Mujer sobre mujer (23 page)

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Authors: Carmela Ribó

BOOK: Mujer sobre mujer
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Sí, quiero un beso largo y en los labios. Con lenguas y con dientes, de caracola. Voy a lamer tu boca como si fuera un caramelo, un helado, un clítoris. El tuyo, tu códice purpúreo (tu boca).

Laura.

 

Un día después:

 

Conchita:

Hoy desperté con un pensamiento terrible en mi cabeza. Yo suelo tener estas iluminaciones a menudo, porque mi bibliotecario se queda trabajando cuando duermo y, al otro día, deja ordenados reportes de todas esas cosas a las que no presté atención mientras estuve en el sueño de la vigilia. Si te visito en Semana Santa, he visto en Internet que es tradicional que llueva, que suele ser como un invierno tardío. Nada de caminar por la campiña, visitar un castillo derruido y juntar flores silvestres (doblándome en un apropiado ángulo de 90º a proa de caracola)! Habrá nieve, ventiscas, carreteras atascadas, lagos de hielo y lobos hambrientos que bajan de la Siberia… No puede ser, no puede ser, no puede ser!

Ya no podré vivir sin abrazarte hasta que llegue la primavera. O podría, pero sería algo moralmente desviado, políticamente fraudulento y espiritualmente empobrecedor. Cambiemos de itinerario, sí?

Quizá lo mejor sea que me compre una cámara de las que se acoplan a la compu, así podríamos chatear con ilusión de cercanías. Me verías tomar mi té y acaso también encender un cigarrillo, no te molestará el humo… (Tendré que peinarme más seguido, aunque últimamente me siento más inclinada a los devaneos de la cosmética). Yo te podría mirar la camiseta y algo del pecho y quizá de los hombros. Podrías escuchar lo que yo escucho en el CD y viceversa. Te gustará Mohamed Hamaki o una canción de Evanescence? Yo ya he escuchado a tu Sinatra, por aquello de «hacer por conocerte».

Hoy no he recibido cartas de caracola. Nada. Un silencio de aguas dormidas entre medio. Ya me dijiste que a la gente bienamada no habrá que perseguirla, ni agobiarla. (Yo solo olvido lo que me conviene!). No te persigo más. La nieve ha borrado tus huellas. Hoy te extrañé, caracola.

Me decías que mañana viajarás a una finca de Guadalajara. Espero que no sea a otra reunión de millonarios que se congregan para masacrar animalitos. Te deseo sea un viaje feliz y te mando muchos angelitos para que te cuiden bien (sobre todo de aquellos impertinentes y bienintencionados pelmazos). Ya se verá qué depara el futuro, considerando que en algún momento vos quieras meditar aquellas preguntitas que te mandé. Es bueno saber que una siempre tiene el timón en la mano.

Te contaré lo que haré esta semana libre. Voy a reunirme con una amiga que es artista plástica: pinta óleos, hace vidriados, tallado en piedras semipreciosas, escribe cuentos y hasta tira el tarot. Su casa es lo más parecido a una casa de la India que he visto en el Brooklyn. Ella es también decoradora de interiores y pinta murales en las paredes, y hasta la propia cocina de su casa (la hornilla) ha pintado con un diseño reconociblemente psicodélico, muy años sesenta. La pasamos muy bien con esta amiga. Y qué manera de reírnos juntas! Me encanta su alegría y su modo alocado y bohemio de vivir.

Después es posible que la acompañe unos días a Long Island. Allí vive un tío suyo viudo y vuelto a juntar con quien fue su primer amor de juventud. Es una historia muy peregrina. Esta segunda esposa, muy resistida por el resto de la familia de su tía difunta, quedó encantada con ella cuando la conoció. (Me parece que porque no tomó partido en aquella contienda familiar). Y la ha llamado para invitarnos a pasar unos días en su casa del campo.

Ya te estoy extrañando, caracola! No veo la hora de abrazarte, recuperar tu olor y tus palabras, que me parecerán todo un misterio cuando no sean escritas. Te quiero, Concha de mis desvelos.

Un beso. Uno solo y recatado, casi por compromiso de pie de página.

Laura.

 

Un día después:

 

Lauri bonita:

Estoy presa de tantos compromisos, vida mía, y estoicamente debo soportarlos porque yo soy parte de la jaula. No puedo cortarlos ni aplazarlos, porque mi propia exigencia moral me obliga a afrontarlos. Al propio tiempo, sé que me iré desprendiendo de ellos paulatinamente, porque es ley de vida. Te quiero y pienso en ti mientras oigo la banda sonora de
2001: Una odisea del espacio
. Es, a ratos, inquietante como la propia vida. Tú llenas mi existencia, amor. Ya no podría vivir sin ti. Ten paciencia, te lo ruego, cuando me encuentres distraída o enajenada. No pasará día sin que acuda a nuestra casa de adobe a buscarte, aunque llegue ronca y sin palabras ni ánimo para hacer otra cosa que tenderme en el portal y apoyar la cabeza en tu regazo, dormir acurrucada en ti y soñar contigo.

Lo de Guadalajara será el próximo fin de semana. Mañana contemplaré el mar desde San Sebastián (un viaje con las chicas del bridge al bautizo de la nieta de una de ellas) y pensaré en tus ojos que siempre me acompañan. Un beso largo, húmedo y casi infantil.

C.

 

Un día después:

 

Concha:

Te extraño, mi dueña, y me pongo muy insoportable cuando te extraño tanto. Conchita que contemplará hoy el mar desde San Sebastián, esa famosa playa de la Concha, veraneo de reyes (me he informado), y pensará en mí… Solo con esas líneas una mujer podría enamorarse, guachita linda. Una vez más me sorprenden tus matices: tierna, erótica, tan íntima y distante a la vez (a veces remota de tan distraída y jamás respondes a mis preguntas).

Me pregunto a menudo qué será de mí después de nuestro encuentro. Quién lo sabrá sino mi alma, que se supone guarda el conocimiento de las líneas del tiempo y de este sorpresivo amor?

Hoy desde que desperté tuve un día tan lento, tan cansado. Es como si todas las tribulaciones de esta semana me pasaran factura. Todo en mi casa espera una mano de labor hacendosa. Pero no tengo el menor deseo de nada. Y tampoco nunca he querido contratar a otra persona que se ocupe por mí. Mi casa es muy pequeña después de todo. Pienso también que si yo puedo hacerlo, y siendo que de verdad me sobra el tiempo para esos humildes trabajos, sería un acto de vanidad, casi una obscenidad, tener servicio en casa. No te parece sensato? Yo debo ser la única de mis colegas que todavía sabe usar una aspiradora. Sí necesito urgentemente un mayordomo! Un administrador y bedel oficial de mi casita. A él le pediría que se ocupara de todas las cuestiones que ya me tienen harta. Léase: llevar las cuentas, las facturas, los movimientos en el banco, las compras, toda mi interminable agenda. Esos pequeños insidiosos eventos de la vida. Incontables minucias de la economía doméstica que si no las hacés, pues la vida simplemente no funciona: no da agua el grifo, si voy al interruptor no encienden las lamparillas, no habría teléfono ni Internet, y ni siquiera habría fuego en la cocina. Ah… Ya ves que hoy estoy muy quejosa. Ya pasarán estos pesares. Más bien me parece que es un poquito de melancolía por tu ausencia (y por esa terquedad tuya de no usar el teléfono). Pero lo de mi mayordomo es una pura e irrefutable necesidad! Quiero compartirlo todo contigo, mi pequeño tesoro, esta casa coqueta y algo achacosa que si algún día te decides albergara nuestro amor.

Hoy ha sido un día particularmente hermoso. Un día azul, brillante, casi de verano, aunque sigue haciendo un frío espantoso, el mundo está blanco y la nieve reverbera en los árboles y en los tejados. Me encanta esta nueva luz! Y no solo fue bueno por eso. Te contaré? Querrás saber por qué ha sido uno tan radiante?

No debería contártelo, porque tú no me cuentas las menudencias de tu vida, como tu relación con esa doncella Eufemia a la que botaste, pero, para demostrar que no guardo rencores, te lo participaré todo: estuve enemistada años con una amiga. En realidad, ella fue primero, cuando era niña, mi alumnita. Cuando creció, por una natural afinidad, nos hicimos muy íntimas (sin llegar a eso, no pienses mal). Algunas veces he sido como una madre, otras una colega de esas que apoyan a los más jóvenes, también una compinche de trasnochadas. Hoy tiene treinta y tres años. Yo la adoraba. Pero un buen día hizo algo muy mezquino, tan feo que no voy a contarlo más.

Sucedió que le guardé distancia durante casi un año. Hoy vino a verme a la biblioteca, a pedirme que le prestara un libro de Verlaine.

Y me dijo lo mucho que me quería y cuánto me había extrañado. Ah, caracola, me la comí a besos delante de todos! A fin de cuentas, ella es siempre mi nenita. Estoy feliz. No me gusta cuando descubro mis incoherencias, porque yo soy obtusamente fiel a mis afectos. Si mi amor un buen día elige a alguien, seguirá amando no importa cuánto pase. Es algo entendible, después de todo: qué otra cosa sabrá hacer el amor que no sea amar? Me gustó reconciliarme, porque hace mucho tiempo que tenía ganas de abrazarla. También porque ha sufrido mucho últimamente y no estuve ahí para darle consuelo. En fin… quedamos en que una noche de estas vamos a reunirnos para «cantarle a la luna».

Ya te conté que me gusta mucho cantar? Y hasta hay quien dice que lo hago bien. Ella es cantante profesional y siempre ha querido que incursione en su mundo de la música. Pero yo no puedo, caracola… me fatigan y aburren los ensayos, la disciplina que hay que tener, ese trajinar por teatros y escenarios no es para mí. En fin, que estoy contenta.

Tengo también una teoría: es tan grande y tan azul el aura que exhalo ahora que hasta mis enemigos de antes me buscan para reconciliarnos! Y todo es por tu culpa. Te hago enteramente responsable: si los otros me buscan es por buscar el brillo que vos tan locamente me sacás, como si me frotaras.

(Dije frotaras? Mmm…). Mejor sigo contándote cositas de mi vida. Voy a responder con impecable coherencia narrativa a tus últimas cartas. Empecemos.

Con que caracola se desvela pensando en mí… Es un desvelo muy justísimo, porque, aunque esté a trasmano, acompaña mi vela de armas en la madrugada. No me puedo dormir, amiguita. Releo tus cartas, te pienso mucho. Me parece que ya va siendo hora de olvidarte o resignarme a vivir sin dormir, como se dice hacen los maestros del Tíbet cuando se embarcan en un viaje de meditación.

Qué me sugiere mi lejana amiga?

Así que yo no usaré pantis? Y sí tendré botoncitos de liguero?

Y desde cuándo uso yo esas prendas, cuando difícilmente me pongo bombachas? Pero no se dirá que estoy en este mundo para serte piedra de tropiezo: me probaré esos mamarrachos de encaje a ver cómo me quedan. Lo que yo no haría por mi Conchita… y por su mano urgente, inquieta!

Nos vemos el próximo verano? De acuerdo. Podrás (podremos) adelgazar a nuestras anchas! De todos modos, ya te he dicho que soy muy fea. No creo que unos kilos de menos o de más me hagan lo que no soy. Pero al menos voy a intentar una especie de proceso de hominización ascendente: depilación de piernas, baños de crema en el pelo y aquellas cosas con botoncitos que están en la imaginería de caracola. Espero sea suficiente evolución genética y que puedas reconocer los muchos trabajos (y del todo ingratos) que supone ese proceso. (Y la depilación, claro. Duele como un rencor! Aunque después es algo bien suave!).

Hoy escribí un par de párrafos de los «Recuerdos de Mitilene». Pero no me atrevo a mandártelos. No sé si te habrá gustado esa idea. También comienzo a sospechar que esa historia ha sido parte de mi vida. De otra vida contigo, caracola. Te gustaría recordarla a dos voces? No hay obligación, claro.

Me contarás cómo estuvo tu día hoy lejos de casa? Devolverás el beso que ya te di y del que nada me dijiste? Aquí quedo juntando mis recuerdos desperdigados para mimarte. Voy a ponerte insoportable de tantos mimos: ya nadie te querrá por majadera, vanidosa y malcriada!

Concha madrileña, te adoro.

Laura.

 

Tres horas después:

 

Conchita amada:

Hoy desperté bien tarde en la mañana. En Mitilene era primavera florecida. Mi amada estaba aquí conmigo, mirándome con los ojos más dulces que las uvas. Se reclinó a mi lado y yo escondí la cara en su cuello. Olía a sándalo y estaba húmeda de su baño de mar. Cuántos besos demorados en el mismo, tan largo. Después, deshizo el nudo de mi túnica con idéntica lentitud. Me dormí ayer tan tarde esperándola que ni siquiera atiné a desnudarme. Lo ayudé con la suya, solo por el placer de recorrerle el pecho con las manos, con la boca. Todavía no consumamos nuestro encuentro. Ella se contiene, dilata la caricia, juega a excitarme, me enciende, se demora en un arte que me enseña con paciencia. Se alimenta de mi pasión sin mengua de la suya. Me ha contado que esto se llama amor udrí. Ella de seguro sabe muchas historias peregrinas (y las que habrá vivido y no me cuenta)! Ha vivido intensamente sus días y sus noches, sus caminos y sus navegaciones. Yo voy de su mano, cuando ella se digna reparar en mí, su insignificante y rendida amiga, cegada de su sol, humilde luna, apenas capaz de atisbar tantos horizontes desconocidos como encierra.

El día ha transitado ya su buena parte en la mañana. Caracola me ha dejado exhausta. Ha descansado ella también la cabeza en mi vientre. Ya el hambre suena en el tambor donde reposa. Ya es hora de tender una mesita en el pórtico, con queso y aceitunas, con uvas y una jarra de vino espeso y mezclado con agua. Hoy también ha traído unos higos de sus andanzas. Los voy comiendo y relamiendo el escozor de la piel. Ella se ríe de mis ansias de glotona. Yo se los doy de mi boca, mientras descansa tendida en una alfombra, las manos buenas cruzadas en la nuca.

Seguro en un momento empezará la historia de este día. Me he sentado a una conveniente distancia para el diálogo y también por evitar el sol que se filtra entre las hojas. Viene desde la playa un viento suave con olores de algas estancadas y arenas ya calientes. Qué delicia tan solo respirar y suspirar después de puro satisfecha! Qué extrañas aventuras me contarás hoy, caracola?

(Aquí es donde vos me contás alguna cosa. Por escrito y del todo adecuada al contexto: Lesbos siglo VII a. C. amiga amada y aún desconocida en Mitilene. No deberá ser muy largo. Mejor si es breve).

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