Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (51 page)

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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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Tuyo es el poder, tuyo es el reino, Señor. Encima estás de todos los reyes y a ti se entregan todos los reinos del cielo y la tierra.Y de ese modo el reino que de ti recibí y goberné por el tiempo que Tú, por tu libre voluntad quisiste, te lo reintegro ahora.Te pido que acojas mi alma, que sale de la vorágine de este mundo, y la acojas con paz.

Fernando se despojó del manto y la corona. Se tendió en el suelo. Vestido con un simple sayal, se sometió a la ceremonia de la penitencia recibiendo la ceniza sobre su cabeza. Al mediodía del día siguiente, 27 de diciembre de 1065, moría Fernando 1 después de haber reinado veintisiete años, seis meses y doce días. Fue enterrado en el panteón real de San Isidoro bajo este epitafio:

Aquí está enterrado Fernando Magno, rey de toda España, hijo de Sancho rey de los Pirineos y Tolosa. Trasladó a León los cuerpos santos de san Isidoro arzobispo, desde Sevilla, y de Vicente mártir, desde Ávila, y construyó esta iglesia de piedra, la que antes era de barro. Hizo tributarios suyos, con las armas, a todos los sarracenos de España. Se apoderó de Coímbra, Lamego,Viseo y otras plazas. Se adueñó por la fuerza de los reinos de García y Vermudo.

Alrededor de la tumba, los hijos de Fernando pensaban ya en sus propios destinos.Y junto a uno de esos hijos, Sancho, meditaba un joven guerrero: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.

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LA ESPAÑA DEL CID

La guerra de los tres Sanchos

Una maldición eterna de todo testamento es que nunca deja contento a todo el mundo. Pasó con el de Sancho el Mayor, fuente de interminables conflictos, y también iba a pasar con el de Fernando 1 de León y Castilla. Después de la muerte del rey, en 1065, vamos a ver una larga serie de luchas en el seno de la cristiandad española. Con el enemigo musulmán sometido, todos los reinos cristianos aplican sus energías a ampliar sus propios dominios… en pugna con el reino vecino. Pronto veremos a los hijos de Fernando disputando entre sí.

Pero antes de que esto pase, hay otro pleito territorial que reclama nuestra atención. El escenario: la franja nororiental de Castilla o, si se prefiere, la franja occidental de Navarra, es decir, Álava y el norte de Burgos, tierras largamente deseadas por unos y otros. Nuestros protagonistas son tres reyes. Tres primos. Tres Sanchos. Los tres se llamaban así por su abuelo común, el rey Sancho el Mayor de Navarra.Y por eso la guerra que ahora librarán será conocida como «guerra de los tres Sanchos».

Nuestro primer Sancho es el de Castilla, que es quien despierta las hostilidades. Sancho II de Castilla, Sancho el Fuerte o Sancho elValiente: hijo de Fernando de León, ha heredado el solar castellano y el derecho a cobrar las parias de Zaragoza. Una herencia dificil, porque, por un lado, Castilla sigue siendo un territorio de contornos difusos, y por otro, Zaragoza no quiere pagar. En este momento Sancho de Castilla tiene treinta años. Es un tipo de temperamento guerrero y muy poco dado a las componendas. Está casado con una dama extranjera llamada Alberta, seguramente inglesa, y de quien la historia sólo ha guardado un primoroso sello personal: una flor en círculo, cada uno de cuyos pétalos porta una letra del nombre de la reina, Alberta. La preocupación fundamental de Sancho, en este momento, es sólo una: hacerse con las tierras de Castilla que aún están bajo la corona navarra.

Para eso tendrá que vérselas con nuestro segundo Sancho, Sancho Garcés IV, rey de Pamplona y Nájera. Hijo de García el de Nájera y de la dama francesa Estefanía de Foix, este Sancho navarro había llegado al trono con sólo catorce años (recordemos: cuando murió su padre en la batalla de Atapuerca). Desde entonces había gobernado sobre un reino próspero, primero auxiliado por su madre, en solitario, después. El horizonte político de Navarra, en este momento, tenía tres puntos de atención: uno, mantener el control sobre los territorios que Castilla ambicionaba en Álava y Burgos; el segundo, sacar el mayor partido posible de las parias de Zaragoza; el tercero, llevarse bien con el vecino del este, Aragón. La primera y la segunda cuestiones le enfrentaban necesariamente a Sancho de Castilla. La tercera le aproximaba al otro Sancho, el de Aragón.

Y éste es, en efecto, nuestro tercer Sancho: Sancho Ramírez, rey de Aragón, hijo de Ramiro LA Sancho le hemos seguido de cerca en nuestro relato: le hemos visto tomando el relevo de su padre bajo los muros de Graus y conduciendo la cruzada de Barbastro. Los intereses de Sancho Ramírez, en este momento, están muy alejados de la problemática castellano-navarra: lo que Aragón quiere es extenderse hacia el sur y ganar cuantas tierras sea posible hacia el valle del Ebro.Y si es posible, sacar tajada también de las parias de Zaragoza. Pero precisamente esto le pone en conflicto con Castilla. ¿Quién es el enemigo fundamental de Aragón? La taifa zaragozana de al-Muqtadir. ¿Y quién es el protector de al-Muqtadir? Castilla, que además pretende quedarse con todas las parias de Zaragoza. Castilla ya ayudó a al-Muqtadir cuando los aragoneses quisieron tomar Graus. Sancho de Aragón no puede ver a los castellanos como amigos.

Éste es el paisaje general. A partir de aquí, podemos reconstruir los pasos del conflicto. Sancho, flamante rey de Castilla, empieza a hostigar las tierras del occidente navarro. Quiere recuperar La Bureba y las tierras de Oca. Conforme a los usos medievales, el de Castilla reta al navarro a resolver sus pleitos mediante riepto, es decir, un procedimiento que evitará llegar a un conflicto generalizado. El riepto podía revestir varias formas: un torneo entre caballeros escogidos de cada bando, una batalla en un punto concreto, o incluso un desafio singular entre dos alféreces, uno de cada ejército. Esta última será la fórmula escogida.

El principal caballero de Castilla se enfrentará al principal caballero de Navarra. El alférez de Pamplona se llama Jimeno Garcés; el de Castilla, Rodrigo Díaz de Vivar. El objeto concreto del pleito: el castillo de Pazuengos, clave para el control de Montes de Oca. Rodrigo Díaz de Vivar vence en el combate. Pazuengos pasa a dominio castellano.Y el vencedor, Rodrigo, será conocido a partir de ese momento como el maestro del campo de batalla, el Canipi Doctor el Campeador.

No fue el único enfrentamiento armado en esta querella de los Sanchos, y los demás no serán tan elegantes como este duelo en riepto. Para empezar, el de Castilla quiere asegurarse el cobro de las parias de Zaragoza. Parece que el rey de Zaragoza quiso aprovechar la muerte del poderoso Fernando para hacerse el remolón y poner a prueba al heredero de Castilla. Así Sancho II se dirige contra la taifa de al-Mugtadir, cerca la ciudad y plantea sus exigencias. El alarde debió de ser lo suficientemente impresionante como para que al-Muqtadir recapacitara. Pero aquí no acaba la cosa. Inmediatamente después, Sancho de Castilla decide hacer una incursión en el Ebro riojano. Es entonces cuando el Sancho navarro pide ayuda al Sancho aragonés. Los castellanos han llegado hastaViana. Las tropas de Aragón acuden en socorro de Pamplona, hacen frente a los castellanos y les obligan a volver grupas. Era septiembre del año 1067.

Sancho de Castilla había perdido aquella batalla en torno a Viana, pero el resultado global de la operación no era malo. De hecho, se apresuró a explotar el relativo éxito de sus acciones. Para empezar, restauró bajo su patrocinio la diócesis de Oca, lo cual venía a ser como marcar el territorio castellano frente a la poderosa diócesis navarra de Nájera.Y los disputados territorios de La Bureba y Pancorbo, aquellos que un día dejaron de ser Castilla para ser Navarra por la herencia de Sancho el Mayor, terminarían volviendo a la órbita castellana.

Hasta aquí, la guerra de los tres Sanchos.Y a partir de aquí, nada seguro se puede decir. Las interpretaciones de los historiadores divergen mucho. ¿Por qué? Porque los relatos sobre este episodio son bastante posteriores y no hay documentación suficiente que acredite los hechos. En realidad no hay nada que demuestre que el dominio castellano sobre La Bureba y Pancorbo empezara a hacerse efectivo en ese momento. En cuanto a la guerra en cuestión, si es posible llamarla tal, tampoco nadie puede atribuirse una victoria clara.

¿Y por qué es importante entonces la «guerra de los tres Sanchos»? Ante todo, porque pone de relieve la ausencia de una política común entre los reyes cristianos. Algo que seguramente será una evidencia para quien esté siguiendo nuestro relato, pero que conviene subrayar para entender exactamente todo lo que ocurrió antes y, sobre todo, después.Además, la guerra de los tres Sanchos es importante porque nos demuestra hasta qué punto había caído el antiguo poder musulmán: salvo episodios sonados —y aislados—, como la recuperación de Barbastro, en aquel momento la España musulmana era incapaz de oponer la menor resistencia militar a la potencia cristiana. Por eso los moros terminarán llamando en su socorro a los poderosos almorávides del norte de África.

Pero para esto aún quedaban algunos años.Y si la guerra de los tres Sanchos no llegó a más fue porque, en ese preciso instante, se incendiaban las pasiones en León. La reina Sancha de León, viuda de Fernando, acababa de fallecer en 1067. Los hijos de Fernando y Sancha no tardarán en entrar en disputa por la herencia. Veremos a los tres hermanos, Alfonso, Sancho y García, peleando por un quítame allá esas parias. E incluso las hermanas, y en particular Urraca, meterán la cuchara en este conflicto, que terminará adquiriendo aspecto de tragedia medieval.

Los hijos de Fernando: empieza la guerra civil

Siete años de guerra civil son muchos años.Y aunque las guerras civiles del siglo xi no eran, por lo general, tan catastróficas como las modernas, el episodio no va a dejar de alterar el mapa de la cristiandad. Reconstruyamos el paisaje. Fernando 1 de León ha muerto en 1065. Ha repartido el reino entre sus hijos: Galicia y Portugal para García, León para Alfonso, Castilla para Sancho. Durante estos primeros años, nada parece alterar la paz del reino. Pero dos años después muere la reina viuda, Sancha de León, y entonces las rivalidades entre los hijos afloran.

De entre esas rivalidades, hay una que iba a ser decisiva para la historia de España: la que opone a Sancho, el de Castilla, el primogénito, con Alfonso, el de León. Podemos suponer que, en vida de su madre, no se atrevieron a llegar a mayores. Pero ahora, muerta Sancha, el conflicto era inevitable. ¿Por qué? Eso es lo que vamos a ver ahora.

A Sancho de Castilla ya hemos podido conocerle bien: lo hemos visto junto a su padre en Zaragoza y después, en solitario, teniéndoselas tiesas con sus primos de Navarra y de Aragón. Como primogénito del rey, parece claro que también tenía aspiraciones sobre la corona leonesa. Pero vayamos ahora a los otros hermanos.Y empecemos por Alfonso, el nuevo rey de León: un Alfonso VI que es probablemente uno de los personajes más debatidos de la Edad Media española.

Alfonso era el segundo hijo de Fernando. La opinión común es que, en tanto que tal, no tenía derecho a heredar la corona leonesa, que hubiera debido corresponder al primogénito Sancho, y si Alfonso la obtuvo fue por ser el favorito de su padre. Otros, por el contrario, sostienen que no, que Fernando legó Castilla a Sancho no como una herencia menor, sino precisamente por ser su primogénito, ya que Castilla, recordémoslo, era la propiedad original de Fernando, mientras que León le había correspondido por su matrimonio con Sancha. Fernando, aplicando el derecho navarro, transmitió al primogénito lo que era suyo, su propiedad, o sea, Castilla, y el resto lo repartió entre los demás hijos. Puede parecer una cuestión menor para nuestro relato, pero no lo es: retengamos el dato, porque será importante para entender todo cuanto pase a partir de ahora.

Alfonso tenía un temperamento muy distinto al de su hermano Sancho: más político y menos guerrero, más europeizante y menos tradicional. En él aparece con claridad la gran diferencia entre la mentalidad leonesa y la castellana: el perfil propiamente leonés se corresponde con la idea imperial, donde el rey se ve a sí mismo como superior jerárquico de los demás reyes españoles (moros incluidos), y también se caracteriza por una concepción feudal de la estructura interior del reino, concepción que en ese momento, hay que subrayarlo, era el modelo predominante en Europa. Esa europeidad de Alfonso se va a ver con claridad en sus sucesivos matrimonios: de los cinco que contraerá a lo largo de su vida, cuatro serán con damas europeas.Y por el mismo espíritu, Alfonso, en materia de liturgia religiosa, terminará sustituyendo el rito mozárabe, que era el tradicional español, por el rito romano.

En el momento de nuestro relato, año de 1067, Alfonso es un joven de veintisiete años que acaba de arreglar su matrimonio con Ága ta de Normandía, hija del rey de Inglaterra. La novia muere antes de formalizar el compromiso, y entonces Alfonso mira hacia otro lugar: Aquitania, el predio del poderoso duque Guillermo el Conquistador, el mismo que había participado en la cruzada de Barbastro. Guillermo tiene una hija casadera: Inés, de unos quince años. Ella será la reina de León.

Ya hemos retratado a Alfonso. Volvamos ahora a Sancho. Sancho es rey de Castilla. Según el derecho navarro, donde el rey lega al primogénito el reino de su propiedad, eso es lo justo. Pero según el derecho visigodo, que era el tradicional en la corte leonesa, las cosas no eran así: según la tradición goda de Asturias y León, el rey debía legar al primogénito el conjunto de su reinado y, en cualquier caso, el título principal de soberanía, que era precisamente el título imperial leonés. Así que Sancho piensa, o quiere pensar, que no sólo tiene derecho al Reino de Castilla, sino que además le corresponde el Reino de León.Y sin el menor problema de conciencia, así se lo expone a su hermano.

¿Ambición o derecho? Hay opiniones para todos los gustos. La Crónica de Jiménez de Rada lo juzga así:

Sancho, digno sucesor y heredero de la crueldad goda, empezó a sentir sed de la sangre de sus hermanos y a ambicionar más de lo normal los reinos de éstos, siendo su obsesión que a sus hermanos y hermanas no les quedara nada de lo que su padre les había dejado, sino que, codicioso, fuera él solo el dueño de todo.

Jiménez de Rada escribió mucho después de los hechos, pero seguramente este juicio recoge un clima bastante extendido en la opinión leonesa. Desde un punto de vista castellano, por el contrario, la ambición de Sancho era en realidad la expresión de un ideal histórico: recuperar la idea unitaria visigoda, un solo reino cristiano en España.

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