Muerto Para El Mundo (6 page)

Read Muerto Para El Mundo Online

Authors: Charlaine Harris

BOOK: Muerto Para El Mundo
5.64Mb size Format: txt, pdf, ePub

Algo había puesto a Jason de un humor de perros y me pregunté si vendría acompañado de alguien. A punto estuve de abrir la puerta. Pero dudé. Al final, sintiéndome como una traidora, me volví hacia Pam. Le indiqué en silencio el camino hacia la puerta trasera, haciendo un inequívoco gesto de abrir y cerrar que de ningún modo podía confundir. Tracé un círculo en el aire con el dedo —"Da la vuelta a la casa, Pam"— y señalé en dirección a la puerta principal.

Pam asintió y atravesó el vestíbulo en dirección a la parte posterior de la casa. Ni siquiera le oí los pies pisando el suelo. Asombroso.

Eric se alejó de la puerta. Chow se puso delante de él. Aprobé su gesto. Era exactamente lo que tenía que hacer un subordinado.

En menos de un minuto, oí a Jason gritar quizá a quince centímetros de distancia de donde yo estaba. Di un salto para apartarme de la puerta, sorprendida.

Dijo Pam:

—¡Abre!

Abrí la puerta y me encontré a Jason acorralado por Pam. Lo levantaba del suelo sin ningún esfuerzo, pese a que él pataleaba con todas sus fuerzas.

—Estás solo —dije, con una sensación de alivio dominando mis demás emociones.

—¡Por supuesto, maldita sea! ¿Por qué la has enviado para que me cogiera? ¡Suéltame ya!

—Es mi hermano, Pam —dije—. Déjalo en el suelo, por favor.

Pam dejó a Jason en el suelo y él se volvió en redondo para encararse a ella.

—¡Escúchame, mujer! ¡No vayas por la vida acercándote tan sigilosamente a la gente! ¡Tienes suerte de que no te diera un buen golpe!

Pam parecía estar pasándoselo en grande de nuevo, e incluso Jason se quedó sin saber qué hacer. Tuvo el detalle elegante de sonreír.

—Aunque me imagino que me habría costado —admitió, recogiendo las bolsas que había soltado. Pam le ayudó—. Es una suerte que me vendieran la sangre en botellas de plástico —dijo—. De lo contrario, esta encantadora dama habría pasado hambre.

Sonrió a Pam cautivadoramente. A Jason le encantan las mujeres. Con Pam, Jason estaba en desventaja, pero tenía la intuición necesaria para saberlo.

—Gracias. Y ahora tienes que irte —le solté de forma seca. Le cogí las bolsas de plástico. Él y Pam seguían mirándose. Ella estaba echándole mal de ojo.

—Pam —dije enseguida—. Pam, es mi hermano.

—Lo sé —dijo muy tranquila—. ¿Tienes alguna cosa que contarnos, Jason?

Había olvidado que cuando Jason había llamado a la puerta parecía muy impaciente.

—Sí —respondió, incapaz de apartar sus ojos de la vampira. Cuando se volvió hacia mí, vio a Chow y se quedó perplejo. Era lo bastante sensato como para tenerle miedo—. ¿Sookie? —dijo—. ¿Estás bien? —Avanzó un paso hacia el interior de la casa y me di cuenta de que la adrenalina que le quedaba después del susto que le había dado Pam empezaba de nuevo a bombear en su organismo.

—Sí. Todo va bien. Son sólo amigos de Eric que han venido a ver cómo está.

—Pues entonces será mejor que vayan a quitar todos esos carteles de "Se busca" que hay por ahí.

La frase llamó la atención de todo el mundo. Jason estaba encantado.

—Hay carteles en Wal-Mart y en Grabbit Kwik, y también en Bottle Barn, y por toda la ciudad —dijo—. Ponen "¿HA VISTO A ESTE VAMPIRO?" y explican que ha sido secuestrado y que sus amigos están ansiosos por tener noticias de él. La recompensa que dan por una pista confirmada es de cincuenta mil dólares.

No lo procesé demasiado bien. Estaba pensando a qué venía aquello cuando Pam lo captó.

—Esperan que alguien lo vea para atraparlo —le dijo a Chow—. Les funcionará.

—Deberíamos ocuparnos de él —añadió él, haciendo un ademán en dirección a Jason.

—No se te ocurra ponerle la mano encima a mi hermano —le avisé. Me interpuse entre Jason y Chow. Ansiaba disponer de una estaca o un martillo, o lo que fuese para impedir que aquel vampiro tocase a Jason.

Pam y Chow me miraron con su inquebrantable atención. A mí no me resultó adulador, como le había resultado a Jason. Para mí era mortífero. Jason abrió la boca dispuesto a hablar —notaba la rabia apoderándose de él, el impulso de enfrentarse a los vampiros—, pero le agarré la muñeca con fuerza, refunfuñó y dije:

—No digas nada. —Y, milagrosamente, me hizo caso. Parecía intuir que los acontecimientos avanzaban a enorme velocidad y hacia una dirección complicada—. Tendrás que matarme también a mí —dije.

Chow se encogió de hombros.

—Menuda amenaza.

Pam no decía nada. Si tenía que elegir entre los intereses de los vampiros y ser mi amiga... Me imaginé que tendríamos que cancelar lo de quedarse a dormir en mi casa para que le hiciese un recogido con trenza francesa.

—¿De qué va todo esto? —preguntó Eric. Su voz sonaba mucho más fuerte—. Explícamelo... Pam.

Pasó un minuto en el que la situación estuvo pendiente de un hilo. Pam se volvió entonces hacia Eric y debió de sentirse bastante aliviada por no tener que matarme allí mismo.

—Sookie y este hombre, su hermano, te han visto —le explicó—. Son humanos. Necesitan el dinero. Te delatarán a las brujas.

—¿Qué brujas? —dijimos al unísono Jason y yo.

—Gracias, Eric, por meternos en toda esta mierda —murmuró Jason inmerecidamente—. Y ¿puedes soltarme ya la muñeca, Sook? Eres más fuerte de lo que pareces.

Era más fuerte de lo que me correspondía porque había bebido sangre de vampiro recientemente..., la de Eric. Los efectos durarían en torno a tres semanas, quizá más. Lo sabía por otras experiencias.

Por desgracia, había necesitado aquella fuerza adicional en un momento bajo de mi vida. El vampiro que estaba envuelto ahora en el albornoz de mi antiguo novio había donado esa sangre cuando yo estaba gravemente herida.

—Jason —dije en voz baja, como si los vampiros no pudieran oírme—, contrólate, por favor. —Era lo más aproximado que podía decirle a Jason para que entendiera que por una vez en su vida tenía que ser inteligente. Se sentía demasiado orgulloso de tontear con el peligro.

Muy despacio y con cautela, como si en la estancia hubiera un león enjaulado, Jason y yo nos sentamos en el viejo sofá que había a un lado de la chimenea. Aquello sirvió para enfriar la situación un par de grados. Después de un momento de duda, Eric se sentó en el suelo y se acomodó entre mis piernas. Pam se instaló en la punta del sillón abatible, en el lugar más próximo a la chimenea, y Chow decidió seguir de pie cerca de Jason (en lo que calculé era la distancia necesaria para poder lanzarse al ataque). La atmósfera se destensó un poco; aunque ni mucho menos fuera relajada, ya suponía una mejora significativa con respecto a lo que se había vivido momentos antes.

—Tu hermano tiene que quedarse a oír esto —dijo Pam—. Da lo mismo que no quieras que se entere. Tiene que saber por qué no debe intentar obtener ese dinero.

Jason y yo movimos afirmativamente la cabeza. No estaba en posición de echarlos de casa. Espera un momento, ¡sí que podía! Podía decirles a todos que la invitación para venir a verme estaba rescindida; abrirían la puerta y se largarían por arte de magia. Sin darme cuenta, estaba sonriendo. Rescindir una invitación resultaba extremadamente satisfactorio. Lo había hecho en una ocasión; había echado de patitas a la calle a Bill y Eric, y me había gustado tanto hacerlo que había prohibido la entrada a cualquier vampiro conocido. Noté, sin embargo, que mi sonrisa se esfumaba a medida que reflexionaba más sobre el tema.

Si cedía a mi impulso, tendría que quedarme encerrada en casa todas las noches del resto de mi vida, porque volverían al anochecer, y a la noche siguiente, y a la otra, hasta que acabaran conmigo porque estaba escondiendo a su jefe. Miré a Chow echando chispas por los ojos. Estaba segura de que toda la culpa era de él.

—Hace unas cuantas noches, estando en Fangtasia —explicó Pam—, nos enteramos de que acababa de llegar a Shreveport un grupo de brujas. Nos lo dijo una humana, a quien le gusta Chow. No sabía por qué nos interesó tanto esa información.

No parecía una amenaza tan grande. Jason se encogió de hombros.

—¿Y qué? —dijo—. Vosotros sois todos vampiros. ¿Qué mal puede haceros un puñado de chicas vestidas de negro?

—Los brujos y las brujas de verdad pueden hacerles muchas cosas a los vampiros —dijo Pam, con notable moderación—. Esas "chicas vestidas de negro" en que estás pensando no son más que fantoches. Los brujos de verdad pueden ser mujeres u hombres de cualquier edad. Son formidables, tremendamente poderosos. Controlan fuerzas mágicas y nuestra existencia está basada en la magia. Al parecer, a este grupo le sobra... —Hizo una pausa, tratando de encontrar la palabra adecuada.

—¿Energía? —sugirió Jason.

—Sí, le sobra energía —admitió Pam—. Aún no hemos descubierto qué es lo que las hace tan fuertes.

—¿Y cuál es su objetivo en Shreveport? —pregunté.

—Buena pregunta —dijo Chow—. Muy buena pregunta.

Le miré con el ceño fruncido. No necesitaba para nada su aprobación.

—Querían..., quieren hacerse con el negocio de Eric —dijo Pam—. Los brujos quieren dinero, como todo el mundo, y pretenden hacerse con el negocio u obligar a Eric a que les pague para que le dejen tranquilo.

—Dinero a cambio de protección. —Un concepto familiar para cualquier espectador televisivo—. ¿Y cómo pueden obligarte a dárselo? Vosotros sois muy poderosos.

—No tienes ni idea de los problemas que puede llegar a dar un negocio cuando los brujos quieren una parte del pastel. Cuando nos reunimos con ellos por vez primera, sus líderes, un equipo formado por un hermano y una hermana, nos lo explicaron con detalle. Hallow nos dijo muy claramente que podía maldecir nuestro trabajo, estropear nuestras bebidas alcohólicas y hacer tropezar a los clientes en la pista de baile para que nos demandaran, eso sin mencionar los problemas de fontanería. —Pam levantó los brazos, asqueada—. Las noches se convertirían en una verdadera pesadilla, a lo mejor hasta el punto de que Fangtasia perdiera todo su valor.

Jason y yo nos miramos con cautela. Naturalmente, los vampiros dominaban el negocio de los bares, pues es el negocio nocturno más lucrativo, y estaban de moda. Estaban metidos en tintorerías abiertas toda la noche, en restaurantes abiertos toda la noche, en cines abiertos toda la noche..., pero el negocio de los bares era el más rentable. Si Fangtasia cerraba, la economía de Eric sufriría un grave golpe.

—Así que quieren dinero a cambio de protección —dijo Jason. Había visto la trilogía de El Padrino quizá cincuenta veces. Pensé en preguntarle si quería dormir con los peces
[1]
, pero Chow parecía inquieto y me abstuve de hacer el comentario. Estábamos los dos a un pelo de una muerte desagradable y sabía que no había cabida para el humor, sobre todo para un humor que casi no lo era.

—¿Y cómo fue que Eric acabó corriendo por la carretera en plena noche, sin camisa y descalzo? —pregunté, pensando que había llegado la hora de pasar a cuestiones prácticas.

Mucho intercambio de miradas entre los dos subordinados. Bajé la vista hacia Eric, que seguía sentado apoyado contra mis piernas. Parecía tan interesado en la respuesta como nosotros. Su mano rodeaba con firmeza mi tobillo. Me sentía como su salvavidas.

Chow decidió coger el relevo en la narración.

—Les dijimos que teníamos que hablar entre nosotros sobre su amenaza. Pero anoche, cuando fuimos a trabajar, una de las brujas menores nos esperaba en Fangtasia con una propuesta alternativa. —Se le notaba algo incómodo—. Durante la reunión inicial, la jefa del aquelarre, Hallow, dio muestras de desear a Eric. Una pareja de este tipo se ve con muy malos ojos entre brujos, lo que es comprensible, pues nosotros estamos muertos y la brujería es supuestamente una cosa muy..., muy orgánica. —Chow escupió la palabra como si fuera algo pegado a la suela de su zapato—. Naturalmente, la mayoría de los brujos nunca harían lo que aquel grupo de brujos pretendía hacer. Esta es gente atraída por el poder, más que por la religión que hay detrás de él.

Interesante, pero lo que me apetecía era escuchar el resto de la historia. Y lo mismo pensaba Jason, que hizo un gesto con su mano, como diciéndole "continúa". Estremeciéndose, como si acabara de despertarse de sus ensoñaciones, Chow prosiguió la narración.

—La bruja jefe, esa tal Hallow, le dijo a Eric, a través de un subordinado, que si salía con ella siete noches sólo le exigiría una quinta parte del negocio, no la mitad.

—Debes de tener buena reputación —le dijo mi hermano a Eric, dejando entrever un reconocimiento sincero. Eric no consiguió esconder su expresión de satisfacción. Se alegraba de oír que estaba hecho un Romeo. Cuando al instante siguiente levantó la vista para mirarme, lo hizo de un modo ligeramente distinto, y tuve una sensación de horrible inevitabilidad, como cuando ves que tu coche empieza a rodar cuesta abajo (aunque tú jures que has dejado puesto el freno de mano) y sabes que no hay manera de subirte a él y echar el freno, por mucho que lo intentes. El coche acabará chocando contra algo.

—Aunque algunos pensamos que haría bien aceptando, nuestro amo se negó —dijo Chow, lanzando a "nuestro amo" una mirada poco cariñosa—. Y nuestro amo estimó conveniente rechazar la propuesta de un modo tan insultante que Hallow lo maldijo.

Eric parecía avergonzado.

—¿Por qué demonios rechazaste un trato así? —preguntó Jason, perplejo de verdad.

—No me acuerdo —dijo Eric, acercándose un poquito más a mis piernas. Y ese poquito más era lo máximo que podía acercarse. Se le veía relajado, pero sabía que no lo estaba. Notaba la tensión en su cuerpo—. No sabía mi nombre hasta que esta mujer, Sookie, me lo dijo.

—¿Y qué hacías en el campo?

—Tampoco lo sé.

—Desapareció de donde estaba —dijo Pam—. Estábamos sentados en el despacho con la joven bruja, y Chow y yo discutíamos con Eric sobre su negativa. Y de pronto desapareció.

—¿Te suena de algo, Eric? —le pregunté. Me sorprendí alargando la mano para acariciarle el pelo, como haría con un perrito acurrucado contra mí.

El vampiro estaba confuso. Aunque el inglés de Eric era excelente, de vez en cuando el idioma le desconcertaba.

—¿Recuerdas algo al respecto? —insistí—. ¿Tienes algún recuerdo?

—Nací en el momento en que corría por la carretera, en la oscuridad y con aquel frío —dijo—. Hasta que me encontraste, tengo un vacío.

Explicado así, sonaba aterrador.

—Esto no nos da ninguna pista —dije—. No puede ser que sucediera de repente, sin previo aviso.

Other books

Caroline by Cynthia Wright
Broken by Zena Wynn
Night Bird's Reign by Holly Taylor
Shaping Fate by Payeur, Kayla
The Bell Bandit by Jacqueline Davies
Redeeming Love by Francine Rivers
A Wanton Tale by Paula Marie Kenny