matarla. Por entonces el tipo vivía en Alhambra. Llamó un hombre de Los Ángeles. Dijo que su abuela conocía a Jean Ellroy. Eran amigas. Su abuela vivía en el condado de Orange.

La telefonista le hizo señas a Bill de que se acercara. Éste observó la pantalla del ordenador. La telefonista dijo al comunicante que aguardase un momento, por favor. El hombre colgó.

Llamó la mujer de la Dalia Negra. Dijo que su padre había matado a Jean Ellroy y a la Dalia Negra. Llamó una mujer de Los Ángeles. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a su padre. Había muerto en agosto del 58. Llamó una mujer de Los Ángeles. Dijo que la Rubia le resultaba familiar. A finales de los años cincuenta había conocido a una pareja. El marido era italiano; la mujer, rubia. Él trabajaba en un campo de tiro de misiles. Ella, en un estudio de danza. Él se llamaba Wally; ella, Nita. Llamó una mujer de Phoenix, Arizona. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a su difunto tío. En 1958 el hombre vivía en Los Ángeles. Llamó una mujer de Pinetop, Arizona. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a un chico moreno que ella conocía. En 1958 el chico moreno tendría dieciséis años. Llamó una mujer de Saginaw, Michigan. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a su ex esposo. Se había esfumado del mapa. No tenía ni idea de dónde se encontraba. Llamó una mujer de Tucson, Arizona. Dijo que era psicóloga. Añadió que James Ellroy estaba muy enfadado y que revivía la muerte de su madre como un modo de autocastigarse. Que no lo hacía por ella. Que se sentía culpable y necesitaba tratamiento. Llamó una mujer de Cartwright, Oklahoma. Dijo que el Hombre Moreno se parecía al ex marido de su madre. El hombre la había violado y había intentado asesinar a su madre. Era un demonio. Era camionero. Conducía Buicks. Recogía mujeres y se mofaba de su madre. La comunicante ignoraba si el hombre aún vivía. Llamó una mujer de Benwood, Virginia Occidental. Dijo que cuando tenía seis años un hombre los había seguido, a ella y a su hermano, en Los Ángeles. Tenía el cabello oscuro y la dentadura en buen estado. Conducía un camión. Le había quitado la ropa, la había acariciado y la había besado. Varios años más tarde lo vio en un concurso de televisión. Quizá fuese el programa de Groucho Marx. Llamó una mujer de Westminster, Maryland. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a un tipo llamado Larry. Resultó que Larry tenía cuarenta años. El Hombre Moreno podía ser su padre. Llamó un hombre de New Boston, Texas. Dijo que el tío de su esposa se había trasladado a Texas en el 58. Respondía a la descripción del Hombre Moreno. Sometía a abusos sexuales a los niños. Había muerto diez años atrás. Estaba enterrado en Comway, Arkansas.

Reunimos la información. Anotamos bromas e insinuaciones. El programa iba dirigido a un público hogareño. Advertimos algunos traumas familiares. No llamó nadie de Airtek. No llamaron ex policías. No llamaron ex amantes, ex colegas o ex confidentes. Los Wagner no llamaron. El único tipo que dio algún dato de interés colgó. Me sentí como si hubiera recibido una azotaina por tonto. Allí estaba yo, impaciente y cabreado, esperando junto al teléfono a que llamase una mujer especial. O la que fuera.

El productor dijo que tendríamos más llamadas. Bill tenía todas las notas sobre las ya recibidas y los números a los que se podía telefonear. Comprobó la pista de Bob y Sherry Sones. No consiguió encontrar antecedentes del caso. Llamó a la mujer de Paso Robles y hablaron del tipo moreno de Alhambra. Era demasiado joven, no podía tratarse de nuestro hombre. La pista no era buena. Ninguna de las que recibimos lo era.

Llegaron más. Bill y yo las recibimos vía Oficina Federal. Llamó un hombre de Alexandria, Virginia. Dijo que el Hombre Moreno se parecía a su hermano. Su hermano medía casi un metro noventa y era delgado. Cumplía condena en la prisión estatal de Chino. Llamó un hombre de Española, Nuevo México. Dijo que había vivido en El Monte en 1961. El Hombre Moreno le resultaba muy familiar. Llamó una mujer de Jackson, Misisipí. Dijo que su padre había cumplido condena en Alcatraz por matar a alguien en 1958. Tenía tatuajes en el antebrazo derecho y le faltaba el dedo índice de la mano diestra. El hombre había intentado matar a la madre de la comunicante. Conducía un Chevrolet azul. Volvió a llamar la mujer de la Dalia Negra. Dijo que su padre había matado a las dos: a mi madre y a la Dalia Negra. Llamó una mujer de Virginia Beach, Virginia. Dijo que conocía al Hombre Moreno. Trabajaba en el centro comercial Lynn Haven, en Lynn Haven, Virginia.

Llamó una mujer de La Puente. Su nombre era Barbara Grover. Explicó que Ellis Outlaw había sido su cuñado. Ellis estaba casado con Alberta Low Outlaw. Ambos habían muerto ya. Barbara Grover había sido esposa del hermano de Alberta, Reuben. Éste se parecía al Hombre Moreno. Era un borracho y un pervertido. Siempre rondaba por el Desert Inn. Murió asesinado en Los Ángeles en 1974.

Bill llamó a Barbara Grover. La mujer le dijo que Reuben solía matar las horas en el Stan's Drive-In. En una ocasión se había sometido a una operación quirúrgica de mastoides que le había dejado el rostro anguloso como el del tipo moreno.

Bill se reunió con Barbara Grover. La mujer le contó que había conocido a Reuben Low en 1951. Él tenía veinticuatro años; ella, dieciséis. Reuben salía con su madre, pero la dejó y empezó a salir con ella. Se casaron el 10 de mayo del 53. Su madre fue a vivir con ellos. Reuben se acostaba con su madre. Reuben las maltrataba. Reuben compraba coches y se olvidaba de pagar los plazos. Reuben era brutal. En una ocasión había intentado matarla con una botella de cerveza. Le gustaban las armas y los coches. Acosaba a las mujeres. Tenía gustos sexuales extraños. Continuamente llegaba a casa con arañazos en la cara. Detestaba trabajar. En ocasiones, se encargaba de llenar máquinas expendedoras. Había perdido la última falange del dedo índice de la mano derecha en un accidente laboral. Barbara dejó a Reuben a principios de los años sesenta. Diez o doce años después, lo mataron. Entonces vivía en South Los Ángeles. Volvía a casa de una tienda de licores. Dos chicos negros le robaron y lo rajaron.

Reuben nunca dijo que hubiese matado a una mujer. Los Outlaw jamás le dijeron a Barbara que Reuben hiciera tal cosa. Quizá matase a Jean Ellroy. Quizá los Outlaw lo supieran. En ese caso era incluso probable que estuviesen protegiéndolo.

Barbara Grover le enseñó una foto a Bill. Reuben Low, de joven, se parecía al Hombre Moreno si a éste se le quitaban algunos años. Tenía una expresión ruda y su pinta no era la de un hispano. La falta de la falange resultaba muy visible.

Bill llamó a la Brigada de Homicidios del DPLA. Un amigo consiguió el expediente de Reuben Low. La fecha de defunción era 27/1/74. Los autores de la muerte fueron capturados y condenados.

Bill y yo hablamos de Reuben Low. Apunté que Margie Trawick debía de haberlo conocido. Era un asiduo del Desert Inn. Y tenía una deformidad. Bill dijo que Hallinen y Lawton probablemente le hubiesen echado el guante y luego lo hubiesen soltado por falta de pruebas. Lo tachamos de nuestra lista de sospechosos. Y era el único nombre de la jodida lista.

Nos llegó otro informe vía Oficina Federal. Había llamado un hombre de Somerset, California. Se llamaba Dan Jones y decía que en 1957 trabajaba en Airtek. Conocía a mi madre. Le gustaba. Tenía una foto de ella.

Bill telefoneó a Dan Jones. Éste explicó que en Airtek Jean utilizaba el apellido Hilliker. Señaló que había dejado la empresa a principios de 1958. Nunca había hablado con la policía. Ignoraba con quién salía Jean.

Le dio algunos nombres a Bill, quien consultó las bases de datos estatales. Encontró a once personas de Airtek en el sur de California.

Dan Jones me envió cuatro instantáneas en color. Viajé hacia atrás en el tiempo hasta las Navidades del 57.

La fiesta de Navidad en Airtek.

Todo el mundo bebía. Todo el mundo fumaba. Todo el mundo se lo pasaba en grande. Mi madre aparecía en una foto.

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