Mujer sobre mujer (17 page)

Read Mujer sobre mujer Online

Authors: Carmela Ribó

BOOK: Mujer sobre mujer
9.6Mb size Format: txt, pdf, ePub

Por fin te decides a que yo te visite? He pensado que cuando esté con la dueña voy a probar de tus comidas, aunque, por las dudas, llevaré un digestivo. Y un antialérgico. Soy bastante sanita, caracola, pero hay muchas cosas que me producen alergia. Desde que hago ayurveda, lo llevo controlado, pero en otras épocas los antialérgicos eran casi una rutina. En general, no tolero bien nada que sea artificial o sintético, los químicos, como una pastilla repelente para mosquitos, me dan náuseas y otras cosas peores. Lejías, limpiadores y resinas para dar brillo, jabones líquidos, antitranspirantes y casi todo lo que viene en espray me hacen estornudar hasta quedar con los ojos hinchados y sin resuello. Ni que hablar de otros venenos domésticos; en mi casa campesina, las hormigas, ratones, cucarachas y otras plagas se mantienen a raya… a base de oraciones! Es la pura verdad. Donde yo estoy no hay insectos ni ninguna alimaña, porque amorosamente les pido que se retiren. Y se van. Aunque debo confesar que las arañas me gustan bastante y a ellas les permito que hagan algún estrago entre mis libros o en los artesonados del techo. Hasta que toca diana para limpieza general y ahí se terminaron las dulces comuniones!

No sé por qué te cuento estas cosas… Me parece que necesito advertirte de mis rarezas porque tengo miedo de decepcionarte cuando me conozcas y te agarre desprevenida haciendo una meditación para ahuyentar a los mosquitos, o energizando una botella de agua santa y pegando un decreto metafísico a modo de etiqueta… Una cosa es segura: conociendo tus descreimientos, vos te vas a reír y mucho de tu princesa! Y vas a suspirar mucho también, cuando hagas acopio de paciencia viéndome elegir las frutas una por una, sopesándolas en su verdor, y dar un buen rodeo en el parque para no pisar un camino de hormigas… De los bochornos de un restaurante, ya te has curado en salud, al pensar en un aparthotel. Mi dueña es sabia y previsora…

Cuánto sueño con vos, caracola. Y me río anticipadamente al pensar en tu carita de sorpresa o quizá hasta me dediques una de esas miradas de soslayo que, se me ocurre, estando enojada han de ser de temer. Bien, ya estás siendo avisada de mis excéntricas puerilidades, y siendo que ya te vas haciendo una idea de los muchos acaloramientos que te esperan, supongo que si aún así seguís empeñada en conocerme, habrá de ser que me querés y mucho! Se necesita una buena dosis de apasionado amor para soportar a tu Lauri. A cambio, estoy segura de que te divertirás conmigo y a mi costa.

Hay otra cosita que aún no te he contado: tengo la pertinaz costumbre de llevarme las cosas por delante, trastabillar en las escaleras y mandarme por las puertas más inapropiadas de cualquier edificio. Soy un tantín distraída, mi amor. Mejor será que no me expongas a alguna multitud, porque me perderías irremediablemente. Aunque no sé si por gracia divina o porque mis ángeles hacen horas extras conmigo, yo siempre consigo dar con personas amorosas y siempre llego a buen puerto cuando me pierdo o termino en el baño de caballeros con los calzones a medio bajar. Bueno, no tanto! Pero una vez me metí en el baño de hombres del Eugene O’Neill Theater y los caballeros hicieron cola afuera, esperando a esta dama en apuros. Después salí toda sonriente y hasta estuve unos segundos departiendo con uno de los actores que también esperaba a la despistada de tu Lauri.

Bien, creo haber sido muy sincera y mi conciencia ya se siente más aliviada. Así que ya sabés, mi vida, ojo con perderme de vista en algún castillo perdido, en los salones de un museo, o en la cola del súper. Vos me querrás igual, caracola? Solo tendrás que estar un poquitín atenta a mis desmanes. O mejor aún: mantenerme en la tibia penumbra de nuestra casa de adobe será lo más sencillo. Y es donde más me gustaría estar con vos. Te quiero, Concha de mi alma.

Soy tu princesa.

 

Ocho horas después:

 

Caracola querida:

Leo tus cartas antiguas, me alimento de ti. No te sientas triste, amiga, por los que ya se fueron. Ellos están tan cerca o lejos como yo estoy cercana o inasible, de seguro experimentando otros modos del ser, otros mundos y hasta quizá otras dimensiones. El universo es una arrolladora posibilidad infinita… Y no estoy aquí (aunque bien podría ser) catequizando como un Hare Khrisna: qué no hemos leído a Einstein? Ya nadie duda de que la energía es imperecedera. Lo que fueron aquí, su amor y sus pasiones, el pensamiento que algún día los iluminó, cómo es posible que ya no esté en ninguna parte, o siendo parte de una rebatible hipótesis de la nada? Acaso no decimos que «todo» es energía? La nostalgia, posiblemente sea algo inevitable. Pero que no se sume la tristeza: no hay ningún vacío, ni soledad, ni separación posible, porque no existe tal cosa. Todo está rezumante, unido, siendo parte del Uno y bullendo de vida. Y la de ellos (los que te faltan aquí y ahora) está viajando en otra parte, como vos misma has sido alegremente tan viajera. A veces las personas se van porque es su tiempo de partir, o porque eligen un momento ellas mismas. Por la razón que sea: quedémonos con el grato recuerdo de aquel primer beso y de los que siguieron, del mismo modo en que solo conservamos algunas fotos, las que más nos gustan. Lo que pasó después… es albedrío, una exultante, pavorosa libertad que tenemos todos.

Yo sigo muy filósofa, Conchita. Vos tendrás que seguir tan paciente y resignada, como siempre… Aquí Sancho propone otro tema: hablemos un poquito de esta otra cosa absurda. Qué es el tiempo? Este fluir en una sola dirección que llamamos horas, este creer en un inevitable desmedro…? Otra ilusión, ni más ni menos. Estamos muy acostumbrados a una perspectiva lineal. Pero ya los nuevos estudios cuánticos aventuran otros modelos y quizá esta cosa escurridiza, el tiempo, pueda visualizarse y entenderse de otra forma. Por ejemplo, un círculo, una espiral o una elipse…

Me cuestan mis lecturas de Física, me falta formación y disciplina para seguirlas, pero encuentro que son algo apasionante. No te parece?

Pero son cosas bien sencillas, si se quiere: que somos parte de un sistema solar, una galaxia, y somos parte también de una desconocida pero vislumbrada magnitud mayor y englobadora: ese amor que decías «que hace girar al mundo y lo mantiene». El Dios de los creyentes, el Universo de los matemáticos y de los metafísicos… En ese Amor atemporal estamos contenidos, somos parte de él y somos eso. Como en la virtualidad de una holografía, en que cada parte del todo dividido contiene al todo enteramente. Por norma, cuando venimos acá, cambia el escenario y heredamos ciertas reglas del juego. Pero es hora de espabilar.

Vos y yo nos compraremos un boleto para el siglo VII a. C., estás de acuerdo? Bueno, quizá me equivoco con la cifra y era el VI u VIII.

Es un detallito…

Hasta pronto, caracola.

Laura.

 

Diez minutos después:

 

Caracola:

No solo en estas cartas: siempre hablo contigo.

Laura.

 

Una hora después:

 

Concha:

Hoy he estado la tarde entera rebuscando fotos. Todo ha sido por cumplir mi promesa, y por no sumar Karma a este afán de vivir. Encontré (para mi sorpresa) una foto por cada decenio. Podrás creer? Así que me verás desde los veinte a los cuarenta. Dos, de mi encantadora cincuentena, ya las tenés. Pero debo advertirte que las nuevas no se verán muy bien. El escáner se niega a autorizar tantas infidencias y ha dejado de funcionar. He pensado que si las fotografío primero y después las escaneo quizá puedan salir algunas medio presentables.

Te dejo ahora, amiga, aunque nunca es del todo, ni para siempre.

Me dirás cómo estás en otra carta? Te rodearé con mis brazos y… Lo demás, ya se sabe, es secreto de estado…

Laura.

 

Una hora después:

 

Caracola:

Me conviene, le conviene a mi alma que estés así de lejos. Porque (aunque solo sea por una inevitable cuestión de coordenadas) si vos me querés ver, tendrás que verme inventando otro modo. Y quién sabe, caracola… quizás entonces, algún día, puedas verme también mi mirada de santa… Te gustaría? Por favor, mejor no me contestes!

Me gustan mucho esas «tonterías» que pensás. En circunstancias más normales ya nos habríamos conocido y entonces vos sabrías que soy un verdadero encanto! Y yo habría comprobado que caracola es la amiga dulce y testaruda que me hace suspirar como no suspiré cuando tenía la edad de los suspiros. Es cierto, mi marquesa, hacemos un camino juntas en la distancia, pero yo sé que hay una confluencia para nuestros andares y espero ese momento con toda la ilusión que me queda. Sabrá el buen dios qué nos reserva y qué sucederá entre nosotras. Por ahora me alcanza con la dicha de saber que existís y me esperás en tu deseo.

Ahora que leo, es una carta más bien triste. Yo a casi nadie le cuento de mis sombras. Te recompensaré, Conchita, con otra bien repleta de alegres bobadas!

Un beso casto y recatado.

Laura.

 

Una hora después:

 

Caracola:

Yo de nuevo. Me preguntabas en qué punto de esa pasarela estamos? No sabría decirlo, pero que estoy (estamos) desfilando, es algo cierto… Hace días leía un libro de un tal Eckart Tolle. De pronto, me encontré este pasaje y, para mí, ha sido como un gran Eureka!: «La vida nos pone en el camino las experiencias que más necesitamos para la evolución de nuestra conciencia. ¿Cómo saber si esta es la experiencia que uno necesita? Porque es la experiencia que está viviendo en este momento».

No me cuestiono más, Conchita. Y tampoco soy de las que se lamentan y hacen dramas cuando las cosas no son enteramente como quieren. Adhiero enteramente al proverbio: «El Altísimo te pedirá cuenta de todos los momentos de dicha que te dio y no supiste aprovechar». Una variante muy sabia: no daremos cuentas por el supuesto pecado de vivir, tendremos que responder por lo que no vivimos alegremente.

Es cierto, mi vida y la tuya están consolidadas, tus responsabilidades como madre y proveedora también son del todo ineludibles. Tampoco es menos cierto lo mucho que me pesa esta lejanía. Yo creo (y de verdad lo digo) que las almas amigas hacen acuerdos antes de venir y planifican lo que han de experimentar, buscando aquello de la «evolución de la conciencia». Quizá nuestro acuerdo incluía estas distancias. Quizá hemos sido todos los vínculos posibles a lo largo de nuestras muchas vidas y en esta nos dijimos: «Amiga, qué tal si esta vez jugamos a extrañarnos? A estar de un modo mágico y seductor juntas y separadas?». No encuentro otra explicación, y como bien decía Unamuno, yo también (lo confieso), ahora estoy necesitando una razón del misterio divino…

Ya sabía yo que mis odios con los números tendrían consecuencias: otra vez un mal cálculo terrestre! Porque, si bien se mira, vos podrías haber sido una gran señora que mira el camino del mercado desde la celosía de su harén, por ejemplo, y yo podría habría sido una mujer que lleva un cántaro. Me habrías visto pasar cubierta por mi velo (acordate que sufro mucho el sol) y habrías codiciado la piel pálida de mi tobillo, que asomaba con maliciosa indiscreción y hasta pecado. Lo demás… es bien sabido! Ahora yo sería la nueva esposa de tu señor, porque (por rara coincidencia) te imagino ya casada. No viviría en tu casa de esposa principal, tendrías que hacer una de adobe para mí, para nosotras, con un jardín rectangular al medio, y repartir tu amor entre el tirano y yo (bueno, el sexo quiero decir; el amor solo para mí). Me asignarías unos días para mí sola, digamos viernes y sábados. Por cierto, a mí me importaría bien poco que él te visitara y a ti no te importaría que me visitara a mí, sería una molestia pasajera a cambio de vivir tan cerca y de gozarnos todas las otras noches (él viajaría mucho, sería persona importante). Me equivoco?

Me decías que tu felicidad es egoísta: nuestra cultura es egoísta! Este ridículo y del todo utópico, inadmisible modo de amar que aprendemos, como si fuera algo natural de la vida. Porque a ver, Conchita mía, quién en este ancho mundo ha sido fiel enteramente? Y este no es un elogio a la falsedad, o a las mentiras entre las parejas que se engañan! Es una observación antropológica.

En otra carta me decías: fluyamos con la vida. Sí, caracola, fluyamos… Quién sabe adónde nos conduzca esta aventura. Que no por eso de aventura es algo menos serio, o legítimo. Te seguiré escribiendo, ya no puedo dejar de hacerlo, si es lo único que de un tiempo a esta parte alimenta y llena ese vacío del que ya hemos hablado. Alguna vez pensé en lo triste que sería si mis cartas (lo único que hoy soy y tengo para darte) fueran tan solamente un pasatiempo de tus días «monótonos y atareados».

Te propongo algo: esperemos. Ya ves que me afilio a aquello de la cautela femenina. Supongamos que es algo así como un noviazgo, o el angustioso ritual de apareamiento de las jirafas! (angustioso para el jirafo, claro). Te recomiendo lo busques en Internet, porque es de lo más interesante. (Me río tanto contigo, Conchita!). Pero, volviendo a lo del noviazgo, para qué otra cosa servirá esta convención tan institucionalizada sino para que las amigas se conozcan? Así, quizá sabremos, algún día, si de verdad es tan ancho y tan distante este puente de mar que hay en el medio.

Y, por cierto, estoy durmiendo bastante más de lo que solía. Y no solo eso, como mis horarios no son para nada normales, hoy, por ejemplo, me desperté tan tarde que ni siquiera fui a la biblioteca! Cuando te conocí, estaba haciendo dieta por aquello de que engordo fácil y anduve remando como un galeote, porque me cuesta mucho privarme de las pocas cosas que me gustan. Hablo de las comidas, claro. Ahora no me acuerdo ni de comer, ni de un proyecto que redacto en biblioteca, ni de casi ninguna otra cosa que no sea esta terca insistencia de escribirte.

Un beso de mar para un lugar medio apartado (no te ilusiones!), me refiero a ese pequeño espacio en que nacen tu oreja y la curva de la mandíbula de caracola.

Other books

American Isis by Carl Rollyson
The Nelson Files: Episode #1 by Cecere, Ryan, Lucas, Scott
Embrace the Grim Reaper by Judy Clemens
Death Dines Out by Claudia Bishop
Close to the Wind by Jon Walter
The Mist by Dean Wesley Smith, Kristine Kathryn Rusch
Murder in Clichy by Cara Black