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Authors: Eleanor Coppola

Tags: #Historia, Referencia, Otros

Notas a Apocalipsis Now (11 page)

BOOK: Notas a Apocalipsis Now
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Yo estaba fuera, en la calle, filmando. Cuando volví a entrar en el set, Enrico, Vittorio y los que habían estado dentro durante la escena empezaban a salir silenciosos y conmovidos, emocionalmente afectados por el poder del Marty/Willard que acababa de desnudar lo más íntimo de su ser en aquella habitación.

Esperé a que Francis saliera de la sala después de terminar la escena. No salió. Finalmente entré en el set. Francis y Marty estaban a solas. Marty estaba recostado en la cama, muy borracho, hablando de amor y de Dios. Cantaba un viejo himno llamado
Amazing Grace
e intentó que Francis y yo lo acompañáramos, tomando nuestras manos y llorando. Tenía la fuerza y la rigidez de un boxeador. Francis intentaba estar a su lado y procuraba que no se hiciera daño. Le habían vendado el dedo cortado, pero volvía a sangrarle porque nos apretaba las manos y de vez en cuando se las golpeaba con los bordes de la cama. La enfermera entró y la ayudé a sujetarle el brazo, para que pudiera ponerle un vendaje nuevo y detener la hemorragia. No era un corte profundo, pero estaba justo en el nudillo y él no paraba de flexionarlo. Marty le pidió a la enfermera que rezara y cantara, y advertí que ella rezaba con toda seriedad. Pensé en ir a casa a buscar un termo de café, pero si intentaba levantarme Marty me aferraba la mano para retenerme.

Janet vino con su hijo mayor y Gray. Marty quería que todos nos tomáramos de la mano y rezáramos y nos confesáramos nuestros miedos. Se respiraba esa tensión que hay cuando alguien está borracho o drogado y uno no lo está: él está en un espacio distinto, y uno no está cómodo ni en el del otro ni en el propio. Marty rezaba y seguía cantando. Todos intentaban convencerlo de que subiera al coche. La enfermera filipina rezaba en voz alta y le decía «Jesús te quiere, Marty». Nos llevó alrededor de dos horas meterlo en el coche y llevarlo hasta el hotel bajo la lluvia.

Esta mañana, en el set, Marty debía representar que tenía resaca la mañana siguiente en el hotel. Cuando me marché, Francis y Marty estaban hablando sobre la escena de ayer, sobre lo que había ocurrido y lo que significaba para la película. Mostraba una faceta de Willard que iba a subyacer en todo lo que hiciera a partir de entonces. Mostraba su interior a los espectadores, a Marty y a los otros actores. Uno de los principales problemas del personaje tal como había sido descrito originalmente consistía en que Willard era siempre el observador al acecho, y no se sabía realmente quién era él, cómo era. Quizá por esto sea que varios actores rechazaron el papel. Francis quería un actor que tuviera confianza en él, incluso si en el guión no estaba todo escrito. Confianza en que encontraría el momento en que el actor, la persona y el personaje se fundieran en uno mientras las cámaras filmaban.

Más tarde hablamos sobre si la escena tendría tanta fuerza en la pantalla como la había tenido para los que estaban en el set durante la filmación. El ambiente estaba tenso ante la posibilidad de que Marty pudiera golpear la cámara o incluso atacar a Francis. Había la electricidad emocional de cuando cualquier cosa es posible. Estaban dentro de una persona, en su territorio personal, con un hombre solo en su momento más privado.

7 de agosto, Pagsanjan

Sofía está fuera en la calle, frente a la casa, en pantalón corto y descalza, corriendo tras los niños que se han reunido. Todo empezó cuando salió mientras llovía, con su impermeable rojo brillante, y unos cuantos niños vinieron a observarla. Entonces ella empezó a actuar para ellos, echándose vasos de agua de lluvia sobre la cabeza. Jugaba a ser un tiburón y perseguía a algunos niños que intentaban escaparse mientras los otros corrían y reían. La gente se asoma a las ventanas y los adultos se han agrupado. Los niños gritan «¡Sofía!» e intentan que los persiga. Me pregunto qué efecto debe de causarle ser el centro de toda la atención.

En la escuela, los niños de todos los cursos vienen a mirarla, la llaman, la toman de la mano y la tocan. Ahora Sofía ha empezado a ir a la escuela por las tardes. Está en el jardín de infantes chino. El primer día, el proceso de adaptación fue lo opuesto a la concepción norteamericana, en la que el niño se adapta lentamente al nuevo entorno. Cuando la niña entró en la clase, la maestra la puso de pie delante de todos sus compañeros y le enseñó a decir «Buenas tardes, compañeros» en chino. Todos le contestaron «Buenas tardes, Sofía», y luego la maestra le hizo escribir el ideograma chino de «gente» en el pizarrón. Parecía darse cuenta de que todos los niños querrían mirar a Sofía y por tanto se limitó a ponerla delante para que pudieran hacerla, solucionando así el tema. Nosotros habríamos hecho un drama psicológico tan complicado para evitar que el niño se traumatizara, que quizás en realidad sea mucho menos traumático limitarse a hablar con sinceridad: «Mira, niña, tienes un aspecto diferente del nuestro y a todos nos gustaría mirarte bien». Así de simple. Sofía parecía alegrarse de la situación. Fue al pizarrón e intentó copiar el ideograma todo lo bien que pudo. Cuando acabó, tuvo que repetir la palabra. La maestra le pidió que volviera a decirla más alto, ella lo hizo, todos los niños la aplaudieron y ella volvió a su pupitre. Sofía ya era parte de la clase.

8 de agosto, Pagsanjan

Anoche se hizo la primera filmación nocturna, en el set del puente de Do Long. Todos habíamos estado allí varias veces durante el día, pero de noche algo había ocurrido. Quizá fueran los fuegos encendidos por los de efectos especiales y las luces en arco que iluminaban a los cientos de extras disfrazados en las trincheras. Quizá fuera la conciencia de que, después de todos los ensayos y los preparativos, había llegado la hora de la verdad. Se respiraba una especie de electricidad. Había zonas que parecían un circo. Había tantos camiones y cables de luces y gente entrando y saliendo de la oscuridad, como si el espectáculo estuviera a punto de empezar. El gran acontecimiento. El set tenía un aspecto extraordinario. Era mejor de lo que nadie se había imaginado. La mayoría de las cosas suelen estar por debajo de las expectativas, pero esto era, de alguna manera, más de lo que nadie había previsto. Hacía muchísimo calor. Podía ver el sudor en los rostros de la gente cuando pasaban frente a un foco. Sonaban los dos canales de la radio mientras se preparaba la primera toma. Oía «Necesitamos a diez extras vietnamitas para que hagan de muertos en el agua. Enciendan los quemadores río abajo. Comprueben el maquillaje de los extras vestidos de militares. Traigan la grúa a la posición ascendente sobre el Jada tropical. Traigan la lancha del generador hasta la cámara de la primera posición», una y otra vez. Empezó a caer una lluvia fina. Yo estaba bajo unos cocoteros, junto a una trinchera de sacos de arena en la colina. No sentía la lluvia, pero la veía iluminada por los focos. Alrededor de las grandes luces de las torres revoloteaban millones de insectos. Los electricistas llevaban la cabeza envuelta en camisetas. Luciano era el único que se paseaba en traje de baño, con sólo una riñonera de herramientas y unos guantes. Gritaba por megáfono en italiana a las otras torres de luces y a la otra orilla del río, al operador del generador y a los electricistas de aquel lado. Me llegaba el humo del caño de escape del camión generador que teníamos cerca.

Justo delante de mí cayó un coco en la trinchera. Un extra vestido de militar pegó un salto y tomó su casco. Hubo muchas risas por el hecho de que había estado a punto de morir, de camino al estrellato, aplastado por un coco. Varios tipos empezaron a pasárselo como si fuera una pelota de fútbol. Continuaba la espera. Todos los extras tenían asignados blancos vivos y estaban emocionados ante la perspectiva de dispararles con sus metralletas y fusiles. En el río había varios nadadores ensayando la colocación de minas y sacar a rastras a los vietnamitas «muertos» fuera del agua. La gente tomaba refrescos o fumaba, sentados en silencio a oscuras, esperando que la lancha de la cámara y la lancha de patrulla se situaran río arriba para el primer ensayo de toda la acción. De vez en cuando, los de efectos especiales disparaban un cohete de prueba o una llamarada y se iluminaba todo el set. Entonces podía ver a todos los extras en las trincheras, y los cables y los técnicos y los camiones al fondo. Haces gigantes de luz se proyectaban hacia el cielo por encima del puente. Era un tipo de tormenta eléctrica tropical que ninguno de nosotros había visto nunca. Podía escuchar a los de efectos especiales bromeando por la radio, diciendo: «Caramba, Joe, eso estuvo muy bien, ¿cómo lo hiciste?».

Finalmente hubo una pausa para cenar y todo el mundo se dirigió hacia el camino, hacia donde se habían instalado los del servicio de comida y bebida. Había un gran toldo de palma que cubría una zona con varias hileras de mesas, y filas de miembros del equipo y del reparto desfilando por delante de las mesas de comida. La gente que vivía en las chozas de palma al borde del camino se quedó junto a la zona de la comida, mirando cómo los técnicos y los extras vestidos de militares y todo el mundo cenaba. Algunos niños pequeños llamaban «Hola, Joe», en un coro de vocecitas. La ubicación del set estaba en el lugar en que los japoneses volaron un puente durante la Segunda Guerra Mundial. que nunca fue reconstruido. Los cimientos, que sobresalían del lecho del río, formaban la base de cemento del puente que nuestro equipo construyó. Está previsto que el puente del set también sea volado.

Gio hacía de extra. Tenía un disfraz completo de militar y llevaba un fusil M-16 y maquillaje negro en la cara. Tiene doce años, y era tan alto como algunos de los hombres bajos. Después del descanso para la cena todo el mundo ocupó su posición y empezaron los ensayos. La primera toma empezó hacia las once de la noche, con la lancha de patrulla navegando río abajo y el barco de la cámara intentando mantener la posición tras ella y hacia un lado. Se dispararon llamaradas, cohetes y varias bolas de fuego. Desde donde filmaba yo el espectáculo era magnífico. Mientras se preparaban para la segunda toma empezó a llover otra vez. Roman se había quedado dormido sobre unos sacos de arena y la enfermera de la compañía me dijo que me lo llevara a casa, que se resfriaría. Lo desperté, pero me dijo que quería quedarse hasta la siguiente toma. Uno de los extras le dio un chaleco mullido para que lo pusiera en el suelo, junto a la pared, donde estaba relativamente seco, y se volvió a dormir. La segunda toma no empezó hasta las doce y media. Desperté a Roman, pero se le cerraban los ojos y se perdió la mayoría de los efectos principales. Le di la cámara a Doug para ver si podía captar algunas imágenes de los técnicos de efectos especiales durante la toma siguiente, y me fui a casa con Roman. Mientras íbamos por el camino hacia el coche podía ver las ventanas de las chozas de palma, iluminadas por las luces de producción. Había gente durmiendo en el suelo bajo mosquiteros o envueltos en telas. Francis y Gio llegaron a casa cerca de las tres de la madrugada.

12 de agosto, Pagsanjan

Aquí el catolicismo parece algo decorativo. Hay vírgenes y crucifijos, y los jeeps llevan imágenes religiosas en el tablero, pero no hay la fuerte y rígida presencia del catolicismo que se encuentra en México. Por ejemplo, la clínica de planificación familiar de Pagsanjan está justo enfrente de la iglesia.

Sofía está muy interesada en la historia de Jesús. El otro día, cuando salíamos de la ducha, se envolvió en la toalla y me dijo que era el niño Jesús. Luego quería que me pusiera la toalla en la cabeza e hiciera de Virgen María.

13 de agosto, Pagsanjan

Anochece entre las seis y media y las siete. Entonces empieza uno de mis momentos del día favoritos. La gente enciende las luces eléctricas o las lámparas de queroseno, y al pasar por delante de una puerta o ventana parece como una pequeña escena en marcada. La gente casi no utiliza cortinas, y cuando lo hacen las atan a un lado con un nudo para que entre la poca brisa que circula. Duran te el día, los interiores de las casas se mantienen en penumbras, puesto que todo el mundo busca las sombras frescas, pero de noche las ventanas son como cuadros iluminados.

Nosotros también tenemos todas las ventanas abiertas, aunque disponemos del lujo de los mosquiteros. A menudo, mientras cenamos, si levantamos la vista de la mesa vemos a grupos de gente charlando y mirando hacia el interior de la casa. Somos como la televisión local de nuestra manzana.

14 de agosto, Pagsanjan

Estoy en casa de Vittorio. Francesca está en la cocina haciendo
zeppole
e intentando enseñarle a la mucama filipina cómo freírlos en aceite. La mucama se está salpicando toda y quiere que Francesca ponga bolas de masa más pequeñas. Ninguna de las dos entiende las pocas palabras de inglés que es capaz de decir la otra. En la mesa del comedor, Tonia, Luciano y su esposa hablan fuerte y animadamente en italiano. Yo solo capto alguna palabra de vez en cuando, como
bambino
. Creo que discuten sobre el cuidado del bebé adoptado de Luciano. En el porche cerrado con mosquiteros, Francis y Vittorio hablan sobre qué hay que hacer con la escena en la trinchera que va a filmarse dentro de unas horas. He tomado un par de fotos, en la cocina, de la pileta y del escurridor de platos, iluminados al fondo por la ventana que da al jardín. Pero, básicamente, estoy atrapada. No quiero ir a sentarme con Francis y Vittorio en medio de su discusión; en la cocina hace demasiado calor; no quiero que Tonia y Luciano se sientan incómodos si me siento cerca de ellos. Ella ya me ha dicho «disculpa» varias veces. Estoy aquí, medio apoyada contra la pared, intentando parecer cómodamente ocupada, escribiendo en mi cuaderno.

Anoche, en el set, los ánimos habían cambiado. Era la sexta noche consecutiva de filmación en el puente de Do Long. Había desaparecido el ambiente circense. La escena era en una trinchera. Había estado lloviendo y el suelo de la trinchera estaba empapado. La toma requería un
travelling
, Estuve observando trabajar a Alfredo. Sus hombres echaron mucha arena y la compactaron y pisaron hasta que el agua desapareció formando una masa de barro. Luego colocaron una capa de sacos de arena y pusieron tablones de dos por doce encima. La madera estaba mojada y pesaba muchísimo. Cuando se movían delante de los focos podía ver cómo el sudor perlaba la piel de los hombres. Una vez que se sol edificó la base de la trinchera, Alfredo colocó los rieles y los niveló con las cuñas de madera. Levantaron el carro portacámara para colocarlo sobre los rieles y luego dispusieron el soporte y la cámara encima. Un hombre llevaba un palo con una gamuza atada en el extremo y se tumbaba en la trinchera y limpiaba el barro cada vez que pasaba el carro portacámara.

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