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Authors: Patricia Cornwell

Niebla roja (19 page)

BOOK: Niebla roja
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—Te ayudo ahora al recordarte que puede haber personas que saben de los nuevos resultados del ADN y podrían tratar de interferir o ya están interfiriendo —digo—. Las pruebas de ADN que mandaste a reexaminar entraron en el sistema de índice combinado de ADN del laboratorio del FBI y encontraron una coincidencia en el índice de detenidos, y luego se confirmó la identificación de Dawn Kincaid. Por lo tanto, no se puede decir con certeza que el FBI no tenga conocimiento de que Dawn Kincaid, que es de gran interés para ellos, puede estar vinculada a los asesinatos de Savannah ocurridos hace nueve años. Si el fiscal general lo sabe, es posible que el gobernador también, y el gobernador parece muy interesado en que ejecuten a Lola Daggette. Cuando hablé con Tara Grimm me quedó claro que estaba al corriente de los nuevos exámenes de las pruebas y eso podría ser, y cito textualmente, «una fuga en la GPFW».

—Allí lo graban todo —comenta Jaime con la mayor naturalidad, como si no le preocupase en lo más mínimo lo que he dicho—. Sabía muy bien, cuando me senté en aquella sala de visitas del Pabellón Bravo, que grababan cada palabra, y por eso recurrí a escribirle notas cuando era crítico que lo que le comunicaba debía ser confidencial. Kathleen está motivada para tener cuidado de lo que habla, pero admito que Lola es otra cosa. Es muy limitada intelectualmente y tiene muy poco control de sus impulsos.

Es dada a la jactancia y la ostentación, hará casi cualquier cosa por llamar la atención. Aunque sabe que hemos reexaminado las pruebas, no le he dicho los resultados.

—Me pregunto si ella ya lo sabe de todos modos. Podría explicar su hostilidad hacia Kathleen, la madre de la persona cuyos crímenes Lola ha pagando los últimos nueve años —sugiero.

—Mi preocupación más grande es que esto llegue a los medios antes de que yo esté preparada —dice Jaime.

—No creo que deba ser tu mayor preocupación. He visto que has instalado una cámara de seguridad, un sistema de alarma.

—No agrego que podría estar llevando un arma—. Quizá debería preocuparte tu seguridad personal y profesional.

—Me imagino que tú tendrías un sistema de seguridad y cámaras de vigilancia de primera si estuvieras trabajando aquí.

O que alguien lo haría por ti —añade, y me pregunto si está refiriéndose a Lucy—. Tan pronto como tenga más pruebas forenses y esté completamente segura de mi caso, voy a presentar una petición para anular las condenas de Lola a la pena capital. Voy a redirigir los prejuicios a los hechos. Voy a redirigir la sed de venganza a la ciencia pura y dura y espero que tú me ayudes.

Hace una pausa como si esperara que yo diga que lo haré, pero no ofrezco esa garantía.

—Nunca hubo ninguna prueba para relacionar a la Lola con los crímenes excepto la ropa ensangrentada que Dawn Kincaid, como es obvio, le dijo que eliminase, lavase o quizá colocó en su habitación para inculparla —dice Jaime—. Pero necesito más información. Tengo la intención de disponer de todo un arsenal de datos cuando entre en acción.

—¿Cómo se conocieron Lola y Dawn? ¿Sabemos si lo hicieron? —le pregunto mientras leo y respondo los mensajes de texto de Benton.

«¿Dónde estás? No respondes en tu habitación de hotel.»

«Estoy bien.»

«Llama cuando puedas. (Anna Copper tiene mala reputación.)»

Le contesto por tercera vez con un signo de interrogación.

—Que conste que no estoy violando ningún privilegio. Lola me ha dado permiso para discutir los detalles contigo.

—¿Por qué? Además del hecho de que es probable que haga lo que dijiste.

—Tu influencia sería tomada en serio por los tribunales —responde Jaime—. Lo que nos falta es un experto forense reconocido y de buena reputación dispuesto a jugarse el cuello.

Se refiere a que Colin Dengate no se jugará el cuello. O al menos es lo que ella cree.

—No es una posición popular de tomar, a la vista de la indignación por estos asesinatos —añade—. La opinión pública no es menos vengativa, incluso después de todos estos años. Lo bueno de demostrar que Dawn Kincaid asesinó a la familia Jordan es que también te ayuda a ti.

Insiste en el mismo punto. Está tratando de sobornarme para que haga lo correcto, y quizá sea lo que más me ofende.

—Si Dawn Kincaid sacrificó a toda una familia cuando dormían, desde luego es capaz de cometer los crímenes en Massachusetts, y nadie va a creer ni una palabra de lo que diga de ti.

Concluye un argumento que no es necesario por lo que implica.

—¿Lola ha mencionado a Dawn Kincaid? ¿Ha admitido o insinuado que Dawn es el cómplice misterioso al que se refiere como Payback? —pregunto.

—No. —Jaime acuna su copa y me mira desde la esquina del sofá, donde está inquieta y cada vez más bebida—. Dice que no tiene ni la más remota idea. Se despertó en su habitación en la casa de acogida la mañana del 6 de enero y encontró varias de sus prendas en el suelo, prendas manchadas de sangre. Aterrorizada por la posibilidad de meterse en problemas, trató de lavarlas.

—¿Te lo crees?

—Lola tiene miedo. Es lo que creo. Tiene terror a esta persona que continúa llamando Payback.

—¿Aterrorizada por una persona, un demonio o un monstruo? ¿Quizá sea algo que haya imaginado?

—Creo posible que Lola se encontrase con Dawn en la calle y se sintiese atraída por la oportunidad de conseguir dinero o drogas. Es posible que Lola no sepa el verdadero nombre de esta persona que la mezcló en algo que acabó metiéndola en una trampa mortal.

—Tenía que estar en la casa de acogida cuando Dawn llegó a Savannah y se cometieron los asesinatos.

Le recuerdo que alguien alojado en una casa de acogida por cargos de drogas quizá no tenga permiso para pasear por las calles con impunidad.

—Una casa de acogida sin control —precisa Jaime—. A los residentes se les permitía entrar y salir con permiso. Lola entraba y salía, porque se suponía que buscaba un puesto de trabajo, y también que iba a un hogar de ancianos en Savannah para visitar a su abuela enferma. Tuvo muchas oportunidades de conocer a alguien como Dawn, que, probablemente, utilizaba un alias o quizá le dijo que se apodaba Payback y bien pudo ser el único nombre que Lola sabía. Disfrazar la identidad tendría mucho sentido cuando piensas en lo que pretendía hacer Dawn. Pero es irrelevante. El ADN no miente. Al ADN no le importan los alias.

—¿Le has preguntado a Lola si el nombre de Dawn Kincaid le resulta familiar? ¿Podría ser un nombre que reprima por el miedo?

—No lo admitiría, suponiendo que lo recuerde. Pero le pregunté si el nombre de Dawn Kincaid significaba algo para ella y respondió que no. He sido muy cuidadosa. Nunca le he mencionado los resultados del ADN —repite Jaime.

—Tiene miedo de Payback. Incluso después de nueve años.

—Dice que oye la voz de Payback —responde Jaime—. Oye cómo Payback describe las cosas terribles que le hará si Lola lo traiciona. Lola no tiene que hablar o decirnos quién es Payback —dice Jaime, y no puedo dejar de considerar la posibilidad de que Payback sea una invención.

Una fantasía horrible en la cabeza de una joven emocionalmente perturbada con un coeficiente intelectual de setenta que está programada para ser ejecutada el día de Halloween.

—El ADN es la única voz que necesitamos escuchar —afirma Jaime—. Y Kincaid Dawn está encerrada bajo siete llaves y seguirá encerrada.

—¿Ella sabe que Dawn Kincaid está encerrada bajo siete llaves y seguirá encerrada? ¿Que en algún momento será juzgada?

Quiero estar segura.

—Sabe que Dawn está acusada de múltiples cargos de homicidio en Massachusetts —confirma Jaime—. Ha aparecido en las noticias y se lo he mencionado. No es un secreto en la GPFW que la hija de Kathleen Lawler está en Butler a la espera del juicio.

—Estoy segura de que has hablado de Dawn con Kathleen.

—Tuve una entrevista con Kathleen como ya sabes. Por supuesto, hablamos de su hija.

—Dawn está encerrada y, sin embargo, Lola todavía tiene demasiado miedo de hablar.

Para mí no tiene sentido, no importa lo que explique Jaime.

Si Lola ha estado en el corredor de la muerte durante la mayor parte de la década por unos crímenes que no cometió, y la verdadera asesina, Dawn Kincaid, está encerrada en Massachusetts, ¿por qué Lola todavía le tiene terror y por qué Kathleen Lawler le tiene terror a Lola? Algo no cuadra.

—El miedo es una emoción muy poderosa —opina Jaime con confianza, y chapurrea las palabras—, y Lola ha tenido mucho tiempo para tener miedo de esta persona en el exterior, de Dawn, que está viva, se encuentra bien y es de una crueldad inimaginable. Tú has visto de lo que es capaz. Ella solo tenía veintitrés años cuando mató a los Jordan en sus propias camas. Porque le dio la gana. Debido a que era un deporte de sangre. Porque era divertido. Y entonces se hizo un sándwich y bebió un par de cervezas y lo organizó todo para que una chica de dieciocho años, problemática y con discapacidad intelectual, cargase con la culpa.

—No tenías más que pedirlo, Jaime. Todo lo demás era innecesario. No hacía falta que me manipulases o me indujeses, y me preocupa que puedas pensar que necesitas sobornarme. Puedo librar mis batallas con el FBI o con cualquier otro, y creo que después de todo lo que hemos pasado, deberías haber sabido que te ayudaría si me lo pidieras.

—¿Hubieses venido a Savannah y hubieras sido mi experta forense en el caso de Lola Daggette? —Mira su copa vacía, pensando en servirse otra—. ¿Tú podrías haber intervenido con tu colega paleto Colin Dengate, que me ha dado un montón de respuestas síno, y nada más? ¿Te hubieses enfrentado a él?

—Colin no es ningún paleto —respondo—. Solo está muy convencido de sus opiniones y creencias.

—No sabía cómo te sentirías al respecto —comenta, y no se refiere a que cuestione los hallazgos de Colin Dengate.

Jaime piensa que es casi de la familia. Se pregunta si lo que pasó entre Lucy y ella impediría que la ayudase, incluso civilizadamente.

—Creo que Lucy no sabe que estás aquí. —Respondo a la pregunta que debería haber hecho Jaime—. Se inquietó un poco cuando la llamé después de que Kathleen me diera esta tarde tu número de móvil. Pregunté a Lucy si ella te había dicho que yo vendría a Savannah, si era así cómo lo sabías. Dijo que no, que no había hablado contigo.

—Hace seis meses que no hablo con ella.

Jaime se queda mirando más allá de mí y su voz es tensa.

—No tienes que darme explicaciones.

—Le dije que no quería volver a verla y que nunca más se pusiese en contacto conmigo por cualquier motivo —dice con frialdad.

—No tienes que explicarme nada —repito.

—Es obvio que ella no te ha dicho por qué.

—Cuando se trasladó a Boston tú ya no estabas, ni te mencionaba. Eso parece ser todo lo que ha explicado —le respondo.

—No es que hiciera nada con la intención de causar lo que debería haber sido previsible si lo hubiese pensado mejor. —Jaime se levanta, va a la cocina y coge la botella—. Estoy segura de que no tenía intención de hacerme daño. Pero esto no altera el hecho de que se las arregló para destruir todo lo que yo había construido y parecía tener menos conocimiento del daño que causó que incluso el propio Greg.

Greg es el antiguo marido de Jaime.

—Por lo menos, él entendía las exigencias de mi carrera —añade Jaime desde la cocina mientras vierte el whisky en la copa—. Como abogado y un ser humano maduro y razonable, sabe exactamente cómo funcionan las cosas y que hay ciertas reglas y realidades que no se pueden pasar por alto solo porque crees que no se aplican. A pesar de todo lo que pasamos, Greg, por lo menos, era siempre discreto, inteligente, incluso profesional, si se puede usar la palabra profesional para referirse al comportamiento en una relación o en su disolución. —Vuelve al sofá y se instala de nuevo en su rincón—. Él nunca fue tan imprudente para hacer algo que asegurara mi ruina con la excusa de ayudarme.

—No tienes que decirme lo que hizo Lucy. O lo que percibes que hizo —digo en voz baja, con la precaución de no mostrar lo que siento de verdad.

—¿Por qué crees que sé el fraude en los datos de Farbman?

—Jaime me mira a los ojos, y los suyos son oscuros, como heridas abiertas, con las pupilas dilatadas—. ¿Por qué crees que lo sé a ciencia cierta, y que no es una simple sospecha basada en unas estadísticas que no acaban de cuadrar?

No respondo porque ya me imagino lo que está a punto de decirme.

—Lucy se las arregló para entrar en el Real Time Crime Center, en todos los servidores, marcos principales y bancos de datos que quiso piratear. —La voz de Jaime se quiebra. Por un instante veo la devastación de una pérdida que se niega a admitir—. Aunque me doy cuenta de sus sentimientos hacia Farbman, después de todas las quejas que escuchó hasta la saciedad, a puerta cerrada en la privacidad de nuestros momentos íntimos juntas, no era mi intención que decidiese meterse en el sistema informático del Departamento de Policía de Nueva York para ayudarme a probar mis sospechas.

—Tú sabes sin ninguna duda que lo hizo.

—Supongo que debo culparme por ello. —Una vez más, mira más allá de mí—. El error fatal que cometí fue sucumbir a su «vigilantismo», su absoluta falta de límites y, seamos sinceros, su sociopatía. Yo sé cómo es ella. Por el amor de Dios, tú y yo lo sabemos. De lo que he tenido que sacarla, que es, para empezar, cómo me lie con ella.

—¿Liarte?

—Porque tú me pediste ayuda. —Bebe un sorbo—. Polonia y lo que hizo allí. Jesús bendito. ¿Qué te parecería tener una relación con alguien de quien no puedes saberlo todo? Alguien que es... No lo diré.

—¿Mató a alguien?

—Sé más de lo que quisiera. Siempre he sabido más de ella de lo que me hubiese gustado.

Me pregunto qué ha cambiado a Jaime Berger. Ella no solía estar tan centrada en sí misma, tan rápida en culpar a todos los demás menos a ella misma.

—¿Con qué frecuencia crees que le dije ni una palabra más?

No quiero oírlo. Soy una oficial de la corte. ¿Cómo pude ser tan estúpida? —dice con torpeza, como si se le trabara la lengua—. Quizá debido a mi aversión hacia Farbman. Él lleva años queriendo deshacerse de mí, pero de lo que no me di cuenta es de que no era el único que se sentía de esa manera. Cuando Lucy me dio la información y supe exactamente qué datos había falsificado Farbman, acudí al comisionado, que, por supuesto, exigió pruebas.

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