Authors: Carmela Ribó
La ventana de tu alcoba, ¿da a un jardín? Lo imagino algo exuberante, antiguo, un punto demasiado vegetal, ¿quizá algo descuidado, más por voluntad ecológica que por abandono de cuidadora? La imagen de los caracoles que se cuelan por tu ventana me autoriza a imaginar tantas cosas. Ese bicho miserable y tentacular, el caracol, acaso te ve perfumarte cuando te crees sola, antes de dormir, ¿o solo te perfumas cuando vas a recibir a alguien?
Ya es tarde y debo terminar esta carta para que te llegue pronto. No sé cuánto tarda una carta en cruzar el océano. Por cierto, ayer te escribí otra que espero hayas recibido, la que comienza «Discreto rechazo». ¿O fue antes de ayer? Qué más da. El tiempo… cada vez lo domino menos. No hagamos que una carta sea respuesta de la otra. Escribamos libremente.
Otros besos en las mejillas, si no me autorizas a más.
Concha.
Seis horas después:
Dear
Caracola:
Hummm, esa visita de Alcobaca (no encuentro la letra apropiada en mi teclado para la cedilla!), qué delicia, de tu mano. Algún día, espero. Mi hada madrina (todos tenemos una) me dice que todo eso habrá de venir y que es lo que he estado esperando porque nací para ti.
Indagué en Internet y leí una versión de la historia de don Pedro y doña Inés de Castro. Y vi la efigie mutilada. Me he detenido pensando en la ternura del ángel que le sostiene la cabeza y mira al cielo. Pensé también, quién sabe, si no sabría ya de antes… Es tan moderno con esa línea tersa. Me recuerda la elipsis de una nave espacial. Bueno, no es que no me importara la reina, es que, en la foto, el ángel tiene un primer plano… Voy a investigar un poco más, al menos, a buscar información un poco más seriamente.
¿Cómo vas con tu dieta? Tengo una preguntita (porque es muy tonta): vos usás
jeans
o pantalones cortados por el sastre? Yo uso vaqueros casi siempre. Y muy ajustados por parecer más flaca. Antes no me gustaban, porque los encontraba como ásperos, pero ahora los hacen con otras fibras más flexibles y son muy cómodos. En verano ando el día entero con vestidos muy largos. Y uso pamela también, por aquí el sol es muy recio (por la capa de ozono y todo eso). y aunque no soy tan blanca como las rubias, no lo tolero bien.
Releyendo esta carta (porque tengo que borrar las demasiadas comas que pongo y otras sandeces), parecería que hoy estoy triste o desencantada. No es así. Solo estoy dialogando con Conchita. Contándole mis menudos pesares y alegrías. Aunque ella no me escuche y esté tan lejos y ocupada con otras cuestiones. Mi vida es dulce, dulcísima. Tan sencilla y retirada como conviene a mis deseos. Y sin embargo…
Yo no sé bien cómo llegamos a estas alturas. (Cómo llegamos, amiguita, de la «estimada amiga» y «muy cordiales saludos» a este disimulado ejercicio erótico y literario?). No quiero ser provocativa, ni ofrecerte mundos que no son más reales que aquel Dorado de mis diecisiete, te acordás? Pero no dejes de escribirme, amiga, porque también a mí tus cartas me alegran el día.
A pesar de este ruego, yo no voy a escribirte más, pero no te ilusiones: será solo hasta el viernes que viene! Quiero que descanses de mí y acaso también intento probar si es posible extrañarse. Será posible extrañar a alguien a quien no se conoce?
Amor, te he estado haciendo ayurveda hace tres días. Y me he sentido feliz cuando en tus cartas me ponías que te sentías mejor y hasta poseída de una agitada felicidad. Bueno, cierto que tu vida es muy bella, Concha, atareada en las cosas que te hacen feliz y junto a una familia que, aunque la conozco solo por tus comentarios, me parece igualmente adorable. Con eso alcanza y sobra para la dicha de cualquier mujer. Pero, de todos modos, la energía divina parece sentarte bien… Te aclaro algo: si bien es cierto que no podemos enviar energía sanadora sin el consentimiento de la persona, es igualmente cierto que un ayurvedasta puede tratar a sus seres amados, pareja e hijos, sin que medie consentimiento alguno. Solo porque el amor, cuando es correspondido, lo autoriza. De todos modos, nunca te envío energía divina sin antes pedirle a tu Yo Superior que me conceda la gracia de permitirlo. Me dirás que cómo obtengo la respuesta. Pues es bien sencillo: pido a la Inteligencia Suprema que si estás de acuerdo (en un nivel del alma) aceptes la energía. Y si por alguna razón no lo quisieras, que esa energía que envío permanezca en tu aura, sin tocarte, hasta que estés dispuesta a recibirla. Así que, ya ves que no hay manera de violar tu albedrío, ni tus convicciones. No te me vayas a enojar, Conchita, por estas cosas de tu princesa. Podrías hacer de cuenta que es lo mismo que rezar un Rosario para pedirle a la Virgen que te cuide. En realidad, es exactamente lo mismo. La misma petición guiada por el amor que busca el amparo del Eterno y desea la dicha de los seres queridos. Te diré algo más: cuando hacemos ayurveda a otros, la misma energía divina actúa en el canal que la imparte. Será por eso que yo también me he sentido especialmente dichosa estos días. Es la maravilla de la economía celeste: lo que das, vuelve. Ya sé que mi amor no cree en estas cosas… pero si no te cuento cómo soy y en las cosas que creo, cómo podrías hacerte una idea de las muchas aristas de tu princesa? Ni se te ocurra rezongarme solo porque oro por vos, mi dueña. De todos modos, lo seguiría haciendo, porque te amo y porque yo vivo gran parte de mi día en medio de una oración continua. Orar es para mí hablar con Dios y buscar su presencia en mi vida. Ya te he contado de estos rituales… Paciencia, mi adorada, los dioses te someten a prueba con esta mística de tu enamorada…
Concha de mi alma, me fui del tema.
Ahora solo quiero contestar a tus preguntas atrasadas. Sí, tomo solo jugos y frutas cuando quiero purificarme o cuando necesito hacer dieta. Es muy refrescante, se toman una o dos frutas cada par de horas y, a la mañana siguiente, tenés un kilo menos. A veces más. También se puede tomar agua sin burbujas y tisanas las que quieras. Mejor si es agüita santa! La piel queda muy linda y suave, porque se hidrata y nutre con las frutas. Es algo para hacer uno o dos días no más, porque, en primer lugar, no hay cuerpo que resista la tentación de mandarse un bocadito de queso crema, y en segundo, porque es medio agobiante: no está permitido extralimitar las ingestas en cantidad o calidad y tampoco pueden pasar más de dos horas sin comer un alguito. Entonces una anda mirando el reloj a cada rato, porque no funciona si te pasás en los tiempos. La explicación es demasiado compleja para mí, pero tiene que ver con los niveles de azúcar en la sangre, la curva de insulina (ay, no me acuerdo si era insulina…) y también con la química del metabolismo: parece que el cuerpo invierte más calorías en procesar una manzana sola (por ejemplo) que los nutrientes que obtiene de ella. Con lo cual, una se siente llenita, pero adelgaza. Si, por el contrario, pasamos más de dos horas sin tomar un alimento ligero, el organismo, que es muy ahorrativo y va siempre a lo sencillo, tomará para su energía de cualquier lado, menos de las grasas. A estas las deja para lo último, porque son difíciles de procesar y porque por algo son reservas… Bien, así me curo cuando me siento mal de la panza. Y cuando me siento verdaderamente mal, algunas veces, entonces hago un día de ayuno total, solo tomando agua, y listo: a sentirse plena otra vez. Estas cosas las empecé a practicar cuando era adolescente, porque trataba de vivir como un yogui… Aunque es muy difícil practicar el Hata Yoga cuando se vive en Occidente. En fin, te adelanto que, aunque medio angustiosas, son muy buenas estas recetas, sobre todo si uno entrena para faquir.
Hoy se ha hecho sentir el buen tiempo. Un cielo divinamente limpio, temperaturas razonables que permiten prescindir de los abrigos de lana. Ya saqué mis sandalias de glamurosos tacos altos y hoy me fui muy Chanel, con unos zapatitos de piel lamentablemente natural (cuando los compré, aún no era una furibunda activista). Pero son tan suaves! Ideales para una bibliotecaria que ha de estar mucho tiempo de pie y ha de subirse también a la escalera para alcanzar los estantes más altos. Se combina con pantalón de pana y camiseta también de riguroso negro. Todo muy ajustado, tipo Morticia Adams. (Es para parecer más flaca). Vistas las últimas tendencias, veamos qué nos dice nuestra experta en terapias alternativas.
Ya te envío esta carta, no quiero demorarla más porque no pienses que no te escribo. En realidad, no hago otra cosa que pensar en vos… Y te amo con toda el alma, Concha.
Laura.
Dos horas después:
Lauri querida:
Orlov, el amante de Catalina de Rusia, una vez le regaló un anillo con una orla interior inscrita que decía
Tutto a te mi guida
. «Todo me conduce a ti». El mismo mensaje se lo envió María Antonieta a su amante Fersen. Nosotras no somos amantes (un océano nos separa), pero yo bien podría escribir ese mensaje en vísperas de la angustia de no tener noticias tuyas o de no poder descifrarlas de Internet cuando me llegan. ¿Y tú me llamas cruel? Ingrata princesa (Laura) apiádate de mí antes de comenzar esa cuaresma sin tus letras o ese extraño destierro al que ahora me condenas.
Dos besos en los párpados, antes de acostarte, aspirando el perfume reciente.
Concha.
Un día después:
Princesa Pocahontas:
¿Me haces ayurveda? Yo no creo en casi nada, ya sabes, pero te adoro por eso, porque te esfuerzas en enviarme energía a través del Atlántico. Cualquier cosa que de ti venga será bienvenida, amor.
Uf, qué día familiar. Y arreglas los desperfectos estomacales con ciruelas pasas. Cuando vengas, no te faltarán ni nueces, ni almendras, ni orejones (son melocotones secos, muy ricos). Me amoldaré a tus comidas vegetarianas. ¿Podremos hacer una tortilla de verduras? ¿Y verduras en tempura? Hummm…
Si estuviera ahí. Envidio ese caracol de tu ventana, lo odio quizá. Te ve desnudarte cada noche.
Tal vez sea más factible que tú vengas aquí. Conozco un aparthotel discreto donde podríamos encontrarnos. Sueño esas locuras.
Mañana te escribo más. Ahora un beso enorme, inconmensurable.
C.
Dos horas después:
Conchita:
En esta semana de asueto que te propuse, voy a intentar decirte algo que precisa equilibrio: porque, si soy absolutamente honesta contigo, seré también algo seductora y lo tomarás como una abierta invitación, y si no digo a su vez lo que he sentido y pienso, para qué intentar una respuesta?
Concha: mi buzón se desborda de
mails:
una amiga que manda una presentación acerca de Richard Bach, otra recomienda una ventana de YouTube sobre la polinización de las abejas! Una tercera me envía fotos de unos glaciares de colores (que son reales). Invitaciones del Museo de Brooklyn a unos festejos por no sé qué bicentenario. Mi amiga Julia envía preguntas, que por qué no chateamos esta noche. De Susan, otras invitaciones, y también del consejo de bibliotecas del estado de Nueva York. Y así sigue…
Cuánto fastidio. Yo solo espero unas ciertas cartas.
No olvido que me pediste que fuéramos libres. Esa gentil manera tuya de ubicar los lugares de las cosas. Yo lo intento, Conchita, y procuro serlo tanto como pueda.
Bueno. Basta de otros. Ahora nosotras: me miro al espejo pensando en que tú me mirarás algún día (cuándo, dónde?) y no me gusto. Y no es porque tenga cosa alguna invalidante. Hay por allí algunas arañitas, unas flojeces varias que podría remediar si tuviera como vos un
gym
en casa (yo tengo uno público de por aquí, si quisiera), pero son defectos que no he suprimido porque en el fondo me importan un pepino. Y seguramente por esa misma despreocupación (y porque conozco mejores argumentos que los visuales), tampoco parecen importarles a otros mis defectos.
No te hacía reproches y, si lo eran (creo que sí, un poquito), fueron más bien reclamos sin malicia y sin intención de agobiarte. Yo nunca te pediré nada, caracola. Lo que me quieras dar (tu amistad, tus palabras que siempre me entretienen, me marean, me seducen y endulzan la vida), eso es incumbencia de tu propio albedrío. Y no me escuches cuando parezco caprichosa. Lo soy, y harías bien en irte acostumbrando. En esas ocasiones, quizá amerite un azote en mi salva parte, después un beso reconciliado y asunto concluido.
Será posible que hayas estado en mi jardín alguna vez? Porque es así casi como se ve. Y aunque no es antiguo, no le faltan hortensias, camelias, rododendros:
mahonia aquifolia
, mis flores mágicas. Pronto florecerán, comenzando por los cerezos, los
cherry blossoms
, como decimos aquí.
Y qué modos son esos con el pequeño y tierno caracol de mi ventana? Serán celos, Conchita? Son algo muy feo… Y has de saber que me perfumo cada noche para mí. El sueño es más suave y reparador en una alcoba apenas tibia y con aromas. Decepcionada?
Ya te dejo, amiguita. Gracias por todo lo que me has dado hoy. Buenas noches.
Laura.
Dos horas después:
Caracola:
Sigo haraganeando, durmiendo hasta muy tarde y corriendo después lo que queda del día para poder cumplir con mi ajetreada agenda. Aunque no siempre lo logro. Y a las ocho y media (hora en que tendría que estar saliendo de casa), estaba en mi cocina, soñolienta y feliz haciéndome un café con leche y atiborrándome con dos buenas rebanadas de pan de molde y queso… Me dije: Lauri, hoy no tienes biblio y bien se te pueden perdonar estos desmanes. Así, acallada la tímida conciencia, me fui a la cama que está hecha un revoltijo a soñar que me dormía entre tus brazos, respirándote y suspirando de puro satisfecha. Mi psique es un delicado equilibrio… Y qué distintas somos, caracola. Pero pienso también que en esto habremos de complementarnos: yo a veces necesito un poco de orden y disciplina y vos andás necesitada de un poco de mi
dolce far niente.