Authors: Carmela Ribó
Laura.
Tres días después:
Lauri de mi alma:
Mi princesa tiene sobre su mesa un frutero con uvas moradas, ligeramente matizadas por ese polvillo de terciopelo con el que crecen en el racimo. Cuando te visite, pelaré media docena, de las más gordas, las pelaré cuidadosamente una por una, sin romperles la epidermis interior para que no derramen su jugo. Después extenderé una toalla en tu cama, la de nuestra casa de adobe, y sobre ella acostaré a mi princesa Lauri desnuda. Con cierta brusquedad, la tomaré de los tobillos y le separaré las piernas. Una a una le deslizaré las uvas desde el ombligo, dejando una carreterita húmeda de zumo, hasta la hendidura, y las iré situando por debajo de la perlita, entre los dos labios entreabiertos, de manera que al final la intimidad de mi princesa semeje una de esas jerugas de guisantes abiertas de un lado que dejan ver el fruto en su interior. Este será el momento de arrodillarme a sus pies y, ascendiendo con la lengua y la boca desde los muslos, ir recogiendo las uvas una a una, haciéndolas estallar entre mis dientes carnívoros y permitiendo que el jugo y la pulpa penetren en la hendidura y la encharquen. Cuando termine con la última, será el momento de lamer concienzudamente todo lo anegado comenzando por esa parte que se avecina con tu otra abertura circular, para recoger todos tus jugos los vegetales y los íntimos y saborearlos en mi boca. La lengua, en sucesivas pasadas, te dejará el campo acotado limpio y suave, y quizá, de paso, te provoque algún estremecimiento placentero, algún estertor involuntario, algún quejido de amiga satisfecha. No sé. Eso es lo que me inspiran tus uvas. Ahora que lo pienso, otro día, con docena y media de uvas, podríamos repetir la operación, tú bocabajo, yo sobre tu trasero, colocándolas en medio de los dos hemisferios. Necesito para hacer mis cálculos de ingeniería que me envíes otra foto dorsal en la que pueda contemplar plenamente los glúteos, desde el nacimiento de los muslos hasta el coxis. Un mero trabajo de agrimensor es el que me espera, ojalá no tan arduo como el del castillo de Kafka. Eso depende enteramente de la voluntad de mi princesa. Quizá me decida entonces a contestar a esas minuciosas preguntas sobre personas o temas enteramente fútiles. Puedes hacer la foto, sugiero, sosteniendo la cámara sobre tu cabeza o, más cómodamente, acuclillada y disparando la cámara desde el suelo, entre tus piernas. Ummm, de este modo quizá alcance a ver la parte de la perlita y la media docena de uvas, otro campo que debo reconocer y mensurar cuidadosamente, pues no estoy segura del número de uvas que necesitaré para cubrirlo. En un principio pensé en media docena, pero bien podría ocurrir que necesitara ocho. No sé. Me preocupa esto, princesa. Intenta por una vez apiadarte de mí y darme una respuesta coherente y generosa, que no sea de mero rechazo o aplazamiento. No sigo porque la naturaleza me reclama a nuestra ceremonia secreta. Pensaré en mi Lauri y en sus uvas cuidadosamente peladas…
Ay, he olvidado enteramente contarte lo de San Sebastián y lo de Guadalajara. Es que fueron puros aburrimientos, amor. ¿Por qué ese interés en que te relate mis tedios, mis bostezos, mis hastíos…?
C.
Una hora después:
Caracola:
Te soy sincera. Hoy estoy enfadada. Pasas días y días fuera y luego no me cuentas nada. No tienes confianza en mí? Por qué no le das importancia a las cosas pequeñas que a mí me importan?
Tengo más quejas. No quiero callarme nada. En algunas cartas me das esperanzas de ese sueño, que bien puede hacerse realidad, de cambiar de vida y venirte conmigo a NY. Luego pasan días y días y no vuelves a mencionarlo, pero ahí está, pendiente sobre nosotras. Me imagino que tienes muchas dudas, rematar tu vida en España, embarcarte para la aventura. Sé valiente. Qué te detiene? Tu vida cómoda de señora importante, adinerada? Eso no te hace feliz. Los hijos? Ellos tienen su vida, de sobra lo sabes, Ya les diste tu abnegación y cuidados cuando eran necesarios. Ya no te necesitan… Qué más te queda? Los visones en el armario climatizado, las partidas de bridge con las señoronas incultas sin otra conversación que los cotilleos… Piénsalo, amor. No quiero presionarte. Aceptaré lo que decidas, pero decídelo y no me tengas en ascuas.
Te quiere siempre.
Lauri.
Un día después:
Princesa bonita:
Parece que me voy reponiendo de pasados cansancios, aunque tengo otras nanas, como una rodilla hinchada y dolorida no sé si de artritis o de algo muscular (un traspiés en la cacería de Guadalajara cuando acudía al taco, o sea, a la merienda). He pedido hora en la clínica Quirón para el lunes próximo a ver qué me dice, porque llevo así desde la montería. Quizá sea consecuencia de un par de caídas que tuve hace meses, de poca importancia, en la estación de esquí.
Esta tarde, en la partida de bridge, la rodilla me estuvo mortificando y no sabía qué postura adoptar. También me mortificó que sin previo aviso la señora de la casa (Nina Bascarán) incorporara a la partida una nueva adquisición, una atractiva cuarentona esposa (segunda o tercera) de Álvarez (el propietario del mayor paquete de acciones de Amasa, la multinacional que controla el tráfico marítimo de medio mundo).
Menuda carta de amor la mía, hablando solo de miserias, pero esas minucias son las que reclamas princesa irritable. Cambio de tercio, Lauri bonita. Lo que me preguntas en tu segunda carta: Dame tiempo, amor. Es complicado, estoy confusa. Romper con todo es una opción que cada día contemplo con mayor realismo, pero aún no está madura. Déjame recorrer ese camino sin agobios, sin saber que esperas impaciente la respuesta.
Qué ganas tengo de tenerte: no solo de cogerte, de tenerte, de abarcarte, de abrazarte, de reclinar la cabeza en tu regazo, de acariciarte, de que me acaricies, de charlar a media luz y a media voz, sin prisas ni apremios, de dormitar juntas, de respirar el aire que respires, de mirarme en tus ojos, de contar tus pequitas y de acariciar tus pezones con mis ojos abiertos.
Te quiero. Un beso tierno y largo.
C.
Tres horas después:
Conchita:
Te perdono tus olvidos, qué otra cosa podría hacer? Hace menos frío y llueve a ratos para ayudar a fundirse a la nieve. Hoy es sábado y quiero ser especialmente haragana. Estaré todo el día remoloneando junto a doña Estufa, en mi sillón de cretona, junto a las cortinas, bebiendo matecito, con alguna barra de incienso consumiéndose lentamente en el pebetero de la chimenea. Quietud. O será que hoy es sábado y estoy aquí, esperando nada o esperando que llueva? (Está muy nublado y ya se percibe el aroma del agua en el aire). Ah, me encanta no hacer nada! Salgo a ver la luz de la mañana reflejada en la nieve que empieza a fundirse y hace extrañas esculturas abstractas. Pronto se habrá ido el invierno y regresará la primavera con la floración lujuriante. Ah, he puesto «lujuria»… casi no puedo decirte nada que no me suene a calenturas!
Yo siempre me he reído mucho en mi vida, caracola. El humor, mi retorcido humor que se divierte en candideces, es lo que me ha salvado la vida entera. Además, me encanta hacer el ridículo. Tengo una desinhibida veta de actriz que me salva de sentir vergüenzas o pudores. Te haré una advertencia de pasada: es muy probable que contigo me ajuste al molde, pero yo suelo hacer pasar bochorno a las personas que están conmigo, improvisando toda clase de situaciones grotescas y descabelladas, de esas que hacen que la gente se dé vuelta a mirarte divertida y a veces hasta medio amoscados. Es una buena información para vos, Conchita mía. Digo, por si alguna vez estamos juntas en ciertas ocasiones más solemnes.
Todavía no sé si es un intento subconsciente de seducción indiscriminada, si tengo en el fondo una vergüenza que disfrazo con desenfado, o si es de puro tonta… Pero yo siempre estoy haciendo de las mías. Las personas me buscan a menudo, me reclaman, me cargosean bastante. Yo supongo que será porque conmigo no se aburren mucho.
Ayer mi celu cantó desde temprano hasta la medianoche por el Día de la Mujer (la primera fue Julia, que me mandó un enternecedor mensaje), aunque la única felicitación masculina fue la de Morgan, un compañero de la biblio con el que mantuve un coqueteo hace años, nada importante. Y, por cierto, mis gatos
Athos
y
Porthos
que creí eran varones, resultaron ser nenas y tendré que empezar a administrarles anticonceptivos a ellos (ellas) también. Yo suelo olvidarme de los míos, así que no sé cómo me saldría ese asunto de evitar más gatitos en mi jardín!
Ya van tres carillas de puras bobadas! Lo he disfrutado mucho, caracola. Por favor, no te olvides: quiero el cuento de tus aventuras en nuestro Mitilene. Y podrías también invitarme a tu apartamento aquí en NY. Amagaste con eso, pero quedó en puras amenazas… Hoy voy a interrumpirte en tus tareas cuanto me dé la gana, voy a sentarme en tu falda a molestarte mucho. Mejor no, la silla podría no sostenernos a las dos. Voy a ponerme en cuclillas y a abrazarte sentada. Y nada más. Entendido?
Si quieres más ternuras, cuéntame naderías (a ti te lo parecen, no a mí) de tu atareada vida.
Te contaré que yo no solía ser muy afecta a los festejos, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que es algo bueno para el alma recordar los eventos felices, porque al hacerlo estamos celebrando la vida. Aunque a mí se me fue un poco la mano, este viernes que viene, por ejemplo, voy a hacer una reunión con torta de nocumpleaños (y muchas otras delicadezas) solo porque la pobre Julia está recuperándose y para mí es motivo suficiente para convocar la alegría, después de tantas lágrimas secretas. Amor, no te he contado ni la mitad de todo lo que hemos padecido sus amigas. En general nunca lo hago, por no darle poder a la energía negativa. Quiero decir, intento no centrarme ni anegarme en la relación de las desdichas. Más bien me ocupo en cuanto puedo, y en cuanto puedo, también hago una fiesta. No sé si postulo para ceremoniosa, pero definitivamente encaja en que la dicha está aquí si puedo convocarla y reconocerla, y que soy enteramente responsable al menos en eso.
Soy una princesa muy modesta, sí. Y estoy loca por vos, Concha de mi alma!
Besos, de pesadilla que nunca te abandona.
Laura.
Dos días después:
Princesa añorada y deseada más que nunca:
Ayer no pude escribirte porque estuve ausente, en Sevilla, un viaje del todo imprevisto. Regresé anoche, tan molida que no tuve arrestos para responderte. Tan solo abrí el correo, leí tus cartas y decidí que cuando durmiera unas horas estaría en mejores condiciones de atender a tus justas demandas y a la crónica de mi ausencia con la cabeza despejada.
El viaje, una pesadilla, Lauri, para una cena interminable en los Reales Alcázares, presidida por los reyes, con discursos pomposos entre platos. Emilio, que intenta captar a ciertos mandatarios africanos para obtener la concesión de un plan de irrigación en las riberas de no sé qué ríos. A mi lado, la señora de uno de ellos esforzándose en usar los cubiertos con la torpeza propia de la que hasta ayer comió con las manos y levantando la taza de té en los brindis (es musulmana). Y lo peor de todo: apestaba a perfume carísimo pero usado con tal profusión que más parecía la colonia de garrafón de una puta barata. La conversación ya te la puedes figurar, medio en francés, medio en español, sin más tema que los hijos y los modistos famosos con los que quiere renovar su vestuario sin renunciar a los vestidos ceremoniosos propios de su cultura (a eso llama el ballenato grasiento liarse en una especie de cortina).
Mientras aguantaba aquella tabarra, pensaba en mi diosa criolla lejana. Regresé al hotel tardísimo, me di una ducha caliente para desprenderme del perfume de la negra que me había impregnado el pelo, puse la calefacción a tope y me fui a la cama. Aunque estaba muerta de cansancio, hice ademán de acariciarme el botoncito por ver si se animaba, pero nada más comenzar las manipulaciones me quedé tan dormida como si me hubiera anestesiado con la epidural. Plaf….! Como una bendita. Desperté a las siete y media. Compartíamos una suite con dos dormitorios, pero el resto era zona común. Emilio se había levantado temprano, al parecer, para una nueva reunión. Mejor para mí. No me gusta aguantar su presencia por las mañanas ni desayunar viendo las canillas de sus piernas peludas bajo la bata. Llamé a recepción para que me subieran el desayuno. Apenas acababa de desperezarme, sonó el timbre de la puerta y, sin aguardar a que abriera, entró una camarera con un carrito que llevó directamente hasta la terraza con vistas a la catedral, a la Giralda y al día radiante de primavera. Desayuno para una chica en régimen de adelgazamiento: huevos revueltos con bacon, churros recién hechos, tostadas calientes (la bandeja es autocaldeable), mantequilla, miel, mermelada, un jarro generoso de zumo de naranja, muesli, frutos secos y ciruelas pasas. Las ciruelas me trajeron nuevamente a la memoria a mi princesa. No sé a qué sabrán, pero lo descubriré cuando te introduzca una en el ya sabes y te pida que hagas un par de pujitos para lanzarla directamente a mi boca, que estará aguardando su salida con las fauces de una morena hambrienta (sírvase buscar «morena», pez, en Google).
Te quiero y pienso en ti, y en cuanto me sienta un poco más enteriza me instalaré frente a tu foto para anticipar ciertas manipulaciones con las que sueño a pesar del cansancio.
C.
Un día después:
Conchita:
Ciertamente fue una maratón ese tu viaje a Sevilla, y aunque estuvo muy encantador lo de las vistas en la terraza del hotel, veo que no te atendieron como es debido: pobrecilla!
Y qué indecencias son esas de no sé qué ciruelas y morenas hambrientas? De seguro no serán ejercicios recomendables para una dama pía y mojigata como tu princesa. Pero, aunque me reí escandalizada con tus ocurrencias, confieso que ahora me ha entrado la curiosidad por descubrir las posibilidades fisiológicas de mi salva sea la parte. Si serás impúdica!